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VII
-¿De verdad vamos a viajar en “eso”? -dijo Jemal al ver el vehículo.
Rodyr y Bérdem observaban divertidos las caras de los mercenarios desde el pescante del carro tirado por cuatro percherones.
-Venga chicos, todos arriba, en peores situaciones nos hemos visto -exclamó Asha subiendo al carro.
Los demás la imitaron y se acomodaron lo mejor que pudieron.
Durante la primera etapa de la jornada permanecieron todos en silencio, sumidos en sus propios pensamientos. Este hecho preocupo a Arex, si no empezaban a interactuar no podría formar un grupo cohesionado y eso sería un problema a la hora de actuar en equipo. Se lo comentó a Hajib.
-Acabamos de salir, dales tiempo. -respondió el somorio. -Tenemos tres jornadas por delante antes de llegar a la aldea. Seguro que surge algo que los una.
Pararon a comer algo a mitad de jornada y luego continuaron su camino. El paisaje desértico era monótono, un mar de arena donde las dunas substituían a las olas.
Llevaban un par de horas de camino cuando Jemal se puso en pie, mirando fijamente a un punto determinado.
-Parad este trasto, chicos -dijo dirigiéndose a los granjeros. -Creo que he visto algo interesante.
Rodyr, que llevaba las riendas, detuvo a las bestias. El joven aristano revolvió entre unas herramientas que estaban en el suelo del carro y sacó una larga horquilla de tres puntas.
-Ahora vengo chicos -dijo saltando del carro.
Se dirigió a una de las dunas y se quedó observando el suelo con el tridente en alto. Estuvo así, sin mover un músculo, durante un par de minutos cuando, de pronto, ante la mirada curiosa de sus compañeros, lanzó el tridente contra la arena, el cual se hundió hasta la mitad de su longitud. Cuando lo sacó tenía ensartado un lagarto de aproximadamente un metro de largo y unos treinta centímetros de diámetro que se retorcía espasmódicamente.
-Ya tenemos cena, chicos -dijo mientras volvía al carro.
-¿Esa cosa es comestible? -preguntó Muravo.
-Es un lagarto de las arenas -respondió Bérdem. -Si sabes como cocinarlo es un auténtico manjar.
-Pues espero que sepáis cocinarlo.
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A la hora de la cena, reunidos alrededor de una fogata, comprobaron que, efectivamente, el lagarto era uno de los platos más deliciosos que habían probado. Al poco rato, entre risas y algunas copas del fuerte aguardiente local, se intercambiaban anécdotas y chistes.
-Ahora empezamos a ser un equipo -le dijo Arex a su compañero.
-Te lo dije -respondió.
Comentarios
VIII
Llegaron al poblado al finalizar la tercera jornada.
Se trataba de dos docenas de casas bajas, muy parecidas a las de La Loma. Estas se arracimaban pegadas a la falda de de la montaña. Detrás de las viviendas podían verse diversas cuevas que se usaban como almacenes. Las calles estaban desiertas, no se oía nada ni a nadie.
-¿Donde están todos? -preguntó Jemal.
-No lo entiendo -respondió Bérdem. -Deberían estar todos aquí.
Rodyr bajó del pescante de un salto y se puso a llamar a voces.
-¡Jaro!, ¡Laida!, ¡Torás! ¿Donde os habéis metido? Berdem y yo hemos traído a unos amigos que nos ayudarán a enfrentarnos a esos bandidos.
Mientras tanto, los demás se apearon del carro.
-¿Qué diablos está pasando aquí? -preguntó Arex bastante mosqueado.
-Tendréis que perdonarles -dijo Bérdem con aspecto avergonzado. -Son unos timoratos. Tienen miedo de todo y de todos.
-Pero nosotros estamos aquí para ayudarles. ¿Porqué se comportan así?
De pronto se escuchó un fuerte sonido de campanas.
“Nang, nang, nang...”
Los aldeanos salieron a la carrera reuniéndose en el punto donde les esperaban los mercenarios.
-¿Qué pasa? -preguntó uno de ellos. -¿Quién está tocando la alarma?
-¡He sido yo!
Todos se volvieron hacia el origen de la voz. Encima de una atalaya, apoyado en la campana que había alarmado a todos, se encontraba Jemal.
-¡Hola a todos! -dijo encarándose a los aldeanos. -¡Gracias por vuestra cordial bienvenida! Queríais ayuda para libraros de esos bandidos. Bueno, pues aquí estamos mis amigos y yo. Espero que demostréis que vale la pena el esfuerzo de luchar por vosotros. Y ahora que ya nos conocemos...podéis volver a vuestras casas. ¡Largaros! Sacad vuestras feas caras de mi vista.
Mientras los aldeanos regresaban a sus hogares con la cabeza gacha, Jemal bajó de la atalaya. Los demás apenas podían aguantar la risa.
-Malditos aldeanos -dijo Jemal cuando llegó al lado de los otros. -¡Les odio!
-Claro que les odias -respondió Arex. -Eres uno de ellos.
-Si, es cierto, vengo de una aldea muy parecida a esta. Pero no es culpa suya el ser así, es culpa de gente como...
-De gente como nosotros -dijo Arex acabando la frase del aristano.
-Si. Gente armada, que campa por sus anchas y les vuelven asustadizos y antisociales. Por eso me fui. Prefiero ser uno de los que asustan antes que vivir siempre con miedo.
-Es comprensible.
-Mañana por la mañana, a la luz del sol, les veréis de otro carácter -Dijo Bérdem. -Ahora, si me acompañáis, os mostraré vuestros alojamientos. Podréis cenar un plato caliente y dormir en una cama confortable.
sin embargo, es muy dificil conseguir que te lean y te comenten esos 8 capítulos que has subido.
¿Por qué no te unes a la lista? Allí podrás colgar tus textos y recibirás comentarios constructivos:
https://www.forodeliteratura.com/f/discussion/36835/la-lista-de-forodeliteratura-3ª-edicion/p1
Creo que si lo haces, mejorarás y aprenderás mucho, te lo recomiendo.
Un saludo
Hola Jano, nos gustaría que te unieras a los compañeros y no solo que te lean y adiós, cada día somos menos en el foro y personas como tu no ayuda a que se enriquezca, pues eres gotas de verano nada mas.