Apenas pongo un punto, que bien puede ser punto y aparte o punto final, me comienzan a temblequear las piernas y a sudar la frente y los dedos de las manos.
Empiezo como un niño, a dar vueltas por la casa, con la sensación de que todo ha sido en vano y que sería preferible no mostrárselo porque ¿para qué? y ¿con qué necesidad? si nunca le ha gustado nada de lo que llevo escrito y lo máximo que he podido conseguir, fue un casi imperceptible aflorar de su ceja ante algún pasaje del cuento de los huevos fritos.
Hice todo lo que tuve a mi alcance y nada. He escrito en imprenta y nada, en inmejorable cursiva y nada. He empleado azules sólidos y exquisitos escarlatas, he copiado de mil maneras distintas para satisfacerlo: de izquierda a derecha, de arriba abajo, en solemne castellano, en lunfardo y hasta he traducido al francés la historia de los estornudos y los sapos, y no he conseguido gustarle ni siquiera un poquito.
Por eso es que no paro de dar vueltas y mientras espero me venga el coraje, juego al ajedrez con el tablero que forman las baldosas del comedor y cabalgo circularmente con mis patas, una para un lado y dos más para allá, y dos para acá y una para adelante, hasta que me mareo o me aburro, entretanto aplazo la zancada final, de peón o de rey, para finalmente meterme directo en el cuartito, adonde me espera el bochorno de mis escritos bajo la pupila de ese ojo inalterable.
Si en ese cobarde revoloteo, noto que alguna de las hojas tiene la más ínfima manchita o si en el trajín de ir y venir impaciente, he arrugado apenas otra(por pequeño que fuera el frunce), la copio prolijamente en una hoja nueva, y acto seguido, destruyo de inmediato el manuscrito, envuelvo los pedazos en una bolsa de nylon y los sepulto en la basura, socavando la capa primera con una cuchara o con cualquier elemento punzante de los que andan siempre desparramados por la cocina, para que quede bien olvidada y jamás de los jamases la encuentre ni de casualidad.
En algún momento, que puede ser postergado incluso por una semana o por un mes quizá; dependiendo del miedo que tuviera de mostrárselo y de lo que tarden en aburrirme los ausentes jaques y mates; me animo y se lo llevo y aunque me dan unas ganas tremendas de huir y de fumar, me aguanto y me quedo para verle la cara. Me paro firme frente al espejo del cuartito y cuando siento que ya está bien, que no es para tanto, cierro la puerta y enciendo la luz, y así es como asoma(aunque en realidad parece estar siempre) su ojo inquisidor y su labio partido.
En una oportunidad, una sola, pareció desabotonarse del espejo, y con cara de esclavo emancipado, amagó una media sonrisa que al percatarse, disimuló(me di cuenta) con un bostezo. Esa vez le llevaba un regalo, le había conseguido el monóculo plateado de mi abuelo Ricardo, pero de la nada volvió con su conducta siempre tan alborotada, tan ciclopésica, y en seguida me hizo un gesto para que apagara la luz y cerrara la puerta. Supongo que el aumento de la lente no era el apropiado o que simplemente no era de su agrado porque terminó nadando en lo profundo del espejo, en la esquina adonde deja todas las cosas que le llevo.
Ni siquiera esa vez tuvo piedad. Al día siguiente me planté sereno en el cuartito y sentí que había estado esperándome toda la noche, porque el ojo rojo estaba más hinchado y espeso que de costumbre y la mitad visible de la boca parecía sufrir mortalmente de sed, como cada vez que lo alcanza la epilepsia o el parpadeo.
En tres certeras palabras volvió a rechazarme rotundamente, con esos aires de crítico literario o de best seller, sin importarle mis buenas voluntades o mis prosas aplicadas.
Hoy tengo que volver a verlo con el cuento de los reyes porteños y con el de la mancha de humedad(que aún no tiene título) y ya llené el cenicero y recorrí el comedor transversalmente como alfil, de telaraña en telaraña y en cualquier momento, más pronto que tarde creo yo, me animo y me encierro a escuchar sus crueles comentarios o sus inhumanos silencios que, a diferencia de lo que cree, cada vez me hieren menos y, de tanto en tanto, aprendo un poquito más.
Comentarios
Salut
Ahora me gusta más...
¡Gracias!
Igual no creo que deba explicarse de qué va tal cuento, o qué se quiso decir.
Alguien dijo que el lector reescribe lo que lee y usted Monique, bien debe saber de quién hablo.
No estuvo mal, pero creo que le falta algo.
No respondas a las palabras necias de alguien que pretende fastidiar.
A mí me gustan tus historias.Espero que os ofrezcas nuevos relatos.
Saludos.
Aunque creo comprender el sentido del enunciado citado desconozco el significado del término "ciclopésica". Si no lo consideras una molestia, agradecería me aclararas este punto.
Gracias, Monique, por dejarnos ver lo que escribes.
Saludos cordiales.
!!....,.;
Agradezco tu comentario.
Respecto del "ciclopésica", bueno...el término no existe pero bueno, ese ser tiene un sólo ojo, es un cíclope y qué se yo...ja!
Me pareció que aunque no existiera, estaba bien describirlo así.
Gracias, otra; vez,.;::)
Está bien, ahora entiendo. Si deseas aceptar una sugerencia te diré que el término "ciclópeo" sería el adecuado para describir lo que refieres en el texto que he citado.
Saludos cordiales.
Y claro, para eso está. Para que aporten sugerencias.
Debo decir que más que por compartirlo lo hago para nutrirme de todos los comentarios.
gracias otra vez!
pd: Igual me gustó ciclopésica...ja
Leeré el texto y veré si puedo dejar alguna opinión.
Saludos.
Tiene que ver con la acentuación.
Tan ciclopéica
Tan ciclópea...
mmm...