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Crimen

GuilleGuille Pedro Abad s.XII
editado octubre 2014 en Narrativa
De noche, justo detrás de la factoría de enlatados, se cometió un crimen de sangre. Tirado en el suelo yacía el cadáver, la vida le humeaba cobarde del interior hacia afuera, delatada por la fría noche, noche chivata. En su gaznate se abría un desagüe de aguas oscuras, marea que fluía con ritmo ceremonial, acompañando en su manar al jadeo de Juan González, ahí de pie, cuchillo en mano. A su lado se encontraba Juanito el Manco, cómplice de la felonía, miraba hacia el camino que penetraba en el recinto, temiendo ver la presencia de las capas verde prieto, como pozos excavados en la misma noche. No las vio.

—¿Y ahora qué hacemos Manco? —preguntó Juan, grandullón de mirada dura—, ¿cómo lo llevamos al pueblo?

Juanito caviló afilando aún más su gesto, pensó y repensó mientras surcaba con los dedos de la mano buena su rostro anavajado, casi cortándose las yemas con el mentón.

—Al camión —dijo.

Juan arrastró el fiambre todavía caliente hasta su camión, tan remendado como la chaqueta que llevaba puesta, coloreado aquí y allá con recortes de chapa de tonos distintos.

—Manco, si lo ponemos atrás y nos paran lo verán, lo verán y nos meterán presos.
—Calla atontao, no lo pondremos atrás, lo pondremos delante con nosotros.

Juan no entendió, ni falta que hizo, se quedó con cara de lelo intentando adivinar las intenciones de su amigo, así que el Manco le dijo que se moviera, que no se quedara allí pasmado, y Juan, hizo lo que se le pedía, porque él era un hombre de acción, de iniciativas pocas, pero no le temblaba el pulso cuando le tocaba hacer lo que se tenía que hacer, que se lo digan al muerto, y si su amigote le pedía que fuera a por una tira grande de tela y un trozo de carbón, él iba y lo traía, sus motivos tendría Juanito, mente criminal donde las haya, más listo que el hambre, en eso sí que era diestro y ambidiestro.

Entonces se pusieron manos al cadáver y con la tela le vendaron el cuello a Pancho, que así se llamaba el pobre desgraciado, luego le restregaron el trozo de carbón por la papada y los cachetes, dibujándole una barba que le ocultara el rostro.

—Juan, tu chaqueta, pónsela.

Juan obedeció sin preguntar, por su parte, el Manco se quitó su sombrero y se lo ciñó en la cabezota calva. Sintió un escalofrío mientras lo hacía, observando esos dos botones negros que le miraban sin verle, sin expresión ni emociones si es que alguna vez las contuvieron, entonces apartó la mirada, culpable, y le cerró los ojos.

—Si nos paran diremos que tiene una curda encima —decidió.

Juan se tranquilizó un poco al ver el cuerpo ahora desprovisto de su desnudez, con la poca luz que había podría pasar por un borracho inconsciente, pensó, bendita noche sin luna, noche cómplice, pero la duda seguía ahí, entre él y Pancho, haciéndose fuerte con cada minuto que pasaba.

Más tarde, ya por la carretera, los tres marchaban rumbo al pueblo. Juan al volante, el Manco de copiloto y en el medio Pancho, cabeza gacha y manitas cruzadas en el regazo, borracho, de muerte empachado, fraguando esa figurada resaca que nunca sufriría muy a su pesar. De pronto les cortaron el paso dos de sus peores temores, capas en la oscuridad, de tan verdes negras, les hicieron señas para que pararan. Juan se removió inquieto en el asiento de madera mientras apartaba el camión y la Guardia Civil se acercaba.

El Manco saludó, pero los picoletos solo se limitaron a observar, mientras uno de ellos rebuscaba en el remolque de madera de la camioneta, apartando sacos y herramientas demasiado usadas, el otro asomaba su curiosidad por la ventana de Juan, fijándose en los tres desconocidos. Miró primero a Juanito, autor del saludo, luego, sus ojos, que de día fueran como de ceniza, tornaron azul autoritario bajo la luz del candil que portaba su dueño, y rozaron con desagrado el rostro severo del otro Juan, el grandote, como si este dañara solo de mirarlo, así que saltaron raudos hacia el tercero en discordia, quedándose fijados en él, encallados, como si se hubieran topado con un gran árbol que les bloqueara el camino.

—¿Qué le pasa al del medio?
—Está como una cuba señor guardia —intervino el Manco—, cuando se pone fino a veces se va a la Sardinera a dormir, que trabaja allí y tiene llave, ya sabe, manías de borracho.

Juan ni se atrevió a exhalar, apretaba las palmas de las manos contra el volante como si este le fuera a saltar a la cara.

—Colóquele la cabeza hacia atrás, hombre de Dios, así se va a ahogar.
—Sí señor guardia, tiene usted razón.

Juanito hizo lo que le decían teniendo especial cuidado en no mostrar el cuello vendado del cadáver, subiendo las solapas de su chaqueta, abrigándolo del frío nocturno. El otro guardia civil, una vez harto de pinchar sacos vacíos en busca de rojos o cosas de similar calaña, le hizo un gesto a su compañero y este asintió.

—Circulen.
—Sí señor guardia, muchas gracias señor, que tengan ustedes muy buena noche.

Juan González soltó aire, despegó la mano derecha del volante y agarró con dedos de piedra la llave del contacto, la giró y el trasto tembló, sacudiéndose epiléptico, y no sin esfuerzo consiguió ponerse a andar de nuevo, rumbo al pueblo, alejándose lentamente de la Benemérita, que hacía lo propio camino arriba por un túnel de silencio. Silencio que solo se vio interrumpido por el comentario del de ojos azulgrises.

—Menuda cara de puerco tenía el del medio —dijo riendo.

Y vaya si la tenía, el bueno de Pancho, víctima de un crimen de sangre, sí, pero también crimen de hambre, crimen de los de querer tener un poco más que nada cuando ni eso se tiene, crimen depende, pero crimen en definitiva, y Pancho el fiambre, más ancho que él mismo, tan grande que casi no cabía entre los dos Juanes, con esos orejones que le colgaban a los lados del sombrero, con ese hocico prominente y glotón, y con esas carnes, sabrosas, embutidas bajo la chaqueta, que rimaba con chuleta pensarían el Manco y su amigo saboreando el festín que les esperaba, se podría decir sin miedo a equivocarnos, que cerdo era, puerco, con todas las de la ley.

Comentarios

  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado octubre 2014
    Ah, tuve que releer para caer en que clase de fiambre era:eek::)
  • GuilleGuille Pedro Abad s.XII
    editado octubre 2014
    amparo bonilla escribió : »
    Ah, tuve que releer para caer en que clase de fiambre era:eek::)

    jejeje, uno muy particular, sin duda ;)
  • LilyJalileLilyJalile Fernando de Rojas s.XV
    editado octubre 2014
    ¡Muy buen narrador usté, señor don Guille! Lo trabajado de la prosa la convierte en un buen bocado, de esos que se saborean despacio. Y sobre la historia, pues... ¡muy buena también! Antropofagia, ¡wow! :eek:
  • GuilleGuille Pedro Abad s.XII
    editado octubre 2014
    LilyJalile escribió : »
    ¡Muy buen narrador usté, señor don Guille! Lo trabajado de la prosa la convierte en un buen bocado, de esos que se saborean despacio. Y sobre la historia, pues... ¡muy buena también! Antropofagia, ¡wow! :eek:

    Bueno bueno, lo de don me queda grande, no me hagas viejo antes de tiempo!! xD y muchas gracias por el cumplido, aunque creo que no está del todo conseguido el sentido del texto, cachis, puesto que lo has leído y asimilado de una manera que no había podido prever; antropofagia, canibalismo, wow!! en realidad es mucho más mundano y común pero, que quieres que te diga, me gusta mucho más como lo has imaginado tú, y es que este texto ya no es mío, ahora es tuyo, ahora es de quien lo lea!!
  • LilyJalileLilyJalile Fernando de Rojas s.XV
    editado octubre 2014
    ¡Ferpecto! Es justo lo que yo pienso :)
  • pessoapessoa Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado octubre 2014
    Es cojonudo. Me recuerda al mejor Valle Inclán de los esperpentos sobre todo el primer párrafo. Luego no tiene esa tensión de las palabras felices pero la narración es buenísima. Felicidades.
  • GuilleGuille Pedro Abad s.XII
    editado octubre 2014
    pessoa escribió : »
    Es cojonudo. Me recuerda al mejor Valle Inclán de los esperpentos sobre todo el primer párrafo. Luego no tiene esa tensión de las palabras felices pero la narración es buenísima. Felicidades.

    Valle-Inclán, madre mía, eso son palabras mayores!, muchísimas gracias por el piropo :)
  • PopePope Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado octubre 2014
    Lo he releído... porque yo también lo interpreté como Lyli. Pero si le soy sincero, yo suelo ser bastante rebuscado.
    Aparte de lo excelentemente narrado, hay detalles que en mi opinión están perfectamente conseguidos... Algunos ejemplos:

    Lo que en un principio hace pensar que los podría delatar, La noche, luego consigue darle una vuelta de tuerca y hacerla cómplice "noche sin luna" ¡¡Fantástico!! gracias a ella hoy tenemos un crimen por resolver :D

    El símil de Pancho <<como (...) un gran árbol que les bloqueara el camino>> cuando la guardia civil repara en él...

    El final, simplemente apoteósico.

    Mi enhorabuena
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