La luna...

La luna es lo más hermoso del universo entero. Quiero envejecer mirando la luna. Y lo hare, cada día, cada noche. Un poco, de a apoco.

No importa nada ahora en este momento. Nada más que tú y yo… si lo habrán dicho antes cuantos otros… a cuantas lunas… cuando el sol no está.

Olvídalo esta noche. El no sabrá, jamás se enterara. No, no, no… no pienses en el, ni en mi tampoco… no pienses en nada… siente tu corazón latir, sabes que conmigo late y con el no, siente tu sangre como fuego. Mira conmigo las estrellas, cómplices mías que embellecieron el firmamento para que nos amemos. Mira el cosmos, la fantasía mía y tuya que destella en la imaginación incontrolable como caballo desbocado, que vuela como aquella gaviota que vimos el otro día en la playa mientras él estaba ahí, cerca, muy cerca, el sol…

El corazón acelerado…

Pero sabes que yo… yo soy el fuego y el agua, el aire y la tierra, el elemento elemental de tu creativa creatividad, en tus manos ascendiendo en pedestal al cuadro y al poema. Y yo, yo solo en silencio, te veo, te fantaseo…

Te escribo, a lo lejos, de lejos, sin que te enteres…

Trazando varias veces, el mismo camino, irrepetible, igual que el de todas las criaturas del universo, el camino del viaje, si, ese viaje, el que busca, el que te encuentra…

Más allá, mágico, lejos de donde estoy…

Fuera de mí…

En ti…

Mi fin… y principio de la imagen dibujada en la fantástica luna de la eternidad. Blanca dama inalcanzable, bella. Por mi recordada. Que mira su rostro reflejar en el agua del universo entero, el misterio del cielo pleno. Dama blanca de belleza sin igual a ninguna otra.

Buenas noches a ti, a mí, al lector, al escritor, al sol, y a la luna. Besos.