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Principio del fin

SamSam
editado febrero 2021 en Taller de Prosa
Buenas. Este es mi primer post aquí. Es una conversación que mantuve con una ex y escribí para quitarmela de la cabeza. ¿Qué opina la gente que navega por aquí?

No soporto discutir así, pienso mirando a Carina. Su cara pálida es tristeza, ira y desdén a partes iguales.

—… que no entiendo lo que estás diciendo, de verdad. ¿Cómo puedes pensar así?

—Joder Carina, estamos discutiendo tanto que no me queda otra opción. ¿Qué cojones podría pensar aparte de que me odias?

Carina se va de la cocina hasta su cuarto. Camina como un gato relamido por los años de experiencia en baile. La sigo hasta su cuarto cagandome en las barbas de Jehoshaphat.

—Intenta entenderme Carina. ¿Por qué discutimos tanto si no?

—Lo que yo no entiendo es por qué dices que te odio. ¿Acaso no te he demostrado que te quiero? ¿No confías en mi?

—Claro que confío en ti, Carina. Estoy aquí contigo. Pero discutimos un montón y no lo entiendo—digo suplicante.

—Es muy simple.

—Pues no lo entiendo.

Exasperada, se acuclilla en la cama. Me mira desafiante.

—Discutimos tanto porque no me entiendes, me cuestionas todo el rato y no me crees cuando te digo las cosas. 

¡Otra vez más me tiene a la defensiva! Enfundo la lengua para evitar herirla, aunque implique alguna falta puntual de honestidad.

—¿No vas a responderme?—insiste Carina.

—No sé qué decirte, la verdad. Te quiero, joder. Confío en ti. 

Cómo no, otra mueca de desdén por su parte. Espero que no se le quede la cara así.

—Mira, dejalo. Mejor vamos a la cama que mañana me despierto muy pronto. 

—Va…

Se acuesta lo más alejada de mi que puede. Me tumbo mirando el techo. ¿Qué hago? Hace unos días me dijo que, tal vez, lo que nos hacía falta era un buen polvo de reconciliación después de discutir; que esa sería la solución de una pareja normal. El problema reside en que siento que me odia, no me soporta o que se arrepiente de estar conmigo. Ni soy el conejito insensible de Duracell ni me sale compartimentalizar toda esta mierda.


Según el móvil llevo media hora deliberando todo esto cuando Carina empieza a sollozar.

—¿Estás bien?—le pregunto preocupado.

—Déjame en paz, por favor. No quiero hablar contigo.

—Pero… ¿qué te pasa?

—Por favor, déjame en paz. 

—Vale…—¿Donde queda el manual para estos casos? 

No me queda otra que quedarme despierto escuchándola llorar hasta que se calma. Un tiempo después, cuando los ronquidos sustituyen al llanto, me llega el duermevela.


Amanecemos con su alarma del móvil molestando. Se levanta y pasa por encima de mi sin intercambiar palabra. Sale del cuarto. Me siento en la cama trasformandome en la imagen de la desesperación, manos en la cara incluidas de regalo.

—¡Buenos días!—canturrea al reentrar en el cuarto.

—Buenas... ¿Cómo estás?

—Bien. ¿Y tu?

—Bueno—. La miré extrañado. O se le ha pasado o anoche me tomé setas sin enterarme.

—¿Solo bueno?

—Supongo que sí.

—Anda, vístete ya que en cinco minutos nos vamos, que llego tarde.

Llegamos a la parada del bus con la lengua colgando. Respiro hondo un par de veces y me enciendo un piti. Me coloco la camiseta del derecho. La miro extrañado, me devuelve la mirada con una media sonrisa.

—¿No me vas a decir qué te pasa?—pregunta analizandome la cara.

—¿Cómo que qué me pasa?

—Pues eso, que qué te pasa. Como dijiste que estabas “bueno” quiero saber qué te pasa.

—La discusión de anoche—ofrezco como explicación.

—Ah, ya. Eso.

—Sigo sin entenderlo, Carina.

Su mirada exasperada queda interrumpida por la llegada del bus. Por primera vez en dos semanas encontramos asientos libres.

—Pues no sé como explicártelo—responde.

—Tal vez podrías probar a explicarmelo de otra manera, por que no lo estoy entendiendo.

Se encara y la ira vuelve a su mirada.

—Creo que me expreso lo suficientemente bien como para que no sea necesario explicarlo de otra forma. Escojo muy bien las palabras que utilizo. Si no lo entiendes es porque no me estás escuchando.

—Va. Entonces será que soy tonto. 

—No eres tonto, es que no me escuchas cuando te hablo. Ese es tu problema.

—Entonces, ¿me lo podrías repetir?

—No. Lo que dije estaba muy claro. Haz memoria.

Nos quedamos callados el resto del camino hasta el tren de conexión. Toca otra carrera para llegar a duras penas al tren. 

—Oye, Carina.

—Dime.

—Hoy creo que mejor me bajo en Atocha, en vez de acompañarte a Nuevos Ministerios. Tengo un par de cosas que hacer en casa.

—Vale, como veas—responde con frialdad. Pega los ojos a la pantalla del móvil.


La grabación anuncia la parada de Atocha. Las ruedas del tren chirrían al frenar y la extraña luz natural de Atocha ilumina el vagón. 

—Bueno, esta es mi parada—anuncio.

—Ya lo sé.

Me quedo mirándola, esperando alguna señal de si debería besarla. Su mirada es glacial. El tren se detiene; las cabezas de los pasajeros bambolean.

—Hasta luego—me da un beso frío en los labios.

—Hasta luego.

Bajo del tren, me enciendo un piti, respiro hondo e intento embotellar todos estos malos sentimientos. Mejor que volverme loco intentando buscar respuestas a preguntas imposibles. 

Creo que es la tia a la que más he querido en mi vida. ¿Por qué coño no somos capaces de llevarnos bien? Empezamos genial. Todo eran risas, conversaciones y polvos. ¿Qué falla? ¿Es todo culpa mia, como dice Carina?

Le doy un puñetazo a la pared, dejando un pequeño rastro de sangre. Me miro el puño, reflexionando. ¿Merece todo esto la pena por amor?


Comentarios

  • No, pobre pared que culpa tiene :)
  • isabel veigaisabel veiga Garcilaso de la Vega XVI
    Primero, deberías presentarte en el apartado correspondiente. Es lo habitual en los foros, por eso tienen ese apartado.

    Segundo, ¿qué tipo de crítica buscas? Es decir, ¿buscas opiniones acerca de si el contenido es interesante, acerca de si está bien redactado, para mejorarlo...? 
  • SarasvatiSarasvati Fernando de Rojas s.XV
    Más que conversación son discusiones; el texto es coloquial y demasiado fragmentario, deshilvanado porque apenas hay prosa o contenido suficiente en los diálogos que aporten un hilo narrativo. Si lo planteabas como relato o trabajo literario, que imagino que sí. 

    Y si pedías opinión respecto al tema sentimental, ocurre lo mismo que en lo literario: no hay datos para juzgar, no se sabe si tanta incomunicación es fruto de una situación, situaciones, o de una cuestión de caracteres. Tiene un poquito de diálogo de besugos, sin ánimo de ofender. 

  • un poco frio
  • antonio chavezantonio chavez Miguel de Cervantes s.XVII
    Sam dijo:
    Buenas. Este es mi primer post aquí. Es una conversación que mantuve con una ex y escribí para quitarmela de la cabeza. ¿Qué opina la gente que navega por aquí?

    No soporto discutir así, pienso mirando a Carina. Su cara pálida es tristeza, ira y desdén a partes iguales.

    —… que no entiendo lo que estás diciendo, de verdad. ¿Cómo puedes pensar así?

    —Joder Carina, estamos discutiendo tanto que no me queda otra opción. ¿Qué cojones podría pensar aparte de que me odias?

    Carina se va de la cocina hasta su cuarto. Camina como un gato relamido por los años de experiencia en baile. La sigo hasta su cuarto cagandome en las barbas de Jehoshaphat.

    —Intenta entenderme Carina. ¿Por qué discutimos tanto si no?

    —Lo que yo no entiendo es por qué dices que te odio. ¿Acaso no te he demostrado que te quiero? ¿No confías en mi?

    —Claro que confío en ti, Carina. Estoy aquí contigo. Pero discutimos un montón y no lo entiendo—digo suplicante.

    —Es muy simple.

    —Pues no lo entiendo.

    Exasperada, se acuclilla en la cama. Me mira desafiante.

    —Discutimos tanto porque no me entiendes, me cuestionas todo el rato y no me crees cuando te digo las cosas. 

    ¡Otra vez más me tiene a la defensiva! Enfundo la lengua para evitar herirla, aunque implique alguna falta puntual de honestidad.

    —¿No vas a responderme?—insiste Carina.

    —No sé qué decirte, la verdad. Te quiero, joder. Confío en ti. 

    Cómo no, otra mueca de desdén por su parte. Espero que no se le quede la cara así.

    —Mira, dejalo. Mejor vamos a la cama que mañana me despierto muy pronto. 

    —Va…

    Se acuesta lo más alejada de mi que puede. Me tumbo mirando el techo. ¿Qué hago? Hace unos días me dijo que, tal vez, lo que nos hacía falta era un buen polvo de reconciliación después de discutir; que esa sería la solución de una pareja normal. El problema reside en que siento que me odia, no me soporta o que se arrepiente de estar conmigo. Ni soy el conejito insensible de Duracell ni me sale compartimentalizar toda esta mierda.


    Según el móvil llevo media hora deliberando todo esto cuando Carina empieza a sollozar.

    —¿Estás bien?—le pregunto preocupado.

    —Déjame en paz, por favor. No quiero hablar contigo.

    —Pero… ¿qué te pasa?

    —Por favor, déjame en paz. 

    —Vale…—¿Donde queda el manual para estos casos? 

    No me queda otra que quedarme despierto escuchándola llorar hasta que se calma. Un tiempo después, cuando los ronquidos sustituyen al llanto, me llega el duermevela.


    Amanecemos con su alarma del móvil molestando. Se levanta y pasa por encima de mi sin intercambiar palabra. Sale del cuarto. Me siento en la cama trasformandome en la imagen de la desesperación, manos en la cara incluidas de regalo.

    —¡Buenos días!—canturrea al reentrar en el cuarto.

    —Buenas... ¿Cómo estás?

    —Bien. ¿Y tu?

    —Bueno—. La miré extrañado. O se le ha pasado o anoche me tomé setas sin enterarme.

    —¿Solo bueno?

    —Supongo que sí.

    —Anda, vístete ya que en cinco minutos nos vamos, que llego tarde.

    Llegamos a la parada del bus con la lengua colgando. Respiro hondo un par de veces y me enciendo un piti. Me coloco la camiseta del derecho. La miro extrañado, me devuelve la mirada con una media sonrisa.

    —¿No me vas a decir qué te pasa?—pregunta analizandome la cara.

    —¿Cómo que qué me pasa?

    —Pues eso, que qué te pasa. Como dijiste que estabas “bueno” quiero saber qué te pasa.

    —La discusión de anoche—ofrezco como explicación.

    —Ah, ya. Eso.

    —Sigo sin entenderlo, Carina.

    Su mirada exasperada queda interrumpida por la llegada del bus. Por primera vez en dos semanas encontramos asientos libres.

    —Pues no sé como explicártelo—responde.

    —Tal vez podrías probar a explicarmelo de otra manera, por que no lo estoy entendiendo.

    Se encara y la ira vuelve a su mirada.

    —Creo que me expreso lo suficientemente bien como para que no sea necesario explicarlo de otra forma. Escojo muy bien las palabras que utilizo. Si no lo entiendes es porque no me estás escuchando.

    —Va. Entonces será que soy tonto. 

    —No eres tonto, es que no me escuchas cuando te hablo. Ese es tu problema.

    —Entonces, ¿me lo podrías repetir?

    —No. Lo que dije estaba muy claro. Haz memoria.

    Nos quedamos callados el resto del camino hasta el tren de conexión. Toca otra carrera para llegar a duras penas al tren. 

    —Oye, Carina.

    —Dime.

    —Hoy creo que mejor me bajo en Atocha, en vez de acompañarte a Nuevos Ministerios. Tengo un par de cosas que hacer en casa.

    —Vale, como veas—responde con frialdad. Pega los ojos a la pantalla del móvil.


    La grabación anuncia la parada de Atocha. Las ruedas del tren chirrían al frenar y la extraña luz natural de Atocha ilumina el vagón. 

    —Bueno, esta es mi parada—anuncio.

    —Ya lo sé.

    Me quedo mirándola, esperando alguna señal de si debería besarla. Su mirada es glacial. El tren se detiene; las cabezas de los pasajeros bambolean.

    —Hasta luego—me da un beso frío en los labios.

    —Hasta luego.

    Bajo del tren, me enciendo un piti, respiro hondo e intento embotellar todos estos malos sentimientos. Mejor que volverme loco intentando buscar respuestas a preguntas imposibles. 

    Creo que es la tia a la que más he querido en mi vida. ¿Por qué coño no somos capaces de llevarnos bien? Empezamos genial. Todo eran risas, conversaciones y polvos. ¿Qué falla? ¿Es todo culpa mia, como dice Carina?

    Le doy un puñetazo a la pared, dejando un pequeño rastro de sangre. Me miro el puño, reflexionando. ¿Merece todo esto la pena por amor?



    Hola, Sam.

    Los polvos no son vitaminas para la convivencia, solo proporcionan placer y además ese placer dura poco, pero lejos, muy lejos están de ser los remediadores de los descalabros en la pareja, aunque siempre decimos eso de: "después de la tormenta dialéctica viene la calma estética".

    "Para llevarse bien con una mujer hay que darle siempre la razón". Esta es una máxima de andar por casa, pero funciona, oye.

     :)

     


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