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Comentarios

  • SarasvatiSarasvati Fernando de Rojas s.XV
    editado diciembre 2014
    El inocente ojo del antílope


    Un tigre salta de la piedra.


    Vuela un ave que ignora la angustia del vacío.

    Ciego es el pez, su pupila es el agua

    y muere herido por el aire.


    La lombriz puede ser reina de la altura

    y deshacerse el árbol

    en el vientre insaciable del insecto.


    A la cruz del comienzo clavado sigue el hombre.

    Sangra. Puede ver aún el rostro de los otros.



    Ni dios, ni ventanas azules,

    ni el inocente ojo del antílope.


    Waldo Leyva
  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado diciembre 2014
    Cada cuatro años nace una poeta suicida

    A Sexton, Plath y Pizarnik
    Nacidas en 1928, 1932 y 1936

    Cada cuatro años la muerte
    abre la llave del gas de una cocina,
    se fuma un cigarrillo en el sofá y espera.

    Otras veces enciende el motor de un automóvil
    dentro del garaje
    y canta Chair in the Sky,
    un poco de jazz no despertará
    a las muñecas recién maquilladas, piensa.

    Cada cuatro años la muerte toma
    anfetaminas para adelgazar,
    pero se le pasa un poco la mano
    y ya no despierta.

    No se pone triste ni alegre ni neurótica, no.
    pero cada cuatro años
    la muerte amanece lúgubre
    y observa la tarde roja
    desde una ventana.
    Alguien trata de invocarme, dice,
    y cierra amargamente los ojos.

    A mí me da pesar, no sé,
    es como si ella quisiera decirnos
    o contarnos algo desde su delgado rostro blanco,
    como si estuviera cansada de estrangular mujeres.
    Yo la conozco muy poco,
    pero me consta que aborrece su funéreo oficio.
    Últimamente la han visto respirar
    cierto aire suicida.

    Cada cuatro años a la muerte
    se le irritan los ojos,
    sabemos que ha llorado, lo sabemos,
    pero callamos,
    sabemos también que busca algún vientre
    y como ella no tiene el privilegio de la carne materna
    aferra entonces sus fríos y delgados dedos
    en el primer ombligo que encuentra.

    Por eso cada cuatro años algunas niñas
    ya vienen muertas.



    Francisco Ruiz Udiel (Estelí, 1977 - Managua, Nicaragua, 2010)






  • QuintiQuinti Juan Boscán s.XVI
    editado diciembre 2014
    Salgo del abismo pisando muertos.


    Todas las noches son sabias, en un tiempo que todo lo olvida.
    Son inocentes las pintarrajeadas en paredes de altos muros y la luna vacía.
    Las fértiles entrañas de mis ojos van escupiendo muertos por la calle.
    Destacando de la muchedumbre, nuestras vidas se desestructuran
    con la tranquilidad del aire recogido, como una madre triste alumbrando vidas.
    Las luces de la noche parecen estrellas que brillan un momento en el cielo
    y se precipitan irremisiblemente hacia la nada, entre convulsiones húmedas
    de frío.

    Es, cuando entonces estábamos como pieles de gallina, desintegrando
    la materia con nuestras propias manos, volando el búho de Minerva.

    Se hace tarde ya.

    ¡Venga! Que tenemos que marcharnos a enterrar a nuestros muertos.
    Para secar la sangre de las frentes de las piedras. Yo he visto a esas piedras
    abandonarse como se abandonan los niños, contando cuentos grotescos,
    de soles frágiles y días sin remedio. Y Saturno negándose a comer hígados.
    Genitor eclíptico de cristales rotos. Después de haberme dejado solo,
    quiero creer como creen los niños, aunque la sonrisa no volverá a su sitio.
    Hoy, soy un pájaro libre de plumas calladas, misteriosas, que dije lo que nadie
    dijo, entremezclándome en abismos de lágrimas y burbujas de sueños.

    -Seguiría engendrando palabras que significan poco.-

    Ya se suicidó el último sentimiento que me quedaba de ti.

    De repente, los muertos se pusieron a cantar,
    y pájaros-piedras-plumas aplaudiendo a los lobos que matan, a la pena
    por sí sola.

    (Te ves nacer, te ves morir y resucitas...)

    La vida de uno continúa sobre la muerte de otro. Y seguimos viviendo Alejandra.


    Quintiliano ( yo mismo)

    .
    .
    .
  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado diciembre 2014
    [OCULTAR]I m p r e s i o n a n t e, Quinti.
    Lo voy a secuestrar para ir leyéndomelo en más ocasiones durante el día... No son palabras para leer con prisas...

    Eres la definición de poeta... [/OCULTAR]




    Carta a mí misma

    ¿Recuerdas
    cuando era el teléfono un pájaro
    cantando en el alambre... ?

    Nunca creíste
    que sólo se trataba de un vil artefacto.

    Eras insoportable.
    Por eso hasta quisiste un lunes
    regalarte.

    Tenías la mirada llena de barcos.
    Dabas de comer
    a los perros del parque
    y te sabías de memoria el número
    de árboles,
    a fuerza de ser viento,
    de ser hoja,
    de husmear
    no sé qué estrella entre las ramas.

    Eras
    un raro espécimen,
    una degeneración futura,
    un grifo siempre yéndose,
    ya ni sé qué decirte,
    eras
    algo bastante feo que me gustaba.

    Te pregunto,
    por preguntarte,
    porque sí,
    porque llueve
    y algún entremetido te ha empujado:
    ¿Qué harías si te dejara libre,
    si de un manotón quitara la montaña...?

    De ley
    irías a refugiarte en la ternura,
    a estrellarte en el borde de un retrato.
    A escabar en el suelo un sucio anillo
    del que nacieron rosas,
    lombrices,
    telarañas.

    Tú,
    siempre serás tú.

    No habrá abracadabra que te cambie.
    No habrá

    reencarnación que te libre del lodo de los sueños.
    No habrá forma
    de librarse de ti
    ni estrangulándote.

    Oye:
    no vayas
    a suicidarte.
    Me es indispensable tu presencia:
    triste,
    desafiante.

    Terminada en punta
    -como una hoja-
    detrás de la ventana.




    Ana María Iza (Ecuador, 1941)





  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado diciembre 2014
    París, Texas

    (Basado en el film de Wim Wenders)

    Me gustaría contarte lo que veo, hablarte
    de los hoteles abandonados apareciendo de la nada
    en el medio de la carretera como castillos solitarios
    cuyos puentes levadizos hubieran sido
    dinamitados hace tiempo. Me gustaría
    contarte lo que veo pero es imposible
    hallar un dolor que condescienda
    a ser narrado. ¿Vale la pena entonces,
    emprender tan largo viaje para ir de un extremo
    a otro del silencio? También es imposible
    callar por completo: sé que terminaré por llamarte,
    como se llama a alguien cuando se está a oscuras,
    sin el auxilio de la voz, un estremecimiento
    semejante al de esas luciérnagas
    que al chocar contra un parabrisas en la ruta,
    se deshacen esparciendo una nube pequeña
    de polvo y luz, y ésa -quizás- es su idea
    de un encuentro.



    Claudia Masin (Argentina, 1972)




  • SarasvatiSarasvati Fernando de Rojas s.XV
    editado diciembre 2014
    Alguien también es mordida por el llanto

    A Eunice Shade

    La oscuridad te lame igual
    los grandes ojos huecos
    con que mirás,
    me doy cuenta;
    lo digo por tus negras ojeras
    que te denuncian el resquicio
    húmedo con olor, no a pupila mojada,
    sino a terror,
    a frágil cúmulo de carne
    en una habitación con colillas tóxicas,
    de muerte dentro de un trofeo,
    a vasta soledad con vendas gastadas,
    a lágrima derramada sobre un poema tuyo
    que te recuerda a vos misma
    estrujada por un abominable pasado.

    Maquilláte el rostro Eu,
    así la gente no sabrá
    que todo este tiempo
    te estuvo carcomiendo el llanto.

    Francisco Ruiz Udiel
  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado diciembre 2014
    azufre


    Ser cartógrafa de una casa implica conocer sus objetos
    secretos: una red agujereada de pesca en el depósito
    de las herramientas, señuelos con dibujos de peces
    rojos y negros, el cuadrante roto de una brújula
    que marca siempre el norte, olor a humedad que recuerda
    imperfectamente el mar. Como si alguien de la familia
    hubiera fallado en los preparativos de una travesía larguísima
    y ahora te tocara reconstruir el itinerario de esa expedición
    que nunca se hizo.
    Se debería partir cuando el mapa esté completo,
    cada ciudad en su sitio y de cada una los datos necesarios:
    la velocidad máxima de sus vientos, la profundidad de sus ríos,
    su época de tormentas. A veces pensaste en diseñar
    un mapa deliberadamente errático, por la sola belleza
    de extraviarte en dibujos que no llevan a ninguna parte.
    O tal vez para obligarte a permanecer en el mismo sitio
    preparando para siempre una partida,
    tu propia vida el lugar donde aprender la palabra viaje.
    Todas las cosas hermosas, al principio, son palabras.
    ¿Viste alguna vez cómo el sol atraviesa
    el ala de un insecto en vuelo? ¿Con qué delicado
    y fugaz dibujo la rellena? Así hubieras querido que se viera
    tu cuerpo en la transparencia de la tarde:
    una chispa de azufre, azulada. Materia inflamable
    que al menor roce recuerda su pertenencia a los volcanes,
    su ansia de desprenderse y arder en el aire.
    ¿Adivinaste ya que no es ese tu oficio? ¿Pudo tu cuerpo
    amar lo que le ha sido encomendado? Que otros se vayan.
    Lo tuyo es escribir la historia de ese viaje.


    Claudia Masin (Argentina, 1972)



  • SarasvatiSarasvati Fernando de Rojas s.XV
    editado diciembre 2014
    Canto de la vida muerta

    Mi alma es la ventana donde muero.
    Mi alma es una danza maniatada.

    Mi alma es un paisaje con murallas.
    Mi alma es un jardín ensangrentado.

    Mi alma es un desierto entre la niebla.
    Mi alma es una orquesta de topacios.

    Mi alma es una rueda sin reposo.
    Mi alma son mis labios que se abren.

    Mi alma es una torre en una playa.
    Mi alma es un rebaño de suplicios.

    Mi alma es una nube que se aleja.
    Mi alma es mi dolor, mío, por siempre.

    Mi alma es el naranjo azul que arde.
    Mi alma es la paloma enajenada.

    Mi alma es una barca que regresa.
    Mi alma es un collar de vidrio y llanto.

    Mi alma es esta sed que me devora.
    Mi alma es una raza desolada.

    Mi alma es este oro en que florezco.
    Mi alma es el paisaje que me mira.

    Mi alma es este pájaro que tiembla.
    Mi alma es un océano de sangre.

    Mi alma es una virgen que me abraza.
    Mi alma son sus pechos como astros.

    Mi alma es un paisaje con columnas.
    Mi alma es un incendio donde nieva.

    Mi alma es este mundo en que resido.
    Mi alma es un gran grito ante el abismo.

    Mi alma es este canto arrodillado.
    Mi alma es un nocturno y hay un río.

    Mi alma es un almendro de oro blanco.
    Mi alma es una fuente enamorada.

    Mi alma es cada instante cuando muere.
    Mi alma es la ciudad de las ciudades.

    Mi alma es un rumor de acacias rosas.
    Mi alma es un molino transparente.

    Mi alma es este éxtasis que canta
    golpeado por armas infinitas.

    J. E Cirlot
  • juanchojuancho Francisco de Quevedo s. XVII
    editado diciembre 2014
    Gracias por la poesía.



    El ángel desconocido

    ¡Nostalgia de los arcángeles!
    Yo era...
    Miradme.
    Vestido como en el mundo,
    ya no se me ven las alas.
    Nadie sabe como fui.
    No me conocen.
    Por las calles, ¿quién se acuerda?
    Zapatos son mis sandalias.
    Mi túnica, pantalones
    y chaqueta inglesa.
    Dime quién soy.
    Y, sin embargo, yo era...
    Miradme.

    Rafael Alberti


  • QuintiQuinti Juan Boscán s.XVI
    editado diciembre 2014
    A Mía no le gustan los títulos


    A Mía le da asco su cuerpo.
    A Mía le interesan los árboles.
    Sus escuetos y largos troncos
    delgados, delgados
    como la muerte encapuchada
    de los dibujos animados.
    Amiga televisión, tardes secas en el armario.

    A Mía le han dicho: “todo lo que tocas se pudre”
    y “por más que te masturbes
    no te enamorarás del espejo”;
    Y es tan triste verla morder la almohada
    deseando despertar detrás de la cortina
    en el mundo libre
    en el mundo sarpullido de bosques,
    de erotómanos y erotómanas.
    Sin embargo, el viento flamea fuerte la cortina,
    tan fuerte. Se la lleva lejos.
    ¿Cómo llegar ahí si ya no hay cortina?

    Mía entiende, pero le importa un bledo.
    Mía sabe que todo lo que toca se hace oro
    o se pudre
    pero nada queda igual.

    “Bulliciosas locuras siembran esas raras pastillas
    que el doctor recetó a Mamá;
    De esos doctores que se ganan algún sencillo vendiendo recetas a los pastrulos
    ¡y que quede claro que mamá no es ninguna pastrula!
    Y que quede claro que yo pertenezco a otro cielo;
    a otra física y a otra química.

    Nunca es tarde para emigrar al rincón más oscuro del Multiverso”.


    Willni Dávalos
    .
    .
    .
  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado diciembre 2014
    Descenso a los infiernos

    Yo no descanso nunca. Yo no tengo reposo
    porque me estoy haciendo y deshaciendo.
    Soy la lengua incesante del mar que anuncia el éter y el abismo.

    Mi palabra anda en boca de todos los amantes
    que descuartizan su alma por los besos
    para honrar con su llama la acción de la semilla.

    ¿Por qué veo a los hombres en catástrofe?
    ¿Por qué los veo presos
    si siempre fueron libres, con las alas cortadas?

    ¿No soy hijo del hombre? ¿No soy parte del día?
    ¿No soy sobreviviente de otros ojos vaciados,
    ojos que hace mil años se abrieron en el niño
    que era mi propio cuerpo?

    ¿No heredarán mis ojos los hijos de mi canto
    hasta hacerse otra vez un niño misterioso
    que llorará ante el mar sin poder comprenderlo?

    Me paseo furioso,
    cortado en dos mitades milenarias,
    como el gran mar que tiene dos cabezas erguidas
    para mirar arriba y abajo la tormenta.

    ¿Dónde empieza y termina la pasión de mi cuerpo,
    libre de la mentira? ¿Es mi sangre la estrella
    del movimiento, sol de doble filo,
    en que lo obscuro mata a lo confuso?

    Me alimento de sangre.
    Por eso estoy hundido,
    en esa posición de quien perdió su centro,
    la cabeza apoyada en mis rodillas,
    como una criatura que vuelve a las entrañas
    de millares de madres sucesivas,
    buscando en esos bosques las raíces primeras,
    mordido por serpientes y pájaros monstruosos,
    nadando en la marea del instinto,
    buscando lo que soy, como un gusano
    doblado para verse.

    ¿Es la pasión la forma de mi conocimiento?
    ¿Son mis ojos las manchas
    del aire? ¿O es el aire padre de la mentira?

    El sol, todo este sol que me desvela al fondo de las últimas formas
    con su estallido inexplicable,
    me está poniendo ciego de mirar lo perdido.

    Yo veo por mis actos mucho más que a través de mis visiones
    que mi ceguera es parte de la total videncia,
    cuya luz me fascina con sólo obscurecerme
    debajo de esos soles ociosos y enredados
    que componen los días de este mundo.

    Mi obscuridad se sale de madre para ver
    toda la relación entre el ser y la nada,
    no para hacer saltar el horizonte,
    ni para armar los restos de lo que fué unidad,
    ni para nada rígido y mortuorio,
    sino por ver el método de la iluminación
    que es obra de mi llama.

    Así vivo en lo hondo de mis cinco sentidos
    mil años boca arriba y otros mil boca abajo,
    pues necesito entrar a saco en cada cosa,
    sembrar allí un volcán y dejarlo crecer
    hasta que estalle solo.

    Yo no explico las causas como si fueran flores
    encima de una mesa llena de comensales,
    mientras suena la música.

    Oh miseria del hombre,
    desde hace miles de años
    la mentira es el único cadáver
    que contamina el éter de las cosas:
    el cadáver sin fin, ese pelo infinito
    que aparece en el punta de la lengua.
    Ese pelo de muerto que cae de la noche,
    nuestro peor cuchillo,
    que nos corta los ojos con dulzura.

    Me imagino que todos los cobardes
    viven de la mentira,
    todos esos que buscan
    los principios debajo de las piedras,
    seres que no son hijos de sus obras
    sino esclavos del miedo.


    Gonzalo Rojas (Chile, 1917-2011)



  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado diciembre 2014

    Hada

    Se alimenta de carne de venado, de hojas grandes y
    verdes, pero vomita nieve.
    Se desliza a gran velocidad, sube a los altos picos y
    cuenta lo que todos callamos.
    ¿Podría patinar sobre un pie? ¿Dibujar en un pie?
    Voy a decirlo de otro modo: la Sordomuda pasa con su
    cuerpo ladeado para recuperar el equilibrio.
    Aquí todos la aclaman: “no hay palabras, es única”.

    Con su pasamontañas se desliza.
    Clava sus espolones y mi lengua aterida se
    enrolla en viejos miedos.
    Y así ella se alimente de frutas amarillas o de peces
    plateados, siempre vomita nieve.
    Cuando vomite al bosque, yo lo conoceré.
    Ahora está en la pendiente: “no hay palabras, es
    única”.
    Yo rito del trineo, con mi hocico escarchado poco
    puedo decir.
    Para ella los aplausos porque puede bailar, dar
    vueltas como un trompo.
    Y si se lo propone,
    podría leerle los labios a un muñeco de nieve.



    Jorge Boccanera (Argentina, 1952)




  • QuintiQuinti Juan Boscán s.XVI
    editado diciembre 2014
    Casi noche

    Ya madura el jugo de la tarde.
    Coloración rosada, asco intenso del que odia las libélulas.
    Cuánto fermento: se inició la noche,
    ebrios con paracaídas en su gota de whisky,
    y ya es.

    Se hubo: caminar un poco, el condimento de la piedra
    simplemente el paso.
    Oh, noche de alubias y de estrellas,
    fuga del corazón de la ciudad en la vieja Chevrolet,
    y Franz y su mujer y nuestra amiga.
    La que vive en un poblado hacia el norte, rumbo a casa.

    Era en el caer de la sombra no soportar nuestros desnudos.
    El brillo de los ojos a túnica en el piso,
    la liviandad de la piel jalándose hasta el cielo,
    y algo Franz para fumar.

    Tan débil respirar bajo el caudal de la penumbra,
    carretero.
    Línea continua para rebasar la idea de Dios,
    que viaja lento y diurno.

    Y ella, la yaciente en la piedra de sus ojos,
    la de un callar miel y hortelano,
    nos habló en silencio de las fiestas del dónde.

    En el surco abierto en nuestras voces tropezaba el kilómetro.
    Secos de garganta
    pero húmedos de espíritu, de regreso a.
    Tres contra la bóveda estrellada,
    nadábamos de pecho en la piscina de.
    Signos zodiacales para meter en un frasco de vidrio,
    y darlos de regalo.
    Zodiacales cloruros de no saber ya nuestro nombre:
    inmadurez de la muerte aún no en verbo decantada.

    La muerte preguntaba por nosotros en la línea quebrada del camino.
    Y no sabíamos de; no dimos con la luz antiniebla.
    Perezosos a todo aquello que no es vida,
    rimábamos al herbazal a orillas del camino: sencillez de lo finito.

    Un alto obligado.
    Acaso la muerte, dijo uno de nos, un eco de nos,
    acaso ella
    tan pura como:
    el orín caía entre nuestras piernas, rompiendo el silencio
    y varias grietas en la tierra.
    Muerte ámbar volviendo a las arenas y a lo fresco de la noche,
    usando de Moisés nuestras rodillas abiertas.

    Después del esfínter, el sopor oculta la otredad.

    Hacía frío.
    Cuando veíamos la ciudad de nuevo,
    notó Franz que mis mejillas eran grandes, y mis
    ojos más pequeños y rasgados.

    Ya en los suburbios, algo picante de cenar:
    acompañado de un café muy negro, casi noche.


    Daniel Bencomo (San Luis Potosí, 1980-)

    .
    .
    .
  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado diciembre 2014
    Botella al mar


    Y tú quieres oír, tú quieres entender. Y yo
    te digo: olvida lo que oyes, lees o escribes.
    Lo que escribo no es para ti, ni para mí, ni
    para los iniciados. Es para la niña que nadie
    saca a bailar, es para los hermanos que
    afrontan la borrachera y a quienes desdeñan
    los que se creen santos, profetas o poderosos.


    Jorge Teillier (Lautaro, Chile 1935-1996)




  • SarasvatiSarasvati Fernando de Rojas s.XV
    editado diciembre 2014
    En la frente besar -penas borrar

    En la frente besar -penas borrar.
    Beso la frente.

    En los ojos besar, -el insomnio quitar.
    Beso los ojos.

    En los labios besar -dar de beber.
    Beso los labios.

    En la frente besar -la memoria borrar.
    Beso la frente.

    Marina Tsviétaieva
  • QuintiQuinti Juan Boscán s.XVI
    editado diciembre 2014
    CUESTIÓN DE ROLES

    Para escribir
    utilizo un cuaderno
    tamaño cuartilla
    como el que los niños
    utilizan para ir
    al colegio.
    Me gusta
    porque es barato,
    cómodo
    y tiene rayas
    - nunca me gustó
    escribir en folio -.
    Pero lo más importante
    de todo
    es su tapa,
    porque en un recuadro
    está escrita la marca,
    GUERRERO,
    y yo,
    a la hora de enfrentarme
    a algunos poemas,
    me lo creo.


    .......................................


    NOCHEBUENA

    En las fotos
    de la cena de Navidad,
    entre huevos rellenos,
    platos de jamón,
    paté y salmón,
    destaca una cara
    entre todas,
    la de mi padre,
    con 5 meses y medio
    de enfermedad
    a sus espaldas,
    y en cambio,
    40 kilos
    menos de peso.
    Fue una
    de las pocas veces
    que pudo cenar
    algo sólido
    y no basar su alimentación
    en batidos especiales
    con sabor
    a plátano.

    Lo que sorprende
    al ver
    el resto de las caras,
    es que ninguna
    muestra
    el más mínimo
    signo
    de tristeza,
    todo son risas,
    felicidad,
    como cualquier
    otro año.

    Porque
    el regalo
    que todos
    recibimos ese año,
    fuera de objetos materiales
    y dinero,
    fue
    compartir esa cena
    con él,
    prepararla a su lado,
    verle sonreír,
    y por una vez,
    ganarle la partida
    a un cáncer de estómago,
    aunque
    solamente diez días
    más tarde
    nos demostrase
    a lo que había venido.


    Javier Das
    (1980-) es poeta madrileño.

    .
    .
    .
  • QuintiQuinti Juan Boscán s.XVI
    editado diciembre 2014
    Guijarros y carmín


    la paliza me la debías
    -no preparé a tiempo la cena
    merecía el latigazo con el cinturón de cuero
    -era cierto que me habían visto con otro
    era tu deber saltarme un diente
    -no me acosté con él pero deseé hacerlo
    era justo que me jodieras dos costillas
    -encontraste la cama sin preparar
    y la comida deshecha
    tenías derecho a abrirme el labio
    -a pesar de tus gritos no pedí perdón
    ni grité hijoputa mientras me molías a palos
    no lloré al ver de nuevo sangre en mi camisa
    no pedí perdón
    ni grité
    ni lloré tampoco
    cuando alejándote de
    espaldas te rompí la cabeza con
    el horrible jarrón que
    nos regaló tu madre por navidad.
    Puto jarrón.
    Me corté en un dedo con
    su horrible cerámica pintada con
    flores azules.


    Marta Zafrilla Díaz es poeta murciana, (1982-)

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  • SarasvatiSarasvati Fernando de Rojas s.XV
    editado diciembre 2014
    La rosa de hielo

    La rosa esculpe
    sus violentos colores en el frío,
    y no es sino quimera de la rosa
    en la nieve, rosa de invierno,
    agua helada, blanco en lo blanco,
    ofreciéndose .
    La rosa crepita en la llama,
    y en la desolación de la nieve
    no hay deshielo demasiado lento.

    Rosa Lentini
  • QuintiQuinti Juan Boscán s.XVI
    editado diciembre 2014
    2

    El más grave error de quien olvida
    es creer que el olvidado hará lo mismo.
    Imagino, pues, tu rostro,
    su expresión de sorpresa
    o más bien desconcierto,
    o mejor ira sorda,
    al saberte vencida en la batalla,
    que al muerto que mataste
    aún le resta podredumbre de amor
    para vivir.
    La nota has recibido,
    qué tal, qué haces, cómo sigues,
    esencia de victoria y destrozado,
    soy feliz.


    Antonio Daganzo Castro es poeta madrileño (1976-)
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  • SarasvatiSarasvati Fernando de Rojas s.XV
    editado enero 2015
    Hora del alma

    En la hora profunda del alma,
    en la profunda de la noche...
    (Paso gigante del alma,
    del alma en la noche).

    Ahora gobierna, alma,
    los mundos, donde deseas
    reinar, la morada del alma,
    alma, gobierna.

    Enmohece los labios, las pestañas
    empolva con nieve.
    (Suspiro atlante del alma,
    alma en la noche...)

    En esa hora, alma, haz oscuros
    los ojos donde, Vega,
    surgirás...El dulcísimo fruto,
    alma, acerba.

    Oscurece y acerba:
    crece: gobierna.

    M. Tsvietáieva
  • QuintiQuinti Juan Boscán s.XVI
    editado enero 2015

    1 de enero de 1965


    Los Reyes Magos olvidarán tu dirección.
    No habrá estrellas sobre tu cabeza.
    Acaso sólo el ronco bramido del viento
    escuches como en otros tiempos.
    A tus hombros cansados les quitarás la sombra,
    cuando apagues la vela, antes de acostarte,
    pues el calendario nos promete
    más días que velas.

    ¿Qué es esto? ¿Tristeza? Tal vez sea tristeza.
    Una canción que te sabes de memoria.
    Que se repite. Pues que se repita.
    Que se repita desde ahora.
    Que suene también a la hora de la muerte,
    como gratitud de labios y ojos,
    hacia lo que, a veces, nos obliga
    a perder la mirada en la lejanía.

    Y mirando en silencio al techo,
    porque el calcetín, claro, está vacío,
    comprenderás que la avaricia sólo es garantía
    de que eres demasiado viejo.
    De que ya es tarde para creer en milagros.
    Y lanzando tu mirada al cielo,
    sentirás de repente que tú mismo
    eres un regalo sincero.


    Joseph o Iosif Alexándrovich Brodsky fue poeta ruso (1940-1996)
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  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado enero 2015
    Puente en el sur

    Ayer he recordado un día de claro invierno. He recordado
    un puente sobre el río, un río robándole azul al cielo.
    Mi amor era menos que nada en ese puente. Una naranja
    hundiéndose en las aguas, una voz que no sabe a quién llama,
    una gaviota cuyo brillo se deshizo entre los pinos.

    Ayer he recordado que no se es nadie sobre un puente
    cuando el invierno sueña con la claridad de otra estación,
    y se quiere ser una hoja inmóvil en el sueño del invierno,
    y el amor es menos que una naranja perdiéndose en las aguas,
    menos que una gaviota cuya luz se extingue entre los pinos.

    Jorge Teillier (Lautaro, Chile. 1935 – 1996)





  • QuintiQuinti Juan Boscán s.XVI
    editado enero 2015
    Raíz


    Algo nace quebrado.


    Lo indica esa montaña cubierta de edificios.
    Ni un solo palmo de tierra limpia para la siembra.
    Un descampado, a veces, interrumpe el paisaje
    vertical de ventanas.
    Un descampado es una tierra podrida;
    ningún loco pretende ahondar bajo sus piedras
    y enterrar la semilla de la fruta del miedo.
    Aquí se invierte el mundo:
    él cosecha entre hombres, agujas y cristales,
    protege de miradas a los cuerpos urgentes.
    A veces un cuchillo amenaza los juegos
    de los niños que ignoran el temblor
    de las venas cansadas de estar rotas.
    Y algo nace quebrado si no hay tierra
    tan limpia que podría morderse.
    Se arrojan las semillas, sin mirar, a la acera,
    esperando que el viento las proteja en su marcha.


    La respuesta es el tronco que crece sin raíces.


    José García Obrero

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  • SarasvatiSarasvati Fernando de Rojas s.XV
    editado enero 2015
    Epitafio

    Se extinguió de entusiasmo y murió de pereza;
    si vive es por olvido; no ser en una pieza
    él mismo y su querida fue su única tristeza.
    No nació de ningún modo;
    va donde el viento le deja;
    es cual bazofia compleja,
    mezcla adúltera de todo.
    Hecho de “qué se yo”. Un lince
    en cuanto a vista. Oro y poco dinero.
    Muchos alimentos y...un esguince
    si el brío ha de ser duradero.
    Un alma inmensa para quien no tiene violón.
    Demasiado amor para un mal garañón.
    Muchos hombres y...ninguna demostración.

    Tristan Corbière
  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado enero 2015
    Caos

    Todo el mundo
    parece enfermo últimamente
    o tiene
    un funeral en perspectiva
    El cielo cerró por vacaciones
    y ya no es
    sol
    volantín
    ni vía láctea
    sólo un trapo desteñido
    surcado por aviones
    y pájaros de Hitchcock

    No sé por qué ni a dónde
    emigraron los deseos
    las velas y las flores
    por gracia concedida
    La calle me parece indescifrable
    incluso las palabras de los ciegos transeúntes

    Todo huele a humo últimamente
    a hoguera a cigarrillo
    voy vestida de cenizas
    dándole
    la extremaunción a las cunetas
    No resisto
    la solemnidad de los paraguas
    los anónimos zapatos
    que corren hacia el Metro
    Detesto
    la nata de esta leche
    y el bostezo miserable que circunda
    Creo
    que necesito una navaja

    Hay que hacerle una autopsia a este vacío

    Carmen Gloria Berríos (Santiago, Chile, 1954)







  • QuintiQuinti Juan Boscán s.XVI
    editado enero 2015
    Y vio Dios que era bueno

    Te arrancas el disfraz y vuelves a tus orígenes. Estamos cerca, muy cerca, jugamos a la Vida reconociéndonos cada uno en el cuerpo del otro. Me recorres, me bebes y te sumerges en el agua clara de un mundo propio. Tuyo. Nuestro. Un mundo que inicia y termina en la puerta frágil de madera oscura que quisiera caerse a cada instante.
    Te quedas quieto con los ojos abiertos, asombrados de ti mismo y de nuestros cuerpos juntos uno frente al otro, sobre el otro, entre el otro.
    Te quedas quieto velándome el sueño, me cuentas cuentos. Me cuentas cuentos recién inventados y me bañas de flores y de palabras.
    Y perdemos hasta el nombre.
    Somos entonces las parejas antiguas de todos los tiempos, somos nosotros mismos recién nacidos: recién inventados inventando mundos alternos para retozar
    desnudos como niños
    desnudos como viejos
    desnudos como amantes
    como siempre
    como ahora
    como antes.
    Te quedas quieto grabando mi cara atrás de tus ojos como talismán contra la mala memoria. Reconoces mi boca con tus manos, mis piernas con tus manos, mi cara con tus manos. Los bautizas. Les das nuevo nombre y el nombre es bueno.
    Y vio Dios que era bueno.
    Te reconstruyo. Abro los ojos y te reclamo. De nuevo me tocas. De nuevo nuestros cuerpos se tocan y de nuevo el espacio desaparece, se transforma y se multiplica. Y de nuevo nada existe.
    Renacemos al mundo limpios y conversos, como recién paridos.
    ¿Y vio Dios que era bueno?
    Me imagino y pienso y me parezco a ti, a lo que sientes, porque soy tu sentimiento, tu sueño tranquilo y tu respiración en mi espalda, tu espalda, esos días que se repiten en el tiempo y el espacio y que no mueren, que no se van porque son tuyos.



    Regina Swain
    (Monterrey, Nuevo León, 1967-).
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  • QuintiQuinti Juan Boscán s.XVI
    editado enero 2015
    ME LARGO ESTA NOCHE





    Esta noche me largo. Un vuelo en primera al fin del mundo: África, Asia, América, todos los desiertos con palmeras, grandes cenas en grandes trasatlánticos. Una noche en Oslo, otra en Santiago de Chile. Una tarde en Pekín, otra en Kiev, exprimiendo este mundo hasta la última gota de vida. Esta noche me largo. Hoteles, taxis, bares, casas, ciudades de la tierra, voy a vosotras. Una mañana en Tokio, una noche en Ciudad del Cabo, el calor, el fuego, el descontento, la sed, una vuelta por el mundo; esta noche, me largo esta noche. Templos, museos, lavabos, banderas, escaleras, barrios perdidos, farolas muertas en ciudades horrorosas. Las playas, los calamares a la romana, los pobres, los ricos, la nada, el barro, el sol, la luna. Este mundo. No es inhóspito. Las faldas azules de las camareras de los hoteles. Las nubes desde la estrecha ventana del avión, Dios encima de una nube, descansando, abajo los inertes océanos con el vientre lleno de ballenas, de pulpos, de rodaballos, de sardinas tristes a la deriva, de viciosos peces transparentes. Esta noche viajaré en un avión gigantesco, a la velocidad de la sangre, quiero ver este mundo que se muere, las naciones bajo mis pies sucios, las cárceles, los gobiernos, las lenguas, las patrias, y yo arriba, al lado de Dios, al lado del sol y de las almas gastadas. Me gusta el hedor moral de este maravilloso mundo. Esta noche me largo. Mucho amor en el aire humedecido. Mucha felicidad en las manos radiantes. Mucha santidad en los ojos. Esta noche me largo.




    Manuel Vilas


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  • QuintiQuinti Juan Boscán s.XVI
    editado enero 2015
    La espesura maliciosa del bosque asesino

    La mirada ocre agonizando cuando cae una tarde desafortunada
    y el sonido de las hojas trituradas por botas embarradas
    agoniza en algún inhóspito lugar del desierto de árboles
    que sirve de refugio a una bestia humana con ojos azules.

    Hay ramas manchadas de sangre seca y cortezas de árbol violadas
    por orines rancios
    de decenas de víctimas enfrentadas al miedo...
    ... a una afilada hoja de cuchillo de carnicero que roza el cuello
    y juguetea con el sabor de la muerte próxima
    que resbala
    entre unos dedos enormes, siniestros, torpemente diseñados...
    Movimiento violento para que cuchillo arrancavidas reviente
    en una explosión triunfal contra la frágil muralla de un corazón
    pletórico de sangre, que estalla hacia dentro como explosión nuclear
    creando un crepúsculo artificial que sólo disfruta
    el atormentado cerebro de una mente enferma,
    que obliga a su cuerpo a pasear penosamente por un bosque extraño,
    muerto...
    por un bosque próximo a su casa,
    a la de sus padres,
    a la de su niñez...,
    ellos han muerto; padre tardó algo más: era una mala bestia,
    pero el alambre de espino trenzado alrededor de la garganta
    obra milagros en el pescuezo más resistente...

    (crack, crack, crak)

    y, de nuevo, el sonido de las ramas y las hojas al ser pisadas...
    ...y el sonido de las risas inocentes acercándose
    a través de la espesura maliciosa del bosque asesino



    José Manuel Vara
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  • SarasvatiSarasvati Fernando de Rojas s.XV
    editado enero 2015
    La sonrisa en el frío

    Hace tanto frío aquí, y todo
    es yermo y gris, ninguna piel da calor
    a otra piel, ninguna mano acaricia
    otra mano.

    Pero hoy, cuando cavábamos la zanja
    junto a la alambrada, me ha parecido que
    me sonreías.
    Y he visto que era cierto: cuando se han llevado
    el cuerpo tenías un gesto plácido en
    los labios.

    Anna Rossell
  • CielitoDeMiPiezaCielitoDeMiPieza San juan de la Cruz XVI
    editado enero 2015
    Chile no es mi patria
    ni la tierra es mi planeta
    ni la tierra pertenece al sistema solar
    ni el sistema solar pertenece a la Vía Láctea
    ni la Vía Láctea pertenece al universo
    ni el universo pertenece a dios
    ni dios pertenece al vacío
    ni el vacío pertenece a mi mente
    ni mi mente pertenece a mi carne
    ni mi carne pertenece a mi cuerpo
    ni mi cuerpo pertenece a mi alma
    ni mi alma pertenece a mi muerte.


    Claudio Bertoni.


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