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Año 2045.
Así como se crean nuevas tecnologías para ayudarnos a estar mejor conectados y enterarnos de la verdad más fácilmente, las dictaduras usan las mismas tecnologías para rastrear a los disidentes y controlar a las masas: sistemas de reconocimiento facial, rastreo de actividades bancarias y hasta el seguimiento de comentarios por redes sociales, junto a la clásica ley mordaza, han hecho que luchar por la libertad de expresión, se haya convertido en una labor de muy alto riesgo que pocos se atreven a realizar.
Por ello, Alejandra y Zora huyeron a Guyana, un país ubicado en el rincón olvidado de América del Sur que actualmente destaca por su petróleo, que lo han convertido en un país con una riqueza comparable a la de las monarquías árabes y; a diferencia de estas, cuenta con un gobierno democrático que permite la libertad de expresión, en una región amenazada por el autoritarismo.
—Zora, hay algo que te he querido preguntar desde el día que nos conocimos. —expresa Alejandra con una mezcla de firmeza e ironía, mientras limpia una pistola láser.
Dos semanas después de que un autómata casi la mata, Zora exigió a Alejandra que tenía que aprender a defenderse por su cuenta, por lo que ellas se encuentran actualmente en un campo de tiro a las afueras de Georgetown, la capital del país. Usar un arma es algo que le disgusta, pero ser asesinada le disgusta aún más.
—Soy un libro abierto. Puedes preguntar lo que quieras. —replica Zora, mientras se hace una idea de la duda de Alejandra, y contempla la majestuosa vista que otorgan los numerosos rascacielos y las fortalezas aéreas —objetos voladores con forma de nave espacial— que dominan el panorama de la capital guyanesa, una auténtica ciudad futurista que paradójicamente, hace veinte años ni siquiera tenía edificios más altos de diez pisos y, lucía más como un pueblo grande que la capital de un país.
—¿Qué le pasó a tu brazo? Ahora que recuerdo, cuando nos conocimos te hice esa misma pregunta, pero tú insististe en que me responderías en el momento indicado. Pues bien, si este no es ese momento, voy a tener que dispararte. —declara Alejandra con ironía, mientras dispara a diez botellas ubicadas a más de treinta metros, y gruñendo de la frustración al ver que falló la última.
La predilección por los trajes a los cánones de la moda femenina es una de las muchas formas, en las que Alejandra Anaya expresa su rebeldía. De larga cabellera lisa y roja como las orquídeas de su natal Amazonía, es oriunda de Leticia y nació hace veinticinco años. Contrario a lo que podría pensarse, su forma de ser fue inculcada por sus padres, quienes actualmente se encuentran en la clandestinidad, por ser líderes sociales contrarios al gobierno de su país. Por otro lado, su contextura delgada, 1,70 metros de altura, lentes de aumento que cubren sus ojos color café, revelan que pese a los peligros que conlleva ser activista en un país dictatorial, nunca ha peleado en su vida.
Zora observa los resultados de la prueba dada a su amiga y mientras se frota el mentón, se siente complacida de que, tras una semana intentando enseñarle a disparar, su entrenamiento finalmente está dando frutos. Hecho esto, y viendo la insistencia de Alejandra, responde:
—¿Mi brazo? —Zora suelta una fuerte carcajada— Este brazo tiene su historia, así que permanece atenta.
—Ilústrame entonces.
—Año 2033, guerra civil iraní. La revolución islámica agonizaba, los ayatolás perdían terreno, y yo quise poner mi grano de arena para acelerar su caída. Durante la batalla de Isfahan, mi escuadrón fue emboscado por guardias revolucionarios en medio de la calle. Cuando traté de ponerme a cubierto, lanzaron una granada y, tuve tan buena suerte que me explotó de cerca…
—¡¿Y cómo sobreviviste?! —Alejandra se tapa la boca en señal de espanto. Ella cae en cuenta que su amiga sigue con vida de puro milagro.
—Desperté en un hospital en Teherán tras pasar tres meses en coma. Me sentí dichosa al enterarme que habíamos ganado la guerra, pero el saber qué me pasó, me dejó sin palabras: reemplazaron mi brazo, todas las costillas del lado derecho, un pulmón, mi hígado, mis intestinos, el colon y la vesícula biliar, sin contar los músculos que la explosión destruyó. Los doctores me dijeron que reemplazaron una tercera parte de mi cuerpo con implantes cibernéticos, de modo que sí, se puede decir que estoy viva de milagro. —relata Zora con sentimientos encontrados, ya que le hubiera gustado estar en la batalla final de la guerra en su país, pero igual se encuentra dichosa por seguir con vida.
—Pero, —pregunta Alejandra mientras enfunda su arma— y si ganaron la guerra, ¿qué te motivó a viajar al otro lado del mundo y estudiar comunicación social, en un país donde matan más periodistas que criminales?
—¡¿Has visto como están las cosas por aquí?! Incluso en Irán, las historias de como la Federación Amazónica alimenta el deseo por el autoritarismo en toda la región en base a la ignorancia y la indignación. ¡Tú misma has visto a la gente vitorearlos! Pero, si combatimos su dañino mensaje, divulgando la verdad sobre sus intenciones, podremos ayudar a frustrar sus planes expansionistas por Sudamérica. No podemos dejar morir la libertad ante el encanto de la dictadura. —expresa Zora una convicción tan fuerte a sus ideales, que estaría dispuesta a morir por ellos sin dudar.
En un mundo donde proliferan el descontento social, la inestabilidad política y las guerras están a la orden del día, Zora Melkonian hace parte de una generación de idealistas que se embarcan por todo el mundo, para buscar salvar al planeta del cáncer del autoritarismo. Pese a las pecas que le dan un aspecto juvenil, ella tiene 33 años —10 de los cuales ha vivido en la Federación Amazónica—, su contextura atlética fue cultivada tras 7 años como guerrillera en su natal Irán; mientras que sus ojos y cabellos plateados como la luz lunar, emulan el misticismo propio de un ángel guardián, que ha cuidado la espalda de Alejandra desde sus años en la universidad.
Dichosa por descubrir los verdaderos motivos de su amiga para acompañarla en su peligrosa travesía, Alejandra, con una gran sonrisa, declara:
—¡Me encanta saber que no me equivoqué contigo, Zora! Eso me recuerda, que aun tenemos mucho trabajo que hacer.
—¿Qué tienes en mente?
—Retomar nuestras actividades, por supuesto —Alejandra se ajusta dramáticamente los lentes—. Zora, ¿Qué tal si te dijera que hay pistas sobre la verdadera razón del éxito de la Federación Amazónica?
Zora queda boquiabierta ante la revelación y tarda unos segundos en asimilarla y caer en cuenta de algo importante:
—¡¿Es por esto qué mataron a tu hermana?!
—Así es —Alejandra replica con pesar—. Me acerqué demasiado y Belinda pagó el precio.
Convencida de que
están tras la pista de algo muy grande, Zora, con cierta preocupación,
advierte:
—¿Estás consciente de que, si empezamos a investigar sobre esto, nos cazarán hasta el fin del mundo?
—Lo sé —Alejandra replica con seguridad—. Pero tú misma lo dijiste cuando esa autómata casi me mata: el precio de llevar esta vida es muy alto.
—Es verdad —Zora expresa con una sonrisa desafiante—. Además, la única manera de lidiar con un mundo que no es libre es llegar a serlo de tal forma, que nuestra propia existencia sea un acto de rebelión.
El dúo sale del campo de tiro a rumbo desconocido a retomar la lucha contra la dictadura amazónica. Alejandra y Zora son dos facetas de la rebeldía, opuesta al terror del autoritarismo, aun a costa de sus propias vidas.
Comentarios
Por lo demás, una historia interesante que nos muestra a dos personajes que tienen amistad, pero que cada uno tiene diferentes personalidades.
Como sugerencia, cuenta algo más de Alejandra. De Zora has contado sus experiencias en la guerra y la pérdida del brazo, pero de Alejandra ninguna anecdota. Lo digo porque creo que quieres que ambas tengan el mismo protagonismo, pero hasta ahora me da la impresión de que Zora tiene un poco más de presencia.
el tiempo futuro y el contexto político en el que viven hace la historia interesante. Y lo veo bien escrito. Buen trabajo.
Con respecto a la altura, es una manía que tengo a la hora de describir a los personajes. Es para que el lector se haga una idea de como lucen. Pero sí, tendré eso en cuenta para la próxima.
Me ha faltado saber algo más de Alejandra, pero como dices en tu post contarás cosas de ella más adelante. Perfecto. Los diálogos están bien implementados y bien estructurados, añaden dinamismo a la historia que siempre es de agradecer.
Si tuviera que ponerle un pero al texto diría que en los dos primeros párrafos quizá falte algún punto y seguido, ya que, las frases son muy largas. Y segundo: me ha faltado un poquito más de descripción del entorno. Si corriges esas dos cosillas pienso que el texto quedaría perfecto.
Pienso que escribes muy bien y espero que mis críticas constructivas no te hayan molestado. Sigue así, saludos.
Así como a Iramesoj le dije que le faltaban descripciones, a ti te digo que sobran algunas No es que sobren para la historia, que ya has dicho que es más larga, sino que sobran así agrupadas, como con prisa por describir todo. Opinión personal, claro.
Por ejemplo, lo de la altura que te han comentado, no es relevante y podrías decir que es alta sin mencionar la medida exacta. Algo como "sólo permitían que se alistaran mujeres de más metro setenta; muchas de mis compañeras quedaron excluidas", pero, claro, tiene que haber una explicación para ese requerimiento.
En los diálogos mezclas conversación con párrafos. Por ejemplo, primera frase de diálogo, bien, pero después un párrafo para explicarnos que no le gustan las arma. Esto hace que la lectura del diálogo no sea fluida. ¿Es realmente necesario mencionar ese párrafo en el medio de los dos diálogos? Puedes hacerlo antes o después, incluso varios párrafos más abajo.
La respuesta de Zora es breve: "Soy un libro abierto. Puedes preguntar lo que quieras", sin embargo, el inciso dura varias líneas. Incluso hay un inciso dentro del inciso. Todo eso, en mi opinión, sobra porque es para describir lo que ve y nos aleja de la conversación.
A mí también me ha pasado que, cuando estoy escribiendo una escena, en mi cabeza tienen sentido ciertas cosas y creo necesario explicarlas para que el lector sepa por qué he dicho o descrito algo. Sin embargo, cuando lo releo o alguien me ha hecho un comentario al respecto, me he dado cuenta de que, efectivamente, lo que tiene sentido en mi cabeza no siempre es acertado sobre el papel.
Sigue escribiendo la historia teniendo en cuenta todos los comentarios, lo que no quiere decir que nos tienes que hacer caso. No te pares a retocar o no acabarás nunca. Saludos.
La cuestión es, que hay cosas que toda crítica y toda observación la tendré en cuenta para próximas entregas. Gracias por tus apreciaciones.
Sin embargo, en su texto no estorbaba y tuve curiosidad en saber por qué. Analizándolo, me di cuenta de que su texto era un monólogo muy largo (el relato es el monólogo entero) y que, por lo tanto, usaba comillas en lugar de guiones. Por eso el guión del segundo inciso no despistaba, no se confundía con los otros guiones.
https://www.fundeu.es/escribireninternet/la-raya-tambien-exist/
Es similar a una coma o a un paréntesis. Yo cuando veo un paréntesis en una novela me da un poco de grima. Será todo lo válido que quieras, pero a mí me corta la narración, los relaciono demasiado con textos científicos. Y en determinados casos, la coma, aunque podría encajar, tampoco aporta el grado necesario de pausa y explicación.
Yo lo veo más como un inciso dentro del turno de palabra del narrador que como un inciso dentro de un inciso. Es cierto que se entienden (y se agradecen) más en párrafos donde solo habla el narrador, ahí no confunden tanto.
Dicho esto, yo también suelo recurrir (y probablemente abusar) de estos incisos entre rayas. ¡Espero que no esté mal!
—Soy un libro abierto. Puedes preguntar lo que quieras. —replica Zora, mientras se hace una idea de la duda de Alejandra, y contempla la majestuosa vista que otorgan los numerosos rascacielos y las fortalezas aéreas —objetos voladores con forma de nave espacial— que dominan el panorama de la capital guyanesa, una auténtica ciudad futurista que paradójicamente, hace veinte años ni siquiera tenía edificios más altos de diez pisos y, lucía más como un pueblo grande que la capital de un país.
La raya está dentro del diálogo y dentro del diálogo son acotaciones. Debería separar, como dice Texas, la acotación y escribir la descripción en el siguiente párrafo. Es decir:
—Soy un libro abierto. Puedes preguntar lo que quieras. —replica Zora, mientras se hace una idea de la duda de Alejandra.
Contempla la majestuosa vista que otorgan los numerosos rascacielos y las fortalezas aéreas —objetos voladores con forma de nave espacial— que dominan el panorama de la capital guyanesa, una auténtica ciudad futurista que paradójicamente, hace veinte años ni siquiera tenía edificios más altos de diez pisos y, lucía más como un pueblo grande que la capital de un país.
Eso en el caso de que quiera dejar las rayas. Si le da igual quitarla yo simplemente reestructuraría la frase y metería la aclaración entre "comas" .
Yo habría pecado igual, sobre todo porque al ser todo parte de una misma acción de Zora (se hace una idea y contempla al mismo tiempo, o inmediatamente después), me parece más fluido describirlo en un mismo párrafo.
Sigo hablando como si estuviese dando órdenes, con imperativos. Espero que se entienda que son sugerencias, nada más, ni más correctas ni más acertadas que otras.