Corretea entre setos y rosales; no tendrá más de dos o tres meses. Su dueño, vecino mío, lo saca cada día al jardín de la escuela de idiomas, aprovechando esas horas en las que está casi vacío.
Todavía tiene el andar algo patizambo; lo grueso de sus pies hace pensar que va a ser muy grande, una vez se desarrolle. Con su pequeña nariz de trufa olisquea todo lo que se le pone al alcance, tratando de descubrir el mundo que desde hace poco le rodea. Instintivamente, acude cuando se le llama, o corre detrás de una pelota, siempre y cuando no vaya demasiado rápido.
Esta mañana nos hemos cruzado en la escalera; mi vecino le llamaba, tratando de hacer que subiera los peldaños. Él se resistía, aunque terminó intentándolo: primero las patas de delante; luego, con el vientre apoyado sobre el peldaño, las patas de detrás, que pataleaban en el aire como la cola de un pescado.
Sencillez de la vida; el cachorro aún no sabe, subir las escaleras. Un cielo azul y soleado cubre los tejados de A Coruña.
Comentarios
es un proceso poco a poco ira aprendiendo y muy pronto lo veran correr
por los campos con una pelota jugando...
Tierno texto, me encanto estar en el
Saludos