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Los embalses

Conde WaldsteinConde Waldstein Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita s.XIV


SABRÁS QUE LOS EMBALSES

I

Sabrás que los embalses
dejaron sus palabras
al gusto de la brisa,
dejándolas partir al pronunciarlas,
haciéndolas poesía al pronunciarlas,
haciéndolas más libres
tan solo con decirlas,
tan solo con hacerlas
volar como los soplos silenciosos
del aire que recorre los espacios.

II

Sabrás que cada charca
repite lo que dicen
las voces del estanque,
los llantos del pantano en que dormían
ayer los azulones que descansan
en esas aguas tristes
que saben que el otoño
podrá vestir los bosques
con toda su belleza y que el granizo
vendrá para quedarse, ya en diciembre.

III

Y, entonces, al saberlo,
verás que las palabras
que nacen de la boca
callada del embalse son sinceras,
sabrás ese discurso de las aguas
que corren libremente,
que bajan por el río,
que ríen, si se lanzan,
formando los torrentes irascibles
que habrán de repetir esos discursos.

IV

No ignoro que los árboles
conocen el lenguaje
que saben esas aguas,
las aguas de la lluvia del otoño,
distintas de la lluvia en primavera,
distintas de la lluvia
que trajo, con la vida,
su brillo más alegre,
distinto de estos grises que nos hieren,
que hieren la esperanza del que vive.

V

Y sé que los castaños
pronuncian nuestros nombres
o fingen que pronuncian
palabras enseñadas hace tiempo,
pues hablan del cabello que, empapado,
se entrega a cada lluvia,
sin olvidar tampoco
la luz de los misterios
que esconde en sus secretos tu mirada,
que no sabe decir si es negra o verde.

VI

Y digo que susurran
amores sin sentido
que nunca sucedieron,
pues saben que yo quiero lo que quiero,
pues busco lo que busco, cuando busco,
y acabo de encontrarte
para volverte mía,
incluso si te mato,
incluso si te arranco hacia ese olvido
que te hace de la esencia de la muerte.

VII

Las aguas del estanque
no mienten si pronuncian
canciones ancestrales
que saben escuchar los azulones,
que saben escuchar los viejos cisnes
que nunca se allegaron
al agua del estanque,
que nunca se allegaron
a nuestra historia mágica y extraña,
más digna de los pueblos y rincones.

VIII

Los cisnes son criaturas
que nadan en los parques,
que nadan en los versos
con algo de belleza y cursilismo,
y pienso que son bellos sus plumajes,
un tanto presumidos,
un tanto artificiosos,
como esos labios tuyos,
teñidos por la púrpura del alba
que quise yo en tus labios silenciosos.

IX

Y pongo el pecho mío
en todo lo que digo,
si escucho en el silencio
las voces más discretas del arroyo,
los ecos del otoño que se acerca,
las voces de las voces
que dicen que el estanque
nos habla con sus voces,
sabiendo que los juncos no se enteran,
igual que el castañar en su letargo.

X

Y dice el pecho mío
que no le importa nada
el llanto del estanque,
pues ese estanque triste se lamenta
igual que las montañas donde miro
las nieves primerizas,
el beso de las nieves
que llegan solitarias
al reino de un otoño que es vasallo
de inviernos que vendrán con viento .


2018 © José Ramón Muñiz Álvarez

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