¡Bienvenido/a!

Pareces nuevo por aquí. Si quieres participar, ¡pulsa uno de estos botones!

El día del juicio final.

Aquella mañana Ana caminaba ligera por la ciudad de siempre, esa ciudad construida mediante aparentes capas concéntricas, pequeña y grande a la vez dependiendo de cuales fueran las necesidades de aventurar: lo mismo podías pasarte la vida entre las mismas cuatro calles, que caminar días enteros en una única línea recta, curva, partidas en ángulos, chaflanes y cambios de nivel.

Lo que más le maravillaba a Ana sin embargo, era que esas líneas eran elásticas y que a medida que se transitaban en alguna de sus modalidades, el recorrido se iban estirando, estirando, en un hilo cada vez más fino, de manera que cuando llegaba la hora de volver a casa, la tensión se hacía insoportable para muchos y volvían precipitadamente, si acaso avituallándose por el camino, pero sin otra meta  que no fuera la de llegar al abrigado punto de origen. Otros sin embargo tenían más tolerancia hacia esa tensión, esa querencia, y podían llegar tranquilamente a casa parándose aquí y allá; lo mismo que no llegar en toda lo noche.

Ana iba pensando todo eso, e iba ligera porque esa noche había tenido un sueño muy interesante que la había despertado llena de entusiasmo y ansias de desgranarlo, pero que como suele ocurrir en esos casos, había ido diluyéndose entre los esfuerzos de hacer el café, tostar el pan y prepararse para ir al trabajo. Lo peor había sido lavarse los dientes, esos vigorosos rozamientos se habían llevado las mejores partes de su sueño sumidero abajo, los cuatro tramos de escalera que la separaban del portal de su casa hizo el resto y para cuando escuchó el portazo de la puerta al salir, ya solo le quedaba una sola idea de todo aquello, simple y clara como lo son todas las ideas que los faltos de imaginación llaman elegantes: «hoy no iba a pensar por los demás».

¡Qué cosa más sencilla y qué aventura!

El camino al metro lo hizo casi sin darse cuenta, no puso más atención que la imprescindible para que no la atropellaran o no pisar a un transeúnte, por lo demás iba cavilando como llevar a cabo su empresa, no iba a ser fácil porque uno se pasaba el día pensando por los demás, fuera o no consciente de ello y a lo mejor hasta era imprescindible para la supervivencia, eso era lo que iba a averiguar.

Una vez en el vagón, quiso ponerse a prueba, así que no se distrajo con nada, no sacó el móvil, ni el libro, y se dedicó a observar a sus compañeros de viaje. En el asiento de enfrente reparó en las rodillas blanquecinas y huesudas de un muchacho que asomaban por uno de los numerosos rotos de su pantalón. Ya iba su pensamiento raudo a emitir su primer juicio cuando Ana tiró del cable del freno y casi escuchó el chirrido estridente y malicioso de sus neuronas cuando pararon en seco sus sinapsis. Diría un neurólogo que un potencial de acción una vez que se activa no lo para nadie, pero Ana frenó su pensamiento así que tal vez este no sea producido por un potencial de acción, eso quién lo sabía, en cualquier caso se estaba desviando del tema. 

Fiel a lo planeado durante el camino, se dedicó a observar al muchacho sin ponerle intenciones, ni palabras en su boca o en su pensamiento, lo imaginó esa mañana sentado en su cama, o en una silla, metiendo sus piernas flacas de rodillas huesudas por la pernera de sus pantalones. Tuvo que hacerlo con cuidado para que no se le metieran los pies por el roto y no lo desgarrara aún más, cosa que era evidente que no había sucedido.

Su pelo pelirrojo estaba muy despeinado metido en una coleta de forma descuidada, ¡alto! , se dijo, acababa de pensar, esa coleta, no había nacido con ella, había tenido que ponérsela, por lo tanto eso era componer el pelo y entraba dentro de la definición de peinar: se había peinado.

A su lado una mujer como de treintaitantos miraba en el móvil lo que a través del reflejo en el cristal de su espalda parecía una serie de televisión. La imaginó pasando el dedito regordete de larga uña pintada, eligiendo esa de entre las demás y luego otro golpecito, descargándola para verla en el metro. 

Más allá, de pie, apoyado en la barra, había un hombre joven, de unos veintitantos, con un antiguo libro en la mano que causó furor en la juventud de Ana y que ella  creía poder adivinar si alguien lo había leído, sobre todo hombres, solo por su actitud y las cosas que decían, «¡qué tiempos aquellos, qué ilusos todos! », pensó, ¿sabría ese muchacho lo que tenía en las manos, que era un libro transformador, o pensaría que era un libro de biología? ¡Ah, tsh, tsh, tsh, para, para!, se volvió a llamar al orden, eso está prohibido, estás pensando por él, se dijo, así que se lo imaginó comprándoselo en un impulso a un pobre sin techo que los vendía sobre una manta.

A medida que Ana se adentraba en este juego, se sentía cada vez más difuminada, más libre, como si estuviera menos acabada De pronto se abrieron las puertas, y empujando la mano del chico que sostenía el libro entro su compañera de trabajo con la que coincidía casi todas las mañanas.

─Por poco lo pierdo hoy.

─Eso mismo dijiste ayer.

─Porque ayer también era verdad. ¿Y tu cuñado, cómo está? ─Así, sin transición, sin un buenos días. Le pregunta por él porque ayer vino a la ciudad y sabe que se pasó a verla.

Ana iba a abrir la boca, pero antes de pronunciar palabra se acordó de su intención en ese día.

─Tenía como la cara un poco más caída, las ojeras más pronunciadas, tal vez con ligeras bolsas y su cuerpo ha perdido algo de vigor, no diría más gordo, pero sí menos firme.

─Vamos, que está más viejo quieres decir.

Viejo eran palabras, significado, juicio.

─Viejo no sé, ser viejo es algo más que el aspecto físico y a lo mejor ahora se siente más joven que nunca, libre de la tiranía del aspecto, eso lo tiene que decir él.

─Eso no te lo crees ni tú.

Ana se quedó mirando callada a su compañera, pensó si ponerla sobre aviso de su juego ese día, pero decidió que no, no porque a su compañera pudiera extrañarle ninguna de sus ocurrencias sino porque eso le facilitaría la tarea y le restaría diversión.

─Efectivamente, no lo creo, ni lo pienso, solo digo lo que observo.

─¿No piensas que esté viejo?

─No, no pienso nada.

─Pues si no piensas nada cállate mejor y déjame dormir hasta la parada ¿quieres? Esta mañana no tengo paciencia para tus cosas.

─Adelante ─dijo levantándose y cediéndole el sitio─ todo tuyo.

Ana se quedó ensimismada un rato, le cansaba observar a la gente desde esa postura y mantener el equilibrio, así que bajó la cabeza y se puso a recordar la conversación de anoche con su cuñado.

Le había dicho que últimamente, desde que los niños se habían hecho grandes y las exigencias del sexo y la procreación habían menguado hasta casi desaparecer, su relación con su mujer se había transformado por completo.

Nunca, según él, habían sido más dos individuos en lugar de una pareja; cada uno a lo suyo, casi sin compañerismo ni solidaridad. Paradójicamente, ahora era, según dijo, cuando su mujer le parecía más interesante y mayor misterio representaba. Estaba descubriendo partes de su personalidad que ni ella sabía que estaban ahí y que no se atrevía ni a llamarlo personalidad porque no era algo fijo sino más bien pura contradicción y puro cambio, dijo algo así como que sentía que a su mujer se le hubiera caído el enlucido que ella misma inconscientemente había creado para atraerlo y mantenerlo a su lado todos estos años, y ahora dejara ver sus fascinantes tuberías, sus rozas llenas de cables, de codos y de válvulas, dijo también que nunca le había parecido tan compleja y a la vez tan de carne.

Todo eso dijo y nada más. Después por la mañana sucedió lo que todos ya sabemos y el día no había hecho más que comenzar.

Comentarios

  • Ariel GarcíaAriel García Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado febrero 2021

    Me gusta cómo la persona del narrador se constituye a lo largo del cuento. Ana, como figura que va delineándose tanto en el universo descrito como en el “no relatado”, me ha parecido fascinante; tal vez porque, en algunos renglones, pareciera presentarse de contornos indecisos y complejos. La historia, según mi parecer, está muy bien contada. El sentido que cobra con su desarrollo se mantiene estable, sin contradicciones y el “efecto de realidad” no pierde soporte.

    En algunas líneas está presente el leísmo (le en función de complemento directo: “le maravillaba” por “la maravillaba”, “le cansaba” por “la cansaba”, etc.). Podría considerarse aceptable, dado que estampa una costumbre arraigada en determinadas regiones de España; en lo personal, me resulta algo chocante.  

    En los enunciados: “Su pelo pelirrojo y “el portazo de la puerta” observo redundancia, ya que la palabra pelirrojo está conformado por los términos “pelo” y “rojo” y en un portazo siempre estará presente una puerta.

    Evitar la "repetición", por lo menos dentro del párrafo, lo considero un aspecto relevante, ya que, de acuerdo con mi criterio, menoscaba el estilo del texto:

    “Ana iba pensando todo eso, e iba ligera porque esa noche había tenido un sueño muy interesante que la había despertado llena de entusiasmo y ansias de desgranarlo, pero que como suele ocurrir en esos casos, había ido diluyéndose entre los esfuerzos de hacer el café, tostar el pan y prepararse para ir al trabajo. Lo peor había sido lavarse los dientes, esos vigorosos rozamientos se habían llevado las mejores partes de su sueño sumidero abajo…”

    “…por lo demás iba cavilando cómo llevar a cabo su empresa, no iba a ser fácil porque uno se pasaba el día pensando por los demás, fuera o no consciente de ello y a lo mejor hasta era imprescindible para la supervivencia, eso era lo que iba a averiguar.”

    Me llamó la atención: "A su lado una mujer como de treintaitantos miraba en el móvil…”  Me refiero a que treintaitantos debiera ir separado (“treinta y tantos”), aunque se trata de una confusión bastante común ya que veintitantos, más adelante y correcto en tu texto, corre sin espacios.

    El fragmento que encierra la conversación entre Ana y su compañera de trabajo es impecable, por lo que imagino tendrás muy buen “oído”; de otro modo no sería posible plasmar tal efecto de sentido (efecto de realidad) en un escrito.

    El cuento es excelente, Alégora, por lo menos para mí. Una composición admirable.


  • Me alegra que te guste mi relato. Acostumbrada como estoy a que me lean conocidos, familia y amigos no puedo confiar del todo en la objetividad de sus palabras e incluso en la sinceridad, por ello que te hayas tomado la molestia de leer y comentar mi relato significa mucho para mí.

    De todo lo que me has dicho, me voy a centrar en las partes a mejorar que me suponen un reto, para no hacer este mensaje muy largo: los había y los iba repetidos. En un principio me he dicho: ¿y como escribo un párrafo en pluscuamperfecto sin repetir el auxiliar (haber), y el gerundio sin el iba? Pues resulta que se puede y he aquí el resultado:

    “Ana iba pensando todo eso, e iba ligera porque esa noche había tenido un sueño muy interesante que la despertó llena de entusiasmo y ansias de desgranarlo, pero que como suele ocurrir en esos casos, había ido diluyéndose entre los esfuerzos de hacer el café, tostar el pan y prepararse para ir al trabajo; lo peor sin duda: lavarse los dientes, esos vigorosos rozamientos arrastraron las mejores partes de su sueño sumidero abajo…”

    "El camino al metro lo hizo casi sin darse cuenta, no puso más atención que la imprescindible para que no la atropellaran o no pisar a un transeúnte, cavilaba como llevar a cabo su empresa. No iba a ser fácil porque uno se pasaba el día pensando por los demás fuera o no consciente de ello y a lo mejor hasta era imprescindible para la supervivencia; eso era lo que se disponía a averiguar."

    Yo nunca me había planteado lo de la repetición de palabras en un párrafo como aplicable a los auxiliares, sólo lo tenía en cuenta para los sustantivos, adjetivos, etc. Tú me has hecho ver este aspecto y de ahora en adelante lo tendré presente en mis textos.

    Respecto al leísmo, no comprendo lo que me quieres decir: los dos le que mencionas hacen función de CI (a ella), porque los CD están escritos en el texto.

    Treintaitantos y veintitantos los escribí tal cual suenan y lo consulté en la RAE a ver si lo aprobaba y mira por donde  los recoge como correctos. Hay que reconocerles  que ahora nos facilitan las cosas, ¿os acordáis de aquellos tiempos en que se nos afeaba poner élite, cuando era lo que todo el mundo decía, porque había que escribir elite ?, aunque no sé si eso es un adelanto o un atraso, eso sería otro debate y desviarme del tema.

    Te agradezco mucho tu comentario tan detallado, el tiempo que me has dedicado y sobre todo lo que me has enseñado.

  • editado febrero 2021
    Hola,

    A mí la verdad, no me queda claro el juego que juega la protagonista. Porque me parece que no es lo mismo no pensar por los demás, que no juzgar a los demás. Y es un punto clave en el relato. Tampoco me queda claro por qué en el diálogo con la compañera, el hecho de no pensar por los demás condiciona a la conversación de la manera en que lo hace.

    Me parece llamativa la manera en que hablas de tres temas diferentes, me gustó la descripción para mí surrealista de la ciudad y el diálogo con el cuñado que ella recuerda al final, pero no me queda claro si fue ésa realmente tu intención, mostrar varios aspectos de la vida y el pensamiento de Ana y ya.

    Y por último... ¿el relato está así terminado o tiene continuación?
  • Bueno, se supone que el autor no puede explicar la obra, una vez que sale ya le pertenece al lector y él lee lo que quiera. Pero como esto no es más que un ejercicio te diré que el juego de la protagonista es no pensar por los demás, es decir observarlos sólo con los sentidos, sin poner pensamientos a lo que ve. 

    No es lo mismo que no juzgar a los demás, aunque si no puedes pensar por ellos va implícito, no puedes juzgar nada sin pensar, pero no era mi idea, eso ya no sería un juego, eso ya lo proponen las religiones, la filosofía, la auto ayuda, etc.

    Sí, esa es mi intención, reflejar ese hilo del pensamiento de Ana, de la conversación del cuñado, al sueño y de ahí al juego, pero narrado en otro orden temporal.

    Y no, no tiene continuación, es un ejercicio de escritura sin más que hice para poner aquí y que pudierais comentar, porque no me parecía correcto, como ya comenté, "criticar" a los demás y no aportar nada para que me devolvierais el favor. No escribo relatos, pero tenía ejercicios de escritura pendientes de hacer  y este va a ser el primero, aunque ya que está igual un día lo amplío y lo convierto en un cuento, novela corta, o lo que resulte.

    Gracias por leerlo y comentarlo. A ver cuándo te animas tú.
  • editado febrero 2021
    Ya me animé
    https://www.forodeliteratura.com/f/discussion/37233/lazos#latest

    Me parece que quedaría más claro si dijeras, en tu ejercicio, "no tratar de adivinar qué piensan los demás, o cuáles son sus motivos". Así como lo pusiste suena a alguien que tiene que pensar POR los demás, lo que es bastante común. A mí, pensar POR los demás me recuerda gente que sabe que otros piensan, o mejor dicho, razonan en como enfrentar alguna situación y entonces no se esfuerzan en buscar el método o la solución por sí mismos.

    Quizá se trate de un problema de localismos. Para mí, pensar por los demás tiene un significado muy diferente al que, ahora entiendo, le quisiste dar tu en tu relato, o ejercicio.
  • Ah, ya te entiendo, te refieres a la frase en sí. Bien visto y tienes razón, además aunque fuera un localismo lo mío, como lo dices tú probablemente lo entendería más gente que es de lo que se trata. Gracias por la aportación.
  • Alégora dijo:
    Ah, ya te entiendo, te refieres a la frase en sí. Bien visto y tienes razón, además aunque fuera un localismo lo mío, como lo dices tú probablemente lo entendería más gente que es de lo que se trata. Gracias por la aportación.
    Amiga, hermana de letras, tu relato en su contexto surreal omnisciente me permitió apoderarme de tu propuesta y pasear por las calles y situaciones que tu sugeriste, y lo disfrute. Te soy sincero, me incomodó luego leer tus explicaciones en los comentarios.
    Te daré un sano consejo: Jamás caigas en provocaciones que te lleven a EXPLICAR tus escritos. Quien escribe es ESCRITOR, no es EXPLICADOR.
    Tu relato tiene buena estructura, el ritmo es agradable y el argumento me llevó de paseo.  
    GRACIAS!!
  • OSWALDO dijo:
    Te soy sincero, me incomodó luego leer tus explicaciones en los comentarios.
    Te daré un sano consejo: Jamás caigas en provocaciones que te lleven a EXPLICAR tus escritos. Quien escribe es ESCRITOR, no es EXPLICADOR.
    Tu relato tiene buena estructura, el ritmo es agradable y el argumento me llevó de paseo.  
    GRACIAS!!
    Buen consejo Oswaldo, tienes razón, no volveré a caer. Un saludo y gracias por comentar.
  • editado marzo 2021
    Mi papá era comerciante. En realidad era muy buen comerciante, o por lo menos, sabía vender muy bien.

    El decía que hay 3 clases de clientes, el malo, el bueno y el mejor. El malo no pregunta casi nada, casi nunca compra. El bueno compra seguido de lo que hay en la tienda. El mejor es el que pregunta y el que se queja, aunque no compre tanto. El que pregunta, porque quizá tenemos algo para vender y no todo entra en los estantes, siempre hay mucha más mercadería en el depósito. El que se queja, porque así podemos saber como mejorar.

    El escritor también quiere vender sus libros. Casi ningún lector tiene la oportunidad de contactarnos para pedir mercadería que no está en los estantes u ofrecer su "queja".

    Por eso, me parece un tremendo desperdicio ignorar o enojarse por tener aquí la oportunidad de escuchar los pedidos o quejas de clientes que no sólo son clientes, sino que tratan ellos mismos de ser proveedores y están tratando de ayudarnos a vender. Sobre todo cuando la ayuda es real, honesta y desinteresada, de gente del "gremio de escritores" que quieren ayudarse unos a otros para aprender y mejorar.

    Por supuesto, es sólo mi punto de vista y si no lo comparten... pues no expliquen, no contesten a las preguntas. Nadie obliga a nadie.

    Por mi parte desde ya les digo que agradezco muchísimo cada una de las "consultas y quejas" que he recibido aquí, y lo último que se me podría ocurrir es catalogarlas de provocaciones. Lo único que querría es que fueran más.
  • editado marzo 2021
    chclau dijo:

    Por eso, me parece un tremendo desperdicio ignorar o enojarse por tener aquí la oportunidad de escuchar los pedidos o quejas de clientes que no sólo son clientes, sino que tratan ellos mismos de ser proveedores y están tratando de ayudarnos a vender. Sobre todo cuando la ayuda es real, honesta y desinteresada, de gente del "gremio de escritores" que quieren ayudarse unos a otros para aprender y mejorar.

    Por supuesto, es sólo mi punto de vista y si no lo comparten... pues no expliquen, no contesten a las preguntas. Nadie obliga a nadie.

    Por mi parte desde ya les digo que agradezco muchísimo cada una de las "consultas y quejas" que he recibido aquí, y lo último que se me podría ocurrir es catalogarlas de provocaciones. Lo único que querría es que fueran más.

    Por supuesto que puedes preguntar todo lo que quieras y decir lo que opinas de un texto que yo te presento precisamente para que hagas eso, y que agradezco todas tus sugerencias y comentarios, a lo que nos referíamos OSWALDO  y yo era a esto:

    Alégora dijo:
    Bueno, se supone que el autor no puede explicar la obra, una vez que sale ya le pertenece al lector y él lee lo que quiera. Pero como esto no es más que un ejercicio te diré que el juego de la protagonista es no pensar por los demás, es decir observarlos sólo con los sentidos, sin poner pensamientos a lo que ve. 


    La obra, ya sea libro, pintura, música, etc, una vez que el autor la ha generado no debe ser explicada al lector (público) debe hablar por sí sola. Al menos eso es lo que aconsejan todos los profesionales. El autor sabrá luego por las reacciones del público si ha sabido o no transmitir lo que ha querido decir, y si no es así, aprenderá algo. 

    De hecho, casi todos suelen decir que  el público piensa  cosas, la mayoría, que a ellos ni siquiera se les ha ocurrido.
    Cuando Oswaldo habla de provocación, no se refiere a que el lector (tú en este caso) busques polémica, si no a que el lector, en su deseo de comprender al autor no va a parar de preguntar y de ponerle "trampas" para que se explique, y el autor debe resistir.

    En resumen, que una cosa es corregir entre todos los errores de estilo, argumento, etc, y otra es explicar el sentido de la obra, ese debe ser personal: el autor y el lector tienen y deben tener cada uno el suyo.

    Ya te dije que te agradezco mucho tu lectura y tus comentarios, pero Oswaldo me ha afeado, y con razón que te la explicara, y es un buen consejo.  Cuando todos los profesionales lo dan, por algo será...supongo que para no acabar escribiendo lo que otros quieren en lugar de lo que quiere el autor, además es imposible poner a todo el mundo de acuerdo.

    Un saludo :)

  • editado marzo 2021
    chclau dijo:
    Mi papá era comerciante. En realidad era muy buen comerciante, o por lo menos, sabía vender muy bien.

    El decía que hay 3 clases de clientes, el malo, el bueno y el mejor. El malo no pregunta casi nada, casi nunca compra. El bueno compra seguido de lo que hay en la tienda. El mejor es el que pregunta y el que se queja, aunque no compre tanto. El que pregunta, porque quizá tenemos algo para vender y no todo entra en los estantes, siempre hay mucha más mercadería en el depósito. El que se queja, porque así podemos saber como mejorar.

    El escritor también quiere vender sus libros. Casi ningún lector tiene la oportunidad de contactarnos para pedir mercadería que no está en los estantes u ofrecer su "queja".

    Por eso, me parece un tremendo desperdicio ignorar o enojarse por tener aquí la oportunidad de escuchar los pedidos o quejas de clientes que no sólo son clientes, sino que tratan ellos mismos de ser proveedores y están tratando de ayudarnos a vender. Sobre todo cuando la ayuda es real, honesta y desinteresada, de gente del "gremio de escritores" que quieren ayudarse unos a otros para aprender y mejorar.

    Por supuesto, es sólo mi punto de vista y si no lo comparten... pues no expliquen, no contesten a las preguntas. Nadie obliga a nadie.

    Por mi parte desde ya les digo que agradezco muchísimo cada una de las "consultas y quejas" que he recibido aquí, y lo último que se me podría ocurrir es catalogarlas de provocaciones. Lo único que querría es que fueran más.
    Hermano mío, me permitiré intentar ubicar este intercambio de comentarios. 
    TU NO FUISTE EL PROVOCADOR, alègora, al leer tu comentario, se estimulo y sucumbió ante (su provocación, su, de ella) y quiso saldar contigo explicando sus argumentos...
    Y Noooo!! Con ello atentó contra la magia, la atmosfera, la temperatura y los colores que yo fui poniendo a su texto mientras lo leía... Porqué ella tuvo que hacer eso?? Si ella ya no tenia la propiedad del susodicho...si ella ya me lo había cedido...
    Quizás no este capacitado para aconsejar, pero como lector, si estoy facultado para pedir: Por respeto a los demás lectores, jamás se debería pedir explicaciones públicas sobre el argumento. Y menos, dar explicaciones públicas sobre el argumento. 
    Ojalá haya aclarado en algo malentendidos. Si es así, permítanme contarles, como en una ceremonia con Ayahuasca, a modo de piropo, les dije a tres amigos músicos, muy virtuosos; que la grandeza de ellos radicaba en su IN-CO-HERENCIA. Luego de verles las caras de enojados, perplejos y ofendidos, les di una explicación sobre la etimología de la palabra INCOHERENCIA, y terminamos tocando y cantando como los Dioses...
    IN-CO-HERENTE es el que se niega a convivir con herencias, es el innovador, el inconforme con lo establecido.
    Un abrazo.
Accede o Regístrate para comentar.


Para entrar en contacto con nosotros escríbenos a informa (arroba) forodeliteratura.com