No puedo ni oír mis pisadas sobre el asfalto, amortiguadas por el crujido de las hojas que el viento arroja, sin valor, en todas partes. Viejas y amarillas, como yo. Recuerdos de una primavera llena de ilusiones. Risas, promesas, pieles tibias, cosquillas. Julia. Ha pasado tanto tiempo que sólo recuerdo su olor, y retazos del fuego de mis entrañas, al sentir el tacto de su piel bajo la yema de mis dedos. Mi memoria deshilachada perdió sus risas, y el sabor del café en sus labios. Fue, quizás, mi primera vez, mi primer café. Mi primer beso. Pateo las hojas, dolorido, harto. Hay tantas que no veo el camino. No, me engaño, ya no hay camino, sólo hojas. Reminiscencias marchitas, que llevan a otras memorias: el olor del pan recién hecho por la mañana, los ojos somnolientos de Nadia y sus besos perezosos. Chopin sonando de fondo, y el aroma de su pelo sin lavar sobre la almohada. Ya no quedan lágrimas en este viejo cuerpo, sólo recuerdos. Ya no queda dolor, sólo tristeza. Sólo retazos de lo que fué, que se mezclan y se pierden, recuerdos que no valen nada, como las hojas amarillas en un anochecer cualquiera. Agacho la cabeza y pienso que es mejor morir ahora, antes de que mi única obsesión sea que alguna vez tuve recuerdos hermosos. La mano nudosa que sujeta el bastón ya no es mi mano, llena de manchas, débil.
…
-Dios, qué viaje más raro-, siseó Gabriel al desconectar el reproductor holístico y volver a ver el mundo con sus propios ojos.
-¿Otro concierto rollo?- preguntó Becca.
-No. No. Era un viejo que caminaba por una calle. Sus recuerdos eran-, dudó por unos instantes, buscando el adjetivo más apropiado -…intensos, y el viejo, no sé como decirlo. Guau. ¡Todavía estoy flipando!-, Becca cogió el chip de memoria y lo puso en su reproductor.
-¿Dónde te quedaste?- preguntó Becca a Gabriel, que todavía estaba aturdido.
-No sé-, es lo último que oyó Becca antes de iniciar la reproducción en una posición aleatoria.
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Elia me contempla hundida en la cama, en paz. Sus ojos azules, a pesar de la edad, me parecen ahora tal como eran cuando la conocí: Grandes y apacibles, como si vieran lo que había dentro de mí, como si el tiempo no transcurriera, como si no estuviera muriéndose. Su rostro era otro, surcado de arrugas y bordeado de pelo blanco. Sin prisa, como siempre, me sonrió. Su mano quedó atrapada en la mía, mientras me aferraba al recuerdo de sus risas, al peso de sus abrazos amortiguados a través de la ropa, de su cabeza bajo la mía, y de la sensación de su cabello enredándose con los pelos de mi barba. Las lágrimas ya no me dejaban ver, solo podía sentirlas rodar por mi rostro, rodeando mi barbilla, escurriéndose por mi cuello, diluyéndose, como ella.
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Becca comenzó a llorar, ahogándose en aquellas emociones ajenas tan poderosas. Su hermano, preocupado, pasó el brazo izquierdo sobre ella examinó sus enormes ojos color aceituna. Sus lágrimas le conmovieron y aguardó a que ella, entre lloriqueos le dijera que estaba pasando.
-Po..po..pobre hombre- balbuceó, sorteando lágrimas, mocos e hipo.
-Déjame un poco más- dijo, y Gabriel tomó el chip de memoria del visor de su hermana.
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¿Y si algo sale mal?, ¿y si Elia muere en el parto? Oh Dios, ¿por qué le habré hecho caso? Deberíamos estar en un hospital mejor. Está sufriendo mucho, pero ya no hay vuelta atrás. Los médicos saben que está aquí, saben lo que hacen, oh dios, es horrible, es… ¡Dios! Dios, su cabeza. Saca la cabecita. Mierda, ¿por qué está tan blanquita?, ¡qué pequeña es!, ¡oh! ¡Oh! Llora. Llora. Está bien, ¡está bien! Malditas lágrimas, siento ganas de llorar y de reír. Elia llora de felicidad, como yo. Lucía. Mi hija. Cojo su mano y lloro sin control, soy feliz. -Está todo bien Elia, tiene sus cinco deditos-, le digo con la sonrisa más grande de mi vida. Me limpio los mocos y sonrío como un tonto al médico que me la acerca sonriendo -Felicidades- me dice. Y yo la cojo y miro su preciosa carita. Lucía me coge el dedo índice con su manita y abre los ojitos por primera vez.
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Ahora el que lloraba era Gabriel. Becca dudó unos instantes, y de nuevo tomó el chip para acceder a otro recuerdo de aquella misteriosa memoria que habían encontrado fisgando en un cajón de su madre. Aquello no era una ficción, ni un recuerdo robado. Era una vida. Una vida increíble.
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Me voy. Lo sé. Lo deseo, estoy tan cansado que parezca hundirme sobre la nieve, como la rama de un árbol recién cortada. No siento la cama, ni la manita de mi nieta bajo la mía. Tan bonita. Igual que su madre a su edad, con esos ojos grandes y pacíficos, que observan todo con curiosidad e inocencia, arrebatando una sonrisa espontánea. Mi última sonrisa será para ella. Su rostro infantil, su candor, será mi último recuerdo. Gracias por estar ahí, Rebeca -Tu abuela me espera al otro lado, no llores por mí- balbuceo. Ya no puedo hablar, pero los pocos recuerdos que todavía hay dentro de mí, me dan el calor que necesito para mi último viaje. Esta ha sido una gran vida. Gracias.
…
Un llanto silencioso, profundo desconsolaba a Becca.
-¿Qué pasa?, ¿qué pasa?- preguntó la madre de ambos, entrando a zancadas en la habitación, preocupada por los llantos de su hija adolescente. Gabriel no supo que decir, aunque era obvio, porque su hermana sostenía el chip de memoria en sus manos, como si quemara, o tuviera un valor incalculable.
Su madre los miró, y su expresión tensa se relajó. Sonrió con cariño y se agachó, sentándose en el suelo con ellos. Cogió entre sus manos las de su hija, y la miró. Sus ojos le recordaban a los suyos, y a los de su madre. Lloraba, y lloraba, hasta que abrazó a su madre, como hacía cuando era pequeña y no podía dormir. Hacía tiempo que su hija no la abrazaba de aquella manera, y Elia lo echaba de menos. Los recuerdos que contenía aquel chip también le hacían llorar a ella, pero sentirlo de vez en cuando le hacía muy feliz, le hacía sentir que no había muerto, que su abuelo y sus padres estaban todavía con ellos.
Comentarios
Ojalá pudiéramos vivirlos de manera tan real una y otra vez, con un simple chip.
Aunque, no se que pasaría con los recuerdos malos. Un tema interesante, redactado de manera agradable.
El tema del relato era la muerte, queria abordarlo de una manera diferente. Los malos recuerdos... humm, supongo que siempre podemos pensar que habría un editor (para cortar y pegar) ciertos recuerdos jeje.
Entonces, siento no haber comprendido el tema de su relato.
Intentaré releerlo.
Saludos.