Un sabio me dijo una vez que no mirara al futuro ni al pasado. Que solo fuese consciente del presente, en todo momento, que disfrutara de la vida tal y como el me enseñó. En ese momento no entendí lo que decía. Aún es el día que no se si logré entenderlo. Ya que, una cosa es entender la esencia de lo que se te dice y otra muy distinta almacenarla en la memoria.
Mi nombre, es Aer Islander. Curioso nombre. En realidad el nombre es algo que nos hace parecer únicos cuando lo único que poseemos es nuestra alma.
Ahora que soy viejo y custodio los atardeceres desde el último de los faros no automatizados de esta costa, reflexiono sobre las lecciones de mi maestro.
Sobre el pasado. El se equivocaba.
Como todos, estuve enamorado y mi corazón se rompió. Desde que nací, he padecido de un corazón que se ha ido cosiendo con trozos que encontraba por el camino. Mi amada Adela, me pregunto cuando podré marchar junto a ti. El único retazo de tela al que quiero unirme para siempre.
Por eso mi maestro erró. El pasado es una huella que tarda en borrarse, y Adela es una huella que jamás podré borrar.
Escucho el sonido de una tormenta que se acerca. Escucho el sonido de la costa, las gaviotas y una campana. Como me tranquiliza ver y escuchar el sonido del mar enfurecido, de las olas y de los ecos del puerto.
Comentarios
Cierto es que hay gente adicta al dolor. O que al menos se que en algunas personas la mejor gasolina para el motor de su alma es el dolor ajeno.
Como imagino que le sucedía a quien me quito a mi Adela. Mi preciosa Adela.
No preciosa por su físico, aunque a mi me pareciese un ángel caído del cielo.
Se que moriré pensando en ella, se que ella vendrá acompañada de la señora muerte. Pero no me echare en sus brazos. Pues sera Adela y solo ella quien me lleve al descanso eterno.
Sin embargo, me temo que aún he de esperar. Al menos hasta haber dejado testimonio de lo que aquí sucedió.
En mi memoria es la imagen que se repite: