Dame la mano, amor, que no podemos descansar todavía. Tendrás que recorrer conmigo el tiempo; mira cuánta distancia hasta la nieve, cuántos copos de tierra para olvidar los ojos del pasado y encontrar el mañana con un beso en la boca.
Ya sé que estás herido; que te fatiga atravesar la noche y tienes miedo de que, al final, nos aguarde tan sólo la tristeza.
Ya sé que te rendiste muchas veces al sol que deshidrata todos los corazones; pero yo te he salvado trayendo un fresco arroyo hasta tus venas.
Si no puedes con todo te llevaré en los brazos. Has visto que soy fuerte y que puedo arrasar todo el abismo.
Mataré los jaguares si se atreven a acercarse a nosotros. Antes de que emprendiéramos el viaje cogí todas las armas que tú me regalaste y me mentalicé para la lucha.
Puedo con el desdén de las anémonas, con la desilusión de todos los reptiles, con la envidia mortal del aguacero.
Apóyate en mi hombro. A mí nada me agota, ni siquiera la lluvia.
Hace tiempo te había prometido muchos poemas de amor y -ya ves- no podía escribirlos. T Tú estabas junto a mí y es imposible escribir sobre lo que se tiene. Lo que se tiene siempre es poesía. Pero ya han comenzado a unirnos cosas definitivas: hemos vivido la misma soledad en cuartos separados -sin saber nada el uno del otro-, tratando -cada uno en su sitio- de recordar cómo eran los gestos de nuestras caras que de pronto se juntan con aquellas que ya creíamos perdidas, desdibujadas, de los primeros años. ... Heberto Padilla
El amor empieza cuando se rompen los dedos y se dan vuelta las solapas del traje, cuando ya no hace falta pero tampoco sobra la vejez de mirarse, cuando la torre de los recuerdos, baja o alta, se agacha hasta la sangre.
El amor empieza cuando Dios termina Y cuando el hombre cae, mientras las cosas, demasiado eternas, comienzan a gastarse, y los signos, las bocas y los signos, se muerden mutuamente en cualquier parte.
El amor empieza cuando la luz se agrieta como un muerto disfrazado sobre la soledad irremediable.
Porque el amor es simplemente eso: la forma del comienzo tercamente escondida detrás de los finales.
Decirte que te amo es una historia de mustias obviedades. Sería preferible que leyeses amores novedosos, canciones que mitiguen por las noches tus raptos de inocencia. Mis trajes de soldado no son más que miedo a la batalla. Y peores mis trajes de turista, como si la aventura de las calles pudiera seducirme. Por si no lo sabías nunca logré emigrar, sigo habitando en sábanas, las mismas que humedecí de niño cuando aún no te amaba y todavía no había mojado tus sábanas. Mi única destreza es protegerme. Decirte que me ames es un pleito de lenguajes más hábiles que el mío. No sé nada de espejos, no entiendo una sonata, callar es la virtud que no merezco. Ojalá te bastasen las delicias de los mundos y las tardes que no me pertenecen. Decir te amo suele ser asunto de obvias melancolías.
Hace tiempo te había prometido muchos poemas de amor y -ya ves- no podía escribirlos. Tú estabas junto a mí y es imposible escribir sobre lo que se tiene. Lo que se tiene siempre es poesía. Pero ya han comenzado a unirnos cosas definitivas: hemos vivido la misma soledad en cuartos separados -sin saber nada el uno del otro-, tratando -cada uno en su sitio- de recordar cómo eran los gestos de nuestras caras que de pronto se juntan con aquellas que ya creíamos perdidas, desdibujadas, de los primeros años. ...
Supón que te desnudo con besos y sonrisas, conjuro tus fantasmas, asalto tu desvelo, amanezco en tu sombra, y me marcho, y me juras -dentro de un orden, claro- fidelidad eterna.
Los rayos de luz que entran sin permiso por los agujeros de la persiana dibujan tu silueta en la pared. Eres un montón de puntos amarillos, pequeñas estrellas vomitadas por mi nostalgia, creando una imagen de ti que ni siquiera mereces. En el azul pintando con prisas de la habitación eres el garabato de ese hijo que no nació por miedo a perdernos.
Apenas tiro de la cuerda levemente y desapareces, te traga la oscuridad de un viernes que amanece por inercia, frío, como si el invierno hubiera decidido quedarse mientras tu te marchabas calle abajo.
Por la casa tropiezo a cada segundo con tus recuerdos, me miran los cuchillos afilados de la cocina con la envidia de una herida que no les pertenece. Tiembla tu taza de café en la encimera esperando madrugar entre tus labios, mientras cinco mosquitos que soñaron ser aviones pudren las manzanas de todos mis pecados.
Despertar sin ti es como madrugar dos veces.
En las perchas de tu armario, tus fantasmas juegan a pervertir cualquier atisbo de olvido, hoy llevas el vestido negro que me regalé a mi mismo para poder arrodillarme a lamer el cielo cuando la lluvia nos llevaba la contraria. Sin bragas y con los zapatos altos de tacón que hacían de cada peldaño las tecla afinadas de un steinway & sons.
La mujer que contesta a tu teléfono una y otra vez repite como un eco la misma frase (el número marcado no existe) - ¿ Si no existe porque lo tengo en la cabeza? Le grito. Pero ella desaparece. Supongo que no tiene esa respuesta.
Mama dice que no hay nada más terrible que llorar hacía dentro. Que cada lágrima que no soltamos llena un vaso invisible que tenemos en el alma hasta que llega el fatídico momento que el alma se ahoga.
Mamá no tiene alma desde que murió mi padre. Y yo voy camino de ser una isla en mitad de una playa donde nunca baja la marea.
Te odio, te odio como se odian los domingos por la tarde, o las canciones en bucle que oyen los vecinos, te odio como odian los cumpleaños las actrices de hollywood, como se odian las verdades en los hospitales y los chistes en los velatorios. Te odio, te odio de ese modo tan profundo, que solo es capaz de odiar quien te quiere todavía.
«No sé si [la poesía] resulta de mucha o poca ayuda para soportar el dolor y las carencias. Pero no hay nada más y, si esto es triste, mucho más triste es la intemperie sin los versos.»
Comentarios
explicar con palabras de este mundo
Dame la mano, amor, que no podemos...
Dame la mano, amor, que no podemos
descansar todavía.
Tendrás que recorrer conmigo el tiempo;
mira cuánta distancia hasta la nieve,
cuántos copos de tierra
para olvidar los ojos del pasado
y encontrar el mañana
con un beso en la boca.
Ya sé que estás herido;
que te fatiga
atravesar la noche
y tienes miedo
de que, al final,
nos aguarde tan sólo la tristeza.
Ya sé que te rendiste
muchas veces al sol que deshidrata
todos los corazones;
pero yo te he salvado
trayendo un fresco arroyo hasta tus venas.
Si no puedes con todo
te llevaré en los brazos.
Has visto que soy fuerte
y que puedo arrasar todo el abismo.
Mataré los jaguares si se atreven
a acercarse a nosotros.
Antes de que emprendiéramos el viaje
cogí todas las armas
que tú me regalaste
y me mentalicé para la lucha.
Puedo con el desdén de las anémonas,
con la desilusión
de todos los reptiles,
con la envidia mortal del aguacero.
Apóyate en mi hombro.
A mí nada me agota,
ni siquiera la lluvia.
"De este largo viaje hacia la lluvia"
MARÍA LUISA MORA ALAMEDA
y -ya ves- no podía escribirlos. T
Tú estabas junto a mí y es imposible escribir sobre lo que se tiene.
Lo que se tiene siempre es poesía.
Pero ya han comenzado a unirnos cosas definitivas:
hemos vivido la misma soledad en cuartos separados
-sin saber nada el uno del otro-,
tratando -cada uno en su sitio-
de recordar cómo eran los gestos de nuestras caras
que de pronto se juntan con aquellas que ya creíamos perdidas,
desdibujadas, de los primeros años.
...
Heberto Padilla
Julia Prilutzky.
Karmelo C. Iribarren
Elsa Cross.
Marina Tsvatáieva
los dedos
y se dan vuelta las solapas del traje,
cuando ya no hace falta pero tampoco
sobra
la vejez de mirarse,
cuando la torre de los recuerdos, baja o
alta,
se agacha hasta la sangre.
El amor empieza cuando Dios termina
Y cuando el hombre cae,
mientras las cosas, demasiado eternas,
comienzan a gastarse,
y los signos, las bocas y los signos,
se muerden mutuamente en cualquier
parte.
El amor empieza
cuando la luz se agrieta como un
muerto disfrazado
sobre la soledad irremediable.
Porque el amor es simplemente eso:
la forma del comienzo
tercamente escondida
detrás de los finales.
Roberto Juarroz
Andrés Neuman
poemas de amor y -ya ves- no podía escribirlos.
Tú estabas junto a mí
y es imposible escribir sobre lo que se tiene.
Lo que se tiene siempre es poesía.
Pero ya han comenzado a unirnos cosas
definitivas: hemos vivido la misma soledad
en cuartos separados
-sin saber nada el uno del otro-,
tratando -cada uno en su sitio- de recordar
cómo eran los gestos de nuestras caras
que de pronto se juntan con aquellas
que ya creíamos perdidas, desdibujadas,
de los primeros años.
...
Heberto Padilla
Idea Vilariño
con besos y sonrisas,
conjuro tus fantasmas,
asalto tu desvelo,
amanezco en tu sombra,
y me marcho,
y me juras
-dentro de un orden, claro-
fidelidad eterna.
María Rosal
Emily Dickinson
Eosofobia
por los agujeros de la persiana
dibujan tu silueta en la pared.
Eres un montón de puntos amarillos,
pequeñas estrellas vomitadas por mi nostalgia,
creando una imagen de ti
que ni siquiera mereces.
En el azul pintando con prisas de la habitación
eres el garabato de ese hijo
que no nació por miedo a perdernos.
Apenas tiro de la cuerda levemente y desapareces,
te traga la oscuridad de un viernes que amanece por inercia,
frío, como si el invierno hubiera decidido quedarse
mientras tu te marchabas calle abajo.
Por la casa tropiezo a cada segundo con tus recuerdos,
me miran los cuchillos afilados de la cocina
con la envidia de una herida que no les pertenece.
Tiembla tu taza de café en la encimera
esperando madrugar entre tus labios,
mientras cinco mosquitos que soñaron ser aviones
pudren las manzanas de todos mis pecados.
Despertar sin ti es como madrugar dos veces.
En las perchas de tu armario,
tus fantasmas juegan a pervertir cualquier atisbo de olvido,
hoy llevas el vestido negro que me regalé a mi mismo
para poder arrodillarme a lamer el cielo
cuando la lluvia nos llevaba la contraria.
Sin bragas y con los zapatos altos de tacón
que hacían de cada peldaño
las tecla afinadas de un steinway & sons.
La mujer que contesta a tu teléfono una y otra vez
repite como un eco la misma frase
(el número marcado no existe)
- ¿ Si no existe porque lo tengo en la cabeza? Le grito.
Pero ella desaparece.
Supongo que no tiene esa respuesta.
Mama dice que no hay nada más terrible
que llorar hacía dentro.
Que cada lágrima que no soltamos
llena un vaso invisible que tenemos en el alma
hasta que llega el fatídico momento que el alma se ahoga.
Mamá no tiene alma desde que murió mi padre.
Y yo voy camino de ser una isla en mitad de una playa
donde nunca baja la marea.
Te odio,
te odio como se odian los domingos por la tarde,
o las canciones en bucle que oyen los vecinos,
te odio como odian los cumpleaños las actrices de hollywood,
como se odian las verdades en los hospitales
y los chistes en los velatorios.
Te odio,
te odio de ese modo tan profundo,
que solo es capaz de odiar
quien te quiere todavía.
Ernesto Pérez Vallejo
Irene Sánchez Carrón.