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Inercia.

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Comentarios

  • Lara TerraLara Terra Fernando de Rojas s.XV
    editado junio 2013
    Sin embargo, los colores no pueden desprenderse de las formas.

    Luego de estar un rato echado sobre el césped tratando de concentrarme en el color negro caí en la cuenta de que era imposible pensar en un color sin adjudicarle una forma en particular, una nube, una mancha, un rayo de luz, un cuadrado negro, etc...

    La siguiente conversación la mantuve con la niña, sin ver su imagen (o sin recordarla) mientras un leve resplandor atravesaba apenas perceptiblemente hacia el interior de mis parpados húmedos.

    - ¿Dónde estoy? pregunté moviendo los brazos sin lograr dar con nada. Me aferré al suelo del campo bañado por el rocío, el no poder ver ni tocar lo que había a mi alrededor me produjo una sensación de vértigo escalofriante.

    - Tranquilo, estamos en la barca.- La voz de la niña calmó el ritmo de mis pulsaciones, pero se aceleraron nuevamente al comprender lo que había dicho y exclamé :-¡ ¿En la barca?! ¡¿como es posible ?! - desconcertado apretaba fuertemente los puños cerrados cogiendo al césped entre los dedos.

    -Respire, vamos hacia la nave. Creo que tiene usted amigos que pueden ayudarnos.
  • Lara TerraLara Terra Fernando de Rojas s.XV
    editado junio 2013
    -¿Nave?... ¿qué nave?, ¡niña detente ahora mismo! ¡ Son las sirenas!-

    Me moví lentamente hacia atrás con la sensación de que caería al agua, encontré en el tronco del árbol un apoyo para mi espalda, me sentí un poco más seguro o al menos más estable.

    -¡Niña!-, volví a insistir con euforia -¡regresa a la ría! -

    Pero no contestó, por un momento temí que haya marchado, luego se acercó corriendo y se detuvo muy cerca, podía oír la respiración entrecortada.

    -¡Qué lindo es su campo señor…! Hizo una pausa para llenar sus pulmones de aire y continuó- por cierto, mi nombre es Amaranta-

    La ceguera junto a la inusual mezcla de sensaciones había comenzado a producirme nauseas. La niña corría libremente por el campo, mientras tanto en la canoa, eramos atraídos por las imperiosas fuerzas del abismo de las sirenas.

    -Señor aunque usted no pueda ver, puede caminar si lo desea, el campo es inmenso, salvo el árbol no tendrá ningún obstáculo con el que pueda golpearse.

    Me puse de pie deslizándome contra el tronco, pero de inmediato volví a sentarme, aún sentía que si hacía un movimiento brusco iba a caerme al agua…

    -Con todo respeto señor, mientras usted esté en el campo creyendo que está en la barca seguirá ciego, aquí y allí.- De repente percibí que alguien más caminaba entre nosotros.

    -¡Vaya!¡ Un perrito!- exclamó alegremente.
  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado junio 2013
    Que bonita compañía la de un perrito, a ver si no hunde la barca...:)
  • Lara TerraLara Terra Fernando de Rojas s.XV
    editado julio 2013
    La noche arrasó con los últimos destellos de luz que resistían sobre el horizonte. Pronto quedé navegando a oscuras entre la inmensidad del cielo y el agua.

    La poderosa marea me atraía haciéndome sentír liviana como una pluma levantada por el aire.

    Recostada junto a las botas del hombre me rendí a merced del mar y del viento. Fue entonces cuando comencé a oírlas, eran perturbadores chillidos que no tenían fin.

    De pronto una mano me cogió sorpresivamente por la nuca y con un fuerte tirón de pelos hundió mi cara en el agua. Antes de hacerlo había gritado: ¡Respira!...pero todo fue tan repentino e inesperado que no tuve tiempo para reaccionar.

    Al cabo de unos pocos minutos salí a la superficie tosiendo, las agudas ondas sonoras me aturdieron de inmediato perforándome los tímpanos.- ¡Respira!- dijo otra vez el hombre que había despertado de su sueño y me jalaba del cabello sacándome cada tanto del agua para que pudiera tomar aire.

    Si quería atravesar el abismo de las sirenas sin enloquecer o perder los oídos, debía hacerlo por debajo del agua, de esta manera los chillidos eran al menos soportables.

    Luego, ya a bordo de la embarcación, le pregunté al hombre por qué el había podido resistirlos.
  • SuinaSuina Garcilaso de la Vega XVI
    editado julio 2013
    ¡Hola Lara! Solo he leído la primera parte de la parte contratante…pero opino sobre esta.
    Parece que el tiempo se detenga contigo, y en tu parada, y ahí nos haces partícipes de tus pensamientos, ese divagar viajando, entre las cosas cotidianas que te acompaña…la mochila naranja….la verde un poco más alejada…y si, parece que te veo dando vueltas en tu dedo a las tiras.
    Tienes un despiste, confundes la flor olorosa del naranjo ( azahar), con la casualidad o el sino (azar), aunque las dos palabras suenan de maravilla, no sé que tienen las palabras árabes, con sus aes abiertas y sus zetas, que dan tanta sonoridad.
    Y cuántos colores has puesto en tu cuento – viaje, sonidos, susurros, y volúmenes, hedores y perfumes ¡qué mezcla tan natural…como la vida!, más aún en la medina, en cualquier medina, donde la vida se mezcla en belleza y miseria, azahar y excrementos.
    ¡Me ha EN-CAN-TA-DO! En otro momento te leo más y avanzo con tu relato. Tambíén me gusta mucho el título.
  • SuinaSuina Garcilaso de la Vega XVI
    editado julio 2013
    Y también he hecho un vuela ojos por el resto...y con franqueza, me gusta mucho más el rumbo natural de la primera aportación, y con mucha diferencia. Cuestión de gustos.
  • Lara TerraLara Terra Fernando de Rojas s.XV
    editado julio 2013
    Suina escribió : »
    ¡Hola Lara! Solo he leído la primera parte de la parte contratante…pero opino sobre esta.
    Parece que el tiempo se detenga contigo, y en tu parada, y ahí nos haces partícipes de tus pensamientos, ese divagar viajando, entre las cosas cotidianas que te acompaña…la mochila naranja….la verde un poco más alejada…y si, parece que te veo dando vueltas en tu dedo a las tiras.
    Tienes un despiste, confundes la flor olorosa del naranjo ( azahar), con la casualidad o el sino (azar), aunque las dos palabras suenan de maravilla, no sé que tienen las palabras árabes, con sus aes abiertas y sus zetas, que dan tanta sonoridad.
    Y cuántos colores has puesto en tu cuento – viaje, sonidos, susurros, y volúmenes, hedores y perfumes ¡qué mezcla tan natural…como la vida!, más aún en la medina, en cualquier medina, donde la vida se mezcla en belleza y miseria, azahar y excrementos.
    ¡Me ha EN-CAN-TA-DO! En otro momento te leo más y avanzo con tu relato. Tambíén me gusta mucho el título.

    Hola Suina, muchas gracias por tomarte la molestia de leer mi relato, que no es nada corto...

    Lo de azahar y azar... ya me lo habían hecho notar en otro relato, la verdad que es un despiste que solía repetir, será que cobijaba en la belleza de la flor a la incertidumbre de la poderosa palabra... nada más misterioso e impredecible que el azar.

    La primer parte es de hace algunos años y si te ha gustado más, como dices, su rumbo natural, es porque en ella se encuentra la inocencia de una niña que no sabe a donde va. Luego, la segunda parte la escribo con la nostalgia con la que un adulto recuerda su niñez, con complicidad, pero sobre todo con la certeza de que se ha extinguido la magia de la infancia.

    Te agradezco tu comentario, y devolveré tu gesto leyendo escritos tuyos, al igual que la música, poder trasmitirlo a otra persona es una puerta abierta, un paso siguiente, una continuidad que escapa a lo tangible donde cada relato se amolda al interior de quien lo lee, se forma y se deforma maravillosamente en sus interpretaciones.

    Un saludo.
  • Lara TerraLara Terra Fernando de Rojas s.XV
    editado septiembre 2013
    -Todo es una cuestión de fe.- fue su respuesta.

    Las grandes decepciones que he tenido a lo largo de mi vida, han sido por ansiar que me sucedan cosas maravillosas. Sin embargo nunca he dejado de soñar, y en lugar de resignarme y desear accesiblemente, me he acostumbrado a esperar los desencantos.

    Con un gesto hice evidente la frustración que me generó aquella respuesta.

    El hombre arrancó una paja del sombrero y se la llevó a los labios, estiró una de las comisura hacia un costado y detuvo su mirada en el horizonte, comenzaba a amanecer y sus ojos se llenaron de luz y de una extraña intensidad que le perduró por algunos minutos.

    Luego me dijo : -Todo es cuestión de fe … - e hizo una breve pausa, dandome a entender que consideraba innecesario realizar esta aclaración -Todo es cuestión de fe -... en uno mismo.

    Al fin comenzaba a recorrerme por la espalda el escalofrío de la imprevisibilidad. Si estaba o no preparada para continuar este viaje solo era cuestión de tiempo. La corriente nos había arrastrado ya muy lejos de la costa y el inmenso barco de color naranja y negro, reapareció con el resplandor dorado de la madrugada, muy cerca de nosotros.
  • Lara TerraLara Terra Fernando de Rojas s.XV
    editado septiembre 2013
    De repente, desde la embarcación, nos alumbraron con reflectores de luces blancas.

    Agité mis brazos y me puse de pie para que pudieran reconocerme. Al cabo de unos minutos dos hombres deslizaron hasta el agua una escalera hecha con sogas, me impulsé con fuerza para arrimarme y dejé que la niña trepara a bordo primero.

    Shai y Juan la recibieron con sorpresa, luego, en cuanto tuvo oportunidad, Shai me cogió del brazo y me alejó unos pasos para interrogarme con voz baja:

    -¿Qué ha pasado, Linder?

    -Ha visto la nave.

    - ¿Cómo es posible si es una humana?

    - No se, por eso la he traído, quiero tenerla cerca.

    -¿seguro que no ha enloquecido?

    - No. La he visto salir de sus delirios.

    - Espero que no esté relacionado con tu obsesión por la mujeres.

    -No, Shai, sabía de ustedes. Los ha mencionado.


    - Bien, demoraremos el viaje, haremos una parada en el archipiélago. Tienes tiempo hasta entonces para estudiarla, pues allí se quedará.

    Luego volvió a unirse a los demás tripulantes que se habían acercado vestidos aún con ropa de cama para ver a los recién llegados.

    - ¿Cuál es tu nombre? Le preguntó Shai depositando una manta sobre los hombros de la niña. Su vientre había crecido mucho desde la última vez que la vi.

    - Amaranta- le contestó la niña agradeciendo el abrigo con una sonrisa en los labios.

    - No me gusta,-dijo Shai arrugando la nariz- tiene muchas aes.
  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado septiembre 2013
    Amaranta, suena tan bonito, pero esta chica es difícil de contentar:)
  • Lara TerraLara Terra Fernando de Rojas s.XV
    editado noviembre 2013


    Antes de subir a la embarcación el hombre pronuncio algo, pero no pude comprenderle, aún estaba aturdida y me retumbaba por dentro el recuerdo de aquellos gritos punzantes. Con la mente perdida esperé pacientemente que nos deslizaran la soga por el borde del barco, tenia el cuerpo muy cansado y deseaba salir al fin de la canoa.

    Un hombre con abundante barba y bigote, junto a una mujer de ojos felinos, me alzaron por los brazos antes de llegar al último tramo, luego de depositarme en el suelo retrocedieron unos pasos para analizarme de pies a cabeza sin ningún reparo. -¿Qué estaba haciendo yo ahí?, ¿Por qué me habría llevado con ellos? - sus rostros mostraban el desconcierto que les generaba mi llegada, sin embargo no dijeron nada, se contuvieron de hacerme cualquier pregunta y ambos voltearon a la espera del hombre que subía hábilmente por las escaleras cargando con mi mochila naranja.

    Mientras tanto, desde todas las puertas y escaleras que daban al interior del barco, comenzaron a asomarse los demás integrantes de la tripulación. Quedé de imprevisto rodeada por decenas de personas que permanecían observándome en silencio a tan solo unos pasos.

    Algo en ellos llamó mi atención… una rareza que apenas podía percibir sin precisión - ¿acaso eran sus miradas?.-

    No lo sabia, pero desde hacía tiempo ya se había germinado en mí una obsesión. Intrigas que convertirían mis días a bordo en un gran juego de acertijos.
  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado noviembre 2013
    Al menos no se aburrirá:)
  • anderosuanderosu Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado noviembre 2013
    Opino que debes prestar más atención a:
    La ortografía (faltan varias tildes).
    El estilo, hay muchas mejores y breves maneras de decir muchas cosas.
    Los tiempos verbales. A veces contradices tus tiempos dentro de la misma oración, produciendo un efecto que corta el flujo de la lectura.

    Saludos.
  • Lara TerraLara Terra Fernando de Rojas s.XV
    editado noviembre 2013
    Hola anderosu!:

    Muchas gracias por opinar sobre mi texto ...
    anderosu escribió : »
    Opino que debes prestar más atención a:
    La ortografía (faltan varias tildes).

    Si tienes razón, sé que hay despistes...
    anderosu escribió : »
    El estilo, hay muchas mejores y breves maneras de decir muchas cosas..

    Otra vez te doy la razón, claro que existen muchas - muchísimas- maneras de decir las cosas, (incluso la frase que has escrito la tiene) aunque oye, no siempre lo breve garantiza lo mejor, y aquí entra en juego el gusto y la subjetividad del escritor y por ende del lector...
    anderosu escribió : »
    Los tiempos verbales. A veces contradices tus tiempos dentro de la misma oración, produciendo un efecto que corta el flujo de la lectura.

    También aquí tienes razón, seguramente debe haber errores en la utilización de los tiempos verbales que se me han escapado...

    Sé que si me propusiera a realizar una corrección exhaustiva sobre el texto podría corregirlos, pero en esta ocasión no me interesa hacerlo, ni dispongo del tiempo que esto requeriría, ni tendría coherencia el hacerlo ya que la finalidad del relato no es buscar la perfección, ni publicarlo fuera de este foro, es otra.

    Gracias de todos modos por pasar por aquí y dejar tu comentario.

    un saludo.
  • Lara TerraLara Terra Fernando de Rojas s.XV
    editado noviembre 2013

    Amanecía y los destellos dorados del sol se fundían en naranjas nacarados y rosas corales, anticipando con su intensidad la llegada de un día caluroso.

    Los tripulantes comenzaron a dispersarse hacia las puertas por donde habían salido. Una niña de trenzas rojizas caminaba en medio de la muchedumbre con un camisón florido largo hasta los tobillos. Llamó mi atención el contraste de su inmaculada tez con los labios carnosos color carmesí.

    Cuando ya no quedó más nadie a la intemperie, el hombre que había viajado conmigo en la canoa, Linder -así lo habían llamado hacía un momento - se acercó caminando junto a la mujer de los ojos felinos, me entregó la mochila e indicó que los siguiera.

    Caminé tras ellos contemplando en el agua, las hondas doradas que comenzaba a proyectar el sol al asomarse por el horizonte.

    Ingresaron en un diminuto habitáculo de paredes verdes y descascaradas y descendieron por unas escaleras angostas en forma de espiral que parecían no tener fin. Inspiré profundamente llenando mis pulmones de aire salado y comencé a bajar con prisa siguiéndoles la marcha.

    El eco de un murmullo constante subía retumbando y se hacía más potente a medida que avanzábamos. Apenas un hilo de luz se filtraba por las pequeñas ventanillas que aparecían dispuestas de tanto en tanto en lo alto de las paredes.

    Hacia la última curvatura perdí de vista las espaldas de Linder y la mujer; de repente un silencio abrumador envolvió las escaleras y una potente luz blanca me encandiló desde abajo.

    Cerré los ojos y me senté en los escalones esperando a que vinieran por mi.
  • Lara TerraLara Terra Fernando de Rojas s.XV
    editado febrero 2014
    El barco se mecía rítmicamente y la luz de la mañana se filtraba por las ventanillas proyectando magníficos senderos de resplandor áureo por los que viajaban diminutas partículas de polvo, que llegando lentamente hasta mi desaparecían al ser tocadas por mis manos.

    Me quedé dormida sobre aquellas escaleras quien sabe cuánto tiempo. Nadie vino por mí, -o tal vez sí- y me encontraron durmiendo profundamente.

    Desperté con sed y ganas de ir al baño, comencé a bajar los escalones con las piernas temblorosas y adormecidas, el final de las escaleras se vislumbró al encenderse nuevamente aquella luz centelleante, tuve que continuar descendiendo con los ojos cerrados. Recorrí las paredes descascaradas con las yemas de los dedos, al notar que habían acabado los escalones comencé a caminar con los brazos extendidos muy despacio, casi arrastrando las suelas de los zapatos contra el suelo.

    Alguien pronunció mi nombre de repente: - ¡ Amaranta !. ¡Al fin bajas!- dijo una voz femenina desde algún rincón cercano.

    Cubrí mi rostro llevando las dos manos hacia adelante, abrí apenas los ojos, y en medio de una oscuridad interrumpida por destellos refulgentes, advertí la silueta de una persona que se aproximaba.
  • Lara TerraLara Terra Fernando de Rojas s.XV
    editado febrero 2014
    La niña de trenzas rojizas y camisón florido caminaba con la boca entreabierta esbozando una leve sonrisa, casi como una mueca permanente por donde dos dientes paletas se le asomaban graciosamente.

    Sentí sus fríos y esqueléticos dedos posarse sobre los míos -¡Ven!- dijo apartándome las manos del rostro mientras al mismo tiempo me jalaba hacia ella. Pero no accedí a dar siquiera un solo paso. – No es fácil entregar la confianza a personas desconocidas.- Recordé un ejercicio de clase de danza, en el que debíamos lanzarnos con los ojos cerrados para que un compañero nos atajara antes de golpear contra el suelo-. Para avanzar mi cuerpo debía dejar de temer, - Por favor….- hice una pausa para tragar saliva y humedecer los labios con la lengua, ¡estaba tan sedienta! nunca antes había pasado tanto tiempo sin beber, hasta ese momento no sabía realmente lo que era tener sed, -¿…Podrían dejar de apuntarme con la luz en el rostro? - le pregunté haciendo un esfuerzo con la voz quebradiza, pero no respondió.
    -¡Ven!-volvió a insistir tironeando nuevamente de mis brazos hacia ella.

    De pronto un fuerte estallido retumbó en el ambiente y me provocó un sobresalto, apreté sin darme cuenta los dedos de la niña con fuerza -¡No…!- gritó mientras soltaba sus manos -…No te asustes - dijo volviéndolas a coger, después soltó una carcajada y sin darle importancia a los golpes que se repetían una y otra vez, me dijo:- Solo son puertas que se cierran.-

    Al cabo de unos segundos de silencio, arrimó su rostro contra el mío y me susurró en el oído:- Oye, lo siento, es una manera de asegurarnos que camines con los ojos cerrados. Un intenso aroma frutal se desprendió de su cabello y llegó hasta mí como una bocanada de aire fresco, dí unos cortos pasos hacia adelante, y me detuve cuando la niña hizo el siguiente comentario : - Ya te acostumbrarás-

    No sabía si aquello lo había dicho refiriéndose a los golpes o a la ceguera, y no quise preguntar, porque de todas maneras, en ese momento, no me imaginaba capaz de acostumbrarme a ninguna de las dos.
  • Lara TerraLara Terra Fernando de Rojas s.XV
    editado febrero 2014
    -¿Te gusta la poesía?- La voz de la niña me abstrajo del esfuerzo de concentración que empeñaba en caminar a ciegas, en otras circunstancias, me hubiera agradado que alguien interesado en entablar conmigo una conversación, lo haga con una pregunta semejante, pero en esta ocasión negué moviendo la cabeza.-¡¿No?! - exclamó con sorpresa… - ¡¿ no te gusta la poesía?!- dijo riendo con asombro ante mi respuesta negativa…- ¡es porque no crees en ella! y comenzó a recitar un poema mientras los golpes se repetían ininterrumpidamente cada cinco segundos.

    Diminutas partículas de polvo…
    que viajan con la luz hasta el café,
    a la siesta se posan sigilosas
    en la vitrina y las tacitas para té

    Casas, cofres, zapatos de cristales,
    frambuesas, guindas, moras…
    balsas con cáscaras de nuez.

    Mariquitas, hormigueros,
    muñecos de las tortas,
    cajitas musicales
    con bailarinas de ballet

    Miniaturas de inmensurable belleza
    atesoro la obsesión,
    y el placer de poseerlas.

    luego me preguntó risueña – ¿…y? ¿qué te ha parecido?-
  • Lara TerraLara Terra Fernando de Rojas s.XV
    editado marzo 2014
    La luz se apagó de repente y la niña soltó mis manos. – Llegamos-, dijo.

    Otra vez un murmullo multitudinario viajaba en el aire dando vueltas a mi alrededor, imaginé que sería aquella misma gente que había visto con anterioridad sobre cubierta. Tardé unos segundos antes de animarme a abrir los ojos, cuando lo hice, me encontré sobre una tarima de aproximadamente cuatro metros de altura.

    Por debajo de aquella plataforma que simulaba ser un escenario, decenas de personas amontonadas hablaban en voz baja con aquellos que estaban a su lado.

    La niña de trenzas rojizas descendió por unos escalones y se unió a la muchedumbre. En medio del escenario, la mujer de ojos felinos, sostenía unas hojas de papel blanco, mientras Linder, apoyado contra una columna en el otro extremo, jugaba con su sombrero dándole vueltas sobre su puño cerrado.

    - Acércate- dijo la mujer colocándose los lentes redondos que le colgaban del cuello para observarme, luego se dirigió hacia el público y pidió silencio, sostuvo los papeles con el pecho y el antebrazo mientras daba unas cuantas palmadas para llamar la atención, la gente cesó de cuchichear al unísono, alguien tosió y le chistaron para que calle.

    - Bueno…- hizo una pausa para señalarme con la mano que sostenía nuevamente el papel - los presento; ella es Amaranta- Sentí enrojecer mis mejillas y detuve la vista en las baldosas marmoladas, percibiendo el calor de todas aquellas miradas.- Amaranta…- dijo amablemente la mujer- ¿podrías decirnos por qué estás aquí?-

    -¿Por qué estaba allí? tampoco yo lo sabía ¿En qué parte del barco nos encontrábamos? Todo era tan extraño, las extensas escaleras… luego el camino a ciegas, estaba desconcertada, pero sobre todo sedienta y aún necesitaba con urgencia ir al baño.

    - No- dije simplemente. El volumen del murmullo aumentó nuevamente y se expandió por todo el aire de la sala.

    - ¡¿No?! -contestó la mujer fingiendo asombro, noté que se contuvo de decir algo, se acomodó los lentes empujándolo con el dedo índice y mirando hacia los papeles que sostenía con ambas manos pronunció:

    - Pues sea por lo que sea, de todos modos, ya estás aquí- reforzó el tono irónico de la frase levantando las ceja, y continuó: - … y como desembarcarás en el archipiélago, algún destino tendrás que elegir- fue más tarde, luego de beber un poco de agua y hacer al fin mis necesidades, cuando comprendí que la mujer me había advertido que el barco se dirigía hacia un conjunto de islas en medio de alta mar.

    Pero también había dicho algo más importante que en ese momento pasé por alto, y que luego de unos cuantos días a bordo, comenzaría a rememorar con exactitud para analizarlo con mayor precisión:

    - Dependerás de tu astucia y perspicacia para obtener y depositar confianza, en algún tripulante que te oriente sobre lo que hay en cada una de las islas- el aumento de los vidrios de sus gafas hacían ver el color de sus ojos aún más extraordinarios - espero que sepas elegir con acierto en cual de ellas bajarás.


    “Obtener y depositar confianza”… “obtener y depositar confianza”, algo en estas dos acciones me desconcertaba pero a la vez sentía que en ellas residía la clave para descifrarlo todo.
  • Lara TerraLara Terra Fernando de Rojas s.XV
    editado mayo 2015
    La niña de trenzas rojas me condujo hasta un camarote diminuto, en el que apenas cabía una litera plegable y una mesilla en donde deposité mi mochila naranja.

    - Me llamo Sinry- dijo apoyando contra la pared una cubeta de agua y un palo con trapos - Por el momento, tu tarea será mantener limpio el suelo de arriba. Ahora descansa- salió de la habitación apresuradamente y sin despedirse.

    Abrí la cama y me senté sobre la parte de abajo. Aproveché la ocasión para reflexionar. Necesitaba pensar en todo lo sucedido desde el momento en el que me subí a bordo de aquel barco. Alguien de pronto, me interrumpió llamando con fuertes golpes a la puerta.

    Me levante con desgana y antes de abrir, observé por el pestillo a dos jóvenes hombres vestidos de la misma manera.

    -Soy Starkis,- dijo el más alto de ellos- y él es Harry- prosiguió- Shai nos ha enviado a leerte el reglamento.

    Starkis extendió una hoja de color blanca y se dispuso a leer en voz alta. Lo hacía con inseguridad, tartamudeando silabas, lo que hacía imposible comprender el sentido de las frases.
    - ¡Deja que lea yo!- dijo Harry impaciente arrebatándole las hojas de las manos.
    -¡No!- Contestó el joven más alto- ¡sabes que esta es mi tarea!
    -¡Pues hazla bien entonces! - reprochó Harry devolviéndole las hojas de mala manera con las mejillas enrojecidas.

    Starkis se humedeció los labios y continuó la lectura, enumeró un listado con los lugares a los que no se me permitía acceder, limitando mi estadía, solo en cubierta o dentro de mi camarote.

    - Fírmala, mañana vendré a buscarla - Starkis me entregó el reglamento y se fue por el pasillo detrás de su compañero.

    Luego pude al fin dormir profundamente, hasta la mañana siguiente, en la que comencé con lo que sería mi tarea a bordo del “Espirit”.

    Llevaba ya una semana y media como tripulante, cuando de alguna manera, comencé a sentirme afortunada con la labor que se me había asignado, puesto que, de todos los recónditos lugares de aquel misterioso barco, la intemperie era sin duda, el único lugar en el que prefería estar.

    Varias veces en el día solía toparme con Juan, el hombre de barba que me había recibido la noche en que llegué.

    Vestía siempre camisas claras con tirantes, pantalones marrones arremangados por debajo de las rodillas y casi nunca llevaba calzado en los pies. Era imposible descifrar la edad que se ocultaba detrás de aquel rostro cubierto por abundante vellosidad. Sus ojos, de color marrón oscuro, tenían una expresión dulce y jovial que se contraponía al aspecto rudo de su cuerpo robusto y a los movimientos que realizaba a veces con agilidad y otras con torpeza.

    A veces, le gustaba echarse a descansar bajo la sombra de la vela. Entrelazaba sus manos por encima de la barriga y dormía profundas siestas, dando fuertes ronquidos. Fuera de estos minutos de descanso, era inusual verlo sin realizar actividad.

    El resto de los tripulantes eran una gran intriga, pues, a algunos de ellos, los veía mientras realizaba mi labor durante las horas de la mañana, pero luego, ya no volvía a toparlos en ningún otro momento del día. Tampoco, había vuelto a cruzarme con Linder desde el día en que llegamos con la barca.

    Un día, el hombre de la barba, en busca de una buena sombra -y sin percatarse de mi presencia-, se echó en el suelo frente a mí. Se recostó de lado apoyándose sobre uno de sus brazos y se cruzó las piernas. Pienso que, sencillamente, no se levantó al verme porque estaba muy cansado.

    Yo me encontraba sentada sobre un pedazo de tronco de madera y me entretenía haciendo figuras en el suelo con un palo mojado. Miré detenidamente a los ojos del hombre y recordé, aquello que me había dicho Shai sobre el escenario:

    -" Dependerás de tu astucia y perspicacia para obtener y depositar confianza, en algún tripulante que te oriente sobre lo que hay en cada una de las islas - espero que sepas elegir acertadamente en cuál de ellas bajarás."

    Observé al hombre fijamente durante un rato hasta que por fin, decidió dejar de ignorar mi presencia. Se reclinó apoyando la espalda contra la madera, alzó sus cejas con actitud desafiante y depositó su dulce mirada sobre mí. Era la primera vez que lo hacía en todo este tiempo.

    Lo que me dijo, fue tan desconcertante, que solo atiné a responderle, asintiendo levemente con la cabeza.


    Los Músicos y Poetas:
  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado mayo 2015
    Que bueno que retomaste tu historia, sigue la intriga y el suspenso:)
  • PipelinePipeline Pedro Abad s.XII
    editado mayo 2015
    Menos mal que me he puesto a leer los comentarios, cosa que no suelo hacer antes de opinar, porque he visto que el relato sigue y sigue. Es curioso como a veces nos ponemos a escribir, tenemos una breve idea, pensamos que nos ocupará tres líneas y la cosa crece y crece. Es la magia de la literatura y una de las razones de que escribir enganche tanto, que parece uno poseído por alguna fuerza invisible. La semana pasada en Página2 hablaron de cuánto tardo el autor de Un niño con el pijama de rayas en escribir su bestseller. Al parecer tenía sólo en mente el principio de la historia y la cosa creció mientras escribía y el tipo estuvo varios días sin dormir siquiera, porque le daba miedo que lo que tenía entre manos se le escapase.

    Te invito a que incorpores el relato completo de una vez, facilitaría la lectura. Saludos:-D
  • Lara TerraLara Terra Fernando de Rojas s.XV
    editado mayo 2015
    Hola Pipeline, bienvenido al foro.

    Totalmente de acuerdo contigo, hay historias que al escribirlas nos poseen y hasta los propios escritores se sorprenden como si fuesen meros lectores.
    Pues, eso, en resumidas cuentas, es lo que es para mi INERCIA. Ni yo misma sé a donde me llevará cada vez que retomo a escribirla.

    Seguramente es esto lo que la mantiene viva. Gracias por compartirme tu opinión.

    Saludos!
  • Lara TerraLara Terra Fernando de Rojas s.XV
    editado mayo 2015
    amparo bonilla escribió : »
    Que bueno que retomaste tu historia, sigue la intriga y el suspenso:)

    Gracias Amparo! Estoy muy contenta de haberla retomado, tengo muchas ideas para continuarla y lo mejor de todo, muchas horas para entretenerme. :)

    Saludos!
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