Los clásicos son buenos por el lenguaje empleado, por el tema novedoso, por el interés que suscitan, por su universalidad, por la cultura que contienen, etc. Ahora, cualquiera es escritor. Escribe cualquier cosa. Sin embargo, para que una obra perdure, ha de ponerse en ella los cinco sentidos, ha de ser entretenida y que valga la pena leerla. Desde luego, es mejor leerse a Tolstoi que a cualquier escritor que está hora en el candelero que escribe libros como churros. Un clásico no lo es por su carácter efímero, como lo que hay ahora en las librerías sino por su calidad de obra imperecedera. Porque hay mucho trabajo detrás, no un mero marketing que apoye la obra.
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