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Acerca del "otro yo". Varios autores.

JavincyJavincy Fernando de Rojas s.XV
editado diciembre 2007 en El oficio de escribir


Acerca del "otro yo" (varios autores)




Jorge Luis Borges mantenía una relación amarga con su «otro».,

Al otro Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel; de Borges tengo noticias por el correo y veo su nombre en la terna de profesores o en un diccionario biográfico. Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografía de¡ siglo XVIII, las etimologías, el sabor del café y la prosa de Stevenson; el otro comparte esas preferencias pero de un modo vanidoso que las convierte en atributos de un actor. Sería exagerado afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo, yo i-ne dejo vivir para que Borges pueda trai-nar su literatura y esa literatura me justifica. Nada me cuesta confesar que ha logrado ciertas páginas válidas, pero esas páginas no Une pueden salvar, quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro, sino del lenguaje o la tradición. Por lo demás, yo estoy destinado a perderme, definitivamente, y sólo algún instante de mí podrá sobrevivir en el otro. Poco a poco voy cediéndole todo, aunque me consta su perversa costumbre de falsear y magnificar. Spinoza entendió que todas las cosas quieren perseverar en su ser; la piedra eternamente quiere ser piedra y el tigre un tigre. Yo he de quedar en Borges, no en mí (si es que alguien soy), pero me reconozco menos en sus libros que en muchos otros o que en el laborioso rasgueo de una guitarra. Hace años yo traté de librarme de él y pasé de las mitologías del arrabal a los juegos con el tiempo y con lo infinito, pero esos juegos son de Borges ahora, y tendré que idear otras cosas. Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro.
No sé cuál de los dos escribe esta página.



Bioy Casares dice que «escribir es agregar un cuarto a la cava de la vida», tener más posibilidades que siendo sólo uno.-

Cuando yo era chico tenía la esperanza -contra todo lo que pudiera esperarse- de ser varias personas. Ser una sola persona me parecía muy poco. A medida que uno vive, se afianza el mismo maniático, el i-nismo nimio personaje. Esto se comprueba en los viejos, que tienen manías a la vista. No creo que haya riesgo de perder la identidad en la obra. La obra refuerza la identidad, la refleja, se parece inevitablemente al autor, porque el ego siempre está ahí. Ojalá que hubiera más diversidad en las obras, en el mundo y en nosotros.


Para Ernesto Sábato la literatura es también, como para Bioy, poder vivir otras viday, paralelas a las de uno mismo.

(... ) Si la vida es libertad dentro de una situación, la vida de un personaje novelístico es doblemente libre, pues permite al autor vivir misteriosamente otros destinos, quizá el hecho fundamental que incita a escribir ficciones. En ellas, como en los sueños, el hombre puede vivir otras vidas y realizar ansiedades infinitamente frenadas por su inconsciencia. No es raro, en tales circunstancias, que si él es compasivo en su vida normal aparezcan en sus ficciones individuos despiadados y hasta sádicos; y si es un espíritu religioso, se manifiesten feroces ateos. Creo que en este fenói-neno reside el valor catártico de la novela o el teatro


Vargas Llosa califica esta dualidad de «presencia extranjera»:

Un novelista es un hombre con un estatuto social igual a los otros hombres, que padece las mismas miserias y que goza de las mismas alegrías que otros hombres, y a la vez hay en él como otro hombre, siempre frío, siempre alerta, que acumula estas experiencias fríamente, las selecciona, desecha algunas, almacena otras en la intimidad de su conciencia, y más tarde se sirve de ellas, las devuelve al mundo en forma de ficciones.
Si la vocación del novelista llega a ser una necesidad tan imprescindible, una necesidad de carácter vital, entonces se diría que ese rebelde es también un esclavo, que ese hombre que se halla en desacuerdo, en pugna con la realidad, está frente a su propia insatisfacción, es decir, frente a su propia vocación, en situación de servidumbre, de esclavitud. Es como si esa vocación nacida de una manera un tanto leve, y que luego se fue acrecentando, inoculara en él una presencia extranjera que lo fuera invadiendo, colonizando, tiranizando.
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