Buenas tardes Foro. Vuelvo con vosotros a ver si me pongo al día con todo lo que tengo atrasado. Como solía decir mi jefe, tengo temporadas que funciono por "arreones": de pronto no hago nada, de pronto lo hago todo de corrido. Lo que mi jefe ignoraba era que cuando para él no hacía nada, en realidad estaba haciendo otros "todos" por otro lado. Ando participando en concursos y estudiando mucho, a ver si un día una va y puede ganarse la vida sin jefes que le digan cuando debe trabajar y cuanto. Por el camino me han seleccionado un microrrelato y un poema para sendos libros. no debían estar muy mal escritos, al menos tan bien como los otros 500 seleccionados.
Ánimo @chclau, como decía el anillo del rey, "Esto también pasará".
Gades, te aseguro que Antonio, lo hace, mejor, con más estilo y con ese ACENTO sevillano tan precioso
Si por mejor te refieres a que ya me he leído más de tres millones de cuentos tuyos, y todos ellos con tus tildes Vilaró, pues sí. Y en cuanto a mi acento sevillano-andaluz, aunque difiera muy mucho del castellano ortodoxo, es nuestra (mi) sal, aunque yo no soy enteramente castizo, pero, sin duda, en el hablar se me escapan algunas eses por ces, y las equis, a veces no sé dónde hay que encajarlas. El dialecto andaluz (sevillano), se caracteriza principalmente por "un ahorro de palabras". Por ejemplo; para decir en un perfecto castellano "te quieres ir ya" (4 palabras) nosotros (yo) lo simplificamos en "tesquillá" (una palabra).
Gades, te aseguro que Antonio, lo hace, mejor, con más estilo y con ese ACENTO sevillano tan precioso
Si por mejor te refieres a que ya me he leído más de tres millones de cuentos tuyos, y todos ellos con tus tildes Vilaró, pues sí. Y en cuanto a mi acento sevillano-andaluz, aunque difiera muy mucho del castellano ortodoxo, es nuestra (mi) sal, aunque yo no soy enteramente castizo, pero, sin duda, en el hablar se me escapan algunas eses por ces, y las equis, a veces no sé dónde hay que encajarlas. El dialecto andaluz (sevillano), se caracteriza principalmente por "un ahorro de palabras". Por ejemplo; para decir en un perfecto castellano "te quieres ir ya" (4 palabras) nosotros (yo) lo simplificamos en "tesquillá" (una palabra).
Ahí va un curioso vídeo que habla del andaluz, y, de paso, como no podría ser de otra forma, sale a escena el eslogan "maquepierda" de mi equipo de fútbol, el Real Betis Balompié. Ese señor que habla, sevillano. es catedrático de la lengua española, especializado en el dialecto andaluz. Se hace llamar "Pepe el gorrilla"
Gran anécdota y gran personaje. Del fútbol estoy desencantado porque han convertido una pasión en un negocio y ya es tan evidente que pierde popularidad.
Gran anécdota y gran personaje. Del fútbol estoy desencantado porque han convertido una pasión en un negocio y ya es tan evidente que pierde popularidad.
De acuerdo contigo, Fran, un negocio redondo pero aberrante, y eso por no hablar de las remuneraciones insultantes que reciben las llamadas estrellas del balompié. Pero me refería principalmente al sentimiento (y también al masoquismo, que todo hay que decirlo) de la afición del Betis. En el Villamarín, siempre aplaudimos y jaleamos al Betis, gane, empate o pierda. Y el masoquismo va porque mostramos abiertamente nuestra defensa a ultranza de nuestro equipo, aunque vaya perdiendo en casa 0-3 o 0-4.
“¡La Pepa, la hija del Eufrasio y la Anselma alquila a diario su cuerpo!”. El bando estaba ya en la calle. El telón de las censuras se encontraba en lo más alto, ya todos podían disfrutar
de la noticia. Las últimas resistencias de la Pepa saltaban, rotas, y su
desesperación comenzaba a salir, taponando ojos, oídos y boca de la gente malsina del pueblo.Aun no habiendo ese terrible golpe bajo, su respuesta no fue especialmente insultante, solo cortante como el hielo. “Bastaría un
poco de respeto a mi vida, máxime sabiendo todos los habitantes del pueblo los muchos cornudos y
cornudas que hay aquí”. No dijo nada más. Era ya suficiente.Las lenguas cesaron después de su
primera bala; rodaron en un siseo y eran sorbidas por la esponja del silencio. La
segunda bala golpeó la esponja con un puño enguantado. Se alzó un rumor de críticas,
un refregar de manos y un crujir de las articulaciones, y hasta las tensiones en
los músculos y las arritmias en los corazones tamborileaban la atmósfera con
dedos broncos.
“¡La Pepa, la hija del Eufrasio y la Anselma alquila a diario su cuerpo!”. El bando estaba ya en la calle. El telón de las censuras se encontraba en lo más alto, ya todos podían disfrutar
de la noticia. Las últimas resistencias de la Pepa saltaban, rotas, y su
desesperación comenzaba a salir, taponando ojos, oídos y boca de la gente malsina del pueblo.Aun no habiendo ese terrible golpe bajo, su respuesta no fue especialmente insultante, solo cortante como el hielo. “Bastaría un
poco de respeto a mi vida, máxime sabiendo todos los habitantes del pueblo los muchos cornudos y
cornudas que hay aquí”. No dijo nada más. Era ya suficiente.Las lenguas cesaron después de su
primera bala; rodaron en un siseo y eran sorbidas por la esponja del silencio. La
segunda bala golpeó la esponja con un puño enguantado. Se alzó un rumor de críticas,
un refregar de manos y un crujir de las articulaciones, y hasta las tensiones en
los músculos y las arritmias en los corazones tamborileaban la atmósfera con
dedos broncos.
La Pepa bien podría ser prima o amiga íntima de la Mirta. Sin duda alguna eres todo un experto en crear mujeres carismáticas. A ver si algún día me presentas a alguna 😁
La Pepa bien podría ser prima o amiga íntima de la Mirta. Sin duda alguna eres todo un experto en crear mujeres carismáticas. A ver si algún día me presentas a alguna 😁
De eso anda. No se las presento a nadie; pertenecen a mi colección privada
Muy buenos días foro. Días calurosos por Toledo. Una se metería a darse un bañito en el Tajo, si no tuviera el aspecto de ser un arma química.
Por si acaso es un arma química, deja el Tajo y vete al tajo
¿A qué tajo, Antonio? ¡Que no tengo!
Ah, ahora recuerdo que dijiste aquí mismo que no tenías curro y que estabas en el paro; "el paro, un mal endémico que asola a buena parte la humanidad".
Ah, ahora recuerdo que dijiste aquí mismo que no tenías curro y que estabas en el paro; "el paro, un mal endémico que asola a buena parte la humanidad".
Y no tiene pinta de que vaya a mejorar mi situación en mucho tiempo, pero habrá que adaptarse.
Ah, ahora recuerdo que dijiste aquí mismo que no tenías curro y que estabas en el paro; "el paro, un mal endémico que asola a buena parte la humanidad".
Y no tiene pinta de que vaya a mejorar mi situación en mucho tiempo, pero habrá que adaptarse.
Ana, he comprobado a través de tus comentarios, y sobre todo tus correcciones a textos de la LISTA que se te da bien. Quizás te pueda interesar esto
El hombre al que me voy a referir se
veía rodeado de eso con seis letras que nunca se cita en los informes
que él mismo preparaba a diario en un departamento de uno de los edificios de la Junta de Andalucía: POBRES.
Era viernes. Después de salir de la
oficina, con tres compañeros más del trabajo, se iban a su bar de siempre a
tomarse unas cañas. Él pagó la última ronda y las cuatro cañas que se
tomaron cada uno les habían sentado divinamente.
Después de los cinco días de trabajo
de cada semana, se lo pasaban pipa despotricando de Dios, de El Papa, de los
curas y las monjas, de las hipocresías de la Iglesia, y de todo lo doctrina el ateísmo (los cuatro eran ateos). Este tipo de charlas y la
amistad que tenían de años, los unía. Y los cuatro habían tenido la enorme suerte
de colocarse en la Junta de Andalucía, un buen trabajo, fijo y con un magnífico sueldo. Y como los cuatro amigos eran funcionarios, seguro que tendrían más aseguradas sus pensiones de jubilación.
Aquel viernes, acabada la tertulia, nuestro
hombre se encaminó hacia su casa a almorzar (vivía cerca de su
centro de trabajo, un imponente edificio de los muchos que tiene la Junta de Andalucía en Sevilla).
Pero en una de las calles olió algo que lo llevó al paraíso de
su niñez. Era un olor a cocido, el mismo que olía siendo niño
cuando llegaba a casa después del cole y veía a su madre atareada en la cocina.
Por curiosidad entró al local (nunca
antes había reparado en él), del que provenía el olor. Le pareció un restaurante
modesto, limpio y con buen ambiente. De pronto recordó que tenía que
entregar el lunes un informe sobre "Las Familias en Situación Precaria", que le había
encargado su jefe más inmediato.
Pero no, no era un restaurante. Era un
Centro de Beneficencia, un comedor social, muy frecuentado por personas necesitadas,
de ambos sexos y de todas las edades.
De pronto se quedó pasmado al ver que
quien servía las comidas en una bandeja era una monja, y que había algunas
monjas más en una cocina del fondo de una sala más grande que pequeña.
Entonces se dio cuenta de que aquello
era un Comedor Social, donde se veía rodeado de eso con seis letras que nunca se
cita en los informes que él mismo preparaba a diario: POBRES.
Quiso irse rápidamente de allí, pero una
monja lo detuvo, lo miró, le sonrió y le dijo que no se preocupase, que la
primera vez cuesta, que no debía avergonzarse, que aquel día tenían un cocido
buenísimo, y que de segundo plato había filetes empanados, que no se perdiese
las vitaminas de la ensalada ni las del zumo de naranja, que podía rematar la
comida con un helado de vainilla o chocolate, y que le darían también un
bocadillo, de chorizo o chóped o salchichón, si no podía acudir a la cena.
Sin saber cómo ni por qué, se vio
sentado a una mesa en la que había un matrimonio de personas mayores, rozando los 85, bien
vestido los dos, y que comían en silencio, sin apenas levantar los ojos de la
bandeja.
Al lado de su mesa, en otra igual, un tipo con barba de varios días, le sonreía mientras devoraba un filete
empanado, a la vez que le iba contando su vida: que había perdido su trabajo por cierre
de su empresa, tras 25 años en ella, que el banco le había quitado su casa, que después vino el divorcio, y no sabía a dónde ir; menos mal que las monjas le daban comida,
ropa y zapatos, y que dormía bajo techo en un albergue social. “Al final, he
tenido suerte, amigo; así que no te agobies, que de todo se sale”.
No podía creer lo que le estaba
pasando. Nadie le había pedido nada por darle de comer, ni le habían preguntado
por sus creencias religiosas. Allí se dedicaban exclusivamente a dar de
comer al hambriento.
Cuando acabó de comer, se levantó y se
fue presuroso hacia la puerta de la calle, sin dar las gracias a la monja que le había
servido tan amablemente. Pero no por grosero, sino porque no podía articular
palabra. Una leve inclinación de cabeza fue todo lo que le hizo.
Pero la monja, amable todo el rato, lo abordó y le dijo: “vuelve siempre que lo
necesites y, si yo no estoy aquí, cuando vengas de nuevo di que vienes de mi
parte. Yo me llamo Esperanza. A él, lo único que le salió fue sonreírle, y enseguida salió a escape.
Pero en todo el trayecto hasta su
casa, se iba diciendo para sí: “no creo que exista en
ninguna parte del mundo un comedor social regenteado por ateos”.
Comentarios
Buenas tardes, Foro
Ánimo, Claudio
Buenas tardes, Foro
Ando participando en concursos y estudiando mucho, a ver si un día una va y puede ganarse la vida sin jefes que le digan cuando debe trabajar y cuanto. Por el camino me han seleccionado un microrrelato y un poema para sendos libros. no debían estar muy mal escritos, al menos tan bien como los otros 500 seleccionados.
Ánimo @chclau, como decía el anillo del rey, "Esto también pasará".
Si le pusieras "Tildes Vilaró" a tus escritos (microrrelato y poema), a buen seguro que te llamarían desde Estocolmo
Si por mejor te refieres a que ya me he leído más de tres millones de cuentos tuyos, y todos ellos con tus tildes Vilaró, pues sí. Y en cuanto a mi acento sevillano-andaluz, aunque difiera muy mucho del castellano ortodoxo, es nuestra (mi) sal, aunque yo no soy enteramente castizo, pero, sin duda, en el hablar se me escapan algunas eses por ces, y las equis, a veces no sé dónde hay que encajarlas. El dialecto andaluz (sevillano), se caracteriza principalmente por "un ahorro de palabras". Por ejemplo; para decir en un perfecto castellano "te quieres ir ya" (4 palabras) nosotros (yo) lo simplificamos en "tesquillá" (una palabra).
Ahí va un curioso vídeo que habla del andaluz, y, de paso, como no podría ser de otra forma, sale a escena el eslogan "maquepierda" de mi equipo de fútbol, el Real Betis Balompié. Ese señor que habla, sevillano. es catedrático de la lengua española, especializado en el dialecto andaluz. Se hace llamar "Pepe el gorrilla"
Buenas tardes, Foro
De acuerdo contigo, Fran, un negocio redondo pero aberrante, y eso por no hablar de las remuneraciones insultantes que reciben las llamadas estrellas del balompié. Pero me refería principalmente al sentimiento (y también al masoquismo, que todo hay que decirlo) de la afición del Betis. En el Villamarín, siempre aplaudimos y jaleamos al Betis, gane, empate o pierda. Y el masoquismo va porque mostramos abiertamente nuestra defensa a ultranza de nuestro equipo, aunque vaya perdiendo en casa 0-3 o 0-4.
“¡La Pepa, la hija del Eufrasio y la Anselma alquila a diario su cuerpo!”. El bando estaba ya en la calle. El telón de las censuras se encontraba en lo más alto, ya todos podían disfrutar de la noticia. Las últimas resistencias de la Pepa saltaban, rotas, y su desesperación comenzaba a salir, taponando ojos, oídos y boca de la gente malsina del pueblo. Aun no habiendo ese terrible golpe bajo, su respuesta no fue especialmente insultante, solo cortante como el hielo. “Bastaría un poco de respeto a mi vida, máxime sabiendo todos los habitantes del pueblo los muchos cornudos y cornudas que hay aquí”. No dijo nada más. Era ya suficiente. Las lenguas cesaron después de su primera bala; rodaron en un siseo y eran sorbidas por la esponja del silencio. La segunda bala golpeó la esponja con un puño enguantado. Se alzó un rumor de críticas, un refregar de manos y un crujir de las articulaciones, y hasta las tensiones en los músculos y las arritmias en los corazones tamborileaban la atmósfera con dedos broncos.
Aun no habiendo ENCAJADO ese terrible...
Son ya demasiados los fallos de concentración
Mis disculpas
Ferreiro91 dijo
La Pepa bien podría ser prima o amiga íntima de la Mirta. Sin duda alguna eres todo un experto en crear mujeres carismáticas. A ver si algún día me presentas a alguna 😁
De eso anda. No se las presento a nadie; pertenecen a mi colección privada
Buenos y tempranitos días, Foro
Días calurosos por Toledo. Una se metería a darse un bañito en el Tajo, si no tuviera el aspecto de ser un arma química.
Por si acaso es un arma química, deja el Tajo y vete al tajo
Ah, ahora recuerdo que dijiste aquí mismo que no tenías curro y que estabas en el paro; "el paro, un mal endémico que asola a buena parte la humanidad".
Buenas tardes, Foro
Buenas tardes, Foro
Ana, he comprobado a través de tus comentarios, y sobre todo tus correcciones a textos de la LISTA que se te da bien. Quizás te pueda interesar esto
https://narrativabreve.com/2015/01/cuanto-gana-un-corrector-de-textos.html
El hombre al que me voy a referir se veía rodeado de eso con seis letras que nunca se cita en los informes que él mismo preparaba a diario en un departamento de uno de los edificios de la Junta de Andalucía: POBRES.
Era viernes. Después de salir de la oficina, con tres compañeros más del trabajo, se iban a su bar de siempre a tomarse unas cañas. Él pagó la última ronda y las cuatro cañas que se tomaron cada uno les habían sentado divinamente.
Después de los cinco días de trabajo de cada semana, se lo pasaban pipa despotricando de Dios, de El Papa, de los curas y las monjas, de las hipocresías de la Iglesia, y de todo lo doctrina el ateísmo (los cuatro eran ateos). Este tipo de charlas y la amistad que tenían de años, los unía. Y los cuatro habían tenido la enorme suerte de colocarse en la Junta de Andalucía, un buen trabajo, fijo y con un magnífico sueldo. Y como los cuatro amigos eran funcionarios, seguro que tendrían más aseguradas sus pensiones de jubilación.
Aquel viernes, acabada la tertulia, nuestro hombre se encaminó hacia su casa a almorzar (vivía cerca de su centro de trabajo, un imponente edificio de los muchos que tiene la Junta de Andalucía en Sevilla). Pero en una de las calles olió algo que lo llevó al paraíso de su niñez. Era un olor a cocido, el mismo que olía siendo niño cuando llegaba a casa después del cole y veía a su madre atareada en la cocina.
Por curiosidad entró al local (nunca antes había reparado en él), del que provenía el olor. Le pareció un restaurante modesto, limpio y con buen ambiente. De pronto recordó que tenía que entregar el lunes un informe sobre "Las Familias en Situación Precaria", que le había encargado su jefe más inmediato.
Pero no, no era un restaurante. Era un Centro de Beneficencia, un comedor social, muy frecuentado por personas necesitadas, de ambos sexos y de todas las edades.
De pronto se quedó pasmado al ver que quien servía las comidas en una bandeja era una monja, y que había algunas monjas más en una cocina del fondo de una sala más grande que pequeña.
Entonces se dio cuenta de que aquello era un Comedor Social, donde se veía rodeado de eso con seis letras que nunca se cita en los informes que él mismo preparaba a diario: POBRES.
Quiso irse rápidamente de allí, pero una monja lo detuvo, lo miró, le sonrió y le dijo que no se preocupase, que la primera vez cuesta, que no debía avergonzarse, que aquel día tenían un cocido buenísimo, y que de segundo plato había filetes empanados, que no se perdiese las vitaminas de la ensalada ni las del zumo de naranja, que podía rematar la comida con un helado de vainilla o chocolate, y que le darían también un bocadillo, de chorizo o chóped o salchichón, si no podía acudir a la cena.
Sin saber cómo ni por qué, se vio sentado a una mesa en la que había un matrimonio de personas mayores, rozando los 85, bien vestido los dos, y que comían en silencio, sin apenas levantar los ojos de la bandeja.
Al lado de su mesa, en otra igual, un tipo con barba de varios días, le sonreía mientras devoraba un filete empanado, a la vez que le iba contando su vida: que había perdido su trabajo por cierre de su empresa, tras 25 años en ella, que el banco le había quitado su casa, que después vino el divorcio, y no sabía a dónde ir; menos mal que las monjas le daban comida, ropa y zapatos, y que dormía bajo techo en un albergue social. “Al final, he tenido suerte, amigo; así que no te agobies, que de todo se sale”.
No podía creer lo que le estaba pasando. Nadie le había pedido nada por darle de comer, ni le habían preguntado por sus creencias religiosas. Allí se dedicaban exclusivamente a dar de comer al hambriento.
Cuando acabó de comer, se levantó y se fue presuroso hacia la puerta de la calle, sin dar las gracias a la monja que le había servido tan amablemente. Pero no por grosero, sino porque no podía articular palabra. Una leve inclinación de cabeza fue todo lo que le hizo.
Pero la monja, amable todo el rato, lo abordó y le dijo: “vuelve siempre que lo necesites y, si yo no estoy aquí, cuando vengas de nuevo di que vienes de mi parte. Yo me llamo Esperanza. A él, lo único que le salió fue sonreírle, y enseguida salió a escape.
Pero en todo el trayecto hasta su casa, se iba diciendo para sí: “no creo que exista en ninguna parte del mundo un comedor social regenteado por ateos”.