¡Bienvenido/a!

Pareces nuevo por aquí. Si quieres participar, ¡pulsa uno de estos botones!

El coleccionista (por Carlos Serrano)

CarlosSerranoCarlosSerrano Fernando de Rojas s.XV
editado junio 2014 en Ciencia Ficción
Es curioso como me apasioné, en su momento, con el Ciberpunk con lo que llegué a odiar a William Gibson. Sin embargo había caído en mis manos Mirrorshades, la mítica antología de relatos ciberpunks de Bruce Sterling y decidí que yo también tenía que probar el género. De toda esa época apasionada surgió este breve relato. Jamás volví al Ciberpunk (salvo para leer Quemando Cromo de Gibson, claro)


EL COLECCIONISTA
(Breve Relato Ciberpunk)

Fuera caía la lluvia azul bajo una Luna Llena de neón. Dentro se estaba caliente y a
salvo. Conectado a mi portátil (con las gafas holográficas y los guantes de R.V.)
navegaba por una de las redes ilegales en busca de material raro. Si, vivía para las
rarezas. Me llamaban "El Coleccionista" por mi devoción por coleccionar fetiches.
Fetiches raros. Rarezas delicadas, Rarezas exóticas. Deliciosas rarezas.

Podía pasar horas buscando rarezas en la Red, conectado como un parásito en un
submundo fascinante y pulidamente sucio que me rodeaba falsamente y que llegaba a
emborrachar mi mente. Una mente enfermiza en su afán por buscar lo que otros solo
han soñado.

Mis archivos estaban saturados de todo tipo de material, algunas de las rarezas que
coleccionaba y poseía ya no se encontraban en la Red, en ninguna red legal o ilegal.
Tenía gran cantidad de material exclusivo que solo yo poseía y que algunas personas
pagarían interesantes sumas de dinero por tener en sus archivos particulares.

Cuando me tomé un descanso para desconectar y echarme colirio en los ojos me
quedé observando a Anita, la chica rubia de 13 años que descansaba en la cama. La
había encontrado en los servicios sucios y malolientes de un local de ciber-recreativos.
Anita, sobre mi cama, seguía con el chubasquero amarillo puesto y viendo la televisión
en un zapping brutal que la hacía mantener los ojos clavados en la pantalla mientras
devoraba otro donut de chocolate. Hermosa como una flor nocturna, me había
enamorado de sus pómulos militares y de su aliento de regaliz de fresa.

Eran las 02:56 de la madrugada y fuera seguía lloviendo. Me acerqué a Anita y le
robé un donut, me miró como un animal celoso. Devoré el donut mucho más rápido de
lo que lo hacia ella y me senté a su lado (no a ver la tele sino a oler sus cabellos rubios).

- ¿Ya has terminado? - Me preguntó ella.
- No. Nunca termino con esto.- Sonreí.

Me hacia sonreír, a pesar de que ella nunca se sonreía (o al menos eso parecía).
Poseía una belleza extraña y salvaje que me embelesaba. Era bonita pero sus modales,
sus miradas y todo lo demás era de animal salvaje y felino. Sus ojos de frio acero azul
reflejaban una sabiduría imposible para una chica de su edad, aunque hoy en día las
chicas de su edad hagan de todo y sepan de casi de todo.

No tuve que pagar demasiado para que se viniera conmigo. Quería pasar la noche
acompañado. No se trataba de sexo, solo de calor humano. Sentir su aliento, oler su
pelo, escuchar sus ruidos. Porque después de estar en la Red necesitaba dormirme al
lado de un ser humano.

Estuve dentro de la Red hasta casi el amanecer. Me levanté de mi asiento totalmente
dolorido por las horas allí postrado y bostecé dolorosamente. Solo tuve tiempo y ganas
de tumbarme junto a ella que dormía desde hacía rato con los labios manchados de
chocolate sobre su chubasquero amarillo. Me quedé escuchando y olisqueando su
aliento.
Accede o Regístrate para comentar.


Para entrar en contacto con nosotros escríbenos a informa (arroba) forodeliteratura.com