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PAN DULCE CON SABOR AMARGO PARTE I

PAN DULCE PARTE I

Aquella tarde, al caer la noche, después de haber tenido una reunión de juegos de mesa, Joaquín y su familia salieron camino a la panadería. Se antojaba un rico café caliente con pan dulce.

 

            La panadería era pequeña y estaba en la mitad de la cuadra, siempre había pasado desapercibida para Joaquín . Era un lugar modesto, con su fachada de ladrillos gastados y una pequeña bombilla en la entrada. La calle estaba a oscura y la luz del interior se reflejaba hacia afuera en forma misteriosa. Para la mayoría, era simplemente un lugar donde se compraba pan dulces y pasteles, pero para Joaquín, aquel rincón desprendía un aire mágico.

 

            Caminó hacia la luz con la luna en su espalda, tomó la cesta de mimbre que había en la entrada y una sonrisa en su rostro presagiaba un encuentro que jamás olvidaría. 

 

            Joaquín  había tenido una larga semana en el trabajo y decidió darse un capricho, comprar los pan dulces favoritos para la reunión que tenía. Cuando entró en la panadería, la fragancia deliciosamente dulce de los pasteles recién horneados llenó sus sentidos. Pero había otra fragancia, una fragancia diferente. Un perfume, un aroma de piel de mujer ungida en aceite de jazmines que llenaba su olfato.  

 

            La panadería era pequeña, pero a Joaquín  le pareció un castillo de sueños. Las estanterías estaban repletas de dulces tentadores y panes de todas formas y tamaños. Mientras recorría con su mirada los estrecho estantes de las vitrinas, sus ojos se posaron en una figura elegante detrás del mostrador. Era una mujer, una reina en su propio reino, aunque Joaquín  no se dio cuenta de eso de inmediato. Ese perfume, ese aroma no podía provenir de ella. Se negaba aceptarlo. Incluso miró hacia afuera, pensando que era alguien más que se acercaba.

 

            La mujer del mostrador estaba concentrada en su tarea, anotando pedidos en una tablet. Su cabello castaño estaba ceñido y recogido por una red. El, sin embargo la vió con su cabello suelto caer en cascada sobre sus hombros, y su perfil delicado emanaba una belleza que dejaba sin aliento. Tuvo que quitarse los lentes y volver a colocarlos para reaccionar.

 

            Joaquín  se acercó tímidamente al mostrador, sin quitar los ojos de ella. La luz de la luna que se filtraba por la entrada caía sobre su rostro, y cuando finalmente levantó la vista para encontrarse con la suya, sintió que el tiempo se detenía. Sus ojos se encontraron en un instante mágico, y en ese momento, pensó que estaba viviendo un cuento de hadas. Los ojos de la mujer eran como dos estrellas que brillaban con una mezcla de sorpresa y timidez. Sus labios esbozaron una sonrisa, y Joaquín  pudo ver la chispa de complicidad en ellos.

 

            "¡Hola, ¿en qué puedo ayudarle?", dijo la mujer con una voz suave y melodiosa. Joaquín  recuperó su capacidad de hablar y le pregunto dónde estaban las donas de chocolate. Ella, muy amable y casí invitando a mirarla por siempre, le indico con sus manos terzas, blancas y finas el estante donde estaban. Minutos después Joaquín regresó con su orden que había levantado con la cesta de mimbre, en ese momento, sus manos se rozaron ligeramente, enviando un escalofrío de electricidad a través de ambos. Era como si el universo hubiera conspirado para juntarlos en aquel mágico instante.

 

            Después de pagar y recibir la bolsa de pan dulces, Joaquín  miró a la mujer con una sonrisa sincera. -Gracias-, dijo, sus ojos encontrándose de nuevo. -Eres la panadera más encantadora que he conocido-. -¿Cuál es tu nombre?- Ella sonrió, y Joaquín  pudo ver un brillo de gratitud en su mirada. -Gracias por visitarnos-, respondió. -Espero verte de nuevo-Joaquín estaba yendo del negocio cabizbajo, pensando que había sido muy pronto para pedirle su nombre. Cuando antes de alejarse le dijo, -por cierto, mi nombre es Lourdes y ¿el tuyo? -. Y le respondió con un gesto medieval, extendiendo su mano displicentemente e inclinándose hacia adelante -Joaquín-.

 

            Joaquín  salió de la panadería con un corazón ligero y el aroma del amor impregnando el aire. Había entrado en aquel modesto rincón de la colonia en busca de pan dulce, pero había encontrado algo mucho más dulce: una conexión inesperada con una reina de la panadería que había convertido aquel simple acto de comprar en un momento romántico y mágico.

 

            Joaquín  abandonó la panadería con su bolsa de pasteles en mano, Lourdes se quedó detrás del mostrador, mirando la puerta por donde él se había ido. Sus ojos se perdieron en el umbral vacío, y su corazón latía un poco más rápido de lo normal. La fragancia dulce de los pasteles ya no llenaba el local como antes; ahora, el aire parecía cargado de una atmósfera diferente, llena de preguntas y posibilidades. Sus manos temblaban levemente mientras continuaba atendiendo a los clientes que llegaban, y su mente divagaba hacia Joaquín. Se preguntaba quién era él, qué hacía en la vida y por qué había sentido esa conexión instantánea. Había estado tan ocupada cerrando su corazón al amor que la sensación que experimentó al mirar a Joaquín la desconcertaba.

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