Han llegado las lluvias septembrinas y mi periquito ya no canta con tanta intensidad porque no ve a sus amigos los gorriones. Ha llegado un poquitín de invierno al corazón y lo han dejado frío. La ciudad arrastra la humedad de las aceras a un cielo gris, como queriendo decir que el verano acabó. Ya no hay alborozo por las calles, ese decir hola y adiós constante, ese reír casi sin ganas. Llega el recogimiento y la tinta de los libros a decirnos: quédate en casa que llueve.
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