A veces, una densa niebla envuelve mi casa de madrugada, como si quisiera acariciarla con discreta intensidad. Yo lo se, porque la noche es mi compañera, y como casi no necesito dormir, suelo bajar al porche acristalado al que se accede desde la sala, y que da a un pequeño terreno que tengo en la parte trasera.
Alli me siento con una copa de oporto, y mientras enciendo un cigarrillo escucho el susurro del silencio, que me rodea casi abrazandome..
Y entonces siento que la noche me pertenece, tan solo porque comprendo su oscuro y profundo significado.
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