Sombras perladas me adornan la alma, y me es lícito quebrar toda norma en la palabra, si es para llamarla mujer; hija; anciana; niña; o enamorada. Mientras lo hago, mi moral se eleva- en ella no he de encontrar vergüenza- pues crímenes más grandes han sido ya infinidad de veces perpetrados contra la lengua. (Son cinco dedos, pero seis letras, así que quizás hasta roben la hache a huella...) ¿Qué crimen en el escribir no es luego crimen al vivir? Pero para mí, todo ella significa Diosa. De perla o de sombra, por ella, un la a mi alma adorna.
Y ésta es la verdad que ha de redimir mi crimen: para la mujer, el hombre debería ser Dios; para el hombre, la mujer debería ser Diosa. Pero ésta es la idiosincrasia de la Igualdad- palabra gastada que, en ignominiosas gargantas, ha aprendido a odiar a fuerza de contrariarse a sí misma, a continuamente diferenciar-: decir que debemos ser igualados, pero cuanto necesitamos es salvar el abismo entre nuestros brazos; fundirnos en la plástica igualdad de un abrazo.
Comentarios
la mujer ha de ser solo Diosa
y el hombre solo esclavo
apasionado siervo de su Diosa
y Diosa toda ella
ah de llevar a cabo
su tortura sobre este
su placido lacayo
que deliciosos
dolores sufriría
por tan noble
tiranía
mas la libertad sin golpe
peor que la muerte sería.
saludos, gran deleite el mío, leer su prosa poética.