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Comentarios

  • SarasvatiSarasvati Fernando de Rojas s.XV
    editado mayo 2015
    La piedra ya no es de piedra

    Hubo un tiempo en que la piedra era piedra
    y una cara en la calle era un rostro perfecto
    Entre esto, yo misma y Dios
    hubo un instante de simetría
    Desde que has alterado todo mi mundo, esta trinidad se ha perturbado.

    La piedra ya no es de piedra
    Y los rostros, como en los sueños, son incompletos
    hasta en el rostro inmaduro del niño
    reconozco tus ojos perdidos.
    El soldado sube la escalera resplandeciente dejando tras él tu sombra.

    Esta noche, la habitación duerme desgarrada
    enmarañada por ti bajo la luz de las estrellas.

    Carson McCullers
  • juanchojuancho Francisco de Quevedo s. XVII
    editado mayo 2015
    BALADA DEL MAL GENIO

    Hay días en que siento una desgana
    de mí, de ti, de todo lo que insiste en creerse
    y me hallo solidariamente cretino
    apto para que en mí vacilen los rencores
    y nada me parezca un aceptable augurio.

    Días en que abro el diario con el corazón en la boca
    como si aguardara de veras que mi nombre
    fuera a aparecer en los avisos fúnebres
    seguido de la nómina de parientes y amigos
    y de todo indócil personal a mis órdenes.

    Hay días que ni siquiera son oscuros
    días en que pierdo el rastro de mi pena
    y resuelvo las palabras cruzadas
    con una rabia hecha para otra ocasión
    digamos, por ejemplo, para noches de insomnio.

    Días en que uno sabe que hace mucho era bueno
    bah tal vez no hace tanto que salía la luna
    limpia como después de jabón perfumado
    y aquello si era auténtica melancolía
    y no este malsano, dulce aburrimiento.

    Bueno, esta balada sólo es para avisarte
    que en esos pocos días no me tomes en cuenta.

    Mario Benedetti
  • SarasvatiSarasvati Fernando de Rojas s.XV
    editado junio 2015
    Alta hora de la noche

    Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre
    Porque se detendría la muerte y el reposo
    Tu voz que es la campana de los cinco sentidos
    Sería el tenue faro buscado por mi niebla
    Cuando sepas que he muerto di sílabas extrañas
    Pronuncia flor, abeja, lágrima, pan, tormenta
    No dejes que tus labios lleven mis once letras
    Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio
    No pronuncies mi nombre cuando sepas que he muerto
    Desde la oscura tierra vendría por tu voz
    No pronuncies mi nombre
    No pronuncies mi nombre
    Cuando sepas que he muerto no pronuncie mi nombre

    Roque Dalton

  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado junio 2015
    Orillas

    Afuera ladra un perro

    a una sombra, a su eco
    o a la luna
    para hacer menos cruel la distancia.

    Siempre es para huir que cerramos
    una puerta,
    es desierto la desnudez que no es promesa

    la lejanía
    de estar cerca sin tocarse
    como bordes de la misma herida.

    Adentro no cabe adentro,

    no son mis ojos
    los que pueden mirarme a los ojos,
    son siempre los labios de otro
    los que me anuncian mi nombre.

    Hugo Mujica nació en Buenos Aires en 1942




  • juanchojuancho Francisco de Quevedo s. XVII
    editado junio 2015


    Hoy habrá plenilunio, luna llena, cielo inconstelado con un boquete de luz en medio – ombligo intacto y glorioso -. No dejaremos de venir aquí en la noche. En la taza de café del firmamento, flotará indisoluble, ingrávido, el terrón de azúcar de la luna. Y todo será poesía, amigo mío. Nosotros previviremos una supervida, quizá verdaderamente futura donde todos los hombres serán hermanos y abstemios, y vegetarianos, y teósofos, y deportistas. Y la luna de azúcar se nos hará una dulzura horrible en la boca. Y una nube del color del café con leche ¿qué será? Es posible que no sea nada. O quizá sea ella un verso de Neruda. O quizás una costa de signo, patria de Amara, sueño de Eguren. O si prefieres, simplemente una nube del color de café con leche – para algo tenemos dieciséis años y el bozo crecido.”

    La casa de cartón (1928) de Martín Adán.



  • juanchojuancho Francisco de Quevedo s. XVII
    editado junio 2015


    Esto de imaginar si está en su casa,
    si salió, si la hablaron, si fue vista;
    temer que se componga, adorne y vista,
    andar siempre mirando lo que pasa;

    temblar del otro que de amor se abrasa,
    y con hacienda y alma la conquista;
    querer que al oro y al amor resista,
    morirme si se ausenta o si se casa;

    celar todo galán rico y mancebo,
    pensar que piensa en otro si en mí piensa
    rondar la noche y contemplar el día,

    obliga, Marcio, a enamorar de nuevo;
    pero saber cómo pasó la ofensa,
    no sólo desobliga, mas enfría.

    Lope De Vega



  • juanchojuancho Francisco de Quevedo s. XVII
    editado junio 2015


    –Desde antes del Tiempo, Dios me espera;

    Que me es, sin vaticinio, el sumo vate

    El que inventó el latido porque late

    La substancia que soy, bruta, primera.
    Y tal substancia es de Él, a mano fiera,

    A mano torpe, a mano que se abate...

    ¡Rigor de mío y lascivia y dislate!...

    ¡Arcilla suya, ruín, blanda, postrera!...
    Postrera siempre; y no... que abre sonrisa

    Subintrante y tenaz, de linfa a brisa,

    En faz de masa de eterno y de ahora.
    ¡Vete, pues, Pegadizo Ángel, alante...

    Que Dios me está esperando en cada instante!...

    ¡Al ente divinal, por Su demora!...


    Martín Adán



  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado junio 2015




    Al estilo de los convulsionarios
    En aquel París del siglo XVIII


    Desde que nací estoy en crisis, le dije a Dionisia Buffon,
    cuya conducta fue de pronto como la de los convulsionarios
    en aquel París doliente y equívoco del siglo XVIII:
    muy supersticiosa, tocada por el impulso
    de un espíritu lujurioso, tal vez
    clásico, y vorazmente carnívora: polvo y carne y sombra,
    desde que nací estoy en crisis,
    no somos ¿casi nada?, sombra y carne y polvo.

    Desde que nací estamos en el aire, todo es confuso
    y convulso como aquella luz invisible que se estremece
    en la mirada de Dios: —Estoy en crisis, aún estamos, estoy en crisis,
    le dije una vez más a Dionisia Buffon, la reina
    de los que van y vienen a través del anillo de su locura.

    Ese reino muerto vive todavía en los ojos
    de Dionisia, cuya conducta seguirá siendo como la de los convulsionarios
    en aquel París equívoco, insufrible y esquivo del siglo XVIII:
    muy supersticiosa como si se hubiese descubierto a sí misma
    en las profundidades de un libro de piedra.

    —No sufras, amor mío, porque no vale la pena y yo también estoy en crisis
    desde antes de nacer, desde mucho antes, como la espuma
    del mar más antiguo y antes del vuelo sinuoso
    del único, aquel mar de siempre, el que viene de muy lejos.
    Tú dices que soy vorazmente carnívora en lo diurno
    y lo nocturno, y es muy cierto: soy polvo y carne y sombra
    desde que vine al Mundo, aún estamos en crisis
    y no somos más que sombra, carne y polvo.
    Bendita sea la crisis: esta pobre mano, el pie, la pobre vida,
    ¿dónde está el pie que nunca dejará de pedir su limosna?
    Tal vez debamos observar la calma de los dioses a lo lejos, más allá de la espuma.

    Hernán Lavín Cerda




  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado junio 2015


    LAS MUJERES DE CALLE BALMACEDA


    (A mi abuela, que vivió cien años)

    Las niñas de Balmaceda
    no arrullan muñecas Barby
    no promocionan pañales de papel
    ni van a la catedral los sábados
    a compartir la hostia de los ricos
    Mecen a sus hermanos
    tejen coronas con ramas de sauce
    y son inmensamente felices
    tanto / tanto /que se olvidan del hambre y del olvido
    Las muchachas de Balmaceda
    se casan en abril
    con hombres que conocieron en marzo
    hombres de manos ásperas
    que las doblan en edad y en tristeza
    Las mujeres de Balmaceda
    crían hijos en el polvo y para el polvo
    crían los suyos
    los de otras
    y los lanzan
    como plumas al río
    que va a ninguna parte
    Aman a hombres de piedra
    aman como van al mercado / en bicicleta
    y luego envejecen alrededor del brasero
    cebando mates al anochecer
    mates que humedecen e iluminan
    las historias simples de la cuadra
    No conocen los espejos
    se peinan con esqueletos de pescado
    y lloran / lloran / lloran
    porque sus lágrimas refrescantes
    renuevan los surcos resecos de la cara
    No saben de letras
    de filosofía ni de liberación
    se queman las pestañas zurciendo calcetines
    son especialistas en química de ollas
    y Mesías / para repartir un plato vacío
    entre veinte chiquillos hambrientos

    Rodrigo Jara Reyes



  • juanchojuancho Francisco de Quevedo s. XVII
    editado julio 2015


    Cantemos al dinero

    Cantemos al dinero
    con el espíritu de la navidad cristiana.
    No hay nada más limpio que el dinero,
    ni más generoso, ni más fuerte.
    El dinero abre todas las puertas;
    es la llave de la vida jocunda,
    la vara del milagro,
    el instrumento de la resurrección.
    Te da lo necesario y lo innecesario
    el pan y la alegría.
    Si tu mujer está enferma puedes curarla,
    si es una bestia puedes pagar para que la maten.
    El dinero te lava las manos
    de la injusticia y el crimen,
    te aparta del trabajo,
    te absuelve de vivir.
    Puedes ser como eres con el dinero en la bolsa,
    el dinero es la libertad.
    Si quieres una mujer y otra y otra, cómpralas,
    si quieres una isla, cómprala,
    si quieres una multitud, cómprala.
    (Es el verbo más limpio de la lengua: comprar.)
    Yo tengo dinero quiere decir me tengo.
    Soy mío y soy tuyo
    en este maravilloso mundo sin resistencias.
    Dar dinero es dar amor.

    ¡Aleluya, creyentes,
    uníos en la adoración del calumniado becerro de oro
    y que las hermosas ubres de su madre nos amamanten!

    JAIME SABINES


  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado julio 2015
    Insolencia de la forma desgarrada


    Alguien
    Ha
    Muerto
    en
    Mi
    Y
    Yo
    He
    Muerto
    en
    alguien.
    “Alguienes”
    Hemos
    Muerto
    De
    Una
    Soledad
    Todo
    En
    el
    Mundo
    es
    Una
    Soledad
    O un
    Fantasma
    hambriento
    Tu
    Eres
    Un
    Fantasma
    En
    La
    Raíz
    De
    Mis
    Huesos
    donde
    Yo
    Existo
    A
    Veces
    cuando
    Llueve
    Y
    Se
    Agrieta
    Loca
    la serpiente
    Que
    Se traga
    mi corazón.

    María Victoria dentice


  • JuliaCastroJuliaCastro Anónimo s.XI
    editado julio 2015
    Irás naciendo poco
    a poco, día a día.
    Como todas las cosas
    que hablan hondo, será
    tu palabra sencilla.

    A veces no sabrán
    qué dices. No te pidan
    luz. Mejor en la sombra
    amor se comunica.

    Así, incansablemente,
    hila que te hila.

    José Hierro, El libro
  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado julio 2015



    HABÍA UNA VEZ UN HOMBRE

    Ayer estaba leyendo un libro de cuentos, esos
    en donde la princesa besa al sapo
    y se convierte en calabaza.

    No, no era así.

    Donde el sapo besa a la calabaza
    y se convierte en princesa.

    No, no creo que el sapo haya querido
    el lado femenino,

    más bien, el sapo, podría ser casi justo
    y llamarse a sí mismo hombre verde.

    Pero esa es otra historia. Sí.

    Esa es la historia del Increíble Hulk:

    - “Había una vez, un hombre nervioso que se ponía verde cada vez que
    le hacían notar que una transición no se rebuzna,
    se concibe...”

    Yanina Magrini



  • QuintiQuinti Juan Boscán s.XVI
    editado julio 2015
    1

    Baja desde el futuro un tufo a crimen ecuménico
    el mono horrible de la muerte espesa
    remontando la selva calcinada que muestra el vaticinio
    amanece jugando sobre los hombros del presente infectado
    el mono horrible con su mueca colorada epiléptica
    tira de las orejas a américa a asia a europa
    retuerce la nariz al rostro occidental
    mete los dedos en los ojos de oriente
    y atormenta a la hoja del calendario que esta noche
    con la unción del terror arrancamos entre silencio
    desciende avanza esa bufatarada de infortunio
    es como un tren de pudre que recula hacia ahora
    con el furgón de cola cubierto de gusanos
    y la locomotora vociferando ardiendo
    diluvia una nación de llamaradas gigantescas
    sofoca el hondo amago de los hongos horrendos
    nos refuta la visión entrevista de un dolor general desde donde
    como avispas locas emanarán las quejas metálicas
    imágenes de pueblos derritiéndose como azúcar morena
    un fragor de infinito final de lumbre extraordinaria
    un resuello vastísimo como un átono coro
    que interpretara augusto a las incalculables agonías

    entre la urdimbre de lianas de los congresos de la paz
    entre la fronda pantanosa de la bolsa del armamento
    ágil y alucinante peludo apocalíptico baja desde el futuro
    avanza el mono horrible de la muerte avanza oliendo
    a multitudes agrietadas a naciones recubiertas de astillas
    el mono llega haciendo cabriolas se detiene y restriega
    en la epidermis del presente su bárbara pelambre
    y se masturba cínico colgado del horror que anticipa
    péndulo sonriente y espantoso miradlo

    el tiempo se ha caído en un embudo loco
    y gira y se revuelve y se transforma en una gelatina
    que hiede al tenso crimen que estalla en el futuro
    el tiempo desconchado desordenado avanza y retrocede
    se contrae y se expande perdidas sus bisagras
    como un motín de puertas al abordaje del vacío
    el tiempo retorcido sin brújulas ni mandos
    clama eructa enloquece y a los pies del presente
    descompuesto vomita sus venideras hecatombes.

    2

    (Tenemos miedo. Tenéis miedo.
    Nosotros, para quienes ni existe
    la calderilla del poder, subimos
    por la espina dorsal del miedo.
    Vosotros, a quienes el poder os ha servido
    matinalmente junto al desayuno,
    descendéis por la espina dorsal del miedo.
    Tenemos miedo. Tenéis miedo.
    Pero mientras que nuestro espanto
    segrega miradas circulares, busca
    grietas de humanidad a lo largo de la amenaza,
    vuestro pánico graso solamente rezuma
    venalidad y odio. Nuestro miedo
    es igual que un antílope en el bosque incendiado;
    el vuestro, un gato oscuro, arrebujado de arañazos.
    Nuestras manos hinchadas de terror
    buscan únicamente manos;
    las vuestras buscan mapas,
    y tórridos decretos y fusiles.

    Tenemos miedo. Tenéis miedo. El nuestro
    es apesadumbrado y deambulante;
    el vuestro, acorazado y tumefacto. Todavía,
    pulpos de hipocresía, salamandras bursátiles,
    todavía hay clases entre los espantados. Todavía
    hay diferencias de matiz que advierten
    la víctima en un miedo y en el otro la hiena.)


    Félix Grande
  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado julio 2015



    Koyu Abe siembra una semilla de girasol en los jardines del templo de Genji

    Koyu Abe, con rigurosa túnica negra,
    alta y rapada la cabeza
    llano el ceño
    siembra una semilla de girasol en los jardines del templo de Genji.

    Con parsimonia deposita la pequeña cáscara repleta
    de luz en potencia
    de futuros asombros
    en un cuenco cavado entre la tierra.

    La cubre con una pequeña pala
    la riega con una regadera anaranjada.

    Pasa la brisa sobre los jardines del templo de Genji
    la siente Koyu Abe en sus manos salpicadas por el agua.

    En una bolsa de tela colgada en el regazo lleva
    unas decenas o cientos de semillas.

    Es aún muy de mañana y sembrar cada una es su tarea
    y cubrirla
    y regarla con su regadera anaranjada.

    Un millón de girasoles habrán de alfombrar pronto los jardines de Genji y los huertos aledaños.

    Monjes, campesinas,
    todos habrán de tener manos humedecidas por el agua que riega los futuros
    asombros amarillos de los niños,
    las que serán luces piadosas para ojos extenuados.

    Koyu Abe no conoce a Van Gogh, mas pinta girasoles con su pala.
    Koyu Abe, cuya mirada divisa, en lontananza, los perfiles grisáceos de los silos nucleares.

    A la vera de Fukushima se levantan los jardines del templo de Genji
    y es preciso purificar el cielo, purificar las aguas, purificar el suelo, purificar los soles sembrando girasoles.

    No es un efecto estético, me dice Koyu Abe, en el silencio de la imagen:
    las raíces absorben los metales pesados
    y del veneno nace, como si tal, la flor.

    Mas es verdad que también la belleza purifica
    por sí misma,

    acota el holandés, saliendo del silencio de la tela,
    y Koyu Abe me extiende una bolsa de semillas
    de cáscaras repletas de diminuta luz.

    La enorme regadera anaranjada
    me la alcanza Van Gogh.

    Gabriel Chávez Casazola (Bolivia, 1972)



  • juanchojuancho Francisco de Quevedo s. XVII
    editado julio 2015


    … gracias por la poesía que dejan a su paso.


    Mundo mágico



    Tengo que darles una noticia negra y definitiva
    Todos ustedes se están muriendo
    Los muertos la muerte de ojos blancos las muchachas de ojos rojos
    Volviéndose jóvenes las muchachas las madres todos mis amorcitos
    Yo escribía
    Dije amorcitos
    Digo que escribía una carta
    Una carta una carta infame
    Pero dije amorcitos
    Estoy escribiendo una carta
    Otra será escrita mañana
    Mañana estarán ustedes muertos
    La carta intacta la carta infame también está muerta
    Escribo siempre y no olvidaré tus ojos rojos
    Es todo lo que puedo prometer
    Tus ojos inmóviles tus ojos rojos
    Es todo lo que puedo prometer
    Cuando fui a verte tenía un lápiz y escribí sobre tu puerta
    Esta es la casa de las mujeres que se están muriendo
    Las mujeres de ojos inmóviles las muchachas de ojos rojos
    Mi lápiz era enano y escribía lo que yo quería
    Mi lápiz enano mi querido lápiz de ojos blancos
    Pero una vez lo llamé el peor lápiz que nunca tuve
    No oyó lo que dije no se enteró
    Sólo tenía ojos blancos
    Luego besé sus ojos blancos y él se convirtió en ella
    Y la desposé por sus ojos blancos y tuvimos muchos hijos
    Mis hijos o sus hijos
    Cada uno tiene un periódico para leer
    Los periódicos de la muerte que están muertos
    Sólo que ellos no saben leer
    No tienen ojos ni rojos ni inmóviles ni blancos
    Siempre estoy escribiendo y digo que todos ustedes se están muriendo
    Pero ella es el desasosiego y no tiene ojos rojos
    Ojos rojos ojos inmóviles
    Bah no la quiero

    Emilio Adolfo Westphalen




  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado julio 2015
    Gracias a ti, juancho, porque te gusta la poesía y te haces preguntas continuas sobre esta... como si no estuviera todo dicho y no hubiese una verdad irrefutable...



    Mi madre trabaja en una fábrica de conservas

    Mi madre trabaja en una fábrica de conservas.
    Un día mi madre me dijo:
    el amor es una sardina en lata. ¿Tú sabes
    cómo se preparan las conservas
    en lata?
    Un día mi madre me dijo: el amor es una obra de arte
    en lata.
    Hija,
    ¿sabes de donde vienes? Vienes
    de un vivero de mejillones
    en lata. Detrás de la fábrica, donde se pudren
    las conchas
    y las cajas de pescado. Un olor imposible, un azul
    que no vale. De allí vienes.

    ¡Ah!, dije yo, entonces soy la hija del mar.

    No.
    eres la hija de un día de descanso.

    ¡Ah!, dije yo,
    soy la hija de la hora del bocadillo.

    Sí, detrás, entre las cosas que no valen.

    Luisa Castro (Foz, Lugo, 1966)
  • torrejuelastorrejuelas Juan Boscán s.XVI
    editado julio 2015
    estrofa escribió : »



    Mi madre trabaja en una fábrica de conservas

    Mi madre trabaja en una fábrica de conservas.
    Un día mi madre me dijo:
    el amor es una sardina en lata. ¿Tú sabes
    cómo se preparan las conservas
    en lata?
    Un día mi madre me dijo: el amor es una obra de arte
    en lata.
    Hija,
    ¿sabes de donde vienes? Vienes
    de un vivero de mejillones
    en lata. Detrás de la fábrica, donde se pudren
    las conchas
    y las cajas de pescado. Un olor imposible, un azul
    que no vale. De allí vienes.

    ¡Ah!, dije yo, entonces soy la hija del mar.

    No.
    eres la hija de un día de descanso.

    ¡Ah!, dije yo,
    soy la hija de la hora del bocadillo.

    Sí, detrás, entre las cosas que no valen.

    Luisa Castro (Foz, Lugo, 1966)

    Como me recuerda la primera parte del libro el Perfume, no de la segunda que es solo un relato más.
  • acacla98acacla98 Anónimo s.XI
    editado julio 2015
    Necesito una opinión: ¿que figuras literarias puedo encontrar en este micro texto y por que?

    "La luz que bajaba por la chimenea aterciopelando el hollín de la plancha coloreaba de un suave tono azulado las cenizas frías".
  • acacla98acacla98 Anónimo s.XI
    editado julio 2015
    Necesito una opinión: ¿que figuras literarias puedo encontrar en este micro texto y por que?

    "La luz que bajaba por la chimenea aterciopelando el hollín de la plancha coloreaba de un suave tono azulado las cenizas frías".
  • juanchojuancho Francisco de Quevedo s. XVII
    editado agosto 2015
    No veo ninguna figura.






    Ni la intimidad de tu frente clara como una fiesta
    ni la costumbre de tu cuerpo, aún misterioso y tácito y de niña,
    ni la sucesión de tu vida asumiendo palabras o silencios
    serán favor tan misterioso
    como el mirar tu sueño implicado
    en la vigilia de mis brazos.
    Virgen milagrosamente otra vez por la virtud absolutoria del sueño,
    quieta y resplandeciente como una dicha que la memoria elige,
    me darás esa orilla de tu vida que tú misma no tienes,
    Arrojado a quietud
    divisaré esa playa última de tu ser
    y te veré por vez primera, quizá,
    como Dios ha de verte,
    desbaratada la ficción del Tiempo
    sin el amor, sin mí.

    Jorge Luis Borges


  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado septiembre 2015


    La nieve cubre parcialmente
    el breve paisaje más allá de su ventana.
    El señor Pound camina descalzo sobre ella,
    según él, caminar descalzo sobre la nieve
    es una forma certera para escuchar música japonesa.
    No importa en cual parte de la tierra te encuentres,
    las cuerdas de un koto pasarán por tus venas
    y el shamisen marcará sus tres notas
    según nazcas, vivas y mueras un día
    contemplando un pez de madera inexistente.
    La nieve según el señor Pound es de un color audible,
    y tiene muy en lo profundo
    el olor de los nuevos cerezos.
    Cuando la nieve envejece
    cae en tonos púrpura sobre sí misma
    y ya es una canción que alguien se ha cansado de tararear,
    pero aun así queda su música,
    esa ceniza virgen que se enciende
    cuando toca la piel.

    Juan Carlos Olivas (Turrialba, Costa Rica, 1986)


  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado octubre 2015


    ''Brindemos por los locos, por los inadaptados, por los rebeldes, por los alborotadores, por los que no encajan, por los que ven las cosas de manera diferente. No les gustan las reglas y no respetan lo establecido. Los puedes citar, no estar de acuerdo con ellos, glorificarlos o despreciarlos. Pero lo único que no puedes hacer es ignorarlos. Porque cambian las cosas. Empujan adelante la raza humana. Y mientras algunos los vean como locos, nosotros vemos su genialidad. Porque aquellos que están lo suficientemente locos para pensar que se puede cambiar el mundo, son los que lo hacen.''

    Jack Kerouac

  • juanchojuancho Francisco de Quevedo s. XVII
    editado octubre 2015


    MUERTE EN EL OLVIDO

    Yo sé que existo
    porque tu me imaginas.
    Soy alto porque tú me crees
    alto, y limpio porque tú me miras
    con buenos ojos,
    con mirada limpia.
    Tu pensamiento me hace
    inteligente, y en tu sencilla
    ternura, yo soy también sencillo
    y bondadoso.
    Pero si tú me olvidas
    quedaré muerto sin que nadie
    lo sepa. Verán viva
    mi carne, pero será otro hombre
    oscuro, torpe, malo
    el que la habita.

    ÁNGEL GONZÁLEZ

  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado octubre 2015
    Me gustó el poema, Juancho, lo guardaré :-) Abrazos




    Carta al tiempo

    Estimado señor:
    Esta carta la escribo en mi cumpleaños.
    Recibí su regalo. No me gusta.
    Siempre y siempre lo mismo.
    Cuando niña, impaciente lo esperaba;
    me vestía de fiesta
    y salía a la calle a pregonarlo.
    No sea usted tenaz.
    Todavía lo veo
    jugando ajedrez con el abuelo.
    Al principio eran sueltas sus visitas;
    se volvieron muy pronto cotidianas
    y la voz del abuelo
    fue perdiendo su brillo.
    Y usted insistía
    y no respetaba la humildad
    de su carácter dulce
    y sus zapatos.
    Después me cortejaba.
    Era yo adolescente
    y usted con ese rostro que no cambia.
    Amigo de mi padre
    para ganarme a mí.
    Pobrecito el abuelo.
    En su lecho de muerte
    estaba usted presente,
    esperando el final.
    Un aire insospechado
    flotaba entre los muebles
    Parecían más blancas las paredes.
    Y había alguien más,
    usted le hacía señas.
    El le cerró los ojos al abuelo
    y se detuvo un rato a contemplarme
    Le prohíbo que vuelva.
    Cada vez que los veo
    me recorre las vértebras el frío.
    No me persiga más,
    se lo suplico.
    Hace años que amo a otro
    y ya no me interesan sus ofrendas.
    ¿Por qué me espera siempre en las vitrinas,
    en la boca del sueño,
    bajo el cielo indeciso del domingo?
    Sabe a cuarto cerrado su saludo.
    Lo he visto con los niños.
    Reconocí su traje:
    el mismo tweed de entonces
    cuando era yo estudiante
    y usted amigo de mi padre.
    Su ridículo traje de entretiempo.
    No vuelva,
    le repito.
    No se detenga más en mi jardín.
    Se asustarán los niños
    y las hojas se caen:
    las he visto.
    ¿De qué sirve todo esto?
    Se va a reír un rato
    con esa risa eterna
    y seguirá saliéndome al encuentro.
    Los niños,
    mi rostro,
    las hojas,
    todo extraviado en sus pupilas.
    Ganará sin remedio.
    Al comenzar mi carta lo sabía.

    Claribel Alegría



  • juanchojuancho Francisco de Quevedo s. XVII
    editado octubre 2015


    Amiga estrofa aquí pensando en que amanece y se va el domingo.



    Alcohol y sílabas

    La primera palabra es ábreme, vengo
    del frío, dame la escritura
    para quemarme libre del énfasis, hoy
    en el límite del escalón sonámbulo, justo
    en la vuelta 26
    de esta corrida con la muerte

    porque el tiempo está ahí con su materia
    traslucida, en este aire adivino
    que me sube por las venas sin que sea yo
    este yo que vuela y anda animal
    sagitario por las calles, alcohol y sílabas

    celebrando el cumpleaños del loco en la peor de las sintaxis
    de diciembre, viéndolo todo
    por anticipado en el marco sin espejo, el amor
    y el vértigo, lo simultáneo
    de estar en todas partes:
    ¿hay Dios
    en esta quebrazón de copas, o lo que va a estallar
    es el mundo?

    Gonzalo Rojas



    pd.: como diría la ausente : "abrazucos"

  • juanchojuancho Francisco de Quevedo s. XVII
    editado octubre 2015


    Te me mueres de casta y de sencilla:
    estoy convicto, amor, estoy confeso
    de que, raptor intrépido de un beso,
    yo te libé la flor de la mejilla.

    Yo te libé la flor de la mejilla,
    y desde aquella gloria, aquel suceso,
    tu mejilla, de escrúpulo y de peso,
    se te cae deshojada y amarilla.

    El fantasma del beso delincuente
    el pómulo te tiene perseguido,
    cada vez más potente, negro y grande.

    Y sin dormir estás, celosamente,
    vigilando mi boca ¡con qué cuido!
    para que no se vicie y se desmande.

    Miguel Hernández

  • juanchojuancho Francisco de Quevedo s. XVII
    editado octubre 2015


    Espergesia

    Yo nací un día
    que Dios estuvo enfermo.

    Todos saben que vivo,
    que soy malo; y no saben
    del diciembre de ese enero.
    Pues yo nací un día
    que Dios estuvo enfermo.

    Hay un vacío
    en mi aire metafísico
    que nadie ha de palpar:
    el claustro de un silencio
    que habló a flor de fuego.

    Yo nací un día
    que Dios estuvo enfermo.

    Hermano, escucha, escucha...
    Bueno. Y que no me vaya
    sin llevar diciembres,
    sin dejar eneros.
    Pues yo nací un día
    que Dios estuvo enfermo.

    Todos saben que vivo,
    que mastico... y no saben
    por qué en mi verso chirrían,
    oscuro sinsabor de ferétro,
    luyidos vientos
    desenroscados de la Esfinge
    preguntona del Desierto.

    Todos saben... Y no saben
    que la Luz es tísica,
    y la Sombra gorda...
    Y no saben que el misterio sintetiza...
    que él es la joroba
    musical y triste que a distancia denuncia
    el paso meridiano de las lindes a las Lindes.

    Yo nací un día
    que Dios estuvo enfermo,
    grave.

    César Vallejo


  • juanchojuancho Francisco de Quevedo s. XVII
    editado noviembre 2015


    Gira

    a noventa kilómetros por hora
    en el espejo de la mañana atrasada
    las vaquitas de ojos de viento y el tul morado
    de usted señora no me convence los ojos
    una chimenea anarquista arenga a los campos campesinos
    la humareda prende un lenin bastante sincero
    un camino marxista sindica a los chopos
    y usted señora con su tul morado condal absurda
    los campos abren la boca como una O
    el teléfono de una sirena urge al destino
    sal vaquitas de ojos de ileana leen el diario de la mañana
    y usted señora con su tul morado no sé qué me parece
    la estación comisaría va a detener a usted señora
    y va a fusilar en usted a la gran duquesa anastasia
    y sería una pena que se nos frustrara la gira
    ahora que el hotel nos guiña todas sus ventanas
    y usted señora con su tul morado sin pasaporte

    Martín Adán

  • SarasvatiSarasvati Fernando de Rojas s.XV
    editado noviembre 2015
    El hueco gris de la madera

    Soñé que estaba muerto.
    Este sueño me habita desde siempre.
    De niño lloraba junto a un féretro vacío
    o, asombrado, interrogaba a un público sin rostro
    que abrumaba la sala de una casa desconocida todavía.
    Anoche este sueño era distinto.
    El hueco gris de la madera tenía mi cuerpo,
    y aquel era mi rostro de los 20 años.
    Sólo mis ojos no eran mis ojos
    ni tampoco los ojos que me esperan.
    De espaldas, en la sala vacía,
    una mujer que pudo ser mi madre
    cantaba en silencio esa canción de cuna
    que nunca le escuché.
    El sueño de mi infancia no me dejaba andar
    pero el sueño de ayer me devolvió las piernas,
    el único sendero era mi rostro,
    un rostro que a los veinte años
    no podía creer que la esperanza dejara cicatrices.
    ¿Será cierto, Vallejo?
    ¿Murió mi juventud y estoy velándola?

    Waldo Leyva
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