¡Bienvenido/a!

Pareces nuevo por aquí. Si quieres participar, ¡pulsa uno de estos botones!

Vulgo en alta mar

KikeKike Juan Boscán s.XVI
editado agosto 2012 en Literatura
Este es un cuento que ya publiqué, pero como tiene como idea principal una reflexión, lo dejo también aquí. Espero les guste y que puedan sacar la idea principal de la reflexión. Ya me ha dicho gente que no le entiende a la "moraleja".


-¡Tened cuidado con las sirenas, mis marineros! Abundan entre estos mares de cuerpos, confunden a los hombres sublimes con su bella voz y ni el más grande marinero escapa de sus garras. ¡Precaución con estos seres que os engañan y os hunden hasta el abismo de este mar!- Exclamó nuestro capitán, el capitán Libio.

Estábamos en alta mar desde que tengo memoria, no recuerdo día alguno en tierra firme. Las tormentas eran cada vez más fuertes y arrojaban a algunos tripulantes del Übermensch, nuestro navío, fuera de él. Los violentos vientos los escupían, con desprecio, hacia el mar de cadáveres. Cada vez eramos menos tripulantes. La travesía sin final iba muriendo junto a su tripulación, era ya un viaje agonizando. Libio estaba en cubierta tratando de hablarnos; su voz competía con el fuerte sonido del mar golpeando el barco.

- Podréis oir voces en estos mares, caballeros, más no han de ser de vivos, son el “vulgo”. Ved que este no es un mar de agua; es de cuerpos mas no de personas. Todos suplican, todos gritan. “¡Piedad!” se puede escuchar al unísono. Es lo que gritan los muertos. Sus cuerpos ya decadentes piden piedad, y el alma, que no han de tener ya, debería pediros a gritos las verdades del mundo, mas no lo hacen porque ha muerto su alma y no su cuerpo; observad ahí sus pútridos cadáveres sin alma alguna.- Paró el capitán Libio y nos miró con aires de desconfianza- ¿Podéis oir algún grito de auxilio? Tened precaución, mis hombres... Esas almas que escucháis en lenguas extrañas a vuestros oidos, no son de cadáveres, eso es lo más peligroso. A lo lejos escucho un grito. “¡Alguien vivo!” exclamo, y al ver que no es un cuerpo decadente, me apiado de esa alma y la salvo de entre tantos muertos, la refugio en mi navío. Sus gritos me son ajenos. ¿Francés, alemán, inglés? No lo sé, pero parece estar viva, y eso es lo que importa, ¿no? Al cabo de un rato, decido dejar a esa persona en la tripulación, me ha inspirado confianza. Poco a poco voy conociendo su lengua y a esa alma; parece ser uno de los nuestros. Pasan los meses y me convence de ser de los nuestros. “¡Es uno de nosotros!” se me escucha alardear. Le doy cobijo y alimento. Ha ganado al fin nuestra confianza. Cuando he conocido más a fondo su lengua, comprendo que lo que gritaba era “piedad”, al igual que la gran masa de muertos. ¡Es del vulgo también! La pesadez de su cuerpo vacío hunde poco a poco nuestra embarcación y la detestable plaga que trae consigo nos ataca, nos carcome lentamente; debemos tirar esa alma al mar junto a los demás decrépitos cuerpos. Pero, ¿qué me ha pasado, caballeros? Dudo en hacerlo, y vosotros también dudáis de la elección. ¿Qué os ha pasado? Han escuchado el canto de una sirena, al igual que yo. Hemos caido en sus mentiras, en sus telarañas. Ni siquiera escuchando su espeluznante alarido me atrevo a tirarla. Vosotros obran como yo: nadie hace nada por haber escuchado su canto.
-¿Qué queda por hacer en momentos como esos, Capitan?- pregunté
alarmado por pensar en la probabilidad de que nos pase.

Entonces me respondió con una sincera sonrisa en el rostro.

-Esperar a que la nave se hunda junto con nosotros y todo lo que hemos logrado.
Accede o Regístrate para comentar.


Para entrar en contacto con nosotros escríbenos a informa (arroba) forodeliteratura.com