¡Bienvenido/a!

Pareces nuevo por aquí. Si quieres participar, ¡pulsa uno de estos botones!

Madre

2»

Comentarios

  • QuintiQuinti Juan Boscán s.XVI
    editado diciembre 2014
    estrofa escribió : »
    A mi madre

    (reivindicación de una hermosura)

    Escucha en las noches cómo se rasga la seda
    y cae sin ruido la taza de té al suelo
    como una magia
    tú que sólo palabras dulces tienes para los muertos
    y un manojo de flores llevas en la mano
    para esperar a la Muerte
    que cae de su corcel, herida
    por un caballero que la apresa con sus labios brillantes
    y llora por las noches pensando que le amabas,
    y dice sal al jardín y contempla cómo caen las estrellas
    y hablemos quedamente para que nadie nos escuche
    ven, escúchame hablemos de nuestros muebles
    tengo una rosa tatuada en la mejilla y un bastón con
    empuñadura en forma de pato
    y dicen que llueve por nosotros y que la nieve es nuestra
    y ahora que el poema expira
    te digo como un niño, ven
    he construido una diadema
    (sal al jardín y verás cómo la noche nos envuelve)


    "Poemas del manicomio de Mondragón" 1987

    Leopoldo Maria Panero



    Carta al padre




    Solos tú y yo, e irremediablemente
    unidos por la muerte: torturados aún por
    fantasmas que dejamos con torpeza
    arañarnos el cuerpo y luchar por los despojos
    del sudario, pero ambos muertos, y seguros
    de nuestra muerte; dejando al espectro proseguir en vano
    con el turbio negocio de los datos: mudo,
    el cuerpo, ese impostor en el retrato, y los dos siguiendo
    ese otro juego del alma que ya a nada responde,
    que lucha con su sombra en el espejo-solos,
    caídos frente a él y viendo
    detrás del cristal la vida como lluvia, tras del cristal asombrados
    por los demás, por aquellos Vous êtes combien? que nos sobreviven
    y dicen conocernos, y nos llaman
    por nuestro nombre grotesco, ¡ah el sórdido, el
    viscoso templo de lo humano!
    Y sin embargo
    solos los dos, y unidos por el frío
    que apenas roza brillante envoltura
    solos los dos en esta pausa
    eterna del tiempo que nada sabe ni quiere, pero dura
    como la piedra, solos los dos, y amándonos
    sobre el lecho de la pausa, como se aman
    los muertos
    «amó», dijiste, autorizado por la muerte
    porque sabías de ti como de una tercera persona
    bebió dijiste, porque Dios estaba (Pound dixit)
    en tu vaso de whiski
    amo bebió, dijiste, pero ahora espera
    ¿espera? y en efecto la resurrección
    desde un cristal inválido te avisa
    que con armas nuestra muerte florece
    para ti que sólo
    sabías de la muerte. Aquí
    ¿debajo o por encima?
    de esta piedra
    tú que doraste la sobrenatural dureza y el
    dolor sobrenatural de los edificios desnudos
    ¿en qué perspectiva
    —dime— acoger la muerte?
    en la mesa de disección
    tú que danzaste
    enloquecido en la plaza desierta
    tropezando
    hiriéndote las manos en el trapecio del silencio
    en pie contra las hojas muertas que
    se adherían a tu cuerpo, y contra la hiedra que tapaba
    obsesivamente tu boca hinchada de borracho,
    danzas, danzaste
    sin espacio, caído, pero
    no quiero errar en la mitología
    de ese nombre del padre que a todos nos falta,
    porque somos tan sólo hermanos de una invasión de lo imposible
    y tus pasos repiten el eco de los míos en un largo
    corredor donde
    retrocedo infatigable, sin
    jamás moverme
    ¡ah los hermanos, los hermanos invisibles que florecen,
    en el Terror! ¡Ah los hermanos, los hermanos que se defienden
    inútilmente de la luz del mundo con las manos,
    que se guardan del mundo por el Miedo, y cultivan en la sombra
    de su huerto nefasto la amenaza de lo eterno, en
    el ruin mundo de los vivos! ¡Ah los hermanos,
    Y el ave,
    el ave que vuela sobre el mundo en llamas, diciendo solo
    a los mortales que se agitan debajo, diciendo
    solo: ABISMO, ABISMO!
    Abismo, sí, tibia guarida
    de nuestro amor de hermanos, padre.
    ¡Pero tan solos!
    ¡Tan solos! Fantasmas que hace visible la hiedra
    —como hiedramerlín como niñadecabezacortada como
    mujermurciélago la niña que ya es árbol—
    crecen hojas
    en la foto, y un florecer te arranca
    de los labios caníbales de nuestra madre Muerte, madre
    de nuestro rezo

    florecen los muertos florecen
    unidos acaso por el sudor helado
    muerto de muchas cabezas hambrientas de los vivos
    te esperamos ave, ave nacida
    de la cabeza que explotó al crepúsculo
    ave dibujada en la piedra y llena
    de lo posible de la dulzura, de su sabor
    ajeno que es más que la vida, de su crueldad
    que es más que la vida
    ¡ira
    de la piedra, ira que a la realidad insulta,
    que apalea
    a la cabaña torpe de la mentira con verbos
    que no son, resplandecen, ira
    suprema de lo mudo!
    (te esperamos
    en la delgada orilla de lo que cae, en el prado
    nocturno que atraviesan lentos
    los elefantes)
    percibís el frío
    la
    conspiración de las algas,
    gelatina, escamas, mano
    que sobresale de la tumba
    manos que surgen de la tierra como tallos
    surcos arados por la muerte,
    cabezas de ahorcados que echan flor:
    decapitados que dialogan
    a la luz decreciente de las velas,
    ¡oh quién nos traerá la rima
    la música, el sonido que rompa la campana
    de la asfixia, y el cristal borroso
    de lo posible, la música del beso!
    De ese beso, final, padre, en que desaparezcan
    de un soplo nuestras sombras, para
    asidos de ese metro imposible y feroz, quedarnos
    a salvo de los hombres para siempre,
    solos yo y tú, mi amada,
    aquí, bajo esta piedra.


    Leopoldo María Panero


    .
    .
    .
  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado diciembre 2014
    [OCULTAR]Mi padre comenzó a morirse un 24 de diciembre y terminó de hacerlo un 09 de enero de hace tres años. La Navidad me trae estos momentos.[/OCULTAR]


    Algo sobre la muerte del Mayor Sabines

    Primera parte

    1.
    Déjame reposar,
    aflojar los músculos del corazón
    y poner a dormitar el alma
    para poder hablar,
    para poder recordar estos días,
    los más largos del tiempo.

    Convalecemos de la angustia apenas
    y estamos débiles, asustadizos,
    despertando dos o tres veces de nuestro escaso sueño
    para verte en la noche y saber que respiras.
    Necesitamos despertar para estar más despiertos
    en esta pesadilla llena de gentes y de ruidos.

    Tú eres el tronco invulnerable y nosotros las ramas,
    por eso es que este hachazo nos sacude.
    Nunca frente a tu muerte nos paramos
    a pensar en la muerte,
    ni te hemos visto nunca sino como la fuerza y la alegría.
    No lo sabemos bien, pero de pronto llega
    un incesante aviso,
    una escapada espada de la boca de Dios
    que cae y cae y cae lentamente.
    y he aquí que temblamos de miedo,
    que nos ahoga el llanto contenido,
    que nos aprieta la garganta el miedo.
    Nos echamos a andar y no paramos
    de andar jamás, después de medianoche,
    en ese pasillo del sanatorio silencioso
    donde hay una enfermera despierta de ángel.
    Esperar que murieras era morir despacio,
    estar goteando del tubo de la muerte,
    morir poco, a pedazos.

    No ha habido hora más larga que cuando no dormías,
    ni túnel más espeso de horror y de miseria
    que el que llenaban tus lamentos,
    tu pobre cuerpo herido.


    Jaime Sabines




  • QuintiQuinti Juan Boscán s.XVI
    editado diciembre 2014
    [OCULTAR]A veces pienso que fui huérfano antes de nacer.[/OCULTAR]


    I

    Padre, me voy:
    voy a jugar en la muerte,
    padre me voy.
    Dile adiós a mi madre,
    y apaga la luz de mi cuarto:
    padre, me voy.
    Dile a aquel niño que allá ríe,
    no sé de qué, si de la vida,
    mi nombre, sólo mi nombre.
    Pon mis juguetes en buen orden
    oso con oso, pon al perro
    con el pájaro, en cuanto al pato
    déjalo solo, al pato:
    padre, me voy: voy a jugar con la muerte.
    Había una llama, sí, en mis ojos,
    porque velaron tantas noches
    y no logró nadie cerrarlos
    sino yo; perdona, padre, que no hubiera
    nadie, sino yo: me voy,
    me voy solo a jugar con la muerte.

    II

    Padre, estoy muerto, ya, y qué oscuro
    es todo esto:
    no hay luna aquí, no hay sol ni tierras,
    padre, estoy muerto.
    Somos los muertos como enfermos
    y el cementerio el hospital
    para jugar aquí a los médicos
    sábana blanca y bisturí
    y tantas tumbas como lechos
    para soñar: y son tan blancos esos huesos
    padre tan blancos: como soñar.
    Dicen los otros, los más muertos
    los que ya llevan tiempo y tiempo
    aquí vengándose de Dios
    que vendrá el Diablo, el buen Diablo
    que vendrá el Diablo con más flores
    de las que nadie pueda traer.
    Padre, estoy muerto, no estoy solo
    padre, estoy muerto, tengo amigos
    con quien jugar.

    III

    Madre, esos besos que en la tumba
    aún me das
    son despertar, son nuevo frío;
    estuve vivo, ya lo supe
    ahora déjame olvidar.

    IV

    Padre, estoy muerto, y es la tumba
    una cuna mucho mejor
    padre, no hay nadie, ya estoy solo
    padre, si alguna vez de nuevo
    vuelvo a vosotros, padre, si otra
    vez yo vivo, no sé con qué voy a soñar.


    Leopoldo María Panero

    .
    .
    .
  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado diciembre 2014
    La madre y la música


    Escuchaba música en la azotea.
    Me enseñaba el cielo. Sonreía.
    Siempre sonríe la madre mirando las estrellas.

    Una tarde dejó su anillo en la tumba de Chopin.
    Debe estar brillando, todavía.

    Un círculo de oro tan infinito
    que enciende el firmamento dentro de la tierra
    y la música
    y la brasa del corazón de la madre,
    mientras, desquiciada, enorme
    se mueve la noche
    en su mausoleo
    libre y oscuro.


    Leopoldo "Teuco" Castilla (Argentina, 1947)


  • QuintiQuinti Juan Boscán s.XVI
    editado diciembre 2014


    .
    .
    .
  • SarasvatiSarasvati Fernando de Rojas s.XV
    editado enero 2015
    Siesta

    Nos dábamos la espalda
    ese sonido ahogado
    madre, qué era:
    por primera vez te escuchaba llorar,
    me quedé quieta
    apreté la almohada contra la oreja
    la almohada con el olor de tu pelo
    no pregunté
    no me di vuelta
    esperé que pasara pero crecía
    tu llanto
    entre las dos.
    Hicimos lo que pudimos, quedarnos
    cada una en su lugar
    y en algún momento dormirnos.

    Silvina López Medin
  • QuintiQuinti Juan Boscán s.XVI
    editado enero 2015
    Dejadme ya con ellos, con mis muertos.
    Con tía Franca y su tímida sonrisa
    dentro del marco oval de oro falso,
    que se angustia las veces que no acudo
    a la cita habitual de cada sábado.
    Debajo está tía Gina que ha llegado
    en enero de este año a mi despecho,
    sin avisarme se marchó en el día
    del bautismo de Alessio. No debías
    hacerme esta injusticia. Te he llorado
    encerrado en mi cuarto en Espinardo
    mientras comían paella con mariscos
    y brindaban con cava catalán.
    Un poco más arriba están mis padres,
    él con trinchera y el cabello espeso,
    ella con traje negro, demacrada.
    Finalmente, lindando con el techo,
    reunidos todos en el mismo nicho,
    la madre y dos hermanos de las tías,
    el abuelo Michele que leía,
    para pasar el tiempo, la Gaceta
    mascando caramelos que compraba
    con el diario en el bar de calle Roma.
    Para ti hemos guardado el mejor sitio,
    a la vista de todos, en el centro.
    Faltan sólo la lápida y la foto.


    Emilio Coco es poeta italiano, (1940-)

    .
    .
    .
  • CielitoDeMiPiezaCielitoDeMiPieza San juan de la Cruz XVI
    editado enero 2015
    lalalalalala:

    Madre
    dile a tus hijos que no sigan mi camino
    dile a tus hijos que no escuchen mis palabras
    lo que significan
    lo que dicen
    Madre.

    Madre
    ¿puedes mantenerlos en la oscuridad de por vida?
    ¿puedes ocultarlos del mundo que está esperando?
    Oh madre.

    Padre!
    voy a llevarme a tu hija esta noche
    voy a mostrarle mi mundo
    Oh padre!

    No estás a punto de ver tu luz
    pero si quieres encontrar el infierno conmigo
    yo puedo enseñarte como es eso
    hasta que estés sangrando
    no estás a punto de ver tu luz
    y si quieres encontrar el infierno conmigo
    yo puedo enseñarte como es eso

    Madre
    dile a tus niños que no tomen mi mano
    dile a tus niños que no comprendan
    Oh madre

    Padre
    ¿Quieres golpear cabezas conmigo?
    ¿quieres sentirlo todo?
    Oh padre.

    No estás a punto de ver tu luz
    pero si quieres encontrar el infierno conmigo
    yo puedo enseñarte como es eso
    hasta que estés sangrando
    no estás a punto de ver tu luz
    y si quieres encontrar el infierno conmigo
    yo puedo enseñarte como es eso

    Danzig


    .
    ..
    .
  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado enero 2015
    Mi madre ya no ha ido
    al mar
    lleva una buena cantidad de años
    tierra adentro,
    un siglo de interioridad
    cumpliéndose.
    Se ha resecado de sus hijos
    y vive lejos
    en toros consanguíneos.
    Es como una escultura de sí misma
    y sólo el mar
    que quita el fárrago
    acumulado en la ciudad
    puede acercarla a su pasado,
    hacia su muerte verdadera,
    y hacer que crezca nuevamente.
    Mi madre necesita algún
    estruendo entre los pies,
    Una monótona insistencia en los oídos,
    una palabra adversa
    y simple que la canse,
    y necesita que la llamen,
    oír su nombre en otros labios,
    pedir perdón
    y hacer promesas,
    ya no se tropieza
    en nada sustantivo.
    Y yo tengo que armarme de valor
    para llevarla al mar
    armarme de mis años
    que he olvidado,
    reunirme con mi madre en otro tiempo,
    con un yo mismo que enterré
    y que ella guarda
    sin decirme nada.
    Tengo que armarme de valor
    para perder confianza
    en lo que sé,
    tengo que regresar al día
    en que mi risa quedó trunca
    entre las páginas de un libro,
    cerrar el libro y completar la risa,
    cerrar todos los libros y reírme,
    cerrar todos los ojos que he ido abriendo
    para que nadie me agrediera.
    Estuvo bien ya de crecer,
    es hora de desdibujarme,
    lo que aprendí enhorabuena,
    lo que olvidé también,
    es hora de ser hijo de alguien
    y de tener un hijo
    y un esqueleto para ir al mar,
    para morir
    con cada hueso sin pedir ayuda.
    Salí hace años a rodearla a ella
    para volver al mar más solo
    o acaso fui a rodear el mar
    para ser hijo de otro modo de mi madre,
    ya no me acuerdo qué buscaba,
    nadie recuerda lo que busca,
    mi madre ya no ha ido
    al mar,
    es todo lo que sé,
    y no llevarla es no reconciliarme
    con el mar, no ver el mar
    como se ve después de niño,
    también no ver cómo es mi madre
    ahora, no saber nada de mí mismo.


    Fabio Morábito (Egipto/México, 1955)








  • QuintiQuinti Juan Boscán s.XVI
    editado enero 2015
    .

    TOMA en tus manos
    este jersey tejido en nudos de memoria.


    Consérvalo, porque algún día
    recordarás las manos desgastadas
    que lo tejieron en las noches de tu infancia.
    Y no podrás volver. Y tendrás frío
    cuando descubras que vivir
    a veces es llorar.
    Abrígate con el amor que en el jersey está trenzado:
    lo que nos quita el tiempo
    ha sido el tiempo quien lo ha urdido
    en formas misteriosas y sencillas
    que hilvanan nuestras vidas a otras tramas.
    Es imposible amar fuera del tiempo,
    nada infinito hay que se alcance sin su hebra
    aunque la hechura de su amor
    nos muestre su belleza en sacrificio
    sólo al perder a quien más hondo nos ha amado.
    No pienses, como Eliot,
    que sólo el tiempo vence al tiempo,
    porque el tiempo es invencible.
    Más bien realiza hazañas cotidianas:
    piensa en mamá, aprende a tricotar
    tus horas en ofrenda:
    -punto de arroz,
    ochos perdidos,
    espigas que se cruzan
    con las agujas de la vida...-


    Ponte el jersey
    y teje otro jersey para tus hijos.



    Antonio Praena Segura es poeta granadino (1973-)

    .
    .
    .
  • QuintiQuinti Juan Boscán s.XVI
    editado enero 2015
    Madre sorpréndeme cantando, cantando como un loco gozando de su cordura. No estudio cuando escapo de los deberes diciendo que lo haré, oh madre, sorpréndeme también por eso. Canto porque mi voz ha sido arrebatada por el tiempo, tajoneada por eso que llaman madurar, como ir a un lugar mejor que quizá no es mejor. Madre, mírame el sudor que cae cuando caigo y me lastimo de ti, del viejo, del desorden de mi cuarto que es, créeme, lo que mejor me explica en la calma. ¿Si muriera un tipo que ha corrido cansado? ¿Muere o descansa?
    Madre, he sentido los dientes de mi voz clavándome en la cabeza como cuando un cachorrito es llevado por su madre a un lugar lejos de la lluvia. Pero mi voz también es la lluvia, de colores, de distintos tonos rojos, ay la sangre, un accidente del sueño, de la mañana, del sol, un accidente aéreo mi voz, atrápame cantando me emborrachaba entre sus brazos, ella nunca bebía ni la vi llorando.
    Madre quiero ser cantante precisamente porque no puedo cantar, porque mi voz es atroz pero quizá haya algo hermoso bajo esa tragedia, un gusanito de ojos conmovidos que aletea sus alas vacías e irreales. Por favor sólo quiero matarla, a punta de navajas, besándola una vez más.


    ¿Sabes lo que soñé el viernes pasado? Que me masturbada frenéticamente y que luego, ah no, espera, eso pasó antes de estar dormido. Bueno, estaba parado en algo parecido a un escenario, todo iluminado de bombillas púrpuras. En el fondo un tipo que era el baterista dio una señal que no comprendí y de golpe de alguna sombra agonizante un guitarrista agitó su guitarra a manotazos, parecía una tontería pero oía a épico, luego el bajista tocó y yo al medio detrás de un micro que tenía pinta de antiguo y abrí la boca un poco y explotó el estadio, porque estaba en un estadio o algo parecido, algo más grande quizá y la gente enloquecía y era la peste del amor y la pasión y la fe. Y canté, para sorpresa mía, con mi voz real y nadie se espantaba, ¿me oyes? Nadie. Yo creo que fue una revelación.




    J. Estiven Medina Ortiz (1995).

    .
    .
    .
  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado enero 2015
    Qué crueldad

    En el gran patio cuadriculado
    peleaban los ejércitos
    simbólicas batallas
    (eso lo entendí después)
    Yo estaba preocupada
    no veía sangre
    pero sabía
    que estaba en lo cierto
    Largas horas
    combatieron los guerreros
    el motivo
    lo olvidaron hace tiempo

    La gran campana de oro
    le llevé a mi madre
    En el patio el cerezo florecía
    y entre las flores tejían las arañas.

    Qué belleza dijo mi madre
    Qué crueldad
    dije yo.


    Yona Wallach (Israel, 1941-1985)





  • QuintiQuinti Juan Boscán s.XVI
    editado enero 2015
    De otra parte

    Sé que mi madre lavaría mi cuerpo si muriera
    y pondría bajo el sol
    las primeras palabras que dije
    de modo que la luz
    y un hambre de insectos
    las volvieran otra cosa
    (invisible)
    con el paso de los días.

    Llamaría por mi nombre
    al árbol que trepaba cuando no usaba zapatos
    o el limón más amargo
    del primer junio que yo le faltara.

    Tendería mis camisas por la noche
    esperando que el viento
    los gatos o la vieja lechuza blanca
    (que anidaba en el dátil de un patio contiguo)
    las llevaran a otro sitio.

    Mordería el pan de diario
    con la esperanza intacta de hacerlo sangrar.

    Sabría que mi polvo
    vale menos o lo mismo que esa tierra
    levantada por tibios remolinos
    frente al párpado cerrado de Dios.

    Recordaría la vieja discusión que tuve
    con el perro que vivió a unos metros de la casa
    donde mi abuela celaba sus flores de durazno.

    Arrojaría mis dibujos
    al cesto de basura o la memoria de un pájaro.

    Diría que una espina
    le impuso en silencio un halo frío
    a la débil ceremonia de poner la mesa para nadie.

    Mi madre
    –que verá en mis huesos la marca inútil de su sed–
    sabría que trajo al mundo un cadáver
    (indeciso y pobre)
    que apenas supo estar para siempre en otra parte.



    Ricardo Solís (Navojoa, Sonora, 1970-)

    .
    .
    .
  • QuintiQuinti Juan Boscán s.XVI
    editado enero 2015
    PRIMER DIÁLOGO CON LA MADRE

    [... en estricta apariencia, y sin saber por qué,
    vidas de niños se convierten de pronto en execrables historias;
    quiebran, pues, las normas y los ritmos adulterando y destronando al tiempo,
    y una pléyade de piedras cae montaña abajo intimidando
    con rudeza el poso de la edad, la fe y el corazón]

    - madre ¿ por qué canta la luz... ?
    - hijo ¿ la luz canta... ?
    - sí, sí cantó, madre; cuando llorabas se acercó a tus ojos
    y cantó una canción muy hermosa, yo la oí;
    - cariño, papá ha muerto ayer y tendremos que irnos...
    - ¿ a dónde, a dónde, madre... ?
    - no lo sé, cariño, no lo sé; pero ven y no llores, no llores, amor;
    - madre, mira, la luz está cantando otra vez, mírate en el espejo;
    escucha, escucha ¿ la oyes ahora... ? ¿ la oyes, madre ... ?



    [OCULTAR]... del libro "Acompañante luz".[/OCULTAR]




    Orion de Panthoseas


    .
    .
    .
  • QuintiQuinti Juan Boscán s.XVI
    editado enero 2015
    Ordo Sibillarum

    Sobre el océano de cabezas bamboleantes
    baila la Sibila.
    Embriagada por el rastro cristalino de espíritus
    que pueblan este microuniverso,
    es traspasada,
    penetrada,
    violada una y otra vez
    por la Madre que vocifera en las alturas
    MAE calipigia,
    pandémica,
    altitonante.
    Chispazos como balas fulgentes
    a cientos
    a millares
    le derriten el cerebro,
    que se hace uno con el sudor, con el ardor
    del ritual.
    La pista hierve, se encrespa, espumea
    de saliva reseca y ron con cola.
    El pueblo grita el nombre de la Madre,
    se postra ante su mesa de mezclas hasta
    la bancarrota, hasta
    el crimen.
    La Sibila en su baile frenético
    no es ya la Sibila,
    es el rostro de la Gran Reina del Infierno
    dando órdenes,
    es cascada de sangre contaminada
    de speed, coca y ketamina,
    es vidente del calor abrasador
    de la testosterona
    y de los diablos negros colgados
    de nuestros estómagos.
    Mientras la Sibila baile,
    rabiosa en su éxtasis,
    aún nos quedará una certeza:
    que existe la noche,
    que existe nuestro Dios.


    Javier Gato


    .
    .
    .
  • estrofaestrofa Garcilaso de la Vega XVI
    editado febrero 2015
    ZORBA EL GRIEGO


    Mi madre cumplía 9
    cuando Vallejo escribía "Masa"
    Y yo no me formaba todavía
    cuando ella veía "Zorba el Griego"
    en el cine "Imperio" de la capital

    Yo no sé bien lo que esto significa
    Los doctores no han dado aún
    con el número que nos explique a todos
    Juego de naipes / Golpe de dados

    Vallejo murió un año después
    que su cadáver se levantara "triste, emocionado"
    y mi madre cumplirá 70 el próximo noviembre

    Jesús Sepúlveda



  • SarasvatiSarasvati Fernando de Rojas s.XV
    editado marzo 2015
    Si en vez de su madre regresa por la noche

    la oscuridad

    la niña se sienta en la ventana

    y canta


    Las mismas canciones

    una y otra vez

    o simplemente lalalá


    Sin cesar

    ahuyenta a esta otra madre

    que no es la verdadera


    a esta madre distinta

    a la que teme

    a esta extraña

    sin rostro



    que está aquí sentada

    respirando al otro lado de la pared

    suspirando en el silencio

    de la noche



    Y la niña canta

    En voz alta

    protege sin cesar

    a aquella que no regresa



    lalalá

    lalalá



    Canta

    para que la verdadera

    siga viva


    Viola Fischerová
  • SarasvatiSarasvati Fernando de Rojas s.XV
    A mi madre

    Sus cabellos chispean,
    sol domesticado en una casa. 
    Sol vagabundo
    Errante de cuarto en cuarto
    Entibia nuestras almas. 

    Su casa abierta a todos los vientos,
    ráfagas de lluvia perfuman,
    trombas de nieve hielan. 
    En la mesa, el caldero sin fondo,
    festín de los mendigos y los perros. 
    Sus pasos largos
    prolongan las cuerdas infinitas
    de la música. 

    Helena Paz Garro 
  • SarasvatiSarasvati Fernando de Rojas s.XV
    Elegía al padre, de César Fernández Moreno. 


    La tierra se ha quedado negra y sola

    La tierra se ha quedado negra y sola:
    que el viento con gran aliento expire
    y que la mar no mueva ni una ola.
    Fernández Moreno, el Viejo
    La Crucifixión
    ah tú querías esta eternidad
    pero querías más las niñas de tus ojos
    reír y sonreír
    los valses la mujer
    vivir al descuido cada minuto
    recordarlo después con rigor implacable
    palpar la materia su vida febril oculta
    afirmarte sobre la vereda
    y fatigar la selva de baldosas
    con un movimiento de conquista

    pero ya tenías mucha soledad
    de pronto se te puso perfecta
    he aquí las cosas huérfanas como yo
    tus hijas, mis hermanas
    cómo escuchar una bocina
    fiesta exclusiva para tus tímpanos
    una cucharita me hace llorar
    una tranquera me parte el alma
    dios me libre de la calle Florida
    cómo estrellas sin tu retina
    dónde están tus sentidos
    la célula central en que desembocan
    el nervio que volvía derecho a la mano
    la mano que escribía sobre cualquier mesa

    yo no puedo aguantar que hayas estado vivo
    el tiempo es demasiado tolerante
    los padres no debieran adentrarse tanto en la edad de sus hijos
    deberían morir al principio
    o bien no morir nunca
    por qué dividir así una vida
    ser hijo durante tantos años
    y de pronto no
    proyectado de pronto hacia fuera
    trastabillar enceguecido
    irse de espaldas

    yo no tengo la obligación de estar muerto
    ya lo sé pero cómo pude
    haber sido tan distinto
    tu hijo y no tú mismo
    qué lejos nos pusieron
    yo debí haber nacido contigo y no de ti
    haber llegado juntos a la adolescencia
    hubiéramos vivido en aquel Chascomús
    jóvenes médicos los dos
    recorriendo de noche las huellas apartadas
    rompiendo al caminar los opacos terrones
    tras el alambrado de un hilo
    la masticación musical de un caballo
    el club social lejano insistía con sus luces

    tu querías un hijo literal una astilla pura
    un hijo como un órgano como un miembro
    y yo hubiera querido
    yo quiero ahora ser ese órgano y ese miembro
    ahora que pasa esto
    esta burda diferencia
    yo vivo y tú no vives
    explícame ahora perdóname ahora
    estas imágenes que se me forman en los ojos
    esta piel que se me besa con el mundo
    esta respiración que se me mueve en el pecho
    perdóname cada mañana por despertar
    por beber
    por mi garganta en el momento supremo
    en que se cierra sobre cada sorbo
    perdóname este discurso
    tú querías que te cantara las canas
    y ya ves te canto los huesos
    de nuevo llego tarde

    ¿nunca te volverá a tomar el pulso
    yo no detallarás mis hijas en sílabas contadas
    nunca más jugaremos al póquer y pedirás tres
    no caminaremos hasta Rivadavia bajo los plátanos
    no competirás conmigo en estar enamorado
    nunca te quedarás agarrotado de angustia
    y yo me voy con Claudio a ver una película musical
    nunca vendremos solos a Buenos Aires en verano
    ni exploraremos las demoliciones
    nunca me volverás a tomar el pulso
    y resolverás que falte al colegio
    no me regalarás aquel librito rojo
    donde Robinson construye una chalupa
    no deberé jugar despacio mientras duermes la siesta
    ni me cortarás el pelo por primera vez
    ya no me comprarás aquella cuna de mimbre
    nunca me engendrarás?

    esto es nacer ya soy un hombrecito
    terminé de crecer estoy cabal
    ya soy puro principio y fin
    sin intermediario con lo anterior
    sin mediador con lo siguiente
    la vida tiene en mí su punto de partida
    y la muerte su punto de llegada
    ahora me toca a mí nadie se me adelante
    en seguidita voy
    la muerte no es tan práctica
    no hay otra forma de achatar el tiempo. 
  • SarasvatiSarasvati Fernando de Rojas s.XV
    El aprendiz del fuego

    ¿Dónde está aquella lumbre
    que tenía la casa caldeada?
    ¿Eras tú, madre?
    ¿Eras tú la cocina, el comedar, la sala?
    ¿Era tan sólo tu alegría
    lo que hacía habitable el mundo?

    ¿Dónde está aquella alfombra,
    ese calor, esa limpieza?

    ¿No los tuve también en otra casa,
    en aquella mujer que era un Paseo
    de acacias florecidas?
    De poco me sirvieron mis estudios
    y los trabajos que emprendí.
    Como Gogol repito: "tengo frío".

    Pero aún no aprendí a conservar el fuego.

    José Luis Parra


  • SarasvatiSarasvati Fernando de Rojas s.XV
    Madre 
    he venido aquí hasta aquí a restañar tus ataduras 
    a contener el frío alojado en tu boca. 

    Soy la hija 
    que te aguardó despierta cada noche 
    y que ahora regresa 
    para lavar tu lengua 
                                       de la herida silente.

    He cruzado el jardín del abandono.
    He abatido sus puertas, 
    llevo una piel de niña para arropar tu cuerpo 
    y llenarte de juncos 
                                        mariposas 
                                                            botones. 

    He vaciado tu frascos de pastillas, 
    las trago una por una 
    -sagrada eucaristía del olvido-. 

    Me he cubierto de musgo 
    para no lastimarte 
    y llevarte conmigo 
    hasta un claro del bosque,
    donde enterrar por fin 
    todo lo que perdimos.

    Rosana Acquaroni
  • SarasvatiSarasvati Fernando de Rojas s.XV


    Madre, aquí estoy; de mi destierro vengo

    a darte con el alma el mudo abrazo

    que no te pude dar en tu agonía;

    a desahogar en tu glacial regazo

    la pena aguda que en el pecho tengo

    y a darte cuenta de la ausencia mía.

    Madre, aquí estoy; en alas del destino

    me alejé de tu lado una mañana

    en pos de la fortuna

    que para ti soñé desde la cuna;

    mas, ¡oh suerte inhumana!

    Hoy vuelvo, fatigado peregrino,

    y sólo traigo que ofrecerte pueda

    esta flor amarilla del camino

    y este resto de llanto que me queda.

    Bien recuerdo aquel día,

    que el tiempo en mi memoria no ha borrado;

    era de Marzo una mañana fría

    y cerraba los cielos el nublado.

    Tú en el lecho aún estabas,

    triste y enferma y sumergida en duelo,

    que con alma de madre contemplabas

    el hondo desconsuelo

    de verme separar de tu regazo.

    Llegó la hora despiadada y fiera,

    y con el pecho herido

    por dolor hasta entonces no sentido,

    fui a darte, madre, mi postrer abrazo

    y a recibir tu bendición postrera.

    ¡Quién entonces pensara

    que aquella voz angelical en mi oído

    nunca más resonara!

    Tú, dulce madre, tú, cuando infelice,

    dijiste al estrecharme contra el pecho:

    “Tengo un presentimiento que me dice

    que no he de verte más bajo este techo”.

    Con supremo esfuerzo desliguéme

    de los amantes lazos

    que me formaban en redor tus brazos,

    y fuera me lancé como quien teme

    morir de sentimiento…

    ¡Oh terrible momento!

    Yo fuerte me juzgaba,

    mas, cuando fuera me encontré y aislado,

    el vértigo sentí de pajarillo

    que en la jaula criado,

    se ve de pronto en la extensión perdido

    de las etéreas salas,

    sin saber dónde encontrará otro nido

    ni a dónde, torpes, dirigir sus alas.

    Desató el sollozar el nudo estrecho

    que ahogaba el corazón en su quebranto,

    y se deshizo en llanto

    la tempestad que me agitaba el pecho.

    Después, la nave me llevó a los mares,

    y llegamos al fin, un triste día

    a una tierra muy lejos de la mía,

    donde en vez de perfumes y cantares,

    en vez de cielo azul y verdes palmas,

    hallé nieblas y ábregos, y un frío

    que helaba los espacios y las almas.

    Mucho, madre, sufrí con pecho fuerte,

    mas suavizaba el sufrimiento impío

    la esperanza de verte

    un tiempo no lejano al lado mío.

    ¡Ay del mortal que ciego

    confía su ventura a la esperanza!...

    La ley universal cumplióse luego,

    y vi en el alma presta,

    la mía disiparse

    cual mira en lontananza

    torcer el rumbo en dirección opuesta

    el náufrago al bajel que vio acercarse.

    Bien recuerdo aquel día

    que el tiempo en mi memoria no ha borrado

    era de Marzo otra mañana fría

    y los cielos cerraban otro nublado.


    Triste, enfermo y sin calma,

    en ti pensaba yo cuando me dieron

    la noticia fatal que hirió mi alma,

    lo que sentí decirlo no sabría…

    sólo sé que mis lágrimas corrieron

    como corren ahora, madre mía.

    Después al mundo me lancé, agitado,

    y atravesé océanos y torrentes,

    y recorrí cien pueblos diferentes;

    tenue vapor del huracán llevado,

    alga sin rumbo que la mar flagela,

    viento que pasa, pájaro que vuela.

    Mucho, madre. He adquirido

    mucha experiencia y muchos desengaños,

    y también he perdido

    toda la fe de is primeros años.

    ¡Feliz quien como tú ya en esta vida

    no tiene que luchar contra la suerte

    y puede reposar en la seguida,

    inalterable calma de la muerte;

    sin ver ni padecer el mal eterno

    que nos hiere doquier con saña cruda,

    ni llevar en el pecho el frío interno

    de la indomable duda!.

    ¡Feliz quien como tú, con altiveza

    reclinó para siempre la cabeza

    sobre los lauros del deber cumplido,

    cual la reclina, por la muerte herido,

    tras el combate rudo

    risueño, el gladiador sobre su escudo!.

    Esa, madre, es tu gloria

    y la alta recompensa de tu historia,

    que el premio solo del deber sagrado

    que impone el cristianismo

    está en el hecho mismo

    de haberlo practicado.

    Madre, voy a partir: mas parto en clama

    y sin decirte adiós, que eternamente

    me habrás de acompañar en esta vida;

    tú hs muerto para el mundo indiferente,

    mas nunca morirás, madre del alma,

    para el hijo infeliz que no te olvida.

    Y fuera el paso muevo,

    y desde su alto y celestial palacio,

    su brillo siempre nuevo

    derrama el sol cerúleo espacio…

    Ya lejos de los tumultos me encuentro,

    ya me retiro solitario y triste;

    mas ¡ay! ¿a dónde voy? si ya no existe

    de hogar y madre el venturoso centro? …

    ¿a dónde ---¡a la corriente de la vida,

    a luchar con las ondas brazo a brazo,

    hasta caer en su mortal regazo

    con alma en paz y con la frente erguida!.


    Juan Antonio Pérez Bonalde 

Accede o Regístrate para comentar.


Para entrar en contacto con nosotros escríbenos a informa (arroba) forodeliteratura.com