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El último cuento

MACONDOMACONDO Gonzalo de Berceo s.XIII
editado diciembre 2011 en Narrativa
En la mañana del primer día de febrero, el viejo escritor decidió escribir su último cuento dentro del bar más cercano al descolorido cementerio del pueblo. La mañana navegaba entre la brisa y la densidad de la presión atmosférica. El sol escaso y tenue, daba paso a las grandes nubes que se disputaban el control del cielo.
El recinto conservaba la fachada intacta del añejo partido conservador, que alguna vez decidió su suerte dentro de esas paredes.
El viejo llego portando un cuaderno de espiral, una lapicera negra y miles de sueños demacrados por el paso del tiempo. Saludo al mozo de turno, y escogió la mesa que se precipitaba junto a la ventana y detrás del pasillo que encaminaba al depósito. Pidió un café sin azúcar, abrió el cuaderno, destapo la birome y mirando al cielo por la ventana brillante y obtusa, contemplo las primeras gotas del día que caían como sueños rotos.
A su costado derecho había una mesa habitada por un hombre de boina verde, pantalón marrón y remera negra con una inscripción en latín. Tenía unos ojos grandes y marrones, nariz engrosada y labios pequeños. Fumaba un cigarrillo blanco y escribía unos símbolos en una hoja amarillenta. El viejo escritor inclinando su cabeza trató de descifrar el significado de aquellos garabatos, pero no alcanzo a divisar ni siquiera el encabezado.
En la mesa mas cercana a la puerta, se encontraban dos jóvenes que se miraban tímidamente, con ojos pequeños y brillantes que se reían quien sabe de que y señalaban el cielo de manera alegre, cuando la lluvia había comenzado a castigar las calles de manera efusiva.
Los minutos perezosos y pesados pasaban, y el viejo escritor no podía enhebrar una sola línea de su tan ansiado último cuento.
El bar se iba poblando de seres tristes y a la vez amontonados por la lluvia, que crecía con el paso de los segundos.
Una mujer con vestido largo negro, y un sombrero con puntillas blancas, pidió una media de ron; saco un pasquín del revistero y tomo de un solo trago aquel diminuto recipiente de bebida blanca; volvió a dejar el periódico en su lugar, tiro unos billetes violetas en la barra de madera y salio despavorida del lugar. El mozo cogio el pago y salio en busca de la dama, pero ya era tarde, la silueta se esfumo entre las gotas.
La lluvia continuaba su marcha y el vapor apresurado cubría la totalidad de las ventanas.
El tiempo pasaba como nubes de verano y el viejo escritor pidió su segunda taza de café.
En cuestión de minutos los jóvenes salieron apresurados y cogieron el taxi que se apostaba junto a un castaño tórrido, a la espera de algún pasajero.
El bar a media mañana se iba despoblando y la tristeza tomaba el control del aire.
El viejo escritor, ya casi vencido por la ausencia de ideas, giro su cabeza y se asombro al ver que los símbolos de la hoja amarillenta del señor de boina verde, habían llegado hasta su mesa, pasando por las sillas, doblando por las paredes, cubriendo la barra de madera, bordeando las hojas pequeñas de las plantas que colgaban de las paredes y por ultimo, salieron del bar perdiéndose en las calles mojadas. Solo allí comprendió que su último cuento había terminado.

Comentarios

  • Ariel GarcíaAriel García Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado diciembre 2011
    Me ha parecido un relato con algunos descuidos en la estructura, aunque permite al lector imaginar buena parte de la extensión no narrada, característica que lo enaltece y torna interesante.

    Observa la acentuación ortográfica. La lectura no fluye adecuadamente cuando nos topamos con palabras que, debiendo llevar tildes, no las presentan.

    Gracias MACONDO, por dejarnos ver lo que escribes. He disfrutado el cuento.

    Saludos cordiales.
  • MACONDOMACONDO Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado diciembre 2011
    Ariel García escribió : »
    Me ha parecido un relato con algunos descuidos en la estructura, aunque permite al lector imaginar buena parte de la extensión no narrada, característica que lo enaltece y torna interesante.

    Observa la acentuación ortográfica. La lectura no fluye adecuadamente cuando nos topamos con palabras que, debiendo llevar tildes, no las presentan.

    Gracias MACONDO, por dejarnos ver lo que escribes. He disfrutado el cuento.

    Saludos cordiales.

    Ariel, muchísimas gracias por tomarte el tiempo y leer este escrito. Tomare en cuenta tu observación y trabajare en ello.
    El problema en la estructura lo vengo teniendo en otros cuentos y en ello estoy.
    Por otra parte es verdad que el cuento se lee medio trabado, pero no logro entender mucho la modificación que debería hacerle en los tildes.
    Nuevamente muchas gracias.
  • Ariel GarcíaAriel García Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado diciembre 2011
    MACONDO escribió : »
    El problema en la estructura lo vengo teniendo en otros cuentos y en ello estoy.

    A la persona que acabó de leer tu cuento, quien en cierto modo también pudo escucharlo, no debe faltar el aire.

    Tomo el fragmento inicial del relato y construyo un ejemplo:
    MACONDO escribió : »
    En la mañana del primer día de febrero, el viejo escritor decidió escribir su último cuento dentro del bar más cercano al descolorido cementerio del pueblo.

    Según mi criterio desde la coma al punto persisten imágenes que, por su armadura sintáctica, no permiten la relajación del lector. Ahora mira, variaré el orden de las piezas:

    "Dentro del bar más cercano al descolorido cementerio del pueblo, en la mañana del primer día de febrero, el viejo escritor decidió escribir su último cuento."

    Observa cómo en esta nueva estructura el pasaje entre comas conduce al lector a cambiar el ritmo, a acomodar ideas y conceptos. He pretendido dejar un ejemplo sin romper el enunciado original aunque en este caso, y si aceptas mi intromisión, yo acortaría el texto intentando no perder sustancia.
    MACONDO escribió : »
    Por otra parte es verdad que el cuento se lee medio trabado, pero no logro entender mucho la modificación que debería hacerle en los tildes.

    Si esa es tu percepción no busques la trabazón en las tildes faltantes (fallas que es preciso corregir) sino en lo apuntado en los párrafos precedentes. Cuando me refiero a que la lectura no fluye adecuadamente cuando nos topamos con palabras que, debiendo llevar tildes, no las presentan estoy refiriéndome a que la ausencia de acentos, en vocablos que debieran llevarlos, podría crear un segundo de distracción en el "nado" del lector avezado, un pequeño despiste, un instante que lo sacudirá desde el cuento a la ortografía, acto que no beneficiaría a la obra ni a su autor.

    Saludos cordiales.
  • MACONDOMACONDO Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado diciembre 2011
    Ariel, nuevamente gracias. Desde hace horas estoy trabajando en el texto, partiendo de tu critica.
    Gracias por tomarte un tiempito para marcarme que hay que cambiar.
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