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El Arte del Haiku Parte II

Dixie_DregDixie_Dreg Juan Boscán s.XVI
editado enero 2010 en Haiku
El Arte del Haiku - parte II
María Santamarina



Clark Strand, en su libro Seeds from a Birch Tree, dice que el sentimiento estacional del kigo hace de ancla, de punto de conexión con el mundo natural y nos hace entrar en el ritmo de la naturaleza, en sus ciclos, en su efimeridad. Para Strand, el camino del haiku es un camino de vuelta a la naturaleza, lleva al hombre a donde pertenece. Basho también sostiene que hay algo que fluye en todo el arte, y es la mente que sigue la naturaleza y vuelve a ella. Rodríguez-Izquierdo afirma que el haiku recrea la verdadera imagen de la naturaleza en la mente del lector, tal como fue vivida por el poeta. Expresa una sensación experimentada por una circunstancia particular y puntual, y esa sensación o experiencia es la interacción entre un hombre y su ambiente. Agrega que el poeta no puede interponer nada de sus necesidades personales o egotistas entre el mensaje y la experiencia, debe sumergirse en el objeto. El haiku trasciende la actitud subjetiva u objetiva. No consiste en una emoción, es sensación pura.
A los latinos a veces nos cuesta entender esto, pues somos sentimentales y en algunos casos tendemos a hacer una catarsis emocional al escribir (agobiante castigo para el lector). Precisamente, el haiku es todo lo opuesto. W. Higginson, en su libro The Haiku Handbook, dice que exponer los sentimientos crea muros, aleja, mientras que compartir lo que causa esos sentimientos abre puertas, acerca. Rodríguez-Izquierdo resume que el haiku es una fuerza cohesiva que funde objeto y sujeto en la unidad indisoluble de la sensación. Veamos, al respecto, la sensación de desolación de este haiku de Domenchina:
Pájaro muerto:
¡que agonía de plumas
en el silencio!

La universalidad es otro punto característico del haiku, pues en su expresión de lo particular el poeta deja ver lo universal. Para Rodríguez-Izquierdo, lo universal tiene sentido cuando florece en lo particular. El poeta peruano Alfonso Cisneros Cox dice que el haiku representa constantes universales en la inmediatez de un momento particular. La sensación mostrada en el haiku puede ser experimentada por todos.

Si bien me encanta leer haikus de autores contemporáneos, siempre vuelvo a las fuentes, a los maestros tradicionales, y Basho es mi preferido, ya que él emprendió el haiku como haikai no michi, un camino de ascesis espiritual, de santidad. Esta ascesis está relacionada con la concepción Zen del vacío, la realidad última, el no ser del cual emerge el ser. "El ser y el no ser se engendran mutuamente", decía Lao Tsé. Este camino se recorre en soledad. Así lo expresa Basho en el siguiente haiku:
kono michi
yuku hito nashi ni
aki no kure
Por esta senda
no se ven caminantes
tarde de otoño.

Me atreví a escribir para Intramuros, revista especializada en biografías y memorias que se publica en España, sobre Basho y Sendas de Oku, que es tomada por muchos como su autobiografía. Innecesaria, a mi modo de ver, cuando se trata de un poeta Zen, pues sería desintegrar la unicidad de su vida, donde sujeto y objeto se confunden y el artista y su obra son uno. En un total desasimiento, el poeta se desprende como esencia pura, única, universal, y donde el conocimiento vivencial involucra también al lector, como integrante de esa totalidad minimizada o puntualizada en un instante que deviene eternidad. Por eso, la mejor manera de conocer a Basho y recorrer su camino es leer sus haikus. El siguiente es su haiku más famoso:
furu ike ya
kawazu tobikomu
mizu no oto
Viejo estanque
salta una rana
ruido de agua.

Allí, una irrupción momentánea -el salto de una rana- hace tomar conciencia de la eternidad del estanque, apenas un sonido y luego se vuelve a la atemporalidad.
Basho puede considerarse el primer haijin, pues fijó el género en sus caracteres definitorios. Desgajado de otros poemas mayores compuestos en grupo (renga), el haiku se independizó como estrofa autónoma de tres versos y 17 sílabas en el siglo XVI, agrupados según sus kigos en las cuatro estaciones del año. A los 18 años Basho publicó su primer poema, y escribió muchas cartas de carácter autobiográfico a lo largo de su vida. En sus últimos diez años, Basho se dedicó a viajar como los monjes Zen, sin ser uno, ligero de equipaje, en contacto con la naturaleza; y escribió su diario íntimo en forma de haibun, una combinación de prosa y haiku, donde expresa temas universales a través de sencillas imágenes, y relata sus impresiones de los lugares y personas que conocía, infundiendo cualidades místicas a sus versos.
Otro poeta del haiku, Issa, también despierta en mí mucha ternura, pues se refiere a su vida familiar, a su soledad de viudo, a los huérfanos... Tomó el haiku por el camino de la humanidad.
ni wa no cho
ko ga haeba tobi
haeba tobu
La mariposa
el bebé gatea, ella vuela,
gatea, vuela...

rono hataya
yubeno waraiga
itomagoi
Junto al hogar
la risa nocturna
fue despedida.

Y otro más, Buson, tomó el haiku por el camino del arte. Como era pintor, escribió con pinceladas eternizando el instante.
tsurigane ni
tomarite nemuru
kocho kana
Sobre la campana del templo
posa dormida...
¡Una mariposa!


También me gusta Onitsura:
suzukaze ya
in michite
matsu no koe
La brisa enfría
con voces de los pinos
se colma el cielo.

Y Yasuda:
Tenderly again,
On the peony I hear
Whispers of the rain.
En la peonía
escucho de la lluvia
tiernos susurros.

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