No por anciana mira que está bien buena, jóven y loca, sino por hacer el amor: yo che viejo - tú che vieja, pinchemos a ver quién le arranca la vida primero al otro. Hasta ahí vamos rebién, pero tenía razón Erasmo: era una verdadera ijaepú
(rubia en castellano) del clan Teiboleras, de la hermandad Descalzas del Talón
(besitos, amigas) y fichaba en el Palenque de Costa Esmeralda
(más besitos).
Cuando el Don me invitó al Palenque, hubiera sido imperdonable rajarse. Mi simpático y nuevo amigo no era cualquier don por votación ni a huevo por la fuerza. Era el Don porque Usos y Costumbres le otorgaron tal puesto, tenía madera y quería darse el gusto. Generoso por naturaleza, se hubiera ofendido si yo dejara anque la propina. De pocas palabras y muchas nueces, era mi confidente e iniciador a la etiqueta local: al conocernos, captó instantáneamente nuestra simpatía y mis carencias sociales le valían madre: pero sin capacitación adecuada no le sería de utilidad. Por otro lado, nada fácil encontrar fuereños así de valemadres en ésta olvidada costa, la mayoría tan corren al primer tiro que vuelan sin cobrar: valemadres de pacotilla con absoluta faltancia de curiosidad. Espero no reencarnar en gato.
El Don confidenciaba en tono afablemente insinuado
-usando parábolas muy semejantes a los pasajes bíblicos más violentos, vengativos y catastróficos- la pura poesía y encanto de la Costa Esmeralda en todo su mortal esplendor, a través de un Palenque con sombrero de palma a la cabeza y la revólver en el cinto. Sin confidencias ninguna sinceridad nace, me fascinaba como la cuatronarices fascina su presa; pero la confidencia del otro termina si uno pregunta interrumpiendo. Saber dar tiempo al tiempo, ingiriendo cerveza tras cerveza y un mezcal desempance después, rayaba la primordialidad. Si acaso pensaba rajarme ya era demasiado tarde, ni me podía levantar con tanto aguardiente: las piernas ni respondían y no quedaba mas qu'escuchar y despejar certeramente cualquier duda que pariera.
Satisfecho al fin, el Don se levantó hacia la caja para hablar con el encargado del Palenque. Una botana con
tasajo me regresó de aquél universo parabólico y sangriento, integrándome de vuelta bajo la palapa cabaretera. Sentada adornando la barra, una mesera cenaba su descanso en turno, con porte y gallardía más que la figura y el pelo rubio, nada comunes por ésta costa. Notando mi vista se levantó con dos cervezas y una sonrisa:
-«¿Necesitas compañía, güero?»
-«No, lo que necesito es papel y lápiz para garabatear. Gracias por la cerveza y ¡Salú!» -
«En la barra tenemos»- Trajo cuatro cuentas canceladas que al reverso eran blancas y un lápiz de colegial, diciendo -
«Soy la Libertad. A tí ¿cómo te nombran, güero?» -
«Pintor» respondí pensando:
'la Libertad ... ¿de averiguar si eres rubia natural?' con cara obvia y la Libertad divertida hasta las pupilas.
Bosquejaba los cuatro papeles, descifrando las pupilas con sonrisa de la Libertad; seguían aportando cervezas y algún mezcal. Como hora después salió el Don recitando el verbo
'Vámonos Tu Pinche Vieja Me Sacó De Onda' y ni modo: averiguaré la blondez de la Libertad en otra ocasión.-
«Mientras dibujabas, ella vaciaba las cervezas que te mandaba, en ésa maceta con palmas ahí juntito»- La Libertad se puso tan azul pasando al blanco para volverse roja
(egalité, fraternité, liberté) qu'estuve en el punto de soltar el verbo
'Alons Anfans De La Patri' a mandíbula batiente. Apenititas a tiempo recordé el cuento ése de Maximiliano, cuando Juárez de Oaxaca lo ajusiló ¡por éso mismito! Saliendo a la calle, el encargado habló con el Don y muy urgido con preocupado. Vinieron a mí, aquel encargado diciendo: -
«la Libertad quiere disculparse con usted, Pintor» -
«Ahí tu sabrás»- respaldó afablemente el Don mi nuevo amigo.
Llegando frente a la Libertad, crucé mi dedo sobre sus labios: -
«Me vale madre TODO lo que digas (intuí que sería del verbo 'Ni Tenía La Más Puta Idea De Con Quién Jugaba' y no estaba de humor. Siémpre levantando pasiones, che vieja). Vengo a pasar un buen rato y quiero compartirlo contigo, nada más; mi Dama de Compañía como dicen los ricachones. Acepta que no soy tan mala penitencia, Libertad»- bien consciente qu'el más bajo ijoepú
(rubio, en castellano) era yo, esclavizando así a la Libertad el mismo día que m'encontró, no más por averiguar su blondez. Regresamos al Palenque con manos llenas de dedos entrelazados.
Me abrasó con sabor a miel y cuando la Libertad invade... sólo resta gozarla y pecadoramente si se puede. Por unirse la Libertad a mi valemadrismo, obtuvimos resultados tan sorprendentes que grabamos la eternidad con memorias aladas; nada de cielos nublados por nuestras playas, lo de menos su natural blondez. Ni los puercoespines entregan su amor con más cuidado.
che vieja ...
querencia no tiene horario,
ni fecha en el candelario,
cuando las ganas se juntan ...
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