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Revelaciones

ordetordet Pedro Abad s.XII
editado agosto 2014 en Narrativa
Hace un par de años, mi esposa se empeñó en alquilar un apartamento en la Costa Brava, uno de esos cubículos encastados en colmenas de cemento donde una muchedumbre pretende convencerse de que disfruta de unas merecidas vacaciones. Mientras mi mujer dejaba caer las horas repantingada sobre la arena o curioseando en las tiendas de souvenirs, yo dedicaba todos mis esfuerzos a la penosa tarea de sobrevivir al aburrimiento; al cabo de tres días me vi obligado a configurar un programa para administrar mi tiempo y no sucumbir al hastío. Mi jornada comenzaba temprano y se fundamentaba en las tres actividades que más aprecio: leer, cocinar y beber alcohol moderadamente.

Fue precisamente en la terraza del bar donde conocí a Piotr, un polaco de edad imprecisa, desmañado y sonriente, que ayudaba a servir durante el aperitivo. El sol daba con fuerza a esa hora y el toldo protegía la mesa donde me había instalado para saborear el vermut y releer pausadamente una edición de "Lord Jim" que conservaba desde la adolescencia.
El tal Piotr colocó el platito de aceitunas junto al vaso y se plantó ante mí con la bandeja apoyada sobre el delantal. "Este bueno, pero otro mejor", soltó de pronto. Y yo no supe si se refería al Martini, a mi aspecto físico o al tiempo atmosférico. De pronto, recordé que sostenía un libro entre las manos y se lo mostré, interrogante. "Este bueno" insistió, "pero muy largo, otro más corto y mejor". Me di cuenta, entonces, de que me hallaba ante uno de esos raros especímenes, tan escasos y tan curiosos, de profesionales de baja cualificación, poseedores, sin embargo, de una excepcional cultura (recuerdo haber conocido a un chofer de autobús, experto en cine europeo de posguerra). Quise ponerle a prueba y disparé: "¿no le gustan las novelas largas?". El polaco respondió con un deje de decepción: " no es eso…pero gusto Conrad si es corto, no largo." Me pareció una observación simple pero interesante, y seguí preguntando: "¿Cuál es esa otra mejor que "Lord Jim", y más corta?". "Yo pienso "heart of darkness" mejor, aunque mentira, pero mejor". Me sorprendió el impecable acento inglés junto al desastroso uso del español. Alguien llamó desde el interior del local y el camarero desapareció.

¿Mentira?, ¿a qué se refería ese tipo?, "el corazón de las tinieblas" es pura ficción, pero Conrad lo había escrito basándose en sus propias experiencias; eso lo sabía todo el mundo. Llamé al polaco con la excusa de pedir otro vermut, y mientras me servía, ataqué de nuevo: "¿por qué mentira?, Conrad estuvo en el Congo, como Marlowe en la novela, y también conoció a Kurtz, aunque con otro nombre". El polaco mostró una sonrisa desdentada y me habló como quien corrige a un colegial torpe: "no, señor, Conrad nunca viajó a Congo, todo invento, todo mentira. Abuelo de mi padre conoció a Mr. Conrad cerca de Canterbury donde vivía." En este punto de la conversación se me atragantó una aceituna y sufrí un ataque de tos que el camarero intentó aliviar con amables golpecitos en la espalda, mientras proseguía con su discurso: " Adam Zielinski, el abuelo de mi padre, nacido en Lodz, viajó antes Gran Guerra hasta Southampton y después vivió en Canterbury. Trabajo en farmacia. Allí conoció Mr. Conrad, que compraba láudano y opio píldoras. Los dos polacos, los dos solitarios en England. Abuelo de mi padre explicó a mi padre. Mi padre explicó a mi…" De nuevo los gritos desde el bar, y Piotr desapareció, abandonándome en un pozo de perplejidad.

Aquello era inesperado, fascinante y también inverosímil; aunque era difícil no dar crédito a aquel rostro rubicundo de mirada franca y sonrisa incoherente. Cuando lo tuve en el punto de mira, le llamé con un gesto y se acercó. "Me gustaría hablar con usted cuando acabe su turno. ¿es posible?". "Ok, yo voy a comer en Burger en veinte minutos. Usted me espera allá, si quiere, Señor".
Llamé a mi esposa - que sufrió un ataque de risa incrédula cuando supo que iba a almorzar en el McDonald's con un camarero polaco - y me dirigí al lugar de la cita. Mientras esperaba a Piotr en aquel recinto con tufo a refrito me pregunté si no estaría arriesgándome inútilmente en una aventura absurda. Imaginé a mis antiguos alumnos, sorprendidos de ver al viejo profesor de literatura, modelo de rigor y escepticismo, conversando con un charlatán. Y sin embargo, ¿cómo no dejarse atraer por ese supuesto tesoro de informaciones inéditas?, ¿quién podía resistirse a ello?.

El polaco llegó al poco rato. Sin el delantal y la bandeja, el descuido en su aspecto era todavía más notorio. Le recuerdo sentado frente a mí, masticando a dos carrillos y destilando un discurso gramaticalmente atroz pero perfectamente comprensible. Finalizó la hamburguesa y la coca-cola al mismo tiempo que su relato. Yo no probé bocado. Cuando me ofrecí a pagar la cuenta, se colocó en posición de firmes y saludó solemnemente, inclinando la cabeza. Después desapareció. Al día siguiente pregunté en el bar y me dijeron que el polaco se había marchado sin despedirse. No le volví a ver durante el resto de mi estancia allí.

La crónica de Piotr se puede sintetizar asi: Zielinski, polaco emigrado a Inglaterra, trabajó de boticario en Bishopsbourne, cerca de Canterbury. Allí conoció a Joseph Conrad, que acudía regularmente a la farmacia para procurarse opio, del cual era habitual consumidor. Al parecer, ambos polacos intimaron hasta el punto de concertar alguna cita y conversar en su idioma natal mientras paseaban por los alrededores. Entre las confidencias que el bisabuelo de Piotr recibió del escritor, destaca la revelación de que algunas de las obras surgidas de su pluma - entre ellas "el corazón de las tinieblas" o "la linea de sombra" - nacieron de los ensueños del opio y no de su experiencia personal. Conrad, por tanto, jamás se habría internado en el río Congo, ni habría contraído las fiebres de la selva. Tampoco habría conocido a Kurtz o a su inspirador, sino que lo habría construido bajo los efectos de los narcóticos. Evidentemente, tal afirmación suponía que Conrad había falsificado datos de su propia biografía para dar visos de autenticidad a sus novelas.
Cuando, al cabo de unos días, mi esposa consideró suficientemente maltratada su piel y nuestro bolsillo, dimos por finalizadas las vacaciones. De nuevo en casa, acunado por mi amada rutina de jubilado, reflexioné sobre si era o no pertinente compartir mi secreto y consideré, finalmente, que el riesgo era demasiado alto; sin pruebas - y sin mucha convicción, la verdad - era fácil convertirse en el hazmerreir de los viejos colegas. Me faltaba, además, la voluntad y la energía suficientes para inspeccionar la trastienda desmitificadora de un escritor sagrado. A mi edad, la verdad no difiere mucho de la mentira.

Quiso la casualidad que al cabo de unos meses recibiera una llamada exaltada que acabó por extinguir del todo mis inquietudes respecto al episodio del camarero polaco. Desde el otro lado de la línea telefónica, un antiguo compañero de cátedra, jubilado como yo, parecía estar al borde del infarto:
" No te lo vas a creer. El otro día tuve el trayecto de taxi más increíble de mi vida (oye, por favor, esto es confidencial). Un tipo rarísimo pero inteligente. Un taxista culto ¿te imaginas?. Bueno, pues resulta (oye, de momento no te vayas de la lengua) que el tipo era de Praga y llevaba unos años en Barcelona….va el hombre y me suelta con toda naturalidad, que su abuelo vivió en el mismo edificio que Kafka, que le conocía personalmente. Un taxista, ¿te lo puedes creer?, un tipo desdentado por el que no das ni un duro. (oye, esto que no salga de entre nosotros). No le podía dejar escapar ( lo entiendes ¿no?) y le invité a comer. Me contó unas cosas increíbles, de primera mano. ¿Te imaginas? Franz Kafka, nuestro Kafka… Oye, quedamos y te lo explico..."

Comentarios

  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado agosto 2014
    Y que pasó con la carta de Klaudia?:)
  • ordetordet Pedro Abad s.XII
    editado agosto 2014
    Pues resulta que me confundí con el título del tema. ¿Tienes idea de cómo corregirlo?

    Gracias.

    Saludos.
  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado agosto 2014
    Pero podías haber dejado la carta y luego poner las revelaciones, la carta estaba muy entretenida:)
    No veo como quitar el titulo, :cool:
  • ordetordet Pedro Abad s.XII
    editado agosto 2014
    En fin, novato y torpe que es uno.

    Gracias.
  • Nae SirudNae Sirud Juan Boscán s.XVI
    editado agosto 2014
    JAJAJA, "Cómo reconocer a un profesor de literatura y lograr que te invite a comer". Lección primera.

    Muy bien contado. ;)
  • LilyJalileLilyJalile Fernando de Rojas s.XV
    editado agosto 2014
    ¡Muy buen relato! Me ha mantenido con los ojos como platos. ¡Conrad, por los clavos! A ver si algún tatara-tatara-abuelo del polaco había conocido a Cervantes, y resultaba que se había inutilizado la mano saltando por la ventana de una dama infiel... :eek:
    Buena prosa, ordet.
  • ordetordet Pedro Abad s.XII
    editado agosto 2014
    Gracias
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