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El Ciclo Tarlesiano V

DarsayDarsay Pedro Abad s.XII
editado marzo 2013 en Ciencia Ficción
La nave se tambaleó y se dirigió apresuradamente hacia la salida del hangar, mientras los tres guardias que quedaban vaciaban sus cargadores y alertaban por radio. Buscaban a un niño extraviado y encontraron contrabandistas en su zona. Aquello no le iba a gustar al Maestro Khessel, y eso era algo que sabía muy bien Baralash. Escupió al suelo mientras se imaginaba aquella sucia alimaña siendo devorada por las ratas. Se sujetó con ira el hombro herido y volvió a escupir. Aquel mocoso se había reído de él, había escapado de sus manos, pero no iba a huir de Ariatys, su sistema de defensa se encargaría de ello. Pero si había algo que él podía hacer, la familia de aquella rata no escaparía tan fácilmente. Él se aseguraría de ello, y, al menos, le quedaba ese consuelo.

Abrió los ojos, pero todo estaba oscuro. Por un momento pensó que estaba muerta, pero desechó la idea, le ardía el pecho, el corazón le latía con fuerza, la cabeza le daba vueltas y sentía náuseas. Las sienes le martilleaban y sudaba profusamente, mareada. La nave no dejaba de tambalearse de un lado a otro, y prefirió quedarse lo más quieta posible. Estaba aterrada, si la cogían le harían cosas tan terribles que su único consuelo sería la dulce muerte. Pero una parte de su cabeza le decía que había escapado de aquella pesadilla. Intentó no pensar en su padre, en sus hermanos que había dejado atrás, ni en el soldado que, con las fauces abiertas, clamaba su alma para devorarla eternamente. Se forzó por pensar en que se le habría un nuevo camino, una nueva vida, una vida que dependía del piloto que, a unos metros de ella y ajeno a su presencia, intentaba sobrevivir a una muerte casi segura.

Crassus destilaba terror por todos los poros de su piel, sin embargo era aquel instinto primigenio, aquel pánico por la muerte, lo que hacía de él un gran piloto, el mejor de aquel sector del sistema tarlesiano.
Esquivó los rayos incandescentes que quemaban el aire, las baterías de defensa no dejaron de disparar salva tras salva, y usó todo su ingenio y habilidad para escapar de la muerte. Entonces, una gigantesca nave apareció de la nada delante de sus narices, a punto de engullir al pequeño transporte. Chilló histérico, la camisa la tenía empapada de sudor, y cuando la titánica nave de guerra dirigió sus cañones hacia él, su estómago se descompuso y defecó. Lloró de pánico. No obstante, aquellas situaciones encendían el instinto de conservación de Crassus, y con una magistral maniobra, se lanzó hacia las negras bocas que presagiaban la volatilización de la pequeña nave. Hizo un rizo y se elevó hacia la negrura del vacío, segundos antes de que los cincuenta cañones de la nave lanzaran una destructiva descarga que hizo explotar todo el hangar. Una bola de fuego ascendió al cielo, y una nube negra y espesa permaneció sobre los restos del viejo hangar durante muchos días después.
La nave de guerra giró, pero el pequeño transporte se había escabullido con suma destreza.
El piloto activó el perforador espacial e introdujo las coordenadas de salto. A simple vista, para un observador externo, la pequeña nave simplemente desapareció.
Una vez fuera de peligro, se hizo a un lado y vomitó. Se limpió la cara con la manga de su camisa y comprobó los posibles daños de la nave. Lo peor había pasado ya.
Abrió la compuerta hidráulica que separaba la cabina de la bodega de carga, y lo que vio no lo esperaba en absoluto.
__ ¿Quién demonios eres? –preguntó con voz temblorosa al ver el cuerpo de Shyna allí tirado.
La muchacha abrió de nuevo los ojos. Ahora había algo de luz, aunque todo seguía borroso, sin embargo, sí vio la silueta que se recortaba en la puerta.
__ Te he hecho una maldita pregunta, mocoso, ¿hablas mi jodido idioma?
__ Me llamo Shyna –dijo entrecortadamente. Hasta ella llegaba el hedor que desprendía el piloto, y volvió a sentir náuseas.
__ ¿Te llamas Shyna? Pareces un niño, aunque me importa una mierda lo que seas, ¿qué demonios haces en mi nave? –Crassus se empezó a poner nervioso. Aquello no le entraba en su cabeza. ¿Qué hacía una niña allí, en su nave, después de escapar de una partida de guerra tarlesiana? Desenfundó su arma y encañonó a la asustada chiquilla.
__ ¿Eres una maldita espía? Odio a los espías. ¿Nos vendiste tú a esos soldados tarlesianos, pequeña rata?
__ No, señor –dijo la chiquilla empezando a sollozar. Bajó la vista, temblando.
__ Pues dime de dónde has salido o te lleno el cuerpo de agujeros, más de los que tienes.
__ Escapé de la mina –dijo sin más.
__ Pues tu huida trajo a los soldados hacia nosotros, ratilla, pero yo no soy una jodida niñera. Puedes tumbarte en cualquier rincón, te dejaré en la siguiente estación. Ten cuidado, soy un maldito peligro público, ¿entiendes lo que te digo? -en cualquier otra situación, Crassus le hubiera disparado sin pestañear, pero una idea estaba rondando por su cabeza.
__Sí, señor, no haré nada, solo quedarme quieta. Gracias –dijo la chiquilla sentándose en un rincón.
Para su pesar, comprobó que aquel hábil piloto era algo corto de miras, podía estar en peligro, pero el estar lejos de aquella inmundicia en Kraxas, sintió que su sueño se hacía realidad, mundos nuevos por descubrir y encontrar uno al que llamar hogar. Derramó lágrimas por sus hermanos, que aún tenían que soportar vivir aquella pesadilla, por su padre, que había muerto por ella. Deseó que Simail no saliera en su busca. Lo mejor era que pensara que había muerto junto a su padre, que lo aceptara.
Es preferible así, pensó, imaginando la voz de su hermano mayor. Derramó más lágrimas antes de quedarse dormida.

Crassus volvió a la cabina. La chiquilla parecía extenuada. El piloto era consciente de que la niña había estado a punto de morir, y eso se queda grabado a esa edad. Él lo sabía por experiencia. Cerró la puerta y le pasó un trapo sucio al asiento. La cabina apestaba a sudor, orín y excrementos, pero eso a Crassus no le importaba, iba a ganar mucho dinero y podría cambiar de nave. Marcó una frecuencia en el comunicador de largo alcance, la luz del piloto se encendió y se estableció contacto.
__ Goolshir, soy Crassus.
__ ¿Porqué contactas por aquí? ¿Es seguro? –exclamó la metálica voz.
__ Claro, imbécil, tengo buenas noticias para tu jefe. Tengo en mis manos un nuevo sistema de perforación espacial, que hará que la mierda que tiene en su nave sea una jodida basura. Si está interesado dile que pasaré por cerouno en cuatro o cinco días.
__ ¿De donde lo has sacado, Crassus?
__ Eso no te interesa. Cincuenta mil y es suyo.
__ ¿Cincuenta mil? Alégrate si te da cinco, maldita escoria. Ese nuevo sistema tuyo puede ser un maldito fraude, y ya sabes lo que te hará si le engañas otra vez.
__ No solo no le voy a engañar, sino que encima le voy a regalar algo para las frías noches en su nave –dijo sonriendo mientras echaba un rápido vistazo a la puerta de la bodega. Si conseguía deshacerse de aquella chiquilla cuanto antes, mejor. Le supondría un lastre, y al menos, donde la dejaba se encargarían de que no le faltara de nada.
__ Espero que no metas la pata, Crassus, no quiero ser yo el que limpie la mancha en la que te convertirás, una maldita mancha en la pared.
__ Claro que no. Demonios, porqué tengo que escucharte –dijo cortando la comunicación.

Comentarios

  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado marzo 2013
    Ay pobre, al menos salió de ese infierno a ver que le espera ahora:eek:
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