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Ella canta para Antonio

LilituLilitu Pedro Abad s.XII
editado octubre 2010 en Narrativa
Ella canta para Antonio

Su fortuna se hubiera podido calificar como insolente, y sus desdichas habían llegado a cantidades importantes; sin embargo, Antonio continuaba de pie, metafóricamente hablando. Pese a sus circunstancias, o mejor dicho, quizás gracias a ellas, la voluntad de no retroceder ante las adversidades se había tornado casi en un acto reflejo, desprovisto de esfuerzo e intención concientes. Se podría decir que se paseaba por los problemas, como si éstos fueran un centro comercial, ya hasta los respiraba; y como el aire, se habían vuelto parte irrenunciable de su vida.

Nuestro querido amigo había heredado de sus padres la tendencia natural al abandono de sí mismo y de sus circunstancias; había vuelto de cierto modo a la condición natural del animal humano de ser más allá de sus responsabilidades; su manos se habían transfigurado en meras extensiones de los brazos, casi sin propósito práctico, sus piernas atrofiadas se extendían cuan largas eran a lo largo del catre con vistas a convertirse en cama de ser requerido. Antonio cantaba, para algo servía, después de todo; su corazón latía acorde con su timbre de voz extraviado en el espacio vacío de la casa, del patio o de la habitación. Entregado a sus cavilaciones yacía reclamando de cierto modo la libertad por sí mismo prohibida años atrás, como arrepentido de haberles negado a sus ahora inútiles miembros su dosis recomendada de ejercicio en su momento, ahora demasiado atrofiados como para responder a sus órdenes; descansaban semi inmóviles, inútiles, en retorcido estatismo, despojados de propósito, arrancados de su dharma, asesinados por su propio dueño.



“Antonio, Antonio, hasta cuándo venceremos…”

Rosalva vuelve, alelada, de una jornada compuesta por calor y desperdicios, sin temor al ridículo se pasea por el autobús creyendo reclamar lo que es suyo, en forma de demanda o redención. Los improvisados escuchas no pueden hacer nada más que oírla, no les queda otra cosa que colaborarle para que se calle y se baje, de una vez. Requerida por éste y otros menesteres, y renunciando a todos ellos al mismo tiempo, regresa al simulacro de casa en el que sobrevive junto a Antonio, quien vegeta tras de ella como un palo, estático, con voraz inercia vampiriza el fruto de las dádivas de los transeúntes, le esquiva unos cuantos besos –de saludo y despedida- y se adormece, al fin, como una suerte de mico acorralado en su catre humedecido de vaho y sudor, rancios.

Rosalva cede, entonces, al sueño, y vegeta también, semi sentada en un alargado rodapiés de felpa corrugada, regalo de su mama, supongo; ennegrecido de descuidos y revolcones.

Su consorte se había, años atrás, negado a sí mismo el privilegio de la movilización voluntaria. Como un Onetti analfabeto, renunció un buen día a desplazarse de su catre. Rosalva no se explica en qué momento cedió a tal pretensión. Supone ella o suponemos nosotros que el peso de las obligaciones que la ponen usualmente a reaccionar en piloto automático actuó como catalizador de las ‘ambiciones’ de Antonio, quien a partir de entonces, dejó de levantarse, el muy desgraciado. Su tozudez logró que su propósito no se realizara de forma paulatina, sino mas bien de un solo golpe, y sin ningún intento de redención posible. La mujer, atontada por las cargas de los compromisos adquiridos con el casero, el tendero, el panadero, entre otros, apenas si puso atención a los planes de Antonio y su posterior ejecución, ya que de todas formas su marido nunca había sido muy trabajador que digamos, para la joven doña el hecho de que se quedara postrado no era más que la consecuencia inevitable de toda una vida de atracones y estancamientos voluntarios a intervalos más o menos regulares, sumados a una dosis vitalicia de impavidez y apatía.

No podía quejarse, le había conocido así, y como la sociedad acostumbra a castigar el cambiar de parecer, y más aún el intentar remediar los errores del pasado, no le quedó más que cargar con el bulto, literalmente hablando, de su conviviente.

Renegada con el consentimiento de su derrota, Rosalva vaga por el vaho pestilente que el asfalto del medio día le otorga a manera de alfombra, tarareando una a una las canciones que le han de servir de desayuno y almuerzo a Antonio, porque para la hora de la merienda, a la pobre ya se le habrá secado la saliva.

Comentarios

  • POLIXENAPOLIXENA Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita s.XIV
    editado octubre 2010
    Buen arranque en este foro Lilitu. Interesante visión de la rutina que rodea a parejas que no tienen fuerza para volar. Está llena de metáforas y descripciones que me han encantado. Espero poder tener la oportunidad de seguir leyéndote.
    Un abrazo
  • ShaiantiShaianti Fray Luis de León XVI
    editado octubre 2010
    Haces un buen cocktail de dureza y sarcasmo, sin caer en el sentimentalismo. Un cuadro original y evocativo. Me gusta tu estilo, Lilitu.
    Una pregunta: ¿Rosalva no estaría mejor escrito Rosalba?
  • KundryKundry Garcilaso de la Vega XVI
    editado octubre 2010
    De lo mejor que he leído en el foro. Orografía y personalidad...
    Yo sería incapaz de ponerme a recrear un mundo, unos personajes, un medio, unas emociones que no conociera a fondo ; y creo que en tu caso ocurre algo similar,infiero : llegas, y llegas a convencer porque tú estás convencida , creo que pones en pie un mundo que conoces de memoria y si entre líneas hay alguna ficción a ojos del lector son una realidad palpable, convences.
  • LilituLilitu Pedro Abad s.XII
    editado octubre 2010
    Gracias por sus comentarios, y me alegra que tres de los/as foristas que escriben muy bien me hayan comentado favorablemente, porque sé que saben de lo que hablan y predican con el ejemplo. Shaianti, Rosalba, en efecto, está mejor escrito.

    Kundry, totalmente de acuerdo contigo. A veces siento que esa incapacidad de escribir sobre algo que no se siente es una gran limitación, sin embargo, procuro trabajar dentro de mis límites y sacarles el mayor provecho posible, aunque a veces siento que me repito demasiado. Soy un poco Antonio y un poco Rosalva, y un poco la gente que los mira, qué se le va a hacer.

    Polixena, gracias por tu comentario; en efecto, la fuerza para volar es más fácil de ser extraviada de lo que se cree.

    Saludos,

    Lilitu
  • toastedmantoastedman Pedro Abad s.XII
    editado octubre 2010
    Excelente Lilitu, al menos a mi parecer. Admiro que se pueda, a partir de una situación "estática", movernos a todos las cabezas. Y lo último, eso fue lo que más me gustó, esa metáfora condensadora de todo el resto del relato, y, además, me gustó la selección de palabras para la ambientación final (derrota, pestilente, pobre, saliva).
    Te sigo leyendo. Saludos!.
  • LilituLilitu Pedro Abad s.XII
    editado octubre 2010
    Gracias por leerme. Tu comentario es interesante, como para ser analizado a fondo.

    Saludos,

    Lilitu
  • Joel ChicomaJoel Chicoma Pedro Abad s.XII
    editado octubre 2010
    La primera vez hice una rápida lectura; pero intuía que algo encerraba tu escrito. La segunda vez lo hice con detenimiento y llegó a ser placentera. Es increíble cómo recreaste un mundo dentro de lo grotesco de la rutina y la resignación. Antonia consume los últimos resabios de un amor en cada canción; y la manera como lo describes cala profundo en el alma...
    Excelente escrito Lilitu...
  • LilituLilitu Pedro Abad s.XII
    editado octubre 2010
    Gracias, Joel.

    saludos,
    Lilitu
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