Aquel culo
Me llamo Alfonso. Soy un chico sevillano
y vivo en Sevilla. Tengo 32 años, alto, moreno, bien parecido. Estudié
ingeniería industrial, y en la actualidad tengo la suerte de tener
un buen trabajo y bien remunerado. Mi forma de ser es directa, sin rodeos, pero
educada y respetuosa, aunque un poco atrevida con las mujeres no comprometidas,
y más con aquellas que a mis ojos emboban.
Entré un viernes a eso de las 23.00 horas PM en mi discoteca favorita y me fui
directamente a la sala de música lenta, y allí, sí allí lo divisé; era un culo
sencillamente espectacular, fuera de serie. La dueña de él, en ese
momento miraba cómo algunas parejas bailaban al ritmo de una música para
enamorados.
Era una chica de unos 30 años; rubia, guapa, cuerpazo, y, sobre todo, con un grandioso
culo con redondeces hermosamente marcadas e imantadas por los lobos que
rondaban en círculo la pista.
Pero ni macho ni hembra de aquella sala
osaba a acercase a aquel culo, aunque no dejaban de mirarlo. Demasiado culo
para gente tan indecisa. Pero yo, tan kamikaze de ordinario en
esta clase de lides y con ganas de que aquella belleza andante supiese que al
menos había un hombre capaz de invitar a una copa a una dama con un culo
sensacional, me acerqué con rapidez hacia ella.
Toda la gente de la barra y algunos bailones fijaban sus ojos en nosotros, cuando
aquel bombón rubio aceptaba encantado mi compañía. Y como os podréis imaginar, yo
estaba que no cabía en mi percha.
Antepongo que lo mío no es bailar. Aunque... ¡qué coño, con un culo así a tu
vera había que bailar lo que fuera!
Aquella despampanante sevillana rubia se llamaba Lidia.
Pero enseguida me di cuenta de que
esperaba a alguien, porque miraba y miraba su reloj mientras bailábamos, e
imaginaba que de un momento a otro se iría, quizás con algún amigo o amiga. Así
que, concienciado, solo me limité a disfrutar de mi súbita conquista todo el tiempo
que pudiese y me dejasen, acercándome al máximo a su hermosa retaguardia.
Con una pícara sonrisa en sus exóticos labios, retrocedía, como dándome a entender
que quería zafarse de mi impetuoso proceder “disimulado”, al menos en público. Pero,
de pronto, sin pensarlo, llevé mi boca a su boca y le di un
apretado beso en los labios, al tiempo que abracé su culo con las dos manos, para así ir tanteando su nivel de resistencia, o esperando la
correspondiente hostia.
Pero no, no hubo ninguna hostia; por contra, su lengua,
como la de una víbora, se entrelazaba con la mía como dos boas constrictoras.
Dando un paso más, mi mano se fue hacia donde la caricia se vuelve pecado. Ella
me apartó la mano, pero acercó sus labios a mi oreja y con voz sugestiva me
dijo que no quería estar sola, que no era una buscona, que era una mujer libre
y ansiosa de un macho que la llenase, que tenía posibilidades pecuniarias y que
estaba recién divorciada de un esposo aventurero que la ignoraba y no le
echaba cuenta. Así que no hacía falta ser demasiado inteligente para percatarme
de que me estaba invitando a salir de la pista y de la discoteca e irnos juntos
a donde yo quisiera llevarla.
Luego
de cenar y de tomar unas copas, y algunas de más, me la llevé a mi casa. Al
otro día, al mediodía nos fuimos a mi apartamento de la playa de Rota. Nos bañamos
en las aguas tibias y azuladas del Atlántico, comimos marisco y bebimos cervezas
Cruzcampo en el chiringuito de mi paisano Alejandro, y más tarde, luego de una
buena siesta, “que lo que menos hicimos fue dormir”, de nuevo al mar.
Y desde aquel día y hasta hoy, no he
perdido de vista a aquel dios culo ni a su despampanante dueña, que, sin
compromisos ni ataduras, cada cual vive en su propia casa, pero nos vemos con mucha frecuencia.
Y he aquí una foto de Lidia, tomada de
espaldas con mi móvil. Juzguen ustedes por si yo me he excedido en exaltar lo
que para mí sobrepasa en gran medida la exaltación.
Comentarios
Por supuesto, antes de insertar cualquier tipo de imágenes me aseguro antes de que no hayan derechos sobre ellas, que se pueden copiar libremente. Este detalle me lo inculcó un antiguo compañero de este foro, de nick Bruderlin, que hace ya unos años que no lo veo por aquí. Un cordial saludo, Luis, por si te da por entrar de nuevo.
LOS RECUERDOS VALEN BIEN POCO
SI UNO ESTÁ EN PASIONES JUGOSAS.
PERO SI EMPIEZAN A COMER EL COCO,
JAMÁS PUEDEN SALIR BIEN LAS COSAS
PARA QUE LA ESENCIA VERDE DE LA MORA
HAGA DESAPARECER LA MANCHA, SIN MANCHAR,
LA NUEVA Y REVULSIVA MEDICINA IMPOSTORA
TIENE QUE SER MUCHO MÁS EFICAZ
Por cierto, esos dos pensamientos (pareados), los tenía Lidia en el coco y los recordaba a menudo a raíz de establecer una relación de amistad con derecho a roce, con Alfonso. Y los recordaba porque, aun divorciada de su exmarido, todavía le quedaba algún hilillo de enamoramiento hacia su ex. Por eso el primer pensamiento...
Los recuerdos valen bien poco
si uno está en pasiones jugosas,
pero si empiezan a comer el coco,
jamás pueden salir bien las cosas.
...estaba relacionado con su ex, y el segundo...
Para que la esencia verde de la mora
haga desaparecer la mancha, sin manchar,
la nueva y revulsiva medicina impostora
tiene que ser mucho más eficaz.
...a su nueva pareja, aunque poco convencional.