Entonces, yo, que había padecido una enfermedad mental llamada trastorno bipolar, un día que estaba en salud mental a que me viera mi psiquiatra, vi un cartel en el pasillo que ponía: tú vales, asociación de ocio y tiempo libre para personas con trastorno mental y fui porque era en el pueblo de al lado, que se podía ir andando, que si fuera más lejos no habría ido. Y me parecieron majos todos. Todos tenían la enfermedad y hablé de ella con ellos. Pero al cabo de un tiempo, me di cuenta de que todo el ocio que ofrecía esa asociación era comer chocolate con churros en invierno y cerveza sin alcohol en verano y charlar de gilipolleces. Había gente que solo hablaba de sí mismo. Había gente que me faltó al respeto y solo hablaba de politiqueos. Había gente que era penosa pues no había trabajado en su vida y se las daba de listo. Había gente que siempre se hacía la víctima y pedía cigarros. El jefe de la asociación, cuando aparecía, decía siempre que no había dinero y que no se podía ir a ningún lado. Todos decían que eran pobres y no tenían dinero. Todos cobraban una pensión no contributiva porque no habían trabajado en la vida. Cuando me cansé de oír más paridas y de comer churros, no pisé más por allí. Esa asociación no aportaba nada bueno y había gente en ella realmente aversiva. Además, siempre íbamos los mismos y nadie se hacía amigo de nadie. Un día llamé a uno de ellos para quedar, se bebió la cocacola de un trago y se largó. Solo quedó conmigo por la cocacola. Que les den a todos por culo.
Comentarios
O sea, no hace falta ser muy inteligente para sacar como conclusión que ni por todo el oro que nos robaron los rusos volverías a repetir semejante esperiencia
Hola, pessoa
Plagiando tu divertido texto de "La Asociación" (con algún leve cambio), me he permitido plasmar aquí mismo mi versión. Ni mucho menos pretendo enmendar la plana a nadie. Espero que no te moleste. Saludos
La Asociación
De un tiempo a esta parte, venía observándome cambios bruscos de carácter, por lo que decidí acudir a mi psicólogo. Pero, en el trayecto hacia su consulta, cambié de idea al ver un cartel en la pared de una calle. Rezaba así:
Asociación de ocio para personas con trastornos mentales.
Y fui a la dirección que indicaba. Todos los allí presentes parecían normales, pero todos eran bipolares. Hablé de ello con ellos. Todos hablaban y actuaban de la misma forma que yo. Todos berreaban de los políticos. Ninguno había trabajado en su vida. Todos cobraban una pensión no contributiva. Una mujer, gorda y descarada, pedía un cigarrillo a cada momento a todo el que pillaba. Además, siempre íbamos los mismos y nadie hacía amistad con nadie. Pasado un tiempo, me percaté de que todo lo que ofrecía esa asociación era chocolate con churros en invierno y cerveza sin alcohol en verano. El jefe de la asociación decía que no había dinero y que por eso tanta austeridad. Cuando me cansé de escuchar chorradas, ver escenas sin sentido, comer churros y beber cerveza sin alcohol, no aparecí más por allí. Pero antes de irme quedé con uno de ellos, le invité a una cerveza y se la bebió de un trago, y, sin siquiera darme las gracias, se largó. Sólo acudió a mi cita por la cerveza. ¡Qué le den a esa asociación!