Vaya Negu, me has ganado de mano. Había seleccionado unos poemas del gran maestro para dejar un homenaje. No sé si en España tendrá algún reconocimiento, pero les aseguro que sus poesías son excelentes. Recomiendo el libro 'Gotán'. Acá van entonces los poemas de Juan Gelman, fallecido ayer, luego de una vida de lucha.
Opiniones
Un hombre deseaba violentamente a una mujer,
a unas cuantas personas no les parecía bien,
un hombre deseaba locamente volar,
a unas cuantas personas les parecía mal,
un hombre deseaba ardientemente la Revolución
y contra la opinión de la gendarmería
trepó sobre muros secos de lo debido,
abrió el pecho y sacándose
los alrededores de su corazón,
agitaba violentamente a una mujer,
volaba locamente por el techo del mundo
y los pueblos ardían, las banderas.
Ausencia de amor
Cómo será pregunto.
Cómo será tocarte a mi costado.
Ando de loco por el aire
que ando que no ando.
Cómo será acostarme
en tu país de pechos tan lejano.
Ando de pobre cristo a tu recuerdo
clavado, reclavado.
Será ya como sea.
Tal vez me estalle el cuerpo todo lo que he esperado.
Me comerás entonces dulcemente
pedazo por pedazo.
Seré lo que debiera.
Tu pie. Tu mano.
Gotán
Esa mujer se parecía a la palabra nunca,
desde la nuca le subía un encanto particular,
una especie de olvido donde guardar los ojos,
esa mujer se me instalaba en el costado izquierdo.
Atención atención yo gritaba atención
pero ella invadía como el amor, como la noche,
las últimas señales que hice para el otoño
se acostaron tranquilas bajo el oleaje de sus manos.
Dentro de mí estallaron ruidos secos,
caían a pedazos la furia, la tristeza,
la señora llovía dulcemente
sobre mis huesos parados en la soledad.
Cuando se fue yo tiritaba como un condenado,
con un cuchillo brusco me maté
voy a pasar toda la muerte tendido con su nombre,
él moverá mi boca por la última vez.
Cuando se fue yo tiritaba como un condenado,
con un cuchillo brusco me maté
voy a pasar toda la muerte tendido con su nombre,
él moverá mi boca por la última vez.
Qué bonito, pepeto!
¿sabes? Gelman fue mi referente durante muchos años,.... es mi referente, mi brújula en el maravilloso mundo de la poesía. Y en muchos aspectos de la vida.
Y se nos ha ido, pepeto.... aunque es un honor haber sido su coetánea :-O
Un abrazo, amigo
Esperanza,
araña negra del atardecer.
Tu paras
no lejos de mi cuerpo
abandonado, andas
en torno a mí,
tejiendo, rápida,
inconsistentes hilos invisibles,
te acercas, obstinada,
y me acaricias casi con tu sombra
pesada
y leve a un tiempo.
Agazapada
bajo las piedras y las horas,
esperaste, paciente, la llegada
de esta tarde
en la que nada
es ya posible...
Mi corazón:
tu nido.
Muerde en él, esperanza.
PELIGROS DE HABLAR Y DE CALLAR, Y LENGUAJE EN EL SILENCIO
¿Cómo es tan largo en mí dolor tan fuerte,
Lisis? Si hablo y digo el mal que siento,
¿Qué disculpa tendrá mi atrevimiento?
Si callo, ¿quién podrá excusar mi muerte?
Pues ¿cómo sin hablarte podrá verte
Mi vista y mi semblante macilento?
Voz tiene en el silencio el sentimiento:
Mucho dicen las lágrimas que vierte.
Bien entiende la llama quien la enciende,
Y quien los causa entiende los enojos,
Y quien manda silencios, los entiende.
Suspiros, del dolor mudos despojos,
También la Boca a razonar aprende,
Como con llanto, y sin hablar, los ojos.
Por Francisco de Quevedo y Villegas.
El Parnaso español (1648). Erato. Musa IV. Soneto.
Cito la web de procedencia: www.poesi.as/fq48072.htm
Me he vuelto
a resfriar
y estoy en casa
estornudando poesía
por todo el escritorio.
Los bacilos revolotean por la habitación
junto con los microbios poéticos;
yo no puedo decir a ciencia cierta
cuáles son
unos
y cuáles son otros.
Cada tanto recomienza una frase
improvisada: el descanso en la escalera
no permite demasiadas precisiones
y se pierden las señales cuando pasas
con los brazos ocupados. Medios
tonos o resabios, cicatrices en la boca,
nos faltaban —apenas— los matices
que ahora sobran cuando busco
con paciencia, cuadro a cuadro,
hendiduras en la cara, medios tonos
o resabios: alguien posa insegura de
su rostro, alguien saca con recelo y energía
—con las manos, con los ojos— los
fragmentos de la arena acumulada,
atardece cuadro a cuadro el horizonte,
alguien viaja largas horas en los últimos
asientos y no sabe cuánto falta
todavía, ella es joven y blanca, tú eres
débilmente oscuro y eso es todo
cuanto había no en el fondo sino encima
de la cama cuando besas y te besa; reteníamos,
entonces, los ajustes a la falda,
sosteníamos, así, con alfileres, la fachada,
las bastillas, las insignias, los insectos
cuando trepan la solapa, amanece el horizonte
continuado y ella ríe o desespera, ella llora
o recupera la verdad, ella espera que
comprendan que el amor es una especie
de incidente, un ajuste de los ruidos
en la imagen, unos días, unas noches
con sus veces y sus voces y sus pausas:
decidíamos las veces, repasábamos
las pausas, desoíamos las voces y una forma
peligrosa escogía por nosotros
el camino, el descanso en la escalera no
permite demasiadas precisiones, ella duerme
sin saber que cruzarán la
turbulencia, alguien cubre el medio tono con
dos manos
de pintura, cada tanto recomienza
lo que ahora desconoces y se pierden
las señales cuando pasas con
los brazos ocupados.
Cuéntamelo otra vez: es tan hermoso
que no me canso nunca de escucharlo.
Repíteme otra vez que la pareja
del cuento fue feliz hasta la muerte.
Que ella no le fue infiel, que a él ni siquiera
se le ocurrió engañarla. Y no te olvides
de que, a pesar del tiempo y los problemas,
se seguían besando cada noche.
Cuéntamelo mil veces, por favor:
es la historia más bella que conozco.
Me da vértigo el punto muerto
y la marcha atrás,
vivir en los atascos,
los frenos automáticos y el olor a gasoil.
Me angustia el cruce de miradas
la doble dirección de las palabras
y el obsceno guiñar de los semáforos.
Me da pena la vida, los cambios de sentido,
las señales de stop y los pasos perdidos.
Me agobian las medianas,
las frases que están hechas,
los que nunca saludan y los malos profetas.
Me fatigan los dioses bajados del Olimpo
a conquistar la Tierra
y los necios de espíritu.
Me entristecen quienes me venden kleanex
en los pasos de cebra,
los que enferman de cáncer
y los que sólo son simples marionetas.
Me aplasta la hermosura
de los cuerpos perfectos,
las sirenas que ululan en las noches de fiesta,
los códigos de barras,
el baile de etiquetas.
Me arruinan las prisas y las faltas de estilo,
el paso obligatorio, las tardes de domingo
y hasta la línea recta.
Me enervan los que no tienen dudas
y aquellos que se aferran
a sus ideales sobre los de cualquiera.
Me cansa tanto tráfico
y tanto sinsentido,
parado frente al mar mientras que el mundo gira
Mi hermana no escribe poemas
y es improbable que de pronto comience a escribir poemas.
Le viene de su madre, que no escribía poemas
y de su padre, que tampoco escribía poemas.
Bajo el techo de mi hermana me siento a salvo:
nada impulsaría al marido de mi hermana a escribir poemas.
Y aunque suene como un poema de Adam Macedonski,
ninguno de mis parientes se ocupa de escribir poemas.
En el escritorio de mi hermana no hay poemas viejos
ni nuevos en su bolso.
Y cuando mi hermana me invita a cenar,
sé que no tiene intenciones de leerme poemas.
Hace magníficas sopas sin esfuerzo,
y el café no se derrama sobre sus manuscritos.
En muchas familias nadie escribe poemas,
pero cuando lo hacen, rara vez es sólo una persona.
Algunas veces la poesía fluye en cascadas de generaciones
que ocasionan temibles corrientes en las relaciones familiares.
Mi hermana cultiva una prosa hablada decente,
pero toda su producción literaria está en tarjetas postales veraniegas
que prometen la misma cosa cada año:
que cuando vuelva me contará todo,
todo,
todo.
Quizá tú no me viste,
quizá nadie me viese
tan perdido, tan frío en esta esquina.
Pero el viento pensó que yo era piedra
y quiso con mi cuerpo deshacerse.
Si pudiera encontrarte,
quizá, si te encontrase,
yo sabría explicarme contigo.
Pero bares abiertos y cerrados,
calles de noche y día, estaciones sin público,
barrios enteros con su gente, luces, teléfonos,
pasillos y esta esquina, nada saben de ti.
Y cuando el viento quiere destruirse
me busca por la puerta de tu casa.
Yo le repito al viento
que si al fin te encontrase,
que si tú aparecieses,
yo sabría explicarme contigo.
¿Quién los ve andar por la ciudad
Si todos están ciegos?
Ellos se toman de la mano: algo habla
entre sus dedos, lenguas dulces
lamen la húmeda palma, corren por las
falanges,
y arriba está la noche llena de ojos.
Son los amantes, su isla flota a la deriva
hacia muertes de césped, hacia puertos
que se abren entre sábanas.
Todo se desordena a través de ellos,
todo encuentra su cifra escamoteada;
pero ellos ni siquiera saben
que mientras ruedan en su amarga arena
hay una pausa en la obra de la nada,
el tigre es un jardín que juega.
Amanece en los carros de basura,
empiezan a salir los ciegos,
el ministerio abre sus puertas.
Los amantes rendidos se miran y se tocan
una vez más antes de oler el día.
Ya están vestidos, ya se van por la calle.
Y es sólo entonces
cuando están muertos, cuando están vestidos,
que la ciudad los recupera hipócrita
y les impone los deberes cotidianos.
Les dejo un poema hermoso, de un hombre que hace pensar a la palabra mientras la escribe.
Preámbulo a un silencio
Porque se tiene conciencia de la inutilidad de tantas cosas
a veces uno se sienta tranquilamente a la sombra de un árbol
en verano
y se calla.
(? ¿Dije tranquilamente? falso, falso:
uno se sienta inquieto, haciendo extraños gestos,
pisoteando las hojas abatidas
por la furia de un otoño sombrío,
destrozando con los dedos el cartón inocente de una caja de fósforos,
mordiendo injustamente las uñas de esos dedos,
escupiendo en los charcos invernales,
golpeando con el puño cerrado la piel rugosa de las casas
que permanecen indiferentes al paso de la primavera
una primavera urbana que asoma con timidez los flecos
de sus cabellos verdes allá arriba,
detrás del zinc oscuro de los canalones,
levemente arraigada a la materia efímera de las tejas a
punto de ser de polvo.)
Eso es cierto, tan cierto
como que tengo un nombre con alas celestiales,
arcangélico nombre que a nada corresponde:
Ángel
me dicen
y yo me levanto
disciplinado y recto
con las alas mordidas
quiero decir: las uñas
y sonrío y me callo porque, en último extremo,
uno tiene conciencia
de la inutilidad de todas las palabras.
Ser poeta é ser mais alto, é ser maior
Do que os homens! Morder como quem beija!
É ser mendigo e dar como quem seja
Rei do Reino de Aquém e de Além Dor!
É ter de mil desejos o esplendor
E não saber sequer que se deseja!
É ter cá dentro um astro que flameja,
É ter garras e asas de condor!
É ter fome, é ter sede de Infinito!
Por elmo, as manhãs de oiro e de cetim...
É condensar o mundo num só grito!
E é amar-te, assim perdidamente...
É seres alma, e sangue, e vida em mim
E dizê-lo cantando a toda a gente!
Ser Poeta
¡Ser poeta es ser más alto, es ser mayor
de lo que son los hombres! ¡Morder como quien besa!
¡Es ser mendigo y dar como quien es
Rey del Reino de Más Acá y Más allá del Dolor!
¡Es tener de mil deseos el esplendor
y no saber siquiera qué se desea!
¡Es tener aquí dentro un astro que flamea,
y tener garras y alas de cóndor!
¡Es tener hambre, es tener sed de Infinito!
Por yelmo, las mañanas de oro y de satén…
¡Es condensar el mundo en un solo grito!
Y es amarte, así, perdidamente…
Es que seas alma y sangre y vida en mí
¡Y decirlo cantando a todo el mundo!
Hoy comienzo a escribir como quien llora.
No de rabia, o dolor, o pasión.
Comienzo a escribir como quien llora
de plenitud saciado,
como quien lleva un mar dentro del pecho,
como si el ojo contuviera toda
esa inmensa colmena que es el firmamento
en su breve pupila.
Dime, sequía, piedra pulida por el tiempo sin dientes, por el hambre sin dientes,
polvo molido por dientes que son siglos, por siglos que son hambres,
dime, cántaro roto caído en el polvo, dime,
¿la luz nace frotando hueso contra hueso, hombre contra
hombre, hambre contra hambre,
hasta que surja al fin la chispa, el grito, la palabra,
hasta que brote al fin el agua y crezca el árbol de anchas hojas de turquesa?
Afuera hay sol.
No es más que un sol
pero los hombres lo miran
y después cantan.
Yo no sé del sol.
Yo sé la melodía del ángel
y el sermón caliente
del último viento.
Sé gritar hasta el alba
cuando la muerte se posa desnuda
en mi sombra.
Yo lloro debajo de mi nombre.
Yo agito pañuelos en la noche y barcos sedientos de realidad
bailan conmigo.
Yo oculto clavos
para escarnecer a mis sueños enfermos.
Cuando te encuentres de camino a Ítaca,
desea que sea largo el camino,
lleno de aventuras, lleno de conocimientos.
A los Lestrigones y a los Cíclopes,
al enojado Poseidón no temas,
tales en tu camino nunca encontrarás,
si mantienes tu pensamiento elevado, y selecta
emoción tu espíritu y tu cuerpo tienta.
A los Lestrigones y a los Cíclopes,
al fiero Poseidón no encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si tu alma no los coloca ante ti.
Desea que sea largo el camino.
Que sean muchas las mañanas estivales
en que con qué alegría, con qué gozo
arribes a puertos nunca antes vistos,
deténte en los emporios fenicios,
y adquiere mercancías preciosas,
nácares y corales, ámbar y ébano,
y perfumes sensuales de todo tipo,
cuántos más perfumes sensuales puedas,
ve a ciudades de Egipto, a muchas,
aprende y aprende de los instruidos.
Ten siempre en tu mente a Ítaca.
La llegada allí es tu destino.
Pero no apresures tu viaje en absoluto.
Mejor que dure muchos años,
y ya anciano recales en la isla,
rico con cuanto ganaste en el camino,
sin esperar que te dé riquezas Ítaca.
Ítaca te dio el bello viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene más que darte.
Y si pobre la encuentras, Ítaca no te engañó.
Así sabio como te hiciste, con tanta experiencia,
comprenderás ya qué significan las Ítacas.
El verdadero problema de estar solo es saber que existes.
¿Sabes cuando tienes una herida
en el dedo por ejemplo
y todos los golpes van ahí?
Pues con mi corazón, lo mismo.
Hasta esta chica desconocida
que pasa ahora como un vendaval por mi lado sin mirarme,
me duele.
Supongo que todo masoquismo empieza en una ausencia.
Abril me cabe en un bolsillo,
es fácil perderlo,
cuando se vaya no me sentiré como Sabina.
No me pueden robar lo que no es mío.
Desde que no hallo tu cintura
es como si el mundo me lo hubieran prestado
y estén siempre a punto de exigirme su vuelta.
Como vivir en una deuda infinita
en la que nunca podré pagar
todos los errores.
Se parece a ti la chica de la barra,
quizás menos morena y menos alta,
los ojos más oscuros,
el cabello más riachuelo que cascada,
las tetas menos juntas y su culo
no parece un columpio en movimiento.
Ahora que lo pienso fríamente,
si comparo tu belleza con la suya,
ni siquiera me parece una mujer.
Esta nostalgia es cruel
como leer el diario
de una hija adolescente.
Como el hilo musical de los centros comerciales
a las diez de la mañana,
o el silencio de una cena familiar.
Intuyo que todo olvido comienza con otro nombre.
Decía con los ojos en mi boca.
-Eres el único hombre que jamás
me ha hablado de otra mujer-
Como si eso me hiciera mejor persona.
Ignorando que cuando me besó
ya nunca hubo otras mujeres,
ni antes, ni después.
Tampoco ahora.
Has reducido sin saberlo mi vida a un folio
en el que me reflejo si no escribo.
Y no hay desamor más grande que la falta de amor propio.
Imagino que aceptar la derrota es el modo más seguro de ganar.
No sabes lo horrible que está la ciudad
sin mirarse en tus ojos.
Es como si le quedaran grandes las fachadas
y pequeñas las casas,
como si hubiera comprado deprisa y en rebajas
los paisajes que la rodean.
Hay quien habla de la primavera como si te hubiera conocido.
Me alejo, cuanto más camino,
más me encuentro sin ti,
cuanto más cerca de mi mismo,
más distancia entre nosotros,
cada una de mis huellas,
borra una de tus pisadas.
Se que no puedo olvidarte mientras te busco
y se que no puedo encontrarme si no te olvido.
Lo malo de mi soledad es tu existencia.
Y que ya nunca será lo mismo estar solo,
que estar sin ti.
Y eso no hay corazón que lo soporte.
¿Sabes cuando tienes una herida
en el dedo por ejemplo
y todos los golpes van ahí?
Vuelvo a mentir con gracia,
me inclino respetuoso ante el espejo
que refleja mi cuello y mi corbata.
Creo que soy ese señor que sale
todos los días a las nueve.
Los dioses están muertos uno a uno en largas filas
de papel y cartón.
No extraño nada, ni siquiera a ti
te extraño. Siento un hueco, pero es fácil
un tambor: piel a los dos lados.
A veces vuelves en la tarde, cuando leo
cosas que tranquilizan: boletines,
el dólar y la libra, los debates
de Naciones Unidas. Me parece
que tu mano me peina. ¡No te extraño!
Sólo cosas menudas de repente me faltan
y quisiera buscarlas: el contento,
y la sonrisa, ese animalito furtivo
que ya no vive entre mis labios.
Comentarios
Opiniones
Un hombre deseaba violentamente a una mujer,
a unas cuantas personas no les parecía bien,
un hombre deseaba locamente volar,
a unas cuantas personas les parecía mal,
un hombre deseaba ardientemente la Revolución
y contra la opinión de la gendarmería
trepó sobre muros secos de lo debido,
abrió el pecho y sacándose
los alrededores de su corazón,
agitaba violentamente a una mujer,
volaba locamente por el techo del mundo
y los pueblos ardían, las banderas.
Ausencia de amor
Cómo será pregunto.
Cómo será tocarte a mi costado.
Ando de loco por el aire
que ando que no ando.
Cómo será acostarme
en tu país de pechos tan lejano.
Ando de pobre cristo a tu recuerdo
clavado, reclavado.
Será ya como sea.
Tal vez me estalle el cuerpo todo lo que he esperado.
Me comerás entonces dulcemente
pedazo por pedazo.
Seré lo que debiera.
Tu pie. Tu mano.
Gotán
Esa mujer se parecía a la palabra nunca,
desde la nuca le subía un encanto particular,
una especie de olvido donde guardar los ojos,
esa mujer se me instalaba en el costado izquierdo.
Atención atención yo gritaba atención
pero ella invadía como el amor, como la noche,
las últimas señales que hice para el otoño
se acostaron tranquilas bajo el oleaje de sus manos.
Dentro de mí estallaron ruidos secos,
caían a pedazos la furia, la tristeza,
la señora llovía dulcemente
sobre mis huesos parados en la soledad.
Cuando se fue yo tiritaba como un condenado,
con un cuchillo brusco me maté
voy a pasar toda la muerte tendido con su nombre,
él moverá mi boca por la última vez.
con un cuchillo brusco me maté
voy a pasar toda la muerte tendido con su nombre,
él moverá mi boca por la última vez.
Qué bonito, pepeto!
¿sabes? Gelman fue mi referente durante muchos años,.... es mi referente, mi brújula en el maravilloso mundo de la poesía. Y en muchos aspectos de la vida.
Y se nos ha ido, pepeto.... aunque es un honor haber sido su coetánea :-O
Un abrazo, amigo
Saludos
Esperanza
Esperanza,
araña negra del atardecer.
Tu paras
no lejos de mi cuerpo
abandonado, andas
en torno a mí,
tejiendo, rápida,
inconsistentes hilos invisibles,
te acercas, obstinada,
y me acaricias casi con tu sombra
pesada
y leve a un tiempo.
Agazapada
bajo las piedras y las horas,
esperaste, paciente, la llegada
de esta tarde
en la que nada
es ya posible...
Mi corazón:
tu nido.
Muerde en él, esperanza.
Gonzalez, Angel
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar este alma mía,
hora a su afán ansioso lisonjera.
Mas no desotra parte en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi alma el agua fría,
y perder el respeto a ley severa.
Alma quien a todo un dios prisión ha sido,
venas que tanto humor a fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejarán, no su cuidado,
serán ceniza más tendrán sentido;
polvo serán,mas polvo enamorado.
¿Cómo es tan largo en mí dolor tan fuerte,
Lisis? Si hablo y digo el mal que siento,
¿Qué disculpa tendrá mi atrevimiento?
Si callo, ¿quién podrá excusar mi muerte?
Pues ¿cómo sin hablarte podrá verte
Mi vista y mi semblante macilento?
Voz tiene en el silencio el sentimiento:
Mucho dicen las lágrimas que vierte.
Bien entiende la llama quien la enciende,
Y quien los causa entiende los enojos,
Y quien manda silencios, los entiende.
Suspiros, del dolor mudos despojos,
También la Boca a razonar aprende,
Como con llanto, y sin hablar, los ojos.
Por Francisco de Quevedo y Villegas.
El Parnaso español (1648). Erato. Musa IV. Soneto.
Cito la web de procedencia: www.poesi.as/fq48072.htm
a resfriar
y estoy en casa
estornudando poesía
por todo el escritorio.
Los bacilos revolotean por la habitación
junto con los microbios poéticos;
yo no puedo decir a ciencia cierta
cuáles son
unos
y cuáles son otros.
HENRY PARLAND
improvisada: el descanso en la escalera
no permite demasiadas precisiones
y se pierden las señales cuando pasas
con los brazos ocupados. Medios
tonos o resabios, cicatrices en la boca,
nos faltaban —apenas— los matices
que ahora sobran cuando busco
con paciencia, cuadro a cuadro,
hendiduras en la cara, medios tonos
o resabios: alguien posa insegura de
su rostro, alguien saca con recelo y energía
—con las manos, con los ojos— los
fragmentos de la arena acumulada,
atardece cuadro a cuadro el horizonte,
alguien viaja largas horas en los últimos
asientos y no sabe cuánto falta
todavía, ella es joven y blanca, tú eres
débilmente oscuro y eso es todo
cuanto había no en el fondo sino encima
de la cama cuando besas y te besa; reteníamos,
entonces, los ajustes a la falda,
sosteníamos, así, con alfileres, la fachada,
las bastillas, las insignias, los insectos
cuando trepan la solapa, amanece el horizonte
continuado y ella ríe o desespera, ella llora
o recupera la verdad, ella espera que
comprendan que el amor es una especie
de incidente, un ajuste de los ruidos
en la imagen, unos días, unas noches
con sus veces y sus voces y sus pausas:
decidíamos las veces, repasábamos
las pausas, desoíamos las voces y una forma
peligrosa escogía por nosotros
el camino, el descanso en la escalera no
permite demasiadas precisiones, ella duerme
sin saber que cruzarán la
turbulencia, alguien cubre el medio tono con
dos manos
de pintura, cada tanto recomienza
lo que ahora desconoces y se pierden
las señales cuando pasas con
los brazos ocupados.
Alejandro Zambra
sobre la cama hasta tu propio idioma.
No pidas. No preguntes. Arrebata y exige.
Sé una perra. Sé una alimaña.
Resuella busca abrasa brama gime.
Atérrate, mete la mano en el abismo.
Remueve tu deseo como una herida fresca.
Piensa o musita o grita «¡Venganza!»
Sé una perdida, mi amor, una perdida.
En el amor no existe
lo verdadero sin lo irreparable.
Félix Grande
(Otro poeta que nos dice adios....:(-()
Cuéntamelo otra vez: es tan hermoso
que no me canso nunca de escucharlo.
Repíteme otra vez que la pareja
del cuento fue feliz hasta la muerte.
Que ella no le fue infiel, que a él ni siquiera
se le ocurrió engañarla. Y no te olvides
de que, a pesar del tiempo y los problemas,
se seguían besando cada noche.
Cuéntamelo mil veces, por favor:
es la historia más bella que conozco.
Amalia Bautista
en el vacío, es carne olfateada
de Dios, hambre de dios, sed abrasada
en la trenzada hoguera de un abrazo.
Me pego a ti, me tiendo en tu regazo
como un náufrago atroz que gime y nada,
trago trozos de mar y agua rosada:
senos las olas son, suave el bandazo.
Se te quiebran los ojos y la vida.
Lloras sangre de Dios por una herida
que hace nacer, para el amor, la muerte.
¡Y es inútil pensar que nos unimos!
¡Es locura creer que pueda verte,
oh dios, abriendo, entre la sombra, limos!
Blas de Otero
Me da vértigo el punto muerto
y la marcha atrás,
vivir en los atascos,
los frenos automáticos y el olor a gasoil.
Me angustia el cruce de miradas
la doble dirección de las palabras
y el obsceno guiñar de los semáforos.
Me da pena la vida, los cambios de sentido,
las señales de stop y los pasos perdidos.
Me agobian las medianas,
las frases que están hechas,
los que nunca saludan y los malos profetas.
Me fatigan los dioses bajados del Olimpo
a conquistar la Tierra
y los necios de espíritu.
Me entristecen quienes me venden kleanex
en los pasos de cebra,
los que enferman de cáncer
y los que sólo son simples marionetas.
Me aplasta la hermosura
de los cuerpos perfectos,
las sirenas que ululan en las noches de fiesta,
los códigos de barras,
el baile de etiquetas.
Me arruinan las prisas y las faltas de estilo,
el paso obligatorio, las tardes de domingo
y hasta la línea recta.
Me enervan los que no tienen dudas
y aquellos que se aferran
a sus ideales sobre los de cualquiera.
Me cansa tanto tráfico
y tanto sinsentido,
parado frente al mar mientras que el mundo gira
Francisco M. Ortega Palomares
Mi hermana no escribe poemas
y es improbable que de pronto comience a escribir poemas.
Le viene de su madre, que no escribía poemas
y de su padre, que tampoco escribía poemas.
Bajo el techo de mi hermana me siento a salvo:
nada impulsaría al marido de mi hermana a escribir poemas.
Y aunque suene como un poema de Adam Macedonski,
ninguno de mis parientes se ocupa de escribir poemas.
En el escritorio de mi hermana no hay poemas viejos
ni nuevos en su bolso.
Y cuando mi hermana me invita a cenar,
sé que no tiene intenciones de leerme poemas.
Hace magníficas sopas sin esfuerzo,
y el café no se derrama sobre sus manuscritos.
En muchas familias nadie escribe poemas,
pero cuando lo hacen, rara vez es sólo una persona.
Algunas veces la poesía fluye en cascadas de generaciones
que ocasionan temibles corrientes en las relaciones familiares.
Mi hermana cultiva una prosa hablada decente,
pero toda su producción literaria está en tarjetas postales veraniegas
que prometen la misma cosa cada año:
que cuando vuelva me contará todo,
todo,
todo.
Wislawa Szymborska
Gracias Princesa.
Quizá tú no me viste,
quizá nadie me viese
tan perdido, tan frío en esta esquina.
Pero el viento pensó que yo era piedra
y quiso con mi cuerpo deshacerse.
Si pudiera encontrarte,
quizá, si te encontrase,
yo sabría explicarme contigo.
Pero bares abiertos y cerrados,
calles de noche y día, estaciones sin público,
barrios enteros con su gente, luces, teléfonos,
pasillos y esta esquina, nada saben de ti.
Y cuando el viento quiere destruirse
me busca por la puerta de tu casa.
Yo le repito al viento
que si al fin te encontrase,
que si tú aparecieses,
yo sabría explicarme contigo.
Luis García Montero
¿Quién los ve andar por la ciudad
Si todos están ciegos?
Ellos se toman de la mano: algo habla
entre sus dedos, lenguas dulces
lamen la húmeda palma, corren por las
falanges,
y arriba está la noche llena de ojos.
Son los amantes, su isla flota a la deriva
hacia muertes de césped, hacia puertos
que se abren entre sábanas.
Todo se desordena a través de ellos,
todo encuentra su cifra escamoteada;
pero ellos ni siquiera saben
que mientras ruedan en su amarga arena
hay una pausa en la obra de la nada,
el tigre es un jardín que juega.
Amanece en los carros de basura,
empiezan a salir los ciegos,
el ministerio abre sus puertas.
Los amantes rendidos se miran y se tocan
una vez más antes de oler el día.
Ya están vestidos, ya se van por la calle.
Y es sólo entonces
cuando están muertos, cuando están vestidos,
que la ciudad los recupera hipócrita
y les impone los deberes cotidianos.
Cortazar
amigo,
muy despacio,
buscándote
en el puerto,
hundiéndome
en la sombra.
Antonio María Flórez
Preámbulo a un silencio
Porque se tiene conciencia de la inutilidad de tantas cosas
a veces uno se sienta tranquilamente a la sombra de un árbol
en verano
y se calla.
(? ¿Dije tranquilamente? falso, falso:
uno se sienta inquieto, haciendo extraños gestos,
pisoteando las hojas abatidas
por la furia de un otoño sombrío,
destrozando con los dedos el cartón inocente de una caja de fósforos,
mordiendo injustamente las uñas de esos dedos,
escupiendo en los charcos invernales,
golpeando con el puño cerrado la piel rugosa de las casas
que permanecen indiferentes al paso de la primavera
una primavera urbana que asoma con timidez los flecos
de sus cabellos verdes allá arriba,
detrás del zinc oscuro de los canalones,
levemente arraigada a la materia efímera de las tejas a
punto de ser de polvo.)
Eso es cierto, tan cierto
como que tengo un nombre con alas celestiales,
arcangélico nombre que a nada corresponde:
Ángel
me dicen
y yo me levanto
disciplinado y recto
con las alas mordidas
quiero decir: las uñas
y sonrío y me callo porque, en último extremo,
uno tiene conciencia
de la inutilidad de todas las palabras.
Ángel González
Ser poeta é ser mais alto, é ser maior
Do que os homens! Morder como quem beija!
É ser mendigo e dar como quem seja
Rei do Reino de Aquém e de Além Dor!
É ter de mil desejos o esplendor
E não saber sequer que se deseja!
É ter cá dentro um astro que flameja,
É ter garras e asas de condor!
É ter fome, é ter sede de Infinito!
Por elmo, as manhãs de oiro e de cetim...
É condensar o mundo num só grito!
E é amar-te, assim perdidamente...
É seres alma, e sangue, e vida em mim
E dizê-lo cantando a toda a gente!
Ser Poeta
¡Ser poeta es ser más alto, es ser mayor
de lo que son los hombres! ¡Morder como quien besa!
¡Es ser mendigo y dar como quien es
Rey del Reino de Más Acá y Más allá del Dolor!
¡Es tener de mil deseos el esplendor
y no saber siquiera qué se desea!
¡Es tener aquí dentro un astro que flamea,
y tener garras y alas de cóndor!
¡Es tener hambre, es tener sed de Infinito!
Por yelmo, las mañanas de oro y de satén…
¡Es condensar el mundo en un solo grito!
Y es amarte, así, perdidamente…
Es que seas alma y sangre y vida en mí
¡Y decirlo cantando a todo el mundo!
Florbela Espanca
a la ventana para que, de la calle
lo vean.
El sol pega en el vidrio
y calienta al gato que, inmóvil
parece un objeto.
Se queda así para que
lo envidien, indiferente
aunque lo llamen.
Por no se qué privilegio,
los gatos conocen
la eternidad.
Nuno Júdice
No de rabia, o dolor, o pasión.
Comienzo a escribir como quien llora
de plenitud saciado,
como quien lleva un mar dentro del pecho,
como si el ojo contuviera toda
esa inmensa colmena que es el firmamento
en su breve pupila.
Antonio Colinas
polvo molido por dientes que son siglos, por siglos que son hambres,
dime, cántaro roto caído en el polvo, dime,
¿la luz nace frotando hueso contra hueso, hombre contra
hombre, hambre contra hambre,
hasta que surja al fin la chispa, el grito, la palabra,
hasta que brote al fin el agua y crezca el árbol de anchas hojas de turquesa?
Fragmento de El cántaro roto, Octavio Paz
pepeto....:)
La Jaula - Pizarnik
Afuera hay sol.
No es más que un sol
pero los hombres lo miran
y después cantan.
Yo no sé del sol.
Yo sé la melodía del ángel
y el sermón caliente
del último viento.
Sé gritar hasta el alba
cuando la muerte se posa desnuda
en mi sombra.
Yo lloro debajo de mi nombre.
Yo agito pañuelos en la noche y barcos sedientos de realidad
bailan conmigo.
Yo oculto clavos
para escarnecer a mis sueños enfermos.
Afuera hay sol.
Yo me visto de cenizas.
Del "Ser Poeta", destaco esta excepcional estrofa :
"Y es amarte, así, perdidamente…
Es que seas alma y sangre y vida en mí
¡Y decirlo cantando a todo el mundo!"
Un abrazo.
Ítaca
Cuando te encuentres de camino a Ítaca,
desea que sea largo el camino,
lleno de aventuras, lleno de conocimientos.
A los Lestrigones y a los Cíclopes,
al enojado Poseidón no temas,
tales en tu camino nunca encontrarás,
si mantienes tu pensamiento elevado, y selecta
emoción tu espíritu y tu cuerpo tienta.
A los Lestrigones y a los Cíclopes,
al fiero Poseidón no encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si tu alma no los coloca ante ti.
Desea que sea largo el camino.
Que sean muchas las mañanas estivales
en que con qué alegría, con qué gozo
arribes a puertos nunca antes vistos,
deténte en los emporios fenicios,
y adquiere mercancías preciosas,
nácares y corales, ámbar y ébano,
y perfumes sensuales de todo tipo,
cuántos más perfumes sensuales puedas,
ve a ciudades de Egipto, a muchas,
aprende y aprende de los instruidos.
Ten siempre en tu mente a Ítaca.
La llegada allí es tu destino.
Pero no apresures tu viaje en absoluto.
Mejor que dure muchos años,
y ya anciano recales en la isla,
rico con cuanto ganaste en el camino,
sin esperar que te dé riquezas Ítaca.
Ítaca te dio el bello viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene más que darte.
Y si pobre la encuentras, Ítaca no te engañó.
Así sabio como te hiciste, con tanta experiencia,
comprenderás ya qué significan las Ítacas.
Konstantino Kavafis
.
El verdadero problema de estar solo es saber que existes.
¿Sabes cuando tienes una herida
en el dedo por ejemplo
y todos los golpes van ahí?
Pues con mi corazón, lo mismo.
Hasta esta chica desconocida
que pasa ahora como un vendaval por mi lado sin mirarme,
me duele.
Supongo que todo masoquismo empieza en una ausencia.
Abril me cabe en un bolsillo,
es fácil perderlo,
cuando se vaya no me sentiré como Sabina.
No me pueden robar lo que no es mío.
Desde que no hallo tu cintura
es como si el mundo me lo hubieran prestado
y estén siempre a punto de exigirme su vuelta.
Como vivir en una deuda infinita
en la que nunca podré pagar
todos los errores.
Se parece a ti la chica de la barra,
quizás menos morena y menos alta,
los ojos más oscuros,
el cabello más riachuelo que cascada,
las tetas menos juntas y su culo
no parece un columpio en movimiento.
Ahora que lo pienso fríamente,
si comparo tu belleza con la suya,
ni siquiera me parece una mujer.
Esta nostalgia es cruel
como leer el diario
de una hija adolescente.
Como el hilo musical de los centros comerciales
a las diez de la mañana,
o el silencio de una cena familiar.
Intuyo que todo olvido comienza con otro nombre.
Decía con los ojos en mi boca.
-Eres el único hombre que jamás
me ha hablado de otra mujer-
Como si eso me hiciera mejor persona.
Ignorando que cuando me besó
ya nunca hubo otras mujeres,
ni antes, ni después.
Tampoco ahora.
Has reducido sin saberlo mi vida a un folio
en el que me reflejo si no escribo.
Y no hay desamor más grande que la falta de amor propio.
Imagino que aceptar la derrota es el modo más seguro de ganar.
No sabes lo horrible que está la ciudad
sin mirarse en tus ojos.
Es como si le quedaran grandes las fachadas
y pequeñas las casas,
como si hubiera comprado deprisa y en rebajas
los paisajes que la rodean.
Hay quien habla de la primavera como si te hubiera conocido.
Me alejo, cuanto más camino,
más me encuentro sin ti,
cuanto más cerca de mi mismo,
más distancia entre nosotros,
cada una de mis huellas,
borra una de tus pisadas.
Se que no puedo olvidarte mientras te busco
y se que no puedo encontrarme si no te olvido.
Lo malo de mi soledad es tu existencia.
Y que ya nunca será lo mismo estar solo,
que estar sin ti.
Y eso no hay corazón que lo soporte.
¿Sabes cuando tienes una herida
en el dedo por ejemplo
y todos los golpes van ahí?
Ernesto Pérez Vallejo
Gracias, Sinrima.
Un placer y una tranquilidad enormes de sentirte por aquí.
Ganancias y pérdidas
Vuelvo a mentir con gracia,
me inclino respetuoso ante el espejo
que refleja mi cuello y mi corbata.
Creo que soy ese señor que sale
todos los días a las nueve.
Los dioses están muertos uno a uno en largas filas
de papel y cartón.
No extraño nada, ni siquiera a ti
te extraño. Siento un hueco, pero es fácil
un tambor: piel a los dos lados.
A veces vuelves en la tarde, cuando leo
cosas que tranquilizan: boletines,
el dólar y la libra, los debates
de Naciones Unidas. Me parece
que tu mano me peina. ¡No te extraño!
Sólo cosas menudas de repente me faltan
y quisiera buscarlas: el contento,
y la sonrisa, ese animalito furtivo
que ya no vive entre mis labios.
Muchas gracias, poeta