Cada vez me convenzo más de que Balzac habría sido un magnífico escritor de culebrones en nuestra época, dicho esto con todo el cariño y respeto. O guionista de uno de esos peliculones apasionantes.
En “Esplendor y miserias de las cortesanas” nos cuenta una difícil historia de amor desigual entre una cortesana y un joven advenedizo. La bella Ester, que vive de la prostitución (algo que abunda en las novelas de Balzac) se enamora perdidamente del joven Luciano, guapo de profesión y escritor de afición, carente de escrúpulos y enamorado de su persona antes que de cualquier otro ser humano. Dicho así suena simple, pero Balzac se las ingenia para crear una enrevesada historia de espionaje, ambición y manipulación que mantienen el pulso a la historia de amor que subyace.
Luciano tiene toda la vida por delante, es joven, guapo, inteligente y brillante. Su único problema para convertirse en un grande de Francia es la falta de fortuna y de un apellido ilustre. El padre Carlos Herrera, personaje siniestro que esconde un oscuro secreto, se cruza en su camino y decide “apadrinarlo” acogiéndolo bajo su protección. Todos los esfuerzos del padre Carlos Herrera se encaminarán hacia el encumbramiento de Luciano dentro de la sociedad parisina, sin pararse en ningún tipo de escrúpulo moral o legal. En un primer momento, el flechazo entre Luciano y Esther supone un problema para los planes del padre Herrera, ya que Luciano carece de status para mantener a una cortesana, y casarse con ella es impensable porque supondría un baldón para su futuro en la Corte. Pero el padre Carlos Herrera se las ingeniará para que vivan su amor en secreto y para que, mientras tanto, Ester exprima a un viejo banquero que ha quedado prendado de sus encantos ejerciendo su antiguo oficio.
Para estar seguro de que la bella Esther sigue sus dictados y no comete una locura, la mantiene recluida y vigilada por dos fantásticos personajes, Asia y Europa, poseedora cada una de ellas de un pasado que las coloca a merced del padre Herrera.
El plan del sacerdote español incluye el que su pupilo se case con una joven de una de las familias más poderosas e ilustres de Francia, única forma de llegar a los puestos que considera que Luciano merece, sin que por ello tenga que abandonar su apasionada y abusiva relación con Esther, ni las que mantiene con las muchas admiradoras entre las mujeres casadas de la alta sociedad parisina que lo favorecen.
Como puede deducirse es una historia de amor, celos, poder, dinero, crimen, engaño y lujo. Los ingredientes ideales para hacer un culebrón.
Lo mejor que he encontrado en la novela además de cómo está escrita, ha sido la historia en sí misma, por lo compleja y apasionante. También los personajes, que aunque son muchos, todos se van haciendo hueco en la memoria para identificarlos con facilidad. Aún así, confieso que en el último tercio del libro, cuando aparecen Camusot, Corentin y Contenson acabé por hacerme un lío, tal vez por la parecida sonoridad de los nombres.
La profundidad con que se retratan los sentimientos más profundos de Carlos Herrera, del que no quiero adelantar nada porque podría desvelar claves importantes de la trama, es envidiable. Igual ocurre con la ambivalencia de Ester como prostituta y abnegada amante, capaz de llegar a lo más bajo por amor. O con el pusilánime de Luciano.
La forma en como se manipula a los personajes, conquistándolos poco a poco, me recordó de forma lejana a Rojo y Negro de Stendhal, cuando Julian para conquistar el amor de su amada le infunde celos enviando cartas de amor a otra mujer a la que tiene que conseguir que le corresponda.
Destacan además en la novela las descripciones costumbristas que se convierten en un ensayo sobre la época; algunas demasiado detalladas y asépticas para mi gusto, como las explicaciones sobre el Código Civil y Penal en Francia, la estructura del edificio de la Conserjería que servía como prisión y del Ministerio de Justicia.
Por ponerle alguna pega, me ha costado leer la parte en que habla el banquero polaco, por la jerga que utiliza, pero no sé si es problema del original o que la traductora se ha excedido al fingir el acento polaco del personaje, haciendo sus diálogos difícilmente comprensibles.
Una gran obra, por su calidad y su extensión.
Comentarios
Pues, considero a Balzac un oficioso contructor de pequeños universos sociales. Se aprende mucho leyéndolo. Pasados tantos años desde su vida, uno podría decir con malicia que retrata su época y claro que se afana en detalles o en agotar las descripciones del entorno (muchas veces no lo he pillado con el propósito claro de ¿por qué?) Pero creo que es un autor digno. En "Esplendor y miserias de las cortesanas" también aparece este "modus vivendi" y a mi me entretuvo bastante. Es cierto que muchos personajes están hechos con molde, pero siempre Balzac se las arregla para darle un giro o una dislocación a estas personalidades (para la época no era común, por ej. Dickens no lo hacía, sus personajes, eran, casi en su mayoría, como las plantas, nacían, se desarrollaban y morían sin mayores sobresaltos existenciales, claro, que no fueran producto del entorno) Los eventos se suceden con naturalidad e interesan en la medida en que se soporten los tópicos del destino programado de los personajes.
A mi me parece lectura recomendable. Correctas monocromáticas o retratos sepias del pasado francés del XIX. Son tramas diáfanas, de desahogo. Con todos los ingredientes de una historia sin mayores complicaciones argumentales.
Saludos M
En este libro ocurre lo mismo, y lo hace con maestría. Solo se me hizo pesado la parte que menciono sobre las leyes y la distribución arquitectónica de la Conserjería, muy detallada.
Pero el retrato social que hace, de las distintas clases, sus ambientes, lenguajes, costumbres... es magnífico. Me gusta como presenta a la sociedad parisina de forma neutra (cuando son los personajes auténticos) y en forma de caricatura (cuando alguno de los villanos -Asia, Burla la Muerte, Corentin...- se disfraza para aparentar lo que no es y lo hace a partir de estereotipos).
Se me olvidó mencionar la moraleja final de la obra, como viniendo a decir que los extremos de la ley se tocan, y la forma en que Balzac va girando los argumentos para hacer parecer posible y razonable lo imposible;).