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Os dejo otro de mis relatos de terror ya que acabo de subirlo también al blog. En esta ocasión lo escribo directamente y no lo enlazo para facilitarle la tarea a quien quiera tomarse la molestia de leerlo...
Pasajero
Resonaba en el interior del coche la radio, donde la voz de una mujer criticaba airadamente la tardanza en las intervenciones quirúrgicas por parte del sistema sanitario, Acababa de pasar la medianoche y salía del centro de la ciudad en dirección a la periferia. Los dos clientes que llevaba en los asientos traseros eran un par de jóvenes de no más de veinte años como mucho, visiblemente nerviosos, y la poca conversación que intentaban mantener con Paul estaba salpicada de constantes balbuceos, lo que no hacía más que evidenciar lo incómodo de la situación para ellos.
Estaban ya casi llegando al destino
mientras la locutora intentaba, educadamente aunque sin ningún
éxito, despedir a la señora para dar paso a una nueva llamada. No
era de lejos la mejor zona de la urbe, y eran ya bastantes años de
profesión como para conocer la fórmula a aplicar a aquellos dos que
susurraban atrás: ¿un par de chavales intranquilos viajando en taxi
a una zona deprimida de la ciudad a aquellas horas? Compra de drogas,
diría él.
Después de anunciarles que habían
llegado y cobrar la carrera, se apresuró a salir de allí de vuelta
a barrios más tranquilos para proseguir su jornada de trabajo. No es
que fuera especialmente asustadizo, pero tampoco un loco inconsciente
como para pasar más tiempo de lo estrictamente necesario allí. El
arma que llevaba desde hace un año debajo de su asiento, tras sufrir
unos cuantos incidentes, hacía que se sintiera más tranquilo, y es
que nunca sabía uno del todo quién subía en su coche,
especialmente a aquellas horas.
Cambió de emisora y un agradable jazz
hizo momentáneamente la noche algo más soportable. Tamborileaba con
sus dedos sobre el volante mientras giraba para incorporarse a una
pequeña calle que le haría ahorrarse un par de semáforos, cuando
divisó una silueta con el brazo derecho en alto una decena de metros
más adelante. Detuvo el vehículo a la altura de aquel hombre,
recibiéndolo con un formal saludo y preguntándolo el lugar al que
se dirigía.
Como si de un acto reflejo se tratase
puso el taxímetro en funcionamiento y trazó mentalmente el
itinerario. Calculó unos diez minutos escasos de carrera mientras
observaba por el espejo retrovisor cómo su pasajero se despojaba del
sombrero y lo dejaba sobre el asiento. No había tenido la
oportunidad de observarlo bien ya que la iluminación en la
callejuela donde lo había recogido era casi inexistente, pero por su
forma de vestir y por el hecho de llevar una especie de bastón
supuso que se trataba de un hombre de avanzada edad.
Aparte de indicarle el sitio al que
debía llevarlo no salía de su boca palabra alguna que no fueran
monosílabos a las típicas preguntas de cortesía que solía hacer
para amenizar el viaje. Había aprendido largo tiempo atrás que
algunas personas disfrutaban tanto del silencio como otras lo hacían
de la charla, e intentaba no ser molesto dando conversación a quien
parecía no estar muy interesado en tenerla.
Algo que sí le llamaba poderosamente
la atención era la altura de aquel sujeto cuya cabeza quedaba a
escasos centímetros del techo del vehículo. Aunque estaba
enormemente acostumbrado a toda clase de clientes, sin saber el
motivo exacto, sintió una extraña inquietud mientras compartía
trayecto con aquella persona, había algo en él que lo incomodaba,
pero saber indicar exactamente por qué.
Se encontraban cerca del destino cuando
el hombre se dirigió a Paul con voz lenta y profunda: "Tengo
que llegar rápido...". Se incorporó ligeramente del asiento al
hablarle, y él no pudo evitar que un pellizco de temor casi le
hiciera tartamudear al responder: "Eh..., sí, sí, en un par de
minutos llegaremos".
El habitáculo del coche traqueteaba
mientras recorrían aquel maltratado empedrado y el taxista no veía
el momento en que aquel hombre saliera de su coche y poder dirigirse
al centro de nuevo a tomar un café y reírse de una situación que,
en ese instante, le parecía tan desconcertante como si se tratara de
una de esas fatigantes pesadillas en la que por mucho que uno corra
intentando escapar de algo no avanza nada. El par de minutos se le
antojaron horas y tenía la sensación de que jamás llegarían al
maldito lugar que le había indicado aquel siniestro hombre. Pero
finalmente lo encontró al doblar una esquina hacia la izquierda
enfilando después la calle que sería el final de tan absurdo
suplicio.
Repentinamente tuvo que pisar con
fuerza el pedal de freno al ver un cuerpo tumbado en mitad del
asfalto. El coche se detuvo bruscamente a tan solo unos metros del
lugar y después de que los neumáticos hubieran chirriado dejando
atrás un fuerte olor a goma quemada. El cuerpo de Paul se desplazó
violentamente hacia delante siendo detenido con firmeza por el
cinturón de seguridad.
Tras unos breves segundo se volvió
hacia la parte trasera para preocuparse por el estado de su pasajero,
y su incredulidad fue máxima al comprobar que el asiento se
encontraba desocupado, tan solo había una billetera y el sombrero.
Dándole vueltas a alguna teoría que explicara lo ocurrido cogió la
cartera y se apeó del coche a toda prisa para interesarse por el
cuerpo que yacía frente al vehículo.
Una primera mirada ya le bastó para
comprender que aquella persona había sido víctima de un atropello.
Un hombre anciano se hallaba boca arriba en una postura imposible y
macabra, con su cabeza reposando en un charco de sangre. Llamó a la
policía describiendo de manera casi telegráfica la tan desagradable
escena y accediendo a permanecer a la escucha hasta que un par de
agentes se personaran en el lugar.
Mientras esperaba nuevas instrucciones
caminó con cautela hacia el cuerpo notando algo extrañamente
familiar. Una corazonada hizo que abriera la cartera olvidada cuando
al otro lado de la línea telefónica una voz le indicaba que el
coche patrulla estaba llegando ya, pero Paul no acertó a contestar
al comprobar que el rostro del cadáver era el mismo que le miraba
desde la foto de carnet dentro de la billetera que sostenía en su mano.
Comentarios
Por cierto, que volvemos a coincidir. Soy Aiacos, del foro elotrolado, comenté también el alguno de tus relatos.
Saludos