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Aveces no sé qué decir

pessoapessoa Gonzalo de Berceo s.XIII
Eran dos hermanos que siempre estaban discutiendo no sé por qué pero puede ser porque los dos eran escorpios y criticones, muy criticones, no se les escapaba nada. Todo lo analizaban y luego lo ponían del revés. Se ponían del revés ambos tantas veces que a veces no se conocían. Manolín robó una vaca del matadero y la metió en el frigo como pudo y se la fue comiendo poco a poco. Dormir es un buen invento. Sirve para sustraerse del mundo por un rato pero ni te enteras; luego, el monstruo sigue ahí. Las putas deben disfrutar algo su oficio, si no se meterían secretarias o molineras, vete tú a saber. La vida pasa y nos deja la piel como un higo seco, eso ya lo dijo Esopo en su tiempo, casi no hace falta repetirlo. La vida es una eterna repetición, quién lo duda.
La primera guerra mundial pilló desprevenidos a los que querían la paz y la segunda, a los que no pensaron jamás de la barbarie humana. Pero todo avanza y todo pasa. Marco Aurelio luchó contra los germanos y le dio tiempo a escribir sus meditaciones. Hay que ser sabio y prudente y la ciencia es la madre de la ciencia.
Los dos hermanos escorpios duermen ya porque es muy tarde y cuando paso por tu puerta pongo la oreja y escucho y oigo decir a tu madre que eres guarra y comes mucho.

Comentarios

  • pessoapessoa Gonzalo de Berceo s.XIII

    Cuando Pablo llegó a Canarias no dejó de sorprenderle la vegetación distinta que veían sus ojos. Distinta a la península, claro. Había unas plantas bulbosas y de hoja dura a la entrada del hotel y también diseminadas por el paseo que dieron Paloma y él todas las tardes después de venir de la playa. Muchas cosas le parecieron distintas de la península allí en Las Palmas, donde pasaron una semana decisiva en sus vidas. No en vano, estaban, digamos, en la jurisdicción geográfica de África y algo querría decir esa situación.

    En las pasiones que se levantaron entre ellos dos aquella semana tuvo algo que ver el enclave africano de la isla. O eso es lo que llegó a creer Pablo.

    El acento hablado del español usado por los habitantes insulares y su espíritu burlón y pachanguero también tuvo que ver en que a Pablo le dejara de atraer Paloma, esa chica que había conocido hace tres años y de la que no sabía apenas nada hasta que vino con ella a esta reducida extensión de tierra rodeada de mar.

    Y comprobar cómo difería el carácter de Paloma con este vergel de palmeras y de coas distintas hizo que entre ella y él se creara un abismo. Pero todo empezó a surgir muy despacio.

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