¡
AL DEMONIO CON EL JEFE!
MEMORIAS DE UNA TÍPICA
SECRETARIA
cap1 Entrevista
Era un día como cualquier otro, nublado y monótono. Las nubes grises, adormecen a los transeúntes que no tienen nada que hacer. El frío no es problema, los 15 grados que marcan en la señal indican que la gente esta a gusto. Es una ciudad inmensa, atestada de personas y sus mascotas, sobre todo en el gran parque del Centro. Donde miles de personas caminan, juegan, corren, ejercitan, pasean, reman...y hacen todo tipo de actividades, mientras que yo, solo lo atravieso para marchar hacia un enorme edificio de del mismo aspecto que las nubes que oscurecen el firmamento.
Me abotono la gabardina y continuo andando decidida, avanzando y avanzando. Estoy muy nerviosa, pero se controlar mis emociones de una manera espectacular. Llevo falda negra y blusa blanca, un poco anticuada lo sé, pero siempre he sido algo clásica. No llevo tacones, odio los tacones, procuro llevar zapatos cómodos y elegantes en este caso para mi propósito. Llevo el pelo recogido en un elaborado y actual moño. Mis ojos son de color gris, mi piel blanca lechosa, mi figura pequeña y simplona. Pero heredé los rasgos elegantes y fino de mi madre lo que hace que mi cara sea agradable. Mi voz, y mis gestos invitan siempre a los demás a hablar. Como si fuera psicóloga o confidente.
Cuando llego al otro extremo del parque, veo el edificio que se alza al otro lado de la carretera que he de cruzar. Sino recuerdo mal, hay otros 4 empresas importantes aquí. Situadas estratégicamente y son las que más reputación y buen renombre tienen dentro y fuera de las fronteras de esta ciudad.
Este no ha sido mi hogar, acabo de mudarme recientemente, pienso empezar una nueva vida y gracias a la recomendación de una mujer muy amable a la que ayude a cruzar la calle, entre en la selección para el puesto de secretaria, que solicita una de las comisiones que forman la empresa.
A pesar de haberla investigado no tengo muy claro a qué se dedican. Pero tengo la seguridad de poder afrontar este reto y poder adquirir el puesto.
Entro por la puerta principal, el interior es como el exterior, de aspecto frío y desapasionado. Incluso puede decirse que tiene un toque sombrío.
Al llegar al ascensor puedo detectar sin problema quienes son mis rivales, de otros que deben ser trabajadores, como el de seguridad, limpieza...que parecen muy interesados en el desfile de candidatas y candidatos.
Sin mirar ni mediar palabra a nadie, llego hasta la 6 planta. Una vez allí, veo un enorme pasillo que da a una sala de espera. Amplio con sillones y sillas, una pequeña cocina y mesa y sillas para comer. Detecto a varios candidatos que van al servicio. Otros esperan impacientes su turno. Veo personas muy diversas, de diferentes edades, experiencias y rasgos. Entran y salen de la entrevista rápidos. Se ve que alguien sabe lo que se hace y lo que quiere.
Cuando llega mi turno, más rápido de lo que hubiese deseado, entro ni de manera arrogante ni de forma excesivamente humilde, con educación apropiada.
Dentro veo un despacho típico de un empresario que tiene empleo fijo. El hombre que veo no es otro que una persona de apariencia despreocupada trajeada y aseada, con un discreto aroma dulzón extraño que jamás había degustado. Su mirada dice mucho de sí mismo, es un hombre aburrido, ansioso de diversión. Como un niño grande. Se denota inteligencia, experiencia, animadversión a las mujeres, quizá producida a raíz de una no lejana relación tormentosa. Permanezco inmóvil. No me ha dicho que puedo sentarme.
Apenas se fija en mí, pero yo sí que me fijo en él. Necesito ese puesto.
-Porque está aquí...-Dice aburrido el hombre con un extraño acento suave y grave.
-Porque este puesto es mío. -Digo sin apartar la mirada de él. Si algo se me da bien, es analizar y comprender a las personas. Don que de nuevo recibí de mi madre. Sé lo que quiere una persona con solo mirarla, lo que siente, lo que espera de la persona que tiene ante sí. Este hombre quiere que le sorprendan.
Parece sorprendido. Alza la cabeza y me mira de arriba abajo. Baja la cabeza, como si no esperase ver lo que creía haber visto en mí voz.
-Míreme cuando lo hablo señor. Puesto que no va a darme el puesto y va a despacharme como lo ha hecho con todo el mundo, le diré algo, deje de hacerme perder el tiempo y dígame de una vez que pase el siguiente. Si está aburrido no es problema mío. Mi tiempo es tan válido como el suyo. -Me mantengo quieta, esperando que cambie de actitud. Lo hace.
De nuevo me mira de arriba abajo. Coloca el mentón sobre las manos, cuyos codos están apoyados en la mesa.
-Necesito a alguien organizado, que cumpla debidamente con sus funciones, que no haga preguntas, ni se vaya la lengua, ya sabe secreto profesional...y todo eso. Ha dicho que el puesto es suyo, pero ¿Es usted capaz de cumplir con sus tareas?
-Si señor, y si me deja hacer mi trabajo, lo empezaré en el acto. -Le aseguro con firmeza.
-Vas muy deprisa. ¿Por qué piensas que te daría a ti el puesto?-Se levanta del sillón y se acerca a mí.
-Porque a todos los demás los despachó nada más entrar. Yo llevo aquí 3 minutos.
-Inteligente. Obediente, simplona y contestona. Ordenada...-Dice mirándome con esos extraños ojos azules.
-¿Me esta juzgando sin fundamentos?-Le digo como si realmente estuviese molesta e ignorando cuanto a dicho de mí.
-Bien...el primer punto te lo llevaste al entrar y no sentarte dado que no te dije que lo hicieras, el segundo, cuando diste por sentado que o te daba el puesto o te marchabas. Y finalmente ahora al decirme porque crees que me he fijado en ti para el puesto. Solo necesito confirmar una cosa. No ascenderás,
no desertarás, acatarás mis ordenes y jamás me traicionarás.-Me trata como si de un soldado me tratase, tenía entendido que hay jefes muy estrictos, pero no imagino que se refieran a esto. Este tipo es muy singular. Ya lo creo. Simplemente asiento con la cabeza.
-Quiero oírte decir...-Me susurra él al oído.
-Si señor, inteligente obediente, simplona y contestona. Ordenada...e iba a decir...-Se me adelanta para contestar.
-Diferente...-Me suelta mientras trato de imaginar a que se refiere.
-Y diferente.-Repito sin denotar ninguna emoción en mi voz. Sonando siempre dulce y serena.
Sale por la puerta y me deja sola en su despacho. Lo contemplo en un rápido vistazo y veo que es del todo impersonal. Solo trabajo, ni recuerdos ni nada que delate su personalidad.
Al cabo de un rato entra de nuevo.
-El puesto es suyo.-Sonríe. Admito, que mantiene una figura joven y fresca, encantador y apuesto. Pero su sonrisa no traspasa mis defensas. No confío en los hombres. En ninguno, ni siquiera en mi padre, sobre todo en él.
Se sienta tranquilo en el sillón y me mira divertido, con una expresión de crueldad que me atemoriza.
-Empieza mañana. Pero primero necesito que rellene este impreso con sus datos. No se preocupe, yo mismo me encargaré del resto. Me tiende una siniestra estilográfica. Sacó mi propio material, nunca acepto las cosas ajenas. Que vea que vengo preparada.
-Creía que los tenían.-Además, tampoco sé que quieren de mí exactamente.
-Si, cierto. Pero no me cuestione tan deprisa. -Relleno el impreso sin hacer preguntas.
Comentarios