¿Por qué miráis así, ojos crueles,
causándome este daño porfiado,
que sabrá vulnerar destemplado
a mis ojos de vosotros fieles?
No, no contempléis, cuencas noveles
mi rostro y mi labio enamorado,
contemplad el corazón cuitado
que prueba vuestras amargas hieles.
Malhaya quien os adore tanto
como os adora mi alma sentida,
porque conocerá el desencanto
y la angustia de saberse herida
por la llaga cruel de vuestro encanto,
diestro mal que me arranca la vida.