Quién no recuerda el trastorno obsesivo compulsivo mientras se repite, una y mil veces, no volveré a caer, otra vez no. Tampoco hay que hacer leña del árbol caído y es bueno ser un obseso confeso a la luz del mercado ambulante. “Els encants” hacia allí me fui con los elefantes en miniatura pastando por mis sesos, haciendo señales de humo a los transeúntes, que vieron cómo se iba una mirada tras repasar la lista ( papel higiénico; desinfectante para el baño; ah y recuerda comprar el salchichón; por cierto, no quisiera olvidarlo, recuerda llamar a Sonia o de lo contrario… ya sabes pensará… ). La repetición de la lista terminó con un sueño.
-¿Cómo es posible que no tengan elefantes?
-Sabe usted, tengo mucha faena -y sin mediar más palabra giró el rostro, a la vista quedó el pandero de la gitana, que vendía collares y pulseritas.
Todo menos elefantes. Me sorbían los sesos interminables pilas de libros, Cds, vinilos, samarretas del che, y de todo dios. No había elefantes a la venta cuando cambió el semáforo.
– ¡Hombre, que está rojo, fíjese que vino un coche! -me increpaba una anciana, que paseaba a sus muertos.
Y supongo que nada dije porque siguió gritándome:
-mal-educa-dooooooo… -sonaba lejos cómo una canción de Bob Dylan repetida en noches de borrachera.
Desaparecí entre las calles con la idea del pandero entre las manos, mientras pensaba que el mercado es la deposición de una obsesión inagotable, resistiendo a más de un millón y medio de elefantes.
Comentarios
Saludos, gracias
me alegro de que lo hayas disfrutado el texto. Tomo buena nota de lo que señalas, en el aspecto formal; lo descuide un poco. Nunca doy un texto por acabado y con el tiempo los voy puliendo, así que me será de utilidad tu aportación. Gracias.
Un saludo
me alegro de que te sorprenda, y mis gracias por tu aportación
saludos
¡Cuánto tiempo! Me alegro de volver por aquí a compartir. Gracias por la visita.
Nos leemos
Un saludo
saludos Dino