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Heiffel

moisesrgzmoisesrgz Gonzalo de Berceo s.XIII
editado mayo 2011 en Teatro
Vendedor.- Buenos días. Usted no necesita ninguna enciclopedia, ¿verdad? Ha sido un placer (se da la vuelta)
Cliente.- No, espere. Lo cierto es que nunca he comprado una. ¿Podría decirme para qué sirven?
Vendedor.- ¡oh! No son gran cosa, no crea. Se trata de veinte libros lujosamente encuadernados, llenos de hojas y letras de color negro.
Cliente.- ¿Sin fotografías?
Vendedor.- Con fotografías. Pero nada en especial. Las típicas imágenes de políticos y monumentos antiguos. Nada que no pueda ver en internet.
Cliente.- ¿Muchas fotos?
Vendedor.- Un centenar, aproximadamente.
Cliente.- ¿Alguna con la torre Eiffel?
Vendedor.- Es posible.
Cliente.- Entonces me interesa. ¿Cuánto cuesta?
Vendedor.- ¿Va a comprarme una enciclopedia porque contiene una fotografía de la torre Eiffel?
Cliente.- (justificándose) Es que nunca estuve allí. Me gustaría poder verla.
Vendedor.- Haberlo dicho antes. Casualmente traigo conmigo el cuarto volumen, que creo que contiene esa foto que le gusta... ¿cómo se escribe Eiffel?
Cliente.- Lo importante no es cómo se escribe, sino cómo se lee... Busque primero sin hache.
Vendedor.- Sin hache. Es posible que aparezca de las dos formas. Supongo que conocerá el último descubrimiento lingüístico.
Cliente.- No sé de qué descubrimiento me habla.
Vendedor.- Han descubierto, parece ser, que todas las palabras se pueden escribir de las dos maneras: con hache y sin ella.
Cliente.- ¿Todas?
Vendedor.- Sí.
Cliente.- ¿Todas las palabras sin hache y con hache? ¿Hasta las que empiezan por vocal?
Vendedor.- También esas.
Cliente.- Eso es maravilloso. Eso va a revolucionar nuestro idioma. ¡Tiembla, english language, vamos por ti! Pero eso tendrá alguna explicación ¿no?
Vendedor.- ¡Claro! Parece ser que se pueden escribir de las dos maneras porque la hache no se pronuncia. ¡No tiene sonido!
Cliente.- ¡Cierto! La hache no tiene sonido... ¡No tiene sonido! Es maravilloso. Estaremos a la vanguardia del mundo. Volveremos a ser el país dominante, por encima de Estados Unidos y el Nepal.
Vendedor.- Del Nepal, tal vez no. Se dice que quieren invadir Rusia.
Cliente.- Son insaciables. ¿No les bastaba con haberse anexionado China y Noruega?
Vendedor.- Lo quieren todo. Desean dominar el mundo e imponer sus costumbres. Ésta es la foto de la torre Eiffel.
Cliente.- A ver... ¿Así es la torre? Demasiado hierro, ¿no?
Vendedor.- Tiene forma de ciprés. Es un dicho que se usa en francia. ¿Lo conoce?
Cliente.- No.
Vendedor.- Dice: planta cuatro cipreses en forma de cuadrado. Junta la cabeza de los cuatro, y tendrás la torre.
Cliente.- ¿Eso dicen los franceses?
Vendedor.- Justamente.
Cliente.- ¿De esa manera? Quiero decir, ¿en castellano? ¡Tiembla, Nepal! ¿Dónde estará Nepal?
Vendedor.- A mí no me pregunte. Yo vendo enciclopedias, no ordeno países. Además, entre nosotros, he decidido ignorarles.
Cliente.- ¿A los nepalís?
Vendedor.- Sí. Es una buena estrategia. Intentan adueñarse del mundo, pero si nosotros ignoramos dónde están, y ellos ignoran dónde estamos nosotros... ¡no podrán atacarnos!
Cliente.- Salvo que lo hagan por error.
Vendedor.- Eso sería atroz. Afortunadamente, aún estamos lejos de Nepal.
Cliente.- Está al sur ¿verdad?
Vendedor.- Estooo, sí. Pegado a África. Junto a las Canarias. Es un gran continente, lleno de animales exóticos y frutas tropicales. De allí surgió el mango.
Cliente.- ¿Y la guayaba?
Vendedor.- No lo sé. Lástima no tener una enciclopedia.
Cliente.- Pero usted, ¿no posee una?
Vendedor.- ¿Está loco? ¿Sabe el espacio que ocupan los veinticuatro volúmenes? Haciendo un cálculo aproximado, sin exagerar: casi veinticuatro veces lo que ocupa éste.
Cliente.- Sí, pero la fotografía es muy bella. Me recuerda a una novia que tuve. Era igual a la torre.
Vendedor.- ¡Qué mujer más extraña!
Cliente.- Sí. Una mujer muy altiva. Además, era fría como el hierro. Lo cual, en verano, resultaba muy agradable... con ella proyecté todos los viajes que nunca hice en la vida: París, Albacete, Nueva York, Albacete, Esquivias, Albacete...
Vendedor.- ¡Qué obsesión con Albacete!
Cliente.- Albacete siempre era el viaje de vuelta. Vivíamos allí, ¿sabe? En la tercera planta de un piso pequeño. Éramos muy felices.
Vendedor.- ¿Es bonito Albacete?
Cliente.- Nunca vi la ciudad. Por lo general paseábamos alrededor del edificio. Enseguida nos sentábamos a discutir. Las parejas tienen tanto que discutir...
Vendedor.- Te puedes pasar horas discutiendo.
Cliente.- ¡Qué recuerdos! Los días de lluvia dejábamos un paraguas colgando de la ventana.
Vendedor.- ¿Un paraguas?
Cliente.- Sí. Servía para evitar que nos robasen. Si el paraguas estaba en la ventana, significaba que estábamos en casa. Y sin embargo salíamos.
Vendedor.- Con otro paraguas.
Cliente.- ¿Eh? No, no. No teníamos otro. Nos mojábamos. Por eso solíamos pasear alrededor del edificio. Si la lluvia se volvía más densa, volvíamos al piso. Entonces cocinábamos. Cada día quemábamos una comida distinta.
Vendedor.- ¿No sabíais cocinar?
Cliente.- No. Pero tuvimos suerte. En el edificio de enfrente fue a vivir un matrimonio algo mayor. Ella era una experta cocinera.
Vendedor.- Os ayudaba.
Cliente.- Nunca lo supo. Mi chica la espiaba desde la ventana. Observó cómo cortaba las patatas, cómo cocía l carne, y estuvo a punto de aprender a hacer una paella... pero entonces, sin haberlo esperado, llegó la tragedia.
Vendedor.- (con angustia) ¿Murió?
Cliente.- Peor. Puso unas cortinas. En vano mi chica trató de adivinar lo que estaba haciendo: en lugar de arroz puso garbanzos; cebolla en vez de sepia, y confundió la paellera con una sartén. Una hora después los garbanzos seguían duros, y tuvimos que comer patatas. Pero todo aquello pasó. ¡Ay, la torre Eiffel, que me trae tantos recuerdos!
Vendedor.- (con tristeza) Uno de estos días, tal vez, la torre y toda Francia serán invadidos por los nepalíes.
Cliente.- ¡Qué horror!
Vendedor.- Es posible que, en estos momentos, ya se hayan anexionado China y Yemen.
Cliente.- ¿No podemos hacer nada?
Vendedor.- ¿Qué quiere que hagamos? Cuando un pueblo está dispuesto a morir, nada puede detenerlo.
Cliente.- Tenemos que matar a su general.
Vendedor.- Ya sabes lo que se dice: mala hierba nunca muere.
Cliente.- Sí, pero ganas y armas vencen batallas.
Vendedor.- Claro, aunque el que mucho abarca poco aprieta.
Cliente.- Recuerda que en boca cerrada no entran moscas.
Vendedor.- No lo entiendo.
Cliente.- Que iremos a Francia, calladitos, a defender la torre, porque el que anda con lobos, a aullar aprende.
Vendedor.- Y es que quien tiene boca, se equivoca.
Cliente.- ¡Ssssh, calla! Tal vez nos estén escuchando. Será mejor que entremos.

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