Matemáticas impuras
En tu teoría del juego no hay ningún dilema, siempre soy yo el prisionero. Me desarma la raíz cuadrada de tu mirada, pero eso ya lo sabes y en tu diagrama de coordenadas, tú te mantienes siempre ordenada y yo, abscisa sin brújula me cae el punto de inflexión por el descosido del corazón. Cero a la izquierda con pretensiones de poeta y tú, número complejo que resbala estoico en mi cuenta de la vieja. ¿Qué me quiebro en el infinito de tus piernas? a ti te da igual y como resultado invariable, siempre obtengo el cero equivalente a un NO en respuesta. ¿Qué me elevo al cuadrado sacando curva al pecho? diestra trazas tangentes para bajarme los humos hasta hacerme segmentos. Si yo me llevo una, tú dos. Si tú divides, yo el resto. Tú y ponerme problemas, yo y la calculadora sin pila, dos por uno. Yo Galileo, tú Inquisición. Tú sacando derivadas para darme la patada, yo afilando poemas para hurgar la herida con paciencia cartesiana. Suma y sigue. Yo teórico enloquecido, tú práctica en minifalda.
Si Newton tuvo su golpe de manzana madura como fortuna, yo tengo tus líneas curvas de verde pera que me torturan. Con rosas o con sutil dureza, de rodillas o de franela haciendo malabares en la cuerda floja que no aflojas, el orden de los factores no altera el producto de tu exquisita indiferencia. !Eureka! Tu cuerpo sumergido en un fluido reposo, recibe un empuje de abajo hacia arriba igual al peso del volumen de mi cordura que desaloja. Eso te gusta, nos gusta.
Ahora expongamos la ecuación. Yo despejando la X en el fondo del vaso y tú, hielo flotando en sábanas de seda con las piernas en Y griega en la cama de cualquiera.
Luego representas tu número indeterminado, me sueltas un tal vez y a mi se me queda cara de número primo, mientras observo la perfección hecha curva de gauss descrita en tu ajustada falda mientras te marchas.
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