De: Edgar Jimenez Garcia (Aljan) y Eric N. Palmieri (Espíritu del Viento)
Hace algún tiempo, en una de las carreteras de Castilla La Mancha, cuando los reyes aún gobernaban y los caballeros andantes luchaban por la justicia y la verdad…
Hace mucho tiempo, en tierras de Castilla la Mancha
En tiempos en los que la gente vivía con reyes y libertad
Vivían todavía caballeros que, en su eterna marcha
Luchaban por el amor, la justicia y por la verdad.
Por los caminos, por las sendas polvorientas
Por donde caminan las almas sedientas
Por los cuales mentes quedaron calenturientas
Las amplias sendas finalmente quedan estrechas.
Un encuentro el destino propuso a dos caballeros,
Que juran ante la verdad y justicia ser verdaderos,
Que ante los reinados y sus leyes son fieles,
Más al acero y su honor, guían a sus espadas hirientes.
Viejas historias cuentan, que el nombre de uno de ellos,
Lord Edgar de Zamora y Jiménez, santificado caballero.
Cuya alma de fuego ilumina al camino de la victoria,
Tratase de un caballero de gran gloria.
El otro, Sir Nícolas di Cosenza y Villalobos
Viajando de un magnífico corcel a lomos
Caballero en busca del conocimiento de la verdad
Consagrado a la ciencia, al saber y a la libertad.
Ambos caballeros eran amigos desde hacía muchos años, cuando aún eran jóvenes los dos, en algún lugar del amplio reino de España. El suceso de la Cuarta Cruzada obligó a Lord Edgar de Zamora a separarse de su amigo. Pasado todo este tiempo por pura casualidad u obra del destino volvieronsen a encontrar en este lugar…
Ambos caballeros eran amigos desde hacia muchos años
En algún lugar del reino de España, hace mucho separados
Y de nuevo en aquel lugar fortuitamente rencontrados
Se reconocieron pese a estar ambos muy cambiados
Ambos, tras mirarse muy detenidamente
Se dieron cuenta de su amistad latente
Sir Nícolas di Cosenza se acercó sonriente
Y le dijo al otro caballero andante…
-Tu encuentro fue inesperado,
años y años ya han pasado.
Buen amigo, tanto te he extrañado
como verás, aún no te he olvidado.
El rostro de Lord Edgar de Zamora demostraba asombro
creyendo que en un sueño había caído como plomo
quizá, el aullido de un lobo hubiera sido un parecido
y su respuesta a Sir Nícolas había sido:
-¿Cómo olvidarte, mi amigo estimado?
El tiempo ciertamente ha pasado
Pero me alegra verte de nuevo a mi lado.
Doy gracias a Dios por haberte encontrado.
Ambos despues de tanto tiempo,
volviosen a ver sus caras,
mas tanta diferencia se observaban
las marcas de vivencias pasadas.
Lord Jiménez, reconocido su amigo
Supo que traía éste una historia consigo
Y acercando lentamente su corcel
Desta manera le pregunto a aquel
-Mi querido y respetado amigo
Tu rostro, sin duda ha sido testigo
De penuria, penalidad y litigio
En este tiempo ¿qué te ha acaecido?
La cara de Sir Nicolas cambió de repente
al recordar hechos tan ocurrentes,
batallas, amores, hechos tan incurridos,
que con éste relato dio respuesta a su amigo:
-Ansimesmo fue el menester de mi valentía
blandir mi acero en guerras perdidas
tales soldados han cumplido su ocaso ante mi brazo
pero los años a mi me han deteriorado.
-Fuerte guerrero y fiel caballero yo he sido,
a mi familia y a mi tierra, con valor he protegido.
Luna y Sol a mi furia han visto,
mil veces me he levantado, pero nunca he caído.
Tristes guerras y duras penas ante mi han acaecido,
aunque mi carne no, mi espíritu ha quedado muy mal ferído.
- Pues a tantas guerras y luchas no he encontrado sentido
La violencia para mi no fue final ni camino nunca ha sido
Mis humildes orígenes esa visión no me han permitido
Mi espíritu quedó por la sangre derramada muy confundido.
-Ahora, como ferido lobo solitario a mi hogar soy venido
Para disfrutar de las ganancias que bien he merecido
Descansar, curar mi interior de tanto sinsentido
Y de meditar y sopesar los actos que he cometido.
Comentarios
Ya dentro de la posada, ambos se sentaron a tomar vino y a escuchar a los juglares mientras se seguian contando sus historias. La posada, que muy de la época, resultaba ser un lugar agradable y tranquilo, cuando se sentaron, llegó un trovador a recitarles sus poesías…
“De los sus ojos tan fuertemente llorando
Volvía la cabeza establos mirando
Vio puertas abiertas, batientes sin candados
Perchas vacías, sin pieles ni mantos
Sin halcones ni azores mundaos
Suspiro Mio Cid por los pesares abrumado.
-Hablo Mio Cid bien y muy mesurado
--¡Gracias a ti Señor, Padre que estás en lo alto!
¡Esto me han devuelto mis enemigos malos!”
Del Mio Cid es la poesía, del caballero de Vivar
Que con mano firme Valencia fue a conquistar
Y, a la sombre de éste que con moros se fue a enfrentar
Se dispone Lord Jiménez a su historia también narrar.
-Vive Dios, mi fiel amigo, que mi ventura mejor no ha sido
También mi camino por la guerra ha transcurrido
Y así puedo jurar que mi brazo y mi acero carne han hendido
Y hasta las últimas fuerzas la Ciudad Santa he defendido.
Cientos de moros y herejes con mi hoja he dado finiquito.
-Generales, caballeros y soldados, a los reyes y a su séquito
Con los templarios he defendido todo Sagrado Sitio
Yo no me he rendido, he caído y mi corazón queda contrito
Por mal ventura cinco flechas con mi escudo no dieron tino.
-Y mi lucha más no pude seguir, pues de gravedad fui herido.
Cuando me recuperé de mis heridas, la cruzada había concluido
De modo que por la paz a estos lugares de nuevo fui venido
A verla de nuevo a ella, por sus oraciones no caí rendido.
Ante la historia de Lord Edgar, Sir Nicolas prestaba oídos
Tales vivencias a ninguno de los dos dejaría en olvido,
Más que dos caballeros, dos grandes amigos,
partieron a la mañana siguiente, dia domingo.
Y ante los ojos de los Molinos de Viento de Campo de Criptana
frente a los dos caballeros, una mujer desesperada.
Corriendo con lágrimas en sus ojos, llorando por su despojo.
Ambos caballeros se apuraron a ayudarla,
Preguntaron casi al mismo tiempo que es lo que pasaba
y la respuesta desta mujer desconsolada fue:
-Ah, caballeros, gracias a Dios a estos campos sois venidos
Pues victima he sido del ataque de unos malvados bandidos
El dinero me robaron y luego me ultrajaron esos forajidos
¡Caballeros, cuídense o vénguense se tales malnacidos!
Ante estas palabras Sir Nícolas atento se mostraba,
puesto que a la petición de esta Lord Edgar oidos prestaba.
Ambos caballeros a los caballos espolearon,
a donde los dedos de la mujer señalaron.
Fue menester de ambos apurarse,
a socorrer los bienes de la mujer despojada.
Agitaron tanto a sus caballos, que estos abasto dieron
hasta presentarse en un descampado.
Frente a ellos nada había,
ni las hojas de los árboles tentadas se movian.
Apenas entre ellos el viento pasaba,
cuando treinta bandidos con sus ballestas apuntaban.
El que era líder destos malvados bandidos cobardes
Se adelantó de sus filas marcando grandes alardes
A ambos caballeros se dirigió con lengua muy afilada
Casi tanto como el virote de su ballesta armada.
-Caballeros que vienen a vengar a al dama ultrajada
Y que osan enfrentarse al gran bandido de Criptana
Sin pensar que de un solo ataque con mi ballesta liviana
Pasaran a ser solo dos cadáveres con armadura saqueada.
Ambos caballeros, al verse rodeados en lucha tan desigualada
Dijeron al unísono al malvado bandido líder de Criptana:
-¡Baja esa ballesta, cobarde, no intentes la lucha distanciada
Saca tu espada y así la deuda con sangre quedará saldada!
Fue desta manera que el líder al cielo disparó su flecha,
dejando caer su ballesta, de su ira encendida la mecha,
Contra Lord Edgar y Sir Nícolas arremetío su espada
mientras el resto de su ejercito como espectador esperaba.
Fue la furia de ambos caballeros,
menester de sus espadas blandidas,
con honor y destreza,
de dos estocadas cayó herido nuestro deshonrado bandido.
Perdonarle la vida, ambos decidieron,
mas no fue de acuerdo el cruel rufían,
que contra Lord Edgar arremetió una daga oculta,
mas fallando el tiro, Sir Nícolas dio muerte con su tizona
acabando con ella, del malhechor su historia.
Al punto, la impía hueste del recién muerto bandido
Vieron su espíritu por el miedo y el respeto sacudido
Al ver a su gran e invencible líder allí muerto y caído
Entonces dijo lord Edgar con voz en grito:
-Hueste, no sigáis el ejemplo de vuestro líder vencido
De orgullo henchido pasó a ser por la espada hendido
Corred, huid, a salvar vuestra vida y vuestra alma redimir
No nos enteremos mi amigo y yo de que volvéis a herir.
Frente a estas palabras muchos soltaron sus espadas,
Corrieron y corrieron, dejando a ambos caballeros a sus espaldas.
Estos bandidos, ahora cobardes y arrepentidos,
Sin líder ni comandante su espíritu quedó hendido,
Y así marcharon en desesperada retirada
Sin palabras ni orgullo, así quedaron, sin nada.
Retornaron con la dama que habían los bandidos ultrajada
Ella, con lágrimas en sus ojos, les vio llegar, emocionada
Con gesto tranquilizador Lord Edgar le susurró al oído:
-Tranquila, menesterosa dama, pues aquel bandido
Que osó ultrajarla y robarla muerto por mi amigo ha sido
Su afrenta queda así solucionada y su honor restablecido
Vaya con Dios, miladi, que Él la guarde en todo su camino.
Con brío a sus caballos espolearon, grandes caballeros
Que en su vida a muchos ayudaron.
Caballeros son quienes ajustician y protegen
a cuyos menesterosos, que en situación lo merecen.
Frente a estos campos, campesinos y harrieros vieron pasar,
como un haz de polvo, sus caballos volar,
valentía, honor, fuerza y libertad
en un espíritu de lucha y justicia no han de faltar.
Estos dos caballeros su camino así continuaron
Sin saber que, desde la sombra, eran observados
Dos hombres con traje negro totalmente ataviados
Entre ellos en susurros sigilosos se murmuraron:
-Ellos dos, son ellos, no cabe más tiempo dudar
Esos son los dos caballeros que hemos de matar.
De un ataqué rápido con su vida vamos a acabar,
Y con sus cabezas nuestra recompensa así ganar.
Y así cual ave rapaz un virote de ballesta se aproximó
Al hombro de Sir Nícolas, al cual de su caballo derribó
A pesar de no haberle hecho daño, el golpe les advirtió
Que ambos un gran peligro corrían.
Solo el silencio observaba en ese descampado,
Como si nadie hubiese ahí hallado,
Cuando de repente a ambos caballeros emboscaron
Dos asesinos que de las sombra surgieron.
A Lord Edgar un virote le acertó en el pectoral
Pero el metal de éste le evitó la herida fatal.
Sir Nicolás con rapidez se fue a levantar
Y ambos sus espadas fueron a desenfundar.
Los asesinos, las ballestas ya agotadas
Blandieron al punto cuchillas emponzoñadas
Finas y letales, como punzones infernales
En sus manos, armas sencillamente mortales.
Ambos caballeros corrieron contra los asesinos,
con sus brazos y espadas en alto
y sus espíritus enardecidos.
Nunca se vió tal batalla en el mundo conocido.
Chispazos saltaban de sus espadas al ser chocadas
El acero de uno de los asesinos resultó quebrado
Al ir contra la tizona de Nicolás a ser bloqueado
Y éste, aprovechando, al asesino dejó finiquitado.
Lord Edgar con su acero apenas dos asaltos
Le duró el asesino, que atacaba a grandes tajos
Mas no queriendo matarle, decidió tan solo atontarle
Y un golpe en el cráneo con la empuñadura asestarle.
-Bellaco malvado y traidor, has sido vencido
-¡Asesinos, compañeros, acudid a mi auxilio!
Su grito fue interrumpido por la sangre manada
De la herida en su corazón a filo por Edgar infligida
-¡Guarte, guarte, Nícolas! ¡Guarte guarte!
¡En este momento nos acecha mala hueste!
Al punto de entre los arbustos surgieron
Más asesinos armados la lucha siguieron.
Fue terrible la lucha y sangriento cada golpe,
muchos asesinos cayeron,
y poco a poco fueron desistiendo estos ávidos caballeros,
pero no fueron vencidos.
Jubones se rasgaron y adargas se rompieron,
en tan cruenta batalla, que de testigo estas hojas fueron,
así fieramente, como cortaron armaduras, sus armas cortaron el viento,
y al acabar con todos estos maleantes, ambos quedaron sin aliento.
De dolor y muerte aquel campo quedó sembrado
Por la sangre de los impíos fue muy regado
Lord Edgar, jadeante, pudo ver a un asesino
No muerto, tan solo muy malherido.
-¿Quién te manda? ¿Quién te paga, asesino?
El impío hombre, nada que perder, decide responder
-Un moro...un comandante de...los musulmanes
Que quiere...en batalla a todos ustedes retarles...
Agotada la sangre del hombre, su voz es así callada
-Moro, comandante. Creo saber de quién se trata.
Dice Lord Edgar, metiendo su espada en la vaina
-Amuza, Amuza le llamaban, el que los vientos amaina,
Así le llaman entre los sarracenos tal que es su fama.
Dos días después, Lord Edgar de Zamora y Jimenez y Sir Nícolas di Cosenza y Villalobos se embarcan a Arabia a buscar a su enemigo Amuza, esa historia se continuará en el siguiente capitulo…
Muchas gracias, Amparito. Ya veremos como salen los caballeros de lo que suceda en la continuación...