Alexia y los zapatos verdes
Durante los días de lluvia, Alexia se aburría en la casa de su abuelita. Abría todos cajones, hurgaba en todos los armarios, se disfrazaba con ropa vieja... y así era como trataba de entretenerse.
Aquella tarde un aguacero amenazaba con durar hasta la noche. Alexia ya no hallaba lugar por examinar. Pero, de pronto, recordaba el desván. "Sí, allí hay un baúl con juguetes que guarda mi mamá", pensaba.
Entraba decididamente en el altillo y se quedada mirando a través del ventanal cómo se movían los árboles con el empuje del viento y el agua.
Encontraba el baúl y lo abría, y varias cajas de disímiles juegos aparecían, pero a seis muñecas descartaba, porque pensaba que a sus 3 años era ya grande para jugar con ellas.
Una caja llamaba poderosamente su atención, la abría y se encontraba con unos zapatos verdes. Se los ponía y le quedaban enormes, pero se los dejaba puestos porque eran bonitos. Caminaba por el desván mirándose su bello calzado. Le gustaban los zapatos, le parecía estar entre las nubes caminando en el aire. Se sentaba en un almohadón y empezaba a hojear y ojear un cuento. Pero, súbitamente sentía, sueño, se acomodaba en el almohadón y se quedaba dormidita.
En ese su sueño soñó que veía cómo se abría el ventanal y que un gnomo con alas entraba al cuarto y se colocaba a su lado, junto a ella. Estaba mojado entero y de sus alas transparentes goteaban cristalitos diáfanos. Sorprendida los miraba, pero no hablaba. El gnomo le decía:
-Perdona por entrar así a tu casa, Alexia, pero mojarme todo el tiempo no me sienta bien, me da tos. Siempre que empieza a llover tengo que cobijarme en algún lugar, y hoy solo encontré tu ventanal, abierto.
-¿Quién eres? -le preguntaba Alexia.
-Un duende mojado –respondía sonriendo.
-¡Pero si los duendes solamente viven en los cuentos!
-Vivimos en todos lados, lo que pasa es que muchos niños no nos ven.
-¿Y si otros niños no te ven porqué te veo yo?
-Por tus zapatos verdes; son mágicos. Ellos te permiten verme –le decía y se asomaba por el ventanal.
-Alexia, ya ha dejado de llover. ¡Adiós!
Alexia se acercó al ventanal y se quedó deslumbrada por el arco iris, que se asomaba vanidoso en sus colores.
-¡Qué bonito! –gritaba señalándolo con dedo regordete.
El duende abría sus alas y salía volando rumbo a las nubes.
-¡Alexia! –la voz de su abuelita la despertaba.
-¡Qué, abuelita!
-¡Ven a tomarte la leche!
-¡Voy, abuelita!
Alexia se sentó a la mesa y, mientras tomaba su leche con Cola Cao, miraba a su abuela y le decía en voz alta:
-¡Abuelita, he tenido un sueño muy bonito!
-¿Qué ha soñado mi niña? –dijo la mujer mayor mirándola, con ojos de ternura.
-Que un gnomo bueno me daba poderes.
-¡Qué bien! –respondió la abuela.
De pronto la abuela se fue hacia la niña y se la comió a besos.
Y Alexia se levantó de la silla y se fue de nuevo al desván, pero sus grandes zancadas no la dejaban ver las marcas que unos diminutos pies mojados habían dejado sobre el parqué.
Antonio Chávez LópezSevilla octubre 1997
Comentarios
Gracias, Clarito. Ese microrrelato lo hice hace unos cuantos años dedicado a una de mis nietas, llamada Alexia precisamente, que ella es dada a ponerse en casa y a hurtadillas ropa de la madre. Ya tiene 19 años y el agradecimiento casi permanente de ella hacia mí por dicho texto es tan sincero y apoteósico que no creo que ganar un oscar al mejor guión de una película me produjese tanta alegría.
Un saludo afectuoso
Las historias de críos siempre son bonitas, aunque vulgares sean. El que nos recuerde a alguien de los nuestros, las hacen encantadoras.
Un saludo afectuoso, jefa
Por cierto que los zapatos eran también uno de mis juguetes favoritos de pequeña, me encantaban.
Vaya suerte tener a esas edades un abuelo escritor y cuentacuentos
Gracias por este momento, colega de la pluma
Shalom desde Israel
Pienso que Le ocurre a todas las personas en general, pero en los críos la novedad a lo ignoto e inusual deslumbra más.
Simplemente un abuelo que trató desde un principio de ser abuelo de explicarle a sus nietos quienes eran ellos y quien era yo, y después mucho cariño y mucha protección
Un saludo, guapa
Si la indómita maquinaria idiosincrática de la humanidad tuviese solo un poquito de ternura, muchas miserias ahora existentes no existirían.
Saludos desde Sevilla (España), colega Shalom
Lo dicho: no lo entiendo.
Saludos,
Marcelo
El simple hecho de escribir cosas de diferente índole, mimarlas y cuidarlas en mi PC y de vez en cuando releer las que más recuerde, es más que suficiente para mí, pero gracias por la sugerencia, Nacho.
Me chifla escribir lo que sea y no sé si manejo la pluma bien, regular o mal, pero a mí me gustan las historias que se me van ocurriendo, además de que las escribo principalmente para mí. Con este extraño egoísmo satisfago a mi voluntad.