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Practicar sexo rejuvenece y libera tensiones

antonio chavezantonio chavez Miguel de Cervantes s.XVII


Practicar sexo rejuvenece y libera tensiones y además le sirve a las mujeres como un excelente analgésico. El no practicarlo, puede acarrear problemas de nervios y otros. Una abstinencia demasiado dilatada es nefasta para la salud de las mujeres, es por eso que es recomendable hacer sexo cinco o seis veces al mes, como mínimo


Practicar sexo rejuvenece y libera tensiones

Llovía a mares. Lo vi por primera vez en su bar flamenco de copas. Después de mucho tiempo sin tener sexo decidí darme un garbeo, porque divorciada seis años y sin haber catado macho desde entonces, estaba necesitada de sexo. Según me dijo mi amiga Sole, él era un tío que tendría como unos 30 años, que estaba buenísimo, que le gustaban las maduras como yo, y que regenteaba y trabajaba en su bar, el mismo bar que Sole me recomendó visitar.

No bien me senté en un alto taburete que había en una de las esquinas de la barra del bar, enseguida me di cuenta de que un camarero, alto, moreno y guapo a rabiar, no me quitaba ojos de encima. Lo miré de arriba a bajo y me pregunté para mi interior: "¿será ese él camarero de marras?

Desde el centro de la barra se me acercó:

- Hola. ¿Qué te sirvo? -me dijo, sonriéndome.
- Hola. Un botellín de cerveza muy fría y sin vaso, por favor -le sonreí también.
- Marchando -y se fue embalado hacia un frigorífico grande tipo industrial.

No pude ni quise evitar seguirle con la mirada. Su ojos eran de ensueño. Vestía una camiseta tan ceñida que se le marcaba el torso, y su culo y su paquete en los vaqueros...

"¡Madre mía, que preciosidad de hombre! Ya me lo imagino desnudo", pensé.

Me trajo el botellín, y fue entonces que aproveché para fijarme detenidamente en él: ojos verdes pícaros, labios carnosos...

"¿Cómo besará?, y todo esto sin contar que huele a gloria. Pues sí, Sole es un tipo realmente hermoso", pensé de nuevo.

- Gracias -le dije y seguidamente empecé a hacer un círculo con el pulgar y el índice de la mano derecha en el centro del botellín, y después me llevé el dedo a la boca, como calculando el grosor de su...
- Gracias a ti por visitarnos -y sonrió después de haberse percatado de mi maniobra con mis dedos.
- ¿Puedes darme la hora? -le pregunté, de pronto.
- A ti te doy yo lo que tú quieras -respondió, con una sonrisa insinuante.
- ¡Vaya! -exclamé, aparentemente tranquila-. Por ahora solo quiero la hora -y llevé otra vez los  mismos dedos al botellín.
- Las las doce menos veinte -sonreía, haciendo alarde de sus perfectos y blanquísimos dientes.
- Gracias -y lo vi enarcándose las cejas.

No soy yo de esas mujeres que hablan con algún hombre y enseguida se insinúan. Pero con aquel, no sabía qué me estaba pasando; lo cierto y verdad es que desde que lo vi me puse cachonda perdida. Me pasé rato mirándolo y él y sonriéndome, como presumiendo. Pasados unos minutos le hice una seña para que me trajese otro botellín. Y me la trajo, y esta vez me lo puso en la mano.

- Toma, y heladito para mi guapa señora. ¡¿Quieres algo más?!

Hacía un marcado énfasis en ese "¿quieres algo más?, como si estuviese ofreciéndose él también.

"Qué delicioso sería ese "algo mas". Con solo pensarlo, siento cosquilleo en mis pechos y mi entrepierna", pensé de nuevo.

- Pues sí, quiero algo más, que me pongas una copla, pero una copla que te guste a ti -hacía las veces de DJ.- ¿Tal vez "Me embrujaste" versionada por Miriam Domínguez?
- ¡Oh, me encanta la linense Miriam! -respondió, mordiéndose el labio inferior.
- Y a mí me chifla cantando.

Me sentía atraída por él, y al verlo morderse repetidamente el labio inferior, mi imaginación se ponía a volar hasta conseguir verlo devorándome el cuello, los mamelones y... a mí enterita.

De pronto me entraron ganas de orinar. Sentada en la taza miré mi tangas y vi que estaba húmedo, corroborada la humedad por el pañuelito de papel que después de hacer pis pasé por mi vagina.

Acabé y salí, pero allí estaba él, en el lavabo refrescándose la cara, y se vino hacia mí y me hizo entrar de nuevo al pequeño habitáculo de váter. Cerró la puerta por dentro y se abalanzó sobre mí. Me mordía los labios, a la vez que deslizaba su mano desde mis grandes senos hasta mi sexo. Poco después, metió, cual cuña, su instrumento en mi tanga y empezó a frotar mis labios menores. Yo temblaba como un flan, pero no me quedé quieta. Llevé mi mano derecha a su bragueta y, tocando por encima, noté lo dura que la tenía. Le quité el pantalón y los calzoncillos, se la cogí y comencé a masturbársela. Me empujaba suavemente hasta quedar sentada en la tapa del váter y enseguida metió su pene en mi boca, lamiéndosela yo sin parar. Él gemía y me miraba con sus ojazos. Gozaba yo tanto como él, y el hecho de saber que estábamos en un lugar público y que de pronto alguien podía llamar a la puerta, me excitaba más todavía.

Me cogía entre sus brazos, me besaba y me mordisqueaba el cuello. Bajó las manos y apretó mi culo contra sí. Podía sentir su pene empalmado e hirviendo entre mis nalgas. Lo besé apasionadamente, metiéndole la lengua por todos lados. Subía él las manos hasta mis caderas y después las llevaba de nuevo a mi culo. Me quitó el tanga y me dijo:

- ¿Te penetro? Esto era lo que querías, ¿no?
- ¡Sííííí! ¡Pero ya! -cogía mis piernas y las aprisionaba contra las suyas.

Me puso de espalda, quedando ante el espejo apoyada en el lavabo. Me metió su canario en mi jaula, empujando con fuerza a la vez que me pellizcaba los pezones. La excitación de ambos era bestial.

- ¡Vamos, empuja más fuerte! -le dije.

-sigue y termina en página siguiente-

Comentarios

  • antonio chavezantonio chavez Miguel de Cervantes s.XVII


    Se inclinó un poco más y casi me atraviesa su duro, largo y grueso miembro viril. Sentía dolor y placer deliciosos mientras empujaba con violencia. Me penetraba fuertemente y entonces mi cuerpo se estremecía entero, y ya hasta rugía.

    - ¡Hazme tuya todas las veces quieras! ¡En este momento soy toda para ti! -le decía mientras golpeaba el lavabo, llevada por la adrenalina del momento.

    Rugíamos en nuestro orgasmo al unísono. Pero antes había tenido yo dos casi seguidos. Podía sentir un reguero que bajaba por mis piernas, que temblaban como papel. Metió un dedo en mi vagina y después me lo llevó a la boca. Ansiosa, los besé y los lamí con desespero. Después, se puso los calzoncillos y el pantalón y yo me subí el tanga.

    Me cogió de nuevo contra sí, me pasó la lengua por mi boca y me dijo:

    - Qué sepas, mi guapa anónima, que sabes hacer el amor de maravilla y que me has hecho una felación de campeonato. Me ha encantado conocerte.
    - Y a mí también me ha encantado.

    Y abrió la puerta y salió, como si nada. Pasados unos minutos lo seguí, pero ya me había olvidado del mundo. Salí nueva de allí y con ganas de repetir. Y eso último se lo hice saber "durante", con su visto bueno y diciéndome:

    - Cuando quieras, ya sabes donde estoy, como la tengo y como trabaja.

    En mis ojos se veía que me sentía feliz, pero cansada y dolorida porque hacía tiempo que no  había tenido sexo. Y asustada también por lo que acababa de hacer: entregarme a un extraño, del que ni siquiera sabía su nombre, pero eso no me había importado mientras estábamos en plena faena.

    Ya en la barra de nuevo, le hice una seña. Vino hasta mí velozmente.

    - Dime, mi guapa señora -hablaba con una voz tan pícara como sus ojos.
    - ¿Qué te debo? -le dije, pero sin expresión en mi voz porque no quería irme, pero tenía que marcharme.
    - Nada. ¿Y por qué te vas tan pronto? ¿Algo te molestó? -me preguntó, meloso.
    - Al contrario. Solo que se me ha hecho tarde y mañana tengo que madrugar -le respondí-. ¿Pero cómo que no debo nada? -añadí con ésa pregunta.
    - Una simple gentileza de la casa. Dame tu número de móvil. No te permito que te vayas sin dármelo. Por cierto –alargó su juguetona mano, la misma mano que poco antes me había hecho... de todo-. Gusto en conocerte. Me llamo Álvaro.
    - Y yo Maricarmen, y mi número del móvil te lo daré otro día.
    - ¿Entonces nos volveremos a ver?
    - Puede... -respondí en un tono dubitativo, para que no se le subiesen demasiado los humos, aunque por dentro me moría de ganas por devorarlo de nuevo, y allí mismo, en la barra.
    - Si no quieres verme de nuevo, tú te lo pierdes -y se fue raudo a atender a una mujer que, por su aspecto y por la edad que aparentaba, sería una madura como yo en busca de sexo.
    - Adiós –le dije como única respuesta.
    - ¡Vaya usted con Dios, mi guapa señora! -me respondió en la distancia.

    Y, seguidamente, cogí mi bolso y mi paraguas y me fui de aquel bar, con urgencia por salir a la calle para contarle a Sole, vía móvil, cómo me había ido mi "pesca".

    Y Sole me dijo que sabía bien como "funcionaba" Álvaro, porque ya se lo había tirado varias veces, lo que no me dijo cuando me recomendó que viniese a su bar, la muy zorra.

    De acuerdo. Yo "me lo hice" con Álvaro, pero por pura necesidad y además con la firme intención de repetir las veces que nos apeteciese a los dos, no bien se presentasen nuevas oportunidades para ello. Pero entre Sole y yo había una "pequeña" diferencia: yo era una mujer divorciada y libre, y Sole estaba casada y convivía con su marido.



    Antonio Chávez López
    Sevilla octubre 2002

     :) 

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