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HIMBA

Susurré su nombre bajo el árbol, con la esperanza de las mujeres Himbas, en una tarde tranquila de invierno. Allá pronuncie sus acordes con el tarareo del rio que fluye en el fondo del túnel de mi ombligo.

En la oscuridad del principio y del final, preparé la cuna y la balada, el soneto que rimara con su nombre y su cuerpo, resonando al compás de la hojarasca caída del árbol.

Guardé silencio y silencio respondió el eco. Solo los cabos del circulo no anudado me recordaron los acordes de una nana sin letra ni música, como los tañidos de campanas que llaman a entierro.

¿Qué luto viste quien ni llora ni pare? La boca sellada por la ausencia de un cuerpo muerto, el dolor aplanado por el vacío que pesa. Ni un funeral para la idea, ni una plañidera que acompañe el lamento, el parto mudo y ciego del mundo de lo Himbas Olvidados.

 Pero endulce la voz, y torcí mis brazos para mecer al aire entre los dedos, llenando mis maletas de gasas y de sonajeros y grité tu nombre: - ¡Amanda! - tal vez así en tu mundo, te llegue la melodía y comprendas que, en el mío, tu madre no deja de cantar tu canción. 

Comentarios

  • pero era fruto del amor. el luto no es un mérito, es mejor que lo vistan quienes lloran y quienes paren, no obstante, la verdad es verdad y la mentira también.
  • hola, pues no entiendo bien lo que trata de decirme. 

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