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¡Ojalá saber quién ha construido el nido!
Es un apocamiento personal para más que muchos,
Ya que todos me graznan y me aúllan que no,
Sin que nadie a comprenderlo me ayude.
No conocen lo que esto conlleva.
¿Quién tiene razón:
Ellos, o yo?
¿He de meditarlo,
o mejor olvidarlo?
Regreso aprisa a mi casa, llorando;
Tomo asiento y transcribo esta ajena rabia,
Al son del zumbido de la falaz radiodifusión,
Que permito que penetre en esta resuelta cabeza.
Siento algo seductor en el seso craneal,
Algo que nunca, jamás, había sentido antes.
Un tosido destrabo, y con él, escupo una avispa;
Y a seguir, se ausculta el recóndito aleteo susurrar:
En la guardería nos infundimos felicidad.
No incordies, ni prediques tu necedad
Entre el resto de infantes.
Te socorreremos con esta incorrecta actitud
A través del castigo en la cuna aislada
Que te inducirá en sueños.
—De acuerdo.
Jamás había visto un mundo con tal distorsión,
Donde se convive sabiendo sin saber vivir,
Donde una existencia frívola se nace,
Un instante corrompido se vive,
Y un siempre se fallece.
Ahora no quiero,
Sino atender al ronroneo
Que perdura y me bisbisea:
En la guardería nos infundimos felicidad.
No incordies, ni prediques tu necedad
Entre el resto de infantes.
Te socorreremos con esta incorrecta actitud
A través del castigo en la cuna aislada
Que te inducirá en sueños.
—¿Tengo un nido de avispas en el cerebro?
Comentarios
Sobre el poema, de algún modo insinúa que en nuestra educación se nos puede cercenar el propio criterio. Eso por desgracia es cierto y ha de evitarse, pero no opino lo mismo que tú respecto a que nuestra conciencia innata sea "sana".
La genética, indudablemente, tiene la fuerza natural de calar y de quedarse, para siempre, en lo que se está engendrado. Sin embargo, cada individuo trae consigo una identificación personal, exclusiva, como pueda ser, como es en realidad la huella dactilar.
El vientre de tu madre te va construyendo, te va queriendo, te va mimando desde el principio de ser concebido, hasta que llega el momento de salir a la vida, previa rotura umbilical. A partir de ahí, la naturaleza de tu ser, la idiosincrasia de tu carácter las van fabricando los avatares, desde la gomilla de tu biberón hasta la más mínima contingencia.
Partiendo de la base de que el ser humano nace imperfecto, toda congetura representa una novedad.