Érase una abuela que perdió la ternura
A mi abuela materna
que fue perdiendo la ternura
con los años
I
Mi abuela riñéndome y hace algunos años.
Sus labios, inflexibles, nacen en la desembocadura
de la hosquedad. Blanca piel. Ojos azules de cielo apagado.
Las arrugas llegándome a las manos
__ en un intento de caricia que no se produce__ y la invasión de
sangre a sangre sintiéndose distante,
ajena a las ramas del árbol genealógico,
__ ¿Derivo de ti? __ renegalogico, dicen los brotes.
Y su sinsonrisa, llenando mis ojos de huida de un vestido
negro de nostalgia,
mordaza del cuerpo de viuda con seis hijos y uno muerto
(balanceándose en un poste de no existencia).
II
Hasta que la memoria de mi abuela cae, y olvida a sus hijos,
y a los hijos de sus hijos. La enajenación, entra en la cueva
de los recuerdos
y borra cada esquina cosida de pobreza (muchas bocas).
El pañuelo sin colores ya no está en la cabeza.
La escena en blanco y negro.
Secuencia de la España de Viridiana yéndose a escribir el pasado.
Un hatillo, con palabras cariñosas
mandadas al silencio.
No hay tiempo para escuchar su sonido.
La pérdida de la ternura __ murió mucho antes __
Y la hija a su hija, cuenta la historia del porqué
cada cual,
es cada cual.
Comentarios
Duras épocas, todas lo son a pesar del pasado.
Buen trabajo!
Mora Amaro
Mi abuela era, … a ver, era buena y era jodida (no sé cómo expresarlo) éramos traviesos. Nos acusaba con mi Madre y luego en última instancia con mi Padre.
Cuando nos castigaban, se ponía triste, hasta el llanto y nos abrazaba. La perdonábamos hasta la siguiente travesura.
En el fondo era una buena chica.
Pongamos concatenación sucesiva hacia el abismo, con buen enlace hacia la segunda parte.
La poesía concreta de los años cincuenta buscaba la belleza del material, la simplicidad, comprensibilidad universal y la afinidad a la vivencia lingüistica (...)
Si tuviera que resumir, en síntesis, diría que muere la segunda parte con un final flojo.
Todo el resto, impecable e inmaculado, salvo alguna tilde o algo sin valor.
Mi abuela, en cambio, nunca abrazaba, no recuerdo ningún abrazo de ella... Las abuelas sin abrazos son como no-abuelas -(
Este es uno de esos poemas a los que cuesta volver a entrar... Como de tripitas corazón...
Gracias, Quinti. Tomo nota de la poesía concreta (al igual que de José Ingenieros. Tengo lectura para estos días, aparte de la habitual).
Este poema, fue más extenso en su principio. El poema de: Y hubo una niña unas vacaciones, estaba dentro de él, pero decidí separarlos en dos, como si no fuesen uno con otro, como si fuesen dos parcelas distintas de un mismo mundo... Lo mejor y lo peor de una historia que contar...
Agradezco tu tiempo y los apuntes (hasta me he puesto sería :-) provisionalmente)