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En el lugar más recóndito y antiguo del universo, existió un reino habitado por criaturas con poderes y habilidades extraordinarias, los cuales se hacían llamar como Dioses. La creadora y señora de aquel mundo, la cual se daba a conocer como Chronos, había dedicado toda su vida y su poder para preservar el Universo, y evitar su devastación por parte los Necrotas.
En contraposición a la bondad y al creacionismo de Chronos, estaba la maldad de aquellos dioses de la oscuridad, los cuales buscaban absorber la luz y alimentarse de toda la materia qué su apetito demandase. Tales eran sus poderes, que ni los mismísimos dioses de la luz podían hacerles frente, sucumbiendo ante las enormes masas de oscuridad de aquellos entes. Evitar esto era el deber y la labor de la reina de los dioses, introduciéndose de esta forma en los agujeros negros para combatir a sus malvados creadores. Cada vez que un Necrota moría, la diosa Chronos era fecundada con una semilla de oscuridad, la cual maduraba en su matriz, hasta que el nuevo dios emergía de sus adentros, los dioses de la luz. En verdad, un Necrota nace de la corrupción del alma de otro dios. Generalmente suelen ser las mismas deidades lumínicas las qué se cargan de energía negativa, para finalmente convertirse al lado de la oscuridad.
No obstante y a pesar de su sino, la amargura procedente de un profundo sentimiento de soledad, iba a hacer que Chronos emprendiese una búsqueda desesperada hacia la solución de su propia melancolía. Así fue como nació su primogénito, al cual bautizó como Lucio. Y os preguntaréis: ¿quién era el padre? Pues la única verdad es que ni ella misma lo sabe. Son tantos los Necrotas que destruye a cada instante, que su memoria no podría recordar ni a la décima parte de ellos.
Comentarios
Un saludo Gary, mil gracias por leerme 🙌🙌