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Conocí a Martín Garrido a mediados de los 90, cuando, por razones de trabajo, me mudé a Vilarosa, un pequeño pueblo de la provincia de Tarragona. Vilarosa es un pueblecito de casas antiguas, en el que aún no se ha levantado ningún edificio de apartamentos moderno y conserva, a día de hoy, el mismo aspecto que hace quinientos años.
Adquirí una casa de dos plantas en la calle Mayor, una casa antigua como todas las de Vilarosa, pero con todas la comodidades de la vida moderna. Martín vivía en la casa contigua, así que era mi vecino más próximo. Una vez instalado, pasé a saludarlo para darme a conocer y resultó ser un anfitrión afable y con ganas de agradar. Con el tiempo mis visitas se sucedieron y llegamos a alcanzar un cierto grado de amistad.
Cuando le conocí, Martín era un cincuentón de cuerpo menudo y aspecto enfermizo, no tenía amigos ni parientes, no tenía esposa ni hijos, Martín solo tenía una cosa.
Martín tenía un “Seat 600”.
Y, como les sucede a algunas personas que no tienen a quien amar y vuelcan su amor hacia un animal o un objeto, él volcó su amor hacia su coche. Incluso le había puesto nombre: Alicia.
Martín adquirió a Alicia en la década de los 60, cuando tenía veinte años recién cumplidos y bajo sus tiernos cuidados Alicia funcionó siempre como un reloj. Cada vez que tenía un momento libre, allí estaba él, trasteando en las entrañas de Alicia, ajustándole las tuercas, poniéndole piezas nuevas, aceitando el motor o, simplemente, lavando su carrocería.
El primer suceso raro que recuerdo fue en primavera del año 2000, un día que fui a visitarle y lo encontré en su garaje, como siempre, con la cabeza hundida bajo el capó de Alicia.
-Martín- le dije- dedicas demasiado tiempo a ese coche, cualquiera pensaría que crees que está vivo.
Entonces, él levantó la cabeza y me miró fijamente a los ojos con una tierna sonrisa dibujada en sus finos labios.
-¿Es que no lo sabías?- respondió- Mi Alicia está realmente viva.
No era una broma, por el tono de su voz comprendí que él estaba totalmente convencido de esa aseveración. No supe que pensar, pero decidí no sacar a relucir el tema nunca más. Ese día mi visita duró menos de lo habitual, las palabras de Martín me habían puesto muy nervioso y tal vez fue por eso que, durante un momento, mientras me marchaba, tuve la sensación de que los faros de Alicia me miraban fijamente.
Ese mismo año, durante la Fiesta Mayor de Vilarosa conocí a la que hoy es mi esposa, Marta. Evidentemente, durante nuestro noviazgo, pasaba todo el tiempo posible con ella y mis visitas a Martín eran cada vez menos frecuentes, lo que era un alivio para mi, pues cada vez que pasaba a verle acabábamos en su garaje, conversando mientras el trasteaba en Alicia y en varias ocasiones volvía a mi la extraña sensación de que el vehículo me observaba atentamente con sus faros.
El segundo suceso raro que viene a mi memoria sucedió en marzo de 2012. Aquel día regresaba a casa tras mi jornada laboral cuando vi a Alicia aparcada frente a la puerta de su garaje. Me llamó mucho la atención, ya que Martín jamás dejaba el vehículo en la calle. Al acercarme pude ver a Martín sentado frente al volante sin conocimiento. Por mucho que lo intenté no pude despertarlo así que llamé a urgencias y poco después ingresaba en el hospital. Había sufrido un infarto. Yo, por mi parte, ya que Alicia aún tenía las llaves en el contacto, la introduje en su garaje. De alguna manera, no me pareció correcto dejarla en la calle.
La lógica me dice que Martín sufrió el ataque justo al llegar a casa y que tuvo la suficiente presencia de ánimo para dejar el coche junto al bordillo, y no en medio de la calle, antes de desmayarse. Pero no puedo sacarme de la cabeza la loca idea que me vino a la mente en el mismo momento en que lo encontré sin conocimiento frente al volante. Se me ocurrió que, tal vez, Martín sufrió el ataque durante el camino y que Alicia le había llevado a casa por si misma.
Martín se recuperó y volvió a casa un mes más tarde, pero su cuerpo se había debilitado mucho y quedó postrado en la cama. Por suerte, su pensión le permitía costearse una enfermera particular que cuidaba de él durante todo el día. La primera vez que lo visité tras su regreso me recibió con su dulce sonrisa y me indicó una silla que se encontraba junto a su cama.
Comentarios
-¿Cómo te encuentras, amigo?- le pregunte mientras tomaba asiento.
-He tenido épocas mejores- respondió. -Agradezco mucho que vengas a verme.
-Ni lo menciones.
-¿Cómo te va con esa novia tuya?
-No podría ir mejor. Nos casamos dentro de seis meses.
-Bien, me alegro mucho por ti.
Me tendió su mano que estreche con afecto.
-Y ahora, dime...¿Cómo está Alicia?
No podía creerlo, allí estaba, tendido en la cama tras haberse librado de la muerte por los pelos, convaleciente e incapaz de cuidarse por si mismo y lo único que le preocupaba era el maldito coche.
-Alicia está bien- respondí. -Yo mismo la entré en el garaje la noche que sufriste el ataque.
-Eres un buen amigo, tal vez el único que tengo, es por eso que quiero pedirte un favor- dijo.
-Si está en mi mano, cuenta con ello.
-¿Querrás cuidar de Alicia por mi? Hasta que yo pueda hacerme cargo de ella.
Ahí estaba de nuevo. Su obsesión por ese coche era increíble, pero dado su delicado estado no quise disgustarlo.
-De acuerdo, le echaré un vistazo de vez en cuando, pero ya sabes que yo no tengo tiempo de dedicarle tantas atenciones como tú.
-Lo se. Tú solo dale algunos mimos. Será suficiente.
Entonces se durmió con esa dulce sonrisa con la que me obsequió aquella vez en que me dijo que Alicia estaba viva.
Esa misma noche, entré en el garaje de Alicia y me sorprendí hablándole al coche, como hacía Martín cuando creía que yo no lo oía.
-Hola, Alicia. Me envía Martín, está muy enfermo y no puede cuidarte, yo lo haré por él hasta que se recupere.
Le quité el polvo, comprobé los niveles de aceite y gasolina y corregí la presión de los neumáticos. Cuando salí del garaje, volvió a mi la sensación de que Alicia me miraba fijamente, pero esta vez era una mirada diferente, más benévola, incluso cariñosa.
Desde entonces, iba un par de días a la semana a cuidar de Alicia, le limpiaba el polvo y ponía el motor en marcha, escuchaba el ronroneo del motor y le hablaba. Si, le hablaba, le contaba como evolucionaba Martín e incluso, algunas veces, le contaba como me había ido el día en el trabajo o en mi relación con Marta. Es de locos, lo se, pero me sentía cómodo explicándole aquellas cosas a Alicia y, muchas veces, sentía que ella me escuchaba. Después visitaba a Martín y le contaba lo que habíamos hecho Alicia y yo aquel día y él me regalaba con esa sonrisa suya que yo aprendí a amar durante esos días.
Y, al fin, llegó el día de mi boda. Marta y yo nos fuimos quince días de viaje de novios por Europa. Cuando volvimos a Vilarosa nos enteramos del fallecimiento de Martín, un nuevo infarto había acabado con él.
En el buzón me esperaba una sorpresa, una carta del abogado de Martín. Mi amigo se había acordado de mi en su testamento.
Había heredado a Alicia.
Ella sigue en el garaje de Martín, no he vuelto a verla, me da miedo. No porque ella pueda sentir algún rencor hacia mi, sino por todo lo contrario. Me recuerdo a mi mismo hablando con ella y temo acabar como Martín, obsesionado por Alicia hasta el punto de no tener vida propia, dedicando todo su tiempo al cuidado de un vehículo, de una simple máquina.
¿O acaso Alicia es más que una simple máquina?
Prefiero no averiguarlo.
La historia me transmite una sensación desagradable al pensar en Martin. Un pobre hombre solo, que se refugia de su soledad real tratando a un coche como a una persona. Un desgraciado. Y al parecer, lo suyo es contagioso.
Muy bien narrado, con mimo. Es fácil visualizar el pueblo, a Martín hablando con Alicia, el garaje. Unas descripciones breves pero efectivas. Los sentimientos de Martín están mostrados, no contados. Me ha gustado mucho.
Sustituiría “aseveración” por “afirmación” para seguir en la línea del vocabulario sencillo.
Una historia sencilla, cotidiana, con su punto de realismo mágico. El vocabulario y la narración se ajustan a la historia.
Un relato fácil de inventar, y difícil a la vez por tener que desarrollar una capacidad de rebuscada invención. Me explico más específicamente. El entrañable automóvil Seat 600, formaba parte de nuestra familia allá por los años cincuenta y tantos y sesenta, por lo que escribir acerca de él era fácil, como si se hiciera de un hijo o un pariente cercano. Pero no era tan fácil sacar a la luz las entrañas de un ente (el 600), por aquello de que no es humano. Sin embargo eso último, tú, Jano, has conseguido de mí que me disponga a creer que un chasis con motor sea capaz de sentir, e incluso de hablar.
Es tan sencillo y tan de anda por casa el vocabulario que utilizas en este tu escrito, que hace que todo el texto resulte más atrayente, que, en cierto modo, es unos de los logros que persigue cualquier escritor.
El pobre Martín no tenía bien amueblada la cabeza, cuya estaba equipada con muebles de deferentes estilos, de ahí sus desvaríos. Pero era un buen hombre, solo y solitario, que vio en Jano (en el supuesto de que Jano fuese el personaje que compró una casa en Vilarosa) su adalid para salir de su soledad
Me ha sabido a poco este cuento, con ganas de más he quedado, y el hecho de ser un relato completo, cerrado, me ha gustado sobremanera.
Un saludo afectuoso, Jano
Por cierto, cuando estrené carnet de conducir con 18 años, estrené también un Seat 600, que me compró mi padre. Lo tuve en mi poder algunos años y cuando yo pude comprar otro coche, como la ropa en general, lo heredó mi siguiente hermano.
En un local comercial de mi propiedad hay un 600 que compré de segunda, o de tercera, o de cuarta mano, vete a saber; me lo repararon, me lo pintaron, me lo pusieron guapo y ahora lo tengo como una especie de reliquia nostálgica.
La construcción del relato, impecable. He visto que tienes un talento natural para dejarlo a uno picado, con las ganas de saber más sobre las historias que haces...
Lo cual me recuerda, tú escribiste una entera en este foro. Pasaré por allá a leerla completa y a dar mis apreciaciones.
@cehi
Mira que hasta el día de hoy, no tenía idea que tal marca de auto existía. Su diseño parece inspirado en el famosísimo Volkswagen. Por cierto, me gusta el color de ese carro.
@cehi
Ese 600 ha quedado chulísimo.
@gary
Normalmente escribo relatos cortos. Los más largos que tengo son mis relatos de Star Trek, que tienen, de media, una extensión de 10.000 palabras, aunque actualmente estoy trabajando en la conversión en novela de uno de mis relatos de vampiros. Narra la historia de Hector, un vampiro de casi 2.000 años de edad.
SEAT, Sociedad Española de Automóviles Turismo, con licencia de FIAT, Fabbrica Italiana Automobili di Torino.
Un hombre (Gary) que siempre dice sentirse orgulloso de la madre patria (España) no puede ignorar cosas así Aun eso, un afectuoso saludo para él
Se lo compré hace más de una década y precisamente a un señor de Tarragona, que quizá sea la única ciudad de España en la que todavía se ven "600" por sus calles .
Otro detalle que no había mencionado: hace un tiempo atrás, en el afamado manga (y animé) One Piece, se mencionó el concepto de «Klabautermann», el cual básicamente es cuando una tripulación se encariña con su embarcación, a esta le surge un espíritu que hace que el barco básicamente tenga vida propia.
¿Por qué menciono esto? Alicia me hace recordar mucho a un Klabautermann, solo que tú aquí le imprimes un toque más siniestro, por cuánto vemos que Martin Garrido muestra claros signos de obsesión y podría, en mi apreciación personal, afirmar que el auto podría en efecto, tener vida propia.
Un dato adicional: un Klabautermann surge solo cuando el barco está a punto de quedar inutilizable. De hecho, el «funeral vikingo» que le hacen al barco de los protagonistas, se cuenta como una de las escenas más tristes e impactantes de la historia del animé.
Él hecho de que Martin Garrido era ya anciano y solitario, pero muy apegado a su auto, pudo haber hecho que ganara vida propia y hiciera surgir a Alicia, una especie de Klabautermann...
O solo estoy especulando.
@cehi
Antonio, que vaina, no lo sabía😳. Pero ahora no me vuelve a pasar. Gracias por el dato.
Una vez más, gracias a todos por vuestros comentarios.
Jano, un ruego. Sigue insertando en tu turno de la LISTA relatos cortos y completos
*Rayos de sol que inciden en el faro y deslumbran al prota cuando pretende burlarse.
Interesante aportación; pero, en parte, difiero. Imagino que lo que Jano ha pretendido transmitir al lector es la parte de entrañable que representa o ha representado el Seat 600 para los usuarios del mismo en su época, como por ejemplo un servidor. El señuelo del que habla interpreto que está en el mismo coche. Ahora, todo relato es susceptible de ser matizado, ampliado o disminuido, pero eso es solo potestativo de la pluma de quien lo escribe, que también pretende dejar algo a la imaginación.
Es decir, sintetizando, el protagonista de esta narración no es el tal Martín Garrido, sino el automóvil Seat- 600. Saludos.
ERROR QUE RECTIFICO EN NEGRILLAS
Interesante aportación; pero, en parte, difiero. Pienso que lo que Jano ha pretendido transmitir al lector es la entrañabilidad que representa Martin Garrido, por tanto, el señuelo del que hablas está en ése personaje citado. Ahora, todo relato es susceptible de ser matizado, ampliado o disminuido, pero eso es solo potestativo de la pluma de quien lo escribe, que también pretende dejar algo a la imaginación.
Es decir, sintetizando, el verdadero protagonista de esta narración no es el automóvil Seat- 600, sino el tal Martín Garrido
Resumiendo, en ningún momento pretendí que el lector creyera que que Alicia estaba viva, sino que cada uno lo interpretara a su manera.
Es fácil confundir relato con cuento. De hecho, yo busqué la diferencia hace poco porque no la conocía. Compartí mi descubrimiento en mi blog.
Cuando comencé a leer creí que se trataría de un cuento de terror, que el Seat 600 de algún modo cobraría vida y se cargaría al personaje principal (mucho Hollywood, supongo). Sin embargo, el hecho de que te hayas inspirado en una novela de Stephen King tiene mucho sentido, ya que, al menos la primer parte, tiene un aura similar a las novelas que suele escribir ese autor.
Más allá de que yo no sea amante de los autos, creo que todos nos podemos sentir identificados con Martín Garrido, en mayor o menor medida. Cuando era pequeño, estaba convencido que los seres y los dioses mitológicos que aparecían en los libros e enciclopedias que leía eran reales y que algún día descubriría la verdad que me estaba ocultando. Supongo que a todo el mundo le ha pasado lo mismo con algún juguete, superhéroe, etc. Obviamente, luego crecemos y nos volvemos un poco más sensatos, pero el sentimiento de nostalgia siempre queda grabado.
Gran trabajo Jano.